‘Javier Marías’, una novela escrita por Berta Isla
Nuestro articulista Sergio C. Fanjul se enfrenta a un nuevo, muy difícil e insólito reto de ‘Solo ante el peligro’: la presentación de ‘Berta Isla’, la nueva novela del escritor, articulista y polemista anti-ordenadores y anti-Internet Javier Marías, que no dejó escapar la oportunidad de hacer de cascarrabias: “No estoy dispuesto a escribir novelas bobas, con tontunas de la vida diaria, como algunos hacen”. “Hoy en día a la gente le falta sustancia, es superficial y no se centra en nada”.
Siempre que veo a Javier Marías en persona me causa cierta impresión, entre el respeto y la reverencia, y creo que no soy el único. Allí estaba él, a la puerta de la rueda de prensa de cháchara con los periodistas. Yo viví durante una temporada por donde vive Marías, por donde la plaza Mayor, pero no me lo encontré demasiadas veces, ni en la librería Méndez, donde dicen que se surte, ni en la calle Mayor, esa de la que siempre se queja en sus columnas porque suele estar cortada por manifestantes, ciclistas, compradores de Navidad o beatos de Semana Santa. Un día le vi desde el ventanal de una cervecería, ahí iba, con la gabardina abierta, muy ufano (como él mismo diría), fumándose un piti, a punto de adentrarse en la masa humana del centro de Madrid. Corrí a contarlo: a mis amigos les dije que había vivido un avistamiento de Javier Marías, como si el novelista fuera un animal mitológico, Moby Dick, el gran novelista español, el candidato al Nobel. Otro amigo me dijo que se lo había cruzado en el portal, cargado de libros. Otro puso en Facebook que se lo había encontrado en el Carrefour canturreando la canción del verano, pero esto era mentira: hasta ahí llega el mito.
En la rueda de prensa, claro, me harté de avistarlo, que para eso fui. Había expectación, muchos plumillas y tropecientos fotógrafos que le fusilaron a clicks. Presentaba Berta Isla, su nueva novela, un buen tocho publicado por Alfaguara, que me regalaron. En la portada sale una mujer fumando con fondo boscoso y dejando que el humo le nuble el rostro; como señaló otro amigo del Facebook sale tan grande el nombre de Javier Marías, que parece que la novela se llama Javier Marías y que la escribe Berta Isla, que se imprime en una tipografía más pequeña. No sé si me la voy a poder leer, tiene 552 páginas, porque Internet y las redes sociales han acabado con mi capacidad de atención. “Hay falta de atención”, también señaló Marías, “hoy en día a la gente le falta sustancia, es superficial y no se centra en nada, siempre atenta a ese cacharrito (por los smartphones)”. Leer novelas, esto lo digo yo, es casi una proeza.
Le pregunté a Marías por la reciente muerte del poeta John Ashbery (a nadie pareció interesarle mi pregunta), ya que tradujo en su día una de sus obras cumbre, Autorretrato en espejo convexo, y me dijo que le había entristecido y que, precisamente, tenía pendiente contestarle un mail que le había escrito Ashbery la semana anterior. “Bueno, yo no contesto mails porque no utilizo ordenadores, pero, fíjese usted lo antiguo que soy, los escribo en un papel que luego me escanean y envían”. Marías insiste con inusitada frecuencia en su forma vintage de escribir, a máquina, corrigiendo cada página mil veces antes de pasar a la siguiente, como si fuera una obra única. “Luego las pones todas juntas y parece que fluyen, pero en su momento la cosa no fluyó”, dice. “Escribir una novela me resulta tremendamente difícil, por eso cada vez que acabo una pienso que no voy a escribir más. Ni siquiera siento que tenga más historias esperándome tras la puerta, como le pasa a mi amigo Arturo Pérez-Reverte”.
Tiene la manía de contar los días de escritura: 770 de calendario, 331 de escritura efectiva. “Lo que no entiendo es cómo gente que tiene otros trabajos, como presentador de televisión, que ahora hay muchos, puedan escribir novelas, con lo que me cuesta a mí”, dice el autor. “Ojo, no quiero decir que me parezca mal, que sean intrusos, todos somos intrusos cuando empezamos a escribir. Así que, de alguna manera, no hay intrusos en la literatura”.
Lo del orgulloso rechazo a la tecnología de este escritor es curioso: en estos tiempos vive un pico de popularidad causado, para bien o para mal, por el revuelo que algunos de sus artículos dominicales provocan en las redes sociales. Quizá su figura esté dándose a conocer de esta manera entre las nuevas generaciones que no trabajaban su obra: Marías ha sido varias veces trending topic, aunque #javiermarías (hay un hashtag) quizás no sepa lo qué es tal cosa. En algunas de las últimas entregas de opinión ha dicho que los motivos del auge de la figura de Gloria Fuertes no responden a la calidad de sus obras (sino a otros intereses, digamos, sociopolíticos), que pasa del teatro actual porque descontextualiza a los clásicos, ha criticado a animalistas y a feministas (así en general), a las que culpa de un regreso al puritanismo. Luego en las redes le han llamado cascarrabias, cuñado, pollavieja (esto se lo llamó Pablo Iglesias). “A mí esto me lo cuentan, porque no uso Internet”, dice. “Es que hay gente que ya no sabe entender un artículo, yo me esfuerzo por argumentar lo que publico cada domingo, pero la gente se queda con una frase o con lo que le dicen por ahí: ‘Marías se ha metido con no sé quién o no sé qué’, y comienzan los exabruptos”. Viéndole hablar, con la media sonrisa, da la impresión de que todo esto no le causa muchos dolores de cabeza.
Ahora lo de la tecnología comienza a aparecer, y hasta a ser fundamental, en poemas, obras teatrales o novelas, pero seguro que no lo hará en las de Marías. Pero da igual: “Antes escribía novelas que eran contemporáneas a su tiempo, es decir, que ocurrían en el momento en el que estaban escritas”, dice el autor. “Pero esto ha cambiado: Berta Isla transcurre en el pasado, entre 1969 y 1990”. Lo achaca a esa falta de sustancia de la sociedad actual, que no le interesa demasiado. “Probablemente haya gente que lea la novela y diga: ‘pero estos cómo se comen el coco, ¿de dónde han salido?”. Y no quiere que pensemos que son quejas de un señor de cierta edad sobre la siempre incomprensible juventud: “Le pasa a gente de todas las edades, se ven señores de 70 años en pantalones cortos, en Segway, sacándose una foto de su propia oreja”. Le gusta la complejidad de los temas de las novelas del XVIII, XIX, hasta de los 90, le gusta Flaubert, Conrad, Balzac, “no estoy dispuesto a escribir novelas bobas, con tontunas de la vida diaria, como algunos hacen”.
También habló Marías de la novela, de Berta Isla, que trata sobre la espera de una mujer, como la Penélope que esperaba a Ulises, de los secretos, y, lateralmente, del espionaje, pero eso mejor lo leen en otros artículos, o en el propio libro, si apagan el wifi y logran concentrarse, claro. Además, dijo Javier Marías que no le gusta que le hagan spoiler.
Comentarios
Por david calvet, el 06 septiembre 2017
¡Grande Marías!
Por inés, el 06 septiembre 2017
Ya, muy claro… No te vas a leer la novela y el autor no te cae bien.
¿Fuiste por obligación a la actividad?
Cuanto más le criticáis por no ser un borrego, mejor cae Javier Marías.
Por Maria, el 26 octubre 2019
He leído ya dos libros de este autor y tengo a «Berta Islas» esperándome. Lo admiro, se nota ese trabajo en sus novelas. Un gran, gran escritor.