15 paseos junto a amantes de la naturaleza… (y creciendo)

Faro del cabo Vilán en Costa da Morte. Foto: Ramon Piñeiro / CC:
La colección ‘Paseos’ de Tundra Ediciones, que arrancó el pasado otoño, va creciendo a buen paso y cuenta ya con un catálogo de 15 libros escritos por amantes de la naturaleza que proponen sencillas e inspiradoras rutas. Entre los autores, nombres como Marta del Riego Anta (que se detiene en dos pequeños cauces de León), Luis Miguel Domínguez (que se va a los Cárpatos), Maribel Orgaz (que nos traslada a la Cuenca Alta del Manzanares), Javier Talegón (que escribe de lobos en la Sierra de la Culebra) y Alfonso Rodrigo (aves esteparias).
Así explica la colección en cada contraportada el editor de Tundra, Víctor J. Hernández, que creó el sello hace 17 años y que también sacará su propio paseo (La voz de Pelegrina), a finales de abril: “Esta colección recorre escritos originales e inéditos de no ficción que se adentran e inspiran en la Naturaleza, con la coartada del punto de inicio o el hilo de Ariadna de un paseo. Apostamos por impulsar la creación literaria original, descubrir en otras voces –veteranas y nuevas– el eco de nuestros anhelos, pulsar inquietudes, crear y apoyar vocaciones; entendiendo la labor editorial como creatividad en ebullición generadora de arte y cultura, que se arriesga y crea. Lejos, a años luz, del camino fácil de limitarse a importar y enlatar para la venta clones foráneos ya editados y publicados, donde la creatividad la pusieron otros, reducido el bello oficio a mera cadena de montaje y producción comercial. Nuestra vocación es crear; afrontamos el riesgo y nos encomendamos a ti tan solo, lectora, lector”.
Entre los paseos ya publicados, hemos seleccionado extractos de tres de ellos, que nos dan una idea de lo que se escribe y cómo se escribe. Son los libros de Rafael Serra, Ricard Gutiérrez y Virginia Marín.
Virginia Marín, poeta con especial vinculación e inspiración con la naturaleza: ‘Voces de bosque’
“Después de mucho caminar me doy cuenta de que, sin haberlo calculado, acabo de elegir un camino que me dirige al lugar idóneo. Es un claro de bosque donde crece un árbol solitario en su centro; el fango del invierno ha dado paso a una explanada de hierba y flores silvestres Llevo todo este tiempo intentando descifrar qué árbol es y ahora que por fin se está cubriendo de hojas, echo mano de una app de identificación de especies vegetales. No he llegado a una conclusión 100% segura acerca de su identidad, aunque todo apunta a un manzano. En los meses de invierno había frutos descompuestos formando un círculo a su alrededor, por lo que tendría sentido. Me acomodo entre sus raíces apoyando la espalda en el tronco. Es el sitio perfecto para avanzar con mi escritura. Mientras salpico la hoja en blanco de palabras y tinta negra, una fila de hormigas empieza a recorrer el tronco y pasa junto a mi espalda. Siento el zumbido de los insectos colarse por mis oídos junto al vuelo lejano de unos arrendajos charlatanes… Quizá debería renunciar a la escritura por hoy y dedicarme, simplemente, a estar. Es muy difícil no hacer. Parece que nos programaron para ser productivos, pero qué lejos queda esa idea capitalista de nuestra esencia animal y auténtica. La productividad desbocada es una forma de esclavitud que, desde luego, no existe en la naturaleza. Por algo la creatividad brota en los instantes atravesados por la calma, y no en pleno frenesí de reuniones de trabajo, atascos y horas punta.
De pronto, aparece una mariposa en el claro. Echo mano de la cámara, lista para ir tras ella, pero en vez de eso decido, no sin esfuerzo, quedarme quieta, en ese no-hacer-nada. La mariposa va y viene, se aleja, luego se acerca, se posa en la hierba… Es una preciosa pavo real (peacock butterfly), una de mis especies favoritas. El vuelo de las mariposas parece una trayectoria errante e indecisa. Van de aquí para allá, sin terminar de posarse en un mismo sitio por mucho tiempo. Lo que puede parecer indecisión a nuestros ojos humanos, para ella es un destino claro. Pensemos en las increíbles migraciones de la mariposa monarca: si eso no es tener un destino claro en la vida, ¿qué podría serlo? El vuelo de las mariposas es ligero, inquieto, difícil de predecir, nunca en línea recta. Y para los humanos, en cambio, las líneas rectas son sinónimo de decisión. Creemos tener las cosas bien ordenadas en nuestra vida siguiendo esquemas lineales (lista de los días de la semana, de los meses del año, lista de la compra, de propósitos de año nuevo…), pero la naturaleza fluye en lo cíclico, en un tiempo circular donde todo regresa una y otra vez. Este distanciamiento del mundo salvaje en el que pienso a menudo, el déficit de naturaleza, nos ha encorsetado en ritmos artificiales No llegamos a los plazos que nos imponen los trabajos, la sociedad, los algoritmos de las redes sociales… Animales que se empeñan en olvidar que lo son”.
Ricard Gutiérrez, biólogo, ornitólogo, trabaja en conservación de la fauna en la Generalitat de Catalunya: ‘Vamos a la playa’
“La propia limpieza para conservar ese ‘recurso turístico’, eliminando todo lo que pinche o bicho que moleste, ya se ve que puede acabar de perjudicar el propio negocio. La propia conformación física del sistema de playas es importante. La erosión ha modelado montañas dejando oquedades, formas redondas y relieves dignos de admiración. Sin embargo, cambiar una estructura geológica consolidada cuesta años, siglos o milenios. Sacar una palada de arena de la playa es más fácil.
No solo se trata de mover tierra para ‘regenerar’ la costa. Creo que todo el mundo que ha ido a la playa ha paseado un poco, aunque fuese de niños, a la búsqueda de alguna concha o resto arrojado por el mar. Pero es que lees titulares para alucinar. La Vanguardia, 13 de diciembre de 2023: Los turistas expolian miles de kilos de arena, fósiles y piedras de Menorca. El artículo cita que la Guardia Civil había recuperado cerca de 14 toneladas (¡!) de material en el aeropuerto desde 2015. Si las maletas pueden facturar hasta 20-23 kg, imagínense cuánta gente se lleva una parte de la isla. ¡Y se estima que es una parte ínfima del total! No es el único sitio donde pasa. El Diario de Ibiza hablaba de lo mismo el 19 de agosto de 2016, haciendo énfasis en el robo de cantos rodados de una playa dentro del Parque Natural de Ses Salines d’Eivissa i Formentera, refugio de gaviotas de Adouin, cormoranes y dominio vital del águila pescadora. Las visitas invernales a esa playa no deparan muchos más acompañantes que los mencionados y los flamencos, tarros blancos o zampullines cuellinegros de las salinas. Pero en verano cada vez se ven más acúmulos, torres de piedras en formato casteller, un problema observado en numerosos lugares de moda para la observación de puestas de sol, chilling y fotos para redes sociales. Se pueden tocar las piedras, pero luego las dejas como estaban. No solo es que haya invertebrados que vivan debajo, es que en algunos casos son litorales frecuentados por aves, como una que gráficamente se llama ‘vuelvepiedras’, cuyo nombre ya explicita de qué vive. Y con pilares de 8 pedruscos no hay comida posible que llevarse al pico. Mejor también no divulgar mucho un sitio que me comentan donde hay dientes de tiburón y erizos de mar fósiles del género Clypeaster. Me temo un ejército de coleccionistas arrasando ese sector concreto de la playa. Repitamos el mantra: educación, sensibilización, conservación. A ver si sirve de algo”.
Rafael Serra, periodista y divulgador de la naturaleza, director de la revista Quercus: ‘Mar de Fondo’
“Las playas son material maleable. Los vientos, las mareas, los temporales se encargan de erosionar dunas, cambiar de sitio la arena, abrir canales de desagüe donde antes no los había, fijar fronteras a la vegetación rastrera. Es imprescindible adoptar una actitud contemplativa, estar atento a los sonidos, abrir bien los ojos y respirar la fragancia a heno, menta e higuera, con un toque de hinojo. No valen las miradas superficiales. Merece la pena profundizar, como reclama el entorno: te doy mucha variedad, mucho cambio, mucho estímulo, sí, pero tienes que fijarte bien para no perder detalle. E, inevitablemente, atar cabos. Se alcanza entonces un estado de feliz y sencilla sintonía con la naturaleza. Una inmersión. Y, aunque el mar de fondo sea otra cosa, aquí, de fondo, siempre está el mar”.
COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.
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