Nazareth Castellanos: “Nos estresa estar a solas con nosotros, cada vez más”

La neurocientífica Nazareth Castellanos. Foto: Julio Casado.
La neurocientífica Nazareth Castellanos lleva una década volcada en estudiar el impacto de la respiración y la meditación sobre la dinámica neuronal, y la relación entre el cerebro y el resto de nuestro cuerpo. En su nuevo libro, ‘El puente donde habitan las mariposas. Biosofía de la respiración’ (editado por Siruela), quiere trasladarnos la importancia de este principio: «Somos lo que hacemos con nosotros”, de entender que el cerebro también se puede entrenar, que es un órgano plástico que puede ser esculpido con la intención y la voluntad como herramientas. Saber hacia dónde queremos dirigirnos y entrenarnos. Nos enseña la maravilla de poder prepararnos para las guerras de la vida, para aprender de las situaciones duras, para descubrir aquello que nos construye desde fuera y tener la oportunidad de transformarnos desde dentro. La charla que nos ha concedido a ‘El Asombrario’ es oro puro.
Lo primero, ¿qué quiere decir un título tan críptico, ‘El puente donde habitan las mariposas’?
Ramón y Cajal descubre la arquitectura neuronal, neuronas que son independientes y que están unidas por unas conexiones que son unos puentes. Lo que hace al cerebro tener esa gran capacidad de procesar información son los puentes entre las neuronas, más que las neuronas en sí. Así que yo aquí hablo de esos puentes neuronales, que son la base de la plasticidad neuronal, lo que cambia en el cerebro cuando nosotros cambiamos. Las mariposas son porque Cajal llamaba a las neuronas “las mariposas del alma”.
El libro es un homenaje a Ramón y Cajal y también a Heidegger.
Heidegger me llegó por casualidad a través de un ensayo urbanístico; al explorar cómo lo había escrito, encontré que estaba encuadrado en un momento, en 1951, en el que Alemania acababa de salir de la guerra y hubo un congreso, el de Darmstadt, donde se reunieron las mentes más brillantes de Alemania para plantearse una pregunta que a mí me pareció que era una pregunta que todos hemos podido experimentar en nuestra vida: acabamos de salir de una guerra, estamos destrozados, ¿cómo nos recuperamos?, ¿cómo nos reconstruimos? Eso me pareció muy inspirador, qué podía pensar uno de los grandes pensadores de nuestra historia sobre cómo reconstruirse tras una guerra. Pensé que me podía ayudar a comprender muchos momentos de la vida por los que todos pasamos, qué es lo que nos construye, cómo habitamos esos momentos que no nos están siendo fáciles. Acabamos de salir de una guerra, cómo va a guiar el pensamiento esa reconstrucción. Me pareció que cuadraba maravillosamente con lo que yo iba estudiando en mi laboratorio sobre cómo se ha construido el cerebro, que es la plasticidad, que es la voluntad.
¿Cómo reconstruirnos tras una guerra?… Y ahora nos están preparando para cómo construirnos para una guerra.
Cómo construirnos para una posible guerra. Un tema que está todos los días en las noticias, el mensaje apocalíptico. Pues, mira, uno de los temas que yo ahí siempre defiendo es el de la medicina preventiva, la salud mental. Igual que nos cuidamos o intentamos mantener el cuerpo para que sea resistente ante adversidades, como por ejemplo la edad, ¿por qué no trabajar también para construir una mente? Porque es muy importante una salud mental para estar lo más preparados posible para las guerras que puedan venir, y no hablamos sólo de guerras geopolíticas, sino de guerras de muchos tipos que llegan a la vida de todos.
¿Tú también has pasado por una guerra?
Yo he estado en una situación muy difícil a nivel personal, sí, los dos últimos años, y por eso cuando me llega Heidegger se convierte en una guía que me permite apoyarme en lo que ha sido el bastón de mi vida, que siempre ha sido el estudio, cómo encontrar herramientas que a mí me ayuden a llevar un momento difícil. Todos pasamos por situaciones difíciles a lo largo de la vida. Y una de las cosas de la que yo me he dado cuenta ha sido la de agradecer la cantidad de recursos de los que yo disponía; no hablo de los económicos, sino la cantidad de recursos de otro tipo: de buscar una terapia, de buscar un enfoque, de buscar información…, herramientas que me ayudaran y, aun así, lo he pasado muy mal. Y entonces pensaba en la cantidad de mujeres que no tienen conocimiento de todas esas herramientas que a mí me han ayudado y sentía casi como una obligación compartir todo eso que yo tengo. Porque si yo, con toda esa información, lo estaba pasando tan mal, no me podía imaginar lo que puede suponer para otras.
Así que te encuentras en un estado muy distinto a como estabas cuando te entrevistamos hace dos años.
Sí, ha habido tormentas.
Hay una frase que me resulta fundamental en tu libro: “Somos lo que hacemos con nosotros”, que parte de la frase de Ramón y Cajal “Todos podemos ser escultores de nuestro propio cerebro…, si nos lo proponemos”. La gente a veces se encierra con el argumento de: ‘yo soy así’, pero tú defiendes la plasticidad del cerebro para cambiar.
Exacto. Mira, algo que yo me he encontrado bastantes veces es que, cuando pasas por una situación difícil, te dices: venga, cierra los ojos y ya pasará, el tiempo coloca todo, tú no te preocupes, así que me cruzo de brazos y espero a que pase el tiempo. Y no, no es el tiempo, es aquello que tú has hecho con lo que te está pasando. Tú lo intentas; eso no significa que lo vayas a conseguir; odio esa frase de: ‘si quieres, lo puedes lograr’. Me parece que ha hecho mucho daño, porque me parece que hay que ser muy humilde y, como te decía, no todo el mundo tiene las mismas condiciones, y hablo de muchas condiciones, no solo la económica. Y muchas veces lo puedes intentar y, aun así, salirte muy mal, porque hay cosas que pueden ser muy adversas. Así que esa humildad en mi opinión tiene que acompañar siempre.
Yo defiendo, o intento inspirar o ayudar a entender, que pasar por una situación difícil es una oportunidad para que trabajes cosas que saquen una mejor versión de ti. Muchos estudios han analizado por qué, ante una situación dura, unas personas salen peores y otras salen mejores. ¿Qué podemos hacer o de qué forma podemos ayudar para que los que tienen tendencia a salir peores vayan hacia el otro lado? Porque dejarlo a la deriva, eso de que el tiempo lo cura todo, es cuestión de suerte. Se trata de tener recursos, saber dónde buscar apoyo, y por eso veía la necesidad de divulgar lo que a mí me ha ayudado, porque yo lo tengo a mano, pero la inmensa mayoría no; así que tener recursos te ayuda muchísimo a pasar de un estado a otro. Es decir, lo que se llama plasticidad dirigida. Voy a guiar mi conducta para intentar, no digo conseguir, sino para intentar ir al otro lado.
Entonces, ahí es donde tiene que haber una intención, intención de hacia dónde parece que esto puede funcionar. Voy a intentarlo hacia allí y ahí sostenerlo con la voluntad, pero no esperar a que la tormenta pase. Tienes que saber hacia dónde dirigirte, no dejarte a la deriva. Normalmente, lo que muestran los estudios es que el 10% hace algo para aprender o ser una mejor versión o no quedar traumatizado, pero la inmensa mayoría queda a la deriva por absoluto desconocimiento de que se puede hacer algo.
Me gusta eso que dices de que la arquitectura del sistema cósmico y la del sistema cerebral siguen los mismos principios de autoorganización. Tener esa claridad de cómo está organizado nuestro cerebro nos puede ayudar también, ¿no? Lo micro y lo macro.
Sí, sí, sí. Mira, empecé hablando de esto que es como muy lejano, porque hay una idea de la salud mental que a mí me parece que tiene que ampliarse. No todo ha dependido de ti, de tu vida; eso no significa que me haya impactado de forma determinista todo lo que ha sucedido antes de mí, no, yo no quiero que te vayas a la información sobre si tu abuela hizo esto o lo otro, sino que abracemos la idea de que hay muchas más cosas de las que conocemos que nos pueden influir, que hay muchas variables ocultas. Pensar que sólo me influyen aquellas variables que yo puedo ver es muy reducido
Una de las claves de tus libros es que últimamente se habla más, mucho más, de la preparación para curar las enfermedades mentales, pero no hay en la sociedad conciencia de prepararse para la salud mental.
Así es; es como si uno para cuidar su cuerpo espera solo a que se ponga enfermo; en esto estamos avanzando poco. Bueno, no sé yo soy positiva. Por ejemplo, el otro día recuperaba un powerpoint de las conferencias que preparaba hace 10 años y tenía que empezar definiendo qué era inteligencia emocional, y ahora, sin embargo, eso es ya algo que todo el mundo maneja. Hemos avanzado. Creo que en muchos colegios ya se están haciendo cosas. Yo confío mucho en el ser humano, y me parece muy desagradecido cuando tenemos esa visión apocalíptica y de que todo lo hacemos mal. Se ha avanzado una barbaridad. Porque ya se habla mucho de salud mental, de la sociedad de los cuidados; en ese sentido, hemos aprendido mucho.
En la anterior entrevista que te hicimos, te centrabas en el poder dictatorial de la amígdala sobre el cerebro ante situaciones de estrés. Y tú insistes mucho en que sin calma no hay claridad; en la importancia de la serenidad.
Sin calma no hay claridad, absolutamente. Mira, a mí hay un concepto que me ha encantado de Heidegger, que lo utilizo casi todo el rato, es que él percibía a los seres humanos como islas; construyó esa imagen. Los seres humanos como islas, y nos unimos con puentes, tanto a otras personas como a otras situaciones, y entonces la gran pregunta es: ¿desde qué parte de mi costa sale ese puente?, ¿desde qué parte de mi yo me he unido a esta otra persona? Pues, cuidado, porque a lo mejor no era tu mejor parte y no te has dado cuenta. Desde qué parte de mí he tomado esta decisión, o sea desde dónde ha salido el puente.
Leo en tu libro algo muy esclarecedor: “Vivimos en una casa de espejos y pensamos que estamos mirando por la ventana”.
La reconstrucción de un puente nos da vértigo, dice Heidegger, y es cierto que en el intento de desplazar el puente a otra orilla más sólida pensamos que la inmensa mayoría de las veces se va a caer. Eso a mí me pareció de una potencia descomunal, porque traslada mucho la situación. Puede que el otro tenga una gran responsabilidad y culpa, sí, por supuesto, pero para mí la pregunta es: vale, pero ¿y cómo he llegado yo aquí?, porque esto no es que yo voy caminando por la calle y me ha caído una maceta; o sea, ¿cómo yo he llegado aquí, qué parte de mí ha permitido esto, de qué parte de mí salía el puente este que fíjate adónde me ha llevado? Así que esa pregunta es la que a mí me parece que te hace aprender de las tormentas. Pues si el otro es un asqueroso y un tal…, vale, fantástico, el otro puede ser un asqueroso, pero ¿qué parte de ti ha sostenido eso?
Y todo esto nos lleva a lo fundamental, que es la necesidad de introspección; o sea, el pensarnos. Leo una parte de tu libro sobre un estudio publicado en la revista ‘Science’ en 2014: “Los investigadores seleccionaron a un grupo de adultos, principalmente estudiantes de sus propias universidades, y les dieron que permanecieran sentados en una sala donde no había ningún tipo de distracción. Ni televisor, ni revistas, ni teléfonos móviles. La única instrucción que les dieron es que se mantuvieran sentados y despiertos, pensando. Después de ese ‘periodo de reflexión’, se les preguntó cómo se habían sentido durante la experiencia de encontrarse con sus pensamientos, y cómo de difícil les había resultado mantener la concentración. Al 57% le resultó difícil mantener la concentración, y el 89% confesó haberse distraído. Casi la mitad de los participantes declaró no haber disfrutado de la experiencia. No he mencionado un dato relevante: la duración del experimento era de seis minutos. ¡Estar seis minutos pensando libremente es desagradable para la mitad de las personas!”.
Absolutamente, no nos gusta pensarnos, no nos gusta estar con nosotros. Es estresante, porque se asocia a un estado de encuentro con algo ajeno.
¡Y este experimento es de 2014!
Imagínate. Por eso hay muchas cosas que deberían ser repensadas; por ejemplo, en los colegios. Yo lo veo con mi hija y con mis sobrinos, pantalla va, pantalla viene, y 50 extraescolares; es impresionante la agenda de mis sobrinos, es que ni Obama, y, claro, si nos acostumbramos a esta hiperactividad, todo el día haciendo cosas, de un lado a otro…
Hay otro neurocientífico, Facundo Manes, que subraya que la creatividad te llega con el aburrimiento.
Claro, claro, déjalos solo en casa un rato, déjalos solos ahí, no les llenes tanto la agenda… que, verás, de mayores…
Siguiendo avanzando en este proceso de ‘pensarnos’, digamos que la clave es la respiración, la respiración consciente y lenta. ¿Pero esto cómo se aprende?
Es más fácil de lo que parece. Lo que sucede simplemente es que la inmensa mayoría de las personas no sabemos respirar. Bueno, sabemos respirar, pero respiramos mal y podríamos respirar mejor. A mí me ha ayudado, es increíble. Los estudios lo que dicen es que, para que yo pueda poner en práctica una técnica de respiración en un momento que lo necesite, antes me he tenido que familiarizar con mi respiración, porque, si no, no me hace caso. La mayoría de las respiraciones son involuntarias, yo no hago nada, eso ¿qué significa?, que el control de la respiración es fundamental. Que debo trasladar el ejercicio de la respiración a la parte consciente del cerebro; cojo el control o simplemente observo cómo respiro. Debo ejercitarme en pasar la respiración de la parte inconsciente a la consciente del cerebro; porque, si no, si no está acostumbrado, este rápidamente va a volver a quitarte el control. Entonces, aunque te sepas las técnicas, el problema es que, en el momento en que las necesitas, no tienes potencia para aplicarlas. Aunque te sepas las reglas, hay que entrenarlo.
¿Cómo entrenamos para que la corteza cerebral tome el control de la respiración, para que en ese momento difícil me haga caso la respiración? Esto es la meditación de toda la vida, yo me siento a observar cómo respiro durante 10 minutos. Y así, poco a poco, día a día, esta parte va estableciendo una carretera más sólida hacia el control de mi respiración para el momento en que llegue una situación conflictiva. Eso es lo que hay que entrenar, porque ¿cómo te va a obedecer si no te has familiarizado con ello? No es tan difícil; lo que hemos visto es que a los cinco días ya el cerebro empieza a abrirse, es como un músculo, como entrenar el bíceps. Estamos haciendo cosas mucho más difíciles; somos capaces de mandar un cohete a Marte, pero no puedo observar mi respiración.
También hablas de la importancia de la conexión entre el cerebro y el aparato digestivo.
La gente cada vez es más consciente también de que lo que como y lo que no como tiene mucho efecto sobre nosotros.
¿Y la conexión con el corazón?
Es la más compleja. A mí me parece fascinante ese mundo; ahora estoy analizando unos experimentos que realizamos de personas que recordaban eventos desagradables y agradables de su vida para ver cómo influía el corazón en esos recuerdos, en esas memorias, en la subjetividad. Me parece fascinante que podamos reinterpretar un recuerdo y que el recuerdo pueda cambiar. La conexión con el corazón no es poesía, no, no. Ahora empieza a tomar sentido todo eso de tener una corazonada, del coraje, acordar, recordar…
¿Tema a desarrollar en un próximo libro?
Puede ser.
Terminamos, Nazareth, que llevamos casi 3.000 palabras, aunque la charla contigo daría para 9.000… Explicas cómo el impacto de las pantallas y la exposición a noticias negativas aumentan la reacción al estrés. No importa solo lo que hagamos, como deporte, meditación o dieta sana; sino también lo que no hagamos.
Yo no he tenido tele desde hace 20 años, pero un día que fui a casa de mi madre vi las noticias y noté lo mal que me quedé, cómo me afectó. Entonces tuve la sensación del daño que nos hacen, de cómo nos perturban, pero es algo que hemos normalizado. Tuve esa sensación y me dije: ¡Qué fuerte!, no nos damos cuenta del impacto que deja, porque ya está metido en nuestra atmósfera. Y eso también pertenece a la salud mental. Hablamos siempre de que la salud mental, el estilo de vida, la medicina preventiva se basan en los hábitos, pero no hablamos de los no hábitos, de lo que no haces, y eso es importante.
Una última reflexión que me encuentro en este libro casi infinito… La necesidad de cultivar la amabilidad en la sociedad. Porque la amabilidad implica muchas más cosas: educación, cuidado, respeto, salud mental…
Fíjate, como estudiamos tanto los aspectos negativos de la salud mental y no estudiamos tanto las fortalezas, es que muchas veces no sabemos ni definir lo que es amabilidad. Yo te podría definir matices de ansiedad con no sé cuántas escalas… Pero defíneme amabilidad, felicidad. Casi ni sabemos lo que es; hay tantas cosas de salud mental que seguimos sin atender…
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