2025: Año Carmen Martín Gaite, “provinciana” y universal

La escritora Carmen Martín Gaite.
Este año estamos celebrando el centenario del nacimiento de Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925). El Teatro de la Abadía ha subido al escenario sus novelas ‘Caperucita en Manhattan’ (23 de enero a 23 de febrero) y ‘El cuarto de atrás’ (27 de febrero a 16 de marzo). La Casa del Lector, en Matadero Madrid, muestra los collages de su diario ‘Visión de Nueva York’ en un montaje espectacular (desde el 18 de marzo) y la Biblioteca Nacional prepara para otoño una gran exposición comisariada por José Teruel, profesor honorario de Literatura Española en la Universidad Autónoma de Madrid, que ha dirigido la edición de las obras completas de la escritora y ha editado una selección que lleva por título ‘Páginas escogidas’, ambas publicadas por Siruela.
La noche que se falló el Premio Nadal, Carmen Martín Gaite estaba muy nerviosa. Se había presentado sin comentárselo a nadie, ni siquiera a Rafael Sánchez Ferlosio. Éste, además de ser su marido, se había hecho con el mismo galardón dos años antes, gracias a su novela El Jarama. Para evitar que notase su impaciencia, ella le sugirió que se fuera al Café Gijón, donde quizá estarían esperándolo sus amigos. Más tarde, el escritor expresó su sorpresa a los periodistas ante el éxito de Entre visillos en 1957. La novela se convirtió rápido en una leyenda, ya que nació rodeada del misterio propio de las alucinaciones. Su autora confesó que escribía a escondidas, cuando encontraba un hueco entre los quehaceres domésticos. Acababa de nacer su hija Marta. En la dedicatoria de Usos amorosos del XVIII en España, Carmen Martín Gaite diría que Rafael Sánchez Ferlosio “le enseñó a habitar la soledad y a no ser una señora”, pero durante años ella fue para la prensa la esposa del gran intelectual, Madame Ferlosio. Según la escritora y editora Andrea Toribio, la plaza que le tocó ocupar no era nada fácil y su siguiente novela, Ritmo lento (1963), pasó inadvertida pese a ser finalista del Premio Biblioteca Breve. Justo entonces comenzaba el boom latinoamericano y el espacio para los autores españoles se había quedado pequeño.
Entre las décadas de los 50 y los 70, cambiaron las tornas. Quizá tuvo algo que ver la serie de televisión que hizo Miguel Picazo a partir de Entre visillos. Muchas mujeres de su generación se vieron retratadas en la pantalla, cuando se identificaban con esa joven estudiante de provincias en edad casadera. Rápidamente el libro pasó a formar parte de las lecturas obligatorias del Bachillerato y probablemente hoy la mayoría conozcamos mejor la obra de Martín Gaite que la de Sánchez Ferlosio. Novelas como Retahílas (1974), que ella consideraba su primera obra de madurez, Nubosidad variable (1992) o Lo raro es vivir (1996) han sido reeditadas y compartidas por distintas generaciones. Ahora forman parte del catálogo de Siruela.
Jorge Herralde, fundador de Anagrama, se refería a sus últimos libros como un póquer de ases, porque se convirtieron en inesperados best sellers. En la década de 1990, cuando su popularidad alcanzó las cotas más altas, las colas interminables que se formaban en El Retiro para conseguir su firma eran memorables. Por este motivo los libreros la bautizaron como la Reina de la Feria. Además, vivía muy cerca del parque madrileño y era frecuente encontrársela con una de sus llamativas boinas de colores. Era la viva imagen de una España feliz y campechana, que después de atravesar el laberinto de la segunda mitad del siglo XX, se miraba sin tapujos en el espejo de la historia, a través de las vidas comunes que la autora recreó con un oído muy agudo.
Pero Carmen Martín Gaite era mucho más que una novelista. El cliché de la autora costumbrista y entrañable ha impedido ver otras facetas de su producción. También publicó cuentos, poemas –recientemente editados por La Bella Varsovia–, guiones de películas y una obra de teatro. Tradujo, entre otros títulos imprescindibles de la literatura universal, Madame Bovary, de Gustave Flaubert; Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë, y Al faro, de Virginia Woolf, de quien aprendió la simultaneidad narrativa.
Por desgracia, son menos los lectores que se adentran en sus ensayos, quizá la parte más importante de su producción intelectual. Según José Teruel tenía “una particularísima voz ensayística, una voz que consigue colorear las abstracciones. Quizá se trate de un enfoque femenino, pero nunca depone su condición de narradora a la hora de abordar el ensayo”. A Teruel le sorprende que estén descatalogados su correspondencia con Juan Benet y un ensayo fabuloso, Desde la ventana. Enfoque femenino de la literatura española (1987), que surge tras su segunda estancia en EE UU dando clase en el Barnard College de Nueva York. En el programa A fondo de TVE, Carmen Martín Gaite le diría a Joaquín Soler Serrano que ella tenía la seguridad total de que en muchos aspectos la mujer era más fuerte que el hombre, pero que, como lo sabía, no necesitaba salir con banderas a proclamarlo, y añadía: “Una mujer picada por el feminismo suele tratar de parecerse, aunque ella no lo crea, al varón que tanto está denostando, al convertirse en una persona más mandona”. En esa entrega de A fondo, la escritora también confesó que seguía siendo de provincias y provinciana totalmente, y que nunca releía sus novelas, que, cuando fue a Nueva York, fueron sus alumnas las que le descubrieron muchos detalles de su obra, que conocían mucho mejor que ella misma

Uno de los collages de ‘Visión de Nueva York’, editados por Siruela.
Para Martín Gaite, un buen interlocutor no es el que te da la razón, sino el que te desbarata tus propias ideas. “En el momento en que hay alguien con quien puedes hablar, para mí que se quite el cine, el teatro, los viajes, incluso placeres más fuertes. Si de verdad tuviéramos buenas conversaciones, quizá no escribiríamos”, comentó en la misma entrevista de TVE. Pensaba que los libros son esos buenos amigos que nos presentan a otros buenos amigos hasta que finalmente nos vemos dentro de una pandilla, como la que ella misma formó con Ignacio y Josefina Aldecoa, Jesús Fernández Santos o Alfonso Sastre, entre otros. En su ensayo titulado El cuento de nunca acabar: apuntes sobre la narración, el amor y la mentira (1983) observaba que, cuando nos ponemos a narrar, sucede lo mismo que con las cerezas, que unas historias se engarzan con otras y, cuando tomas una del cesto, solemos llevarnos sin querer dos o tres más, hasta desbordar los límites de la mano. De sus títulos podemos saltar a los de Clarice Lispector, Katherine Mansfield, Franz Kafka, Pavese o Italo Svevo, a los que admiraba muchísimo.
Carmen Martín Gaite recibió numerosos premios, como el Nacional de Literatura y el Príncipe de Asturias, pero quizá su mayor éxito fue la enorme influencia que ha ejercido en otros autores. En el festival Leer Juntos, organizado por Cooltural Plans entre el 19 y el 22 de febrero, José Teruel mencionó en este sentido a Álvaro Pombo, Soledad Puértolas o Rafael Chirbes, y Andrea Toribio a Natalia Carrero, Belén Gopegui o Belen García Abia. “Mientras la vida dure, sigamos con el cuento”, decía. Nosotros seguiremos leyéndola, incluso pasado el centenario de su nacimiento.
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