El ‘cuarto de atrás’ de Martín Gaite y Emma Suárez

La actriz Emma Suárez, en ‘El cuarto de atrás’. Foto: Teatro de la Abadía.

Con motivo del centenario del nacimiento de Carmen Martín Gaite, La Abadía ha acogido la adaptación teatral de ‘El Cuarto de Atrás’, una obra sobre la memoria, la creación literaria y la disolución entre lo soñado y lo vivido. En ella, una magnífica Emma Suárez encarna a la escritora, protagonista de la novela y la función.

“No se puede entender todo” es una de las muchas sentencias que alcanza a formular la protagonista de El Cuarto de Atrás, la novela (si es que acaso lo es) con la que Carmen Martín Gaite se alzó con el Premio Nacional de Narrativa en 1978 y que ahora llega al teatro de La Abadía.

La puesta en escena tiene lugar dentro del contexto de otra mucho más grande: el centenario de la escritora salmantina, autora de referentes dentro de la literatura española del siglo XX, como Nubosidad Variable o La Reina de las Nieves. Precisamente en la misma Abadía se ha representado también Caperucita en Manhattan, cuento para adultos en el que Martín Gaite abordaba de forma más o menos velada el temprano fallecimiento de su hija, debido a complicaciones derivadas del VIH. Es su hija, Marta, quien también aparece aquí, vista desde un prisma muy distinto, ya que la novela fue escrita y publicada antes de su enfermedad y fallecimiento. Su persona o personaje –cuesta distinguir estos conceptos en la obra de la escritora– entra en escena para cerrar la trama ayudando a la protagonista, (su madre, la propia Martín Gaite), a no perder pie tras una noche atrabiliaria en la que ha recibido una extraña visita. Pero esto no es sino el final, el comienzo y el modo en que está abordada la adaptación (a cargo de María Folguera), así como su desarrollo, configura una proeza literaria.

Si bien esta puesta en escena, de la que es responsable Rakel Camacho, es mucho más sencilla que la de Caperucita en Manhattan, no deja de ser arriesgada. El primer acierto es la elección de su actriz principal, Emma Suárez, que encarna a la escritora protagonista, una mujer insomne, con dificultades para distinguir entre lo vivido y lo soñado, lo real y lo imaginado y que, en medio del desconcierto, brega contra la escritura de un ensayo que con el tiempo (se publicará en 1987) llegará a ser Usos amorosos de la postguerra española. La escritora protagonista es, claro está, la propia autora, algo que podemos apreciar desde la horquilla de su peinado, tan característico como las boinas que Calila, como la llamaban sus amigos, vestía.

Un momento de la obra 'El cuarto de atrás'.

Un momento de la obra ‘El cuarto de atrás’.

Durante la noche que ocupa la trama, Suárez/Gaite recibirá la visita de un entrevistador de identidad enigmática, que irá tirando del hilo de los pensamientos de la escritora. El rol de las mujeres respecto al amor, que parece evolucionar al fin tras la muerte de Franco, la memoria, la imaginación o la creación literaria serán algunos de los muchos temas que se enhebran a lo largo de su conversación. En los peligros que conlleva la adaptación de cualquier novela se echa de menos la figura del costurero, que en el texto original se le derrama a la escritora en una metáfora de la construcción literaria y de la memoria.

Por lo demás, la versión es impecable, apoyada por una escenografía poderosa, que literalmente gira sobre sí misma mostrándonos la casa de Gaite (su famoso piso de la calle doctor Esquerdo de Madrid), o el propio cuarto de atrás, en el que la escritora jugaba de niña y del que fue desplazada con la llegada de la guerra, al tener que hacer hueco los juegos a las provisiones de alimentos. Unas cortinas rojas nos recordarán al teatral escenario del subconsciente (quizá un guiño al también enigmático David Lynch), mientras las coplas de Concha Piquer e Imperio Argentina nos hacen regresar una y otra vez a ese amor que cose la escritura de la salmantina.

En definitiva, y gracias a este centenario, el público conseguirá ver sobre las tablas a una más que creíble Martín Gaite, a todo su imaginario, la literatura como huída, como evasión, a su amiga de la infancia, al orden y desorden que la caracterizaban. La multitud de temas del texto original se abordan casi sin faltar ninguno de ellos. Es imposible entenderlo todo, sí, pero en el teatro de La Abadía se puede al menos intentarlo y lograr la quimera de conseguirlo.

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