El alegato trans de Virginia Woolf más vigente que nunca: ‘Orlando’

Escena del montaje de ‘Orlando’ en el Teatro María Guerrero de Madrid.
Marta Pazos es la responsable de una visual y poderosa versión del ‘Orlando’ de Virginia Woolf que, protagonizada por Laia Manzanares, cuenta también con la actriz, escritora y guionista trans Abril Zamora. El montaje supone un despliegue visual y político que transforma el escenario en un campo de batalla.
Impactante es el primer adjetivo, y el más adecuado, que viene a la mente cuando uno intenta abordar un texto sobre la versión de Orlando que la directora, dramaturga y artista Marta Pazos (Pontevedra, 1976) ha presentado en el María Guerrero y que podrá verse hasta el 8 de junio. «El verde en la naturaleza es una cosa. El verde en la literatura es otra». Una voz en off da comienzo –en un oscuro total– a dos horas de viajes a través del sexo, el género y el tiempo. Seguidamente explosiona un Big Bang verde, un verde imposible y plástico, un verde que está y no está en la naturaleza, pero que sin duda está en la ficción. «Todo el mundo sabe que la literatura y la naturaleza se tienen una apatía natural. Antipatía, diría yo», dice una Archiduquesa al principio de la función, con un marcado y evidente acento andaluz que volverá a aflorar en otro personaje hacia el final de la función.
Virginia Woolf cambió el rumbo de la literatura a principios del siglo XX (se suicidaría en 1941, incapaz de soportar más no sólo el Blitz, sino el tremendo peso de enfermedades mentales), pero también fue capaz de cambiar una parte de la naturaleza al mostrar los cauces de la sexualidad y la identidad femeninas. Lo hizo, muchas veces, a costa de su sufrimiento. Es claro en Las Olas, más evidente en La señora Dalloway, pero por encima de todo es ésta la idea que articula Orlando, obra que vio la luz en 1928. Para muchos de sus contemporáneos no fue fácil comprender que sus creaciones se convertirían en un eje sobre el que pivotarían naturaleza y libertad; algo que ha querido llevar Pazos a las tablas. El impacto de la obra de Woolf se convierte en otro (y en el mismo) en Madrid, casi un siglo más tarde, en una versión radicalmente visual, atrevida y valiente.
Todo en la obra de la británica es político, tanto, que hoy en día no sólo parece político sino también excéntrico. Todo en la puesta en escena de este Orlando lo es: el hiperbólico vestuario, la acromegalia de la escenografía, lo ampuloso de las coreografías de los actores. Son majestuosos incluso sus desnudos, en unas posturas y atrevimientos que remiten a una versión refinada de Angélica Liddell. Y por supuesto estos desnudos son políticos, porque los cuerpos lo son, porque lo es, también, la elección de la actriz y guionista trans Abril Zamora para encarnar, entre muchos otros personajes, a la propia Virginia Woolf. Su cuerpo es también un hermoso campo de batalla.

Marta Pazos es la responsable de este montaje de ‘Orlando’, de Virginia Woolf, en el María Guerrero.
Orlando (interpretado, interpretada) por Laia Manzanares envejecerá sólo hasta los 36 años, pero vivirá 300 (¿no lo quisiéramos su público?). De sobra sabemos que fue cortesano de Isabel I, enamorado de una cortesana rusa, embajador en Constantinopla, poeta… y que su vida cambiará radicalmente cuando despierte convertido en una mujer. Su identidad –cuenta la voz de Zamora en off– no ha cambiado, pero sí su cuerpo, y por tanto su condición, sus posibilidades, las voluntades y legalidades de cuanto le rodea serán otras. Y de nuevo su cuerpo: de nuevo no hay nada más político que él.
Detrás de la función hay una sesuda labor de investigación, de respeto y de transcendencia hacia una problemática que no debería serlo, pero que tenía sentido hace casi un siglo y que ahora lo tiene más que nunca. Piensa Juan Mayorga que al público hay que exigirle. Orlando es exigente, en la novela y en esta adaptación. Cada uno se convierte en cada una y viceversa; se te apela a ti mismo, a ti misma, se te exige y recompensa.
Marta Pazos trata, por tanto, a su público como a un ente inteligente, les ofrece una función de la complejidad suficiente como parecer a la vez difícil y sencilla. El esfuerzo en la escenografía y el vestuario es tan solo una muestra de todo lo intangible que se pone sobre las tablas. El agradecimiento que uno, que una, siente al salir del María Guerrero es también estético. Y como todo lo estético, político. Porque puede que sí, que efectivamente la naturaleza y la literatura se tengan apatía. Pero lo estético y lo político no se la tienen. Imposible si son la misma cosa.
‘Orlando’. En el Teatro María Guerrero, Madrid. Hasta el 8 de junio.
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