Cómo explicar a los niños que la muerte existe
El caso de la psicóloga asturiana Camino García merece análisis. Está logrando que un libro suyo autoeditado y que trata de cómo hablarle de la muerte a los niños sea todo un éxito de ventas. Hablamos con ella de ‘Para siempre’, y rompemos un tabú muy instalado en nuestra sociedad. Un tema que, por cierto, se abordará esta semana en Madrid en las primeras ‘Jornadas Luto en Colores’.
Hablemos con sinceridad a las niñas y niños de un tema tabú en nuestra sociedad. De la muerte. Intentando acabar con todo pensamiento mágico que a veces la acompaña, aunque a veces utilizar metáforas para hablar de este tema tan serio y duro ayuda, como ya vimos en un artículo que publicamos en esta revista, Cuentos que nos ayudan a hablar de la muerte a los niños (artículo que, por cierto, es el más leído de los casi cinco años de El Asombrario). Retomamos ahora el tema con Para siempre, un libro que permite explicarles que es un ciclo natural por el que pasamos todos los seres vivos del planeta.
Camino García (Gijón, 1968), licenciada en Psicología y que desarrolla su actividad profesional en su consulta privada en Brunete (Madrid), nos trae un libro respetuoso con las creencias de todos, un libro que da un mensaje tranquilizador y que nos prepara para lo imprevisible, para eso que puede pasar en cualquier momento de la vida, la muerte.
Con la ayuda de las ilustraciones de Marco Requero, Camino García ha hecho un libro muy fácil de leer y editado con delicadeza y sensibilidad, a pesar de no haber tenido un editor detrás. Con mucha credibilidad y sin infantilizar la cuestión. Encontramos en él un texto para ir trabajándolo poco a poco, para leerlo y dejarlo reposar, para volver a él, de vez en cuando. Y así aprender y aprehender su contenido. Un libro que va a ayudar mucho a los niños, pero que, sobre todo, va a ayudar a los adultos, a esos adultos que no estamos preparados para hablar de este tema abiertamente con los niños.
En este entrevista vamos a hablar de la muerte desde el plano más natural del asunto. Como algo inherente a la vida, como otros acontecimientos de los que se habla con naturalidad a niñas y niños. Andamos escasos de educación emocional, faltos de recursos para enfrentarnos a la vida y sus realidades (buenas y malas). Vamos, lo que las abuelas siempre han venido diciendo, que la vida es una montaña rusa, y no estamos preparando a las niñas y a los niños para ese viaje.
¿Cómo te planteaste el libro?
Mi idea antes de llevarlo a cabo era terminar con todo pensamiento mágico. Quería mostrar sin crudeza y sin hurgar demasiado que en ocasiones se nos puede morir alguien cercano. Además, dudé mucho en cómo plantearlo. Al final preferí hablar de lo que ocurre alrededor de la vida del niño. Mi idea principal era esta, acabar con el pensamiento mágico. No nos vamos a una isla, no nos vamos a una estrella, ni nos quedamos dormidos, ni es el inicio de un viaje. La gente se muere. Y aproveché el tema de las mascotas un poco para abrir los ojos. Era mi pretexto para que mi protagonista pudiera hablar de la muerte.
Lo primero que llama la atención es la edición tan cuidada.
Me ha echado una mano Marco Recuero, que es de la familia y siempre me ha gustado mucho su trabajo. Pensé que podía conectar muy bien con el texto. Al principio se quedó muy sorprendido con algo que no terminaba de ver; me dijo: déjame que me lo piense, y al final no le costó tanto. Una de las cosas que más me han resaltado del libro es que armonizan muy bien texto e imágenes. El texto además entra en cosas muy abstractas, que no son nada fáciles de abordar para un ilustrador.
Y sin un editor detrás…
Solo hemos intervenido nosotros dos. A Marco Recuero le dejé plena libertad, solo le di en un par de ocasiones alguna indicación y no le metí ninguna prisa, le di un año entero para hacerlo. Nos costó decidir entre tapa dura o tapa blanda, y se quedó en tapa blanda, porque me gusta que recuerde a un cuaderno.
¿No te planteaste llevarlo a una editorial?
Le pasé el texto sin imágenes a dos editoriales, y ninguna de las dos contestó. Y me dije: ya no lo intento más, lo intento yo sola. Empecé a moverlo por librerías por mi cuenta; recuerdo que la primera fue una en Logroño. El segundo sitio donde entré fue en La buena letra, en Gijón, y el librero casi me da el pésame, porque pensaba que no se iba a vender mucho. Entonces me planteé: ¿me habré equivocado con el tema? Hasta que en enero de este año me puse en contacto con Kirikú y la Bruja, en Madrid, y con su dueña, Esther Madroñero, a la que le gustó mucho el libro. Para mí, Esther tiene una opinión muy respetable, le dejé unos cuantos y fue entonces cuando empezaron a venderse. Había hecho una tirada muy pequeña, porque no sabía cómo iba a marchar y no quería tener la casa llena de libros y me quedé sin ningún ejemplar en cuestión de pocos días. Me llamaron desde Amazon, para darme la tabarra, porque no les gusta nada quedarse sin libros y la gente se los estaba pidiendo. Y saqué otra edición lo más rápido que pude, que se agotó en cinco días. Yo no me lo acababa de creer. Saqué la tercera, ya con 2.000, que se agotó también, y ahora en esta cuarta ya me he atrevido a hacer una pequeña en inglés. Es un libro que está gustando mucho a los seguidores de Montesori y a la gente que está formada y que defiende la crianza en positivo.
¿Cuántos se han vendido ya?
Va por la cuarta edición; llevamos vendidos más de 3.000. Y ahora he sacado una edición muy pequeñina en inglés.
¿Se están poniendo de moda los libros de emociones para los niños?
He visto algún libro que habla de la muerte y donde hasta se menciona esta palabra. Pero lo que más he visto ha sido la tendencia que todos tienen a evitar lo que no nos gusta. Yo quería ampliar el tema con palabras, con personas. Con este tema escondemos la cabeza; en cuanto algo no nos gusta, solo vemos cómo intentamos desviarlo. En el tema de las emociones deberíamos decir la verdad, ser muy sinceros con los críos. Vas a sentir de todo, y muchas veces no consiste en etiquetar o regular. Cuando pierdes a un ser querido, vas a tener que cargar con tu dolor y además no perder de vista que hay otras cosas en tu vida que hacer y seguir adelante.
¿Por qué no se trabajan los previos para que los niños puedan ir elaborando mensajes?
No se hace. Los adultos evitamos todo lo que podemos este tema. Y cuando ya no nos queda más remedio, cuando te lo topas de frente, es entonces cuando dices: “¡Vaya, pues tendré que hacer algo!”. No es una cosa que todo el mundo asuma, así, a la primera. Los niños, además, al principio tienen otra visión; sobre todo dependiendo de quien fallezca, lo toman de una manera o de otra. Los padres tienen que dar el paso para introducir el tema antes de tiempo. Es muy difícil que los niños vayan a librerías en busca de libros que hablen del tema. El paso previo para acceder a mi libro lo tienen que dar los padres. Y muchos padres, y sobre todo los varones, me han confesado que no han podido pasar de las primeras páginas, porque se les hacía un mundo. ¿Cómo vas a tratar con naturalidad este tema si tú mismo estás pasando de puntillas por él?
Los niños están rodeados de muerte por todas partes. Se mueren bichos, mascotas, ven continuamente muertos por la televisión y no se les intenta explicar qué ha pasado…
Como si fuera todo normal. Pero es una normalidad lejana, de ésas de “a mí no me va a tocar nunca”. Sin embargo, cuando se muere alguien cercano y la vida del niño se llena de muerte es cuando tenemos el problema. Yo este libro lo escribí al poco de morir mi hermana, a comienzos de 2015. Estuve trabajando con él en consulta por los casos que me llegaban y vi que funcionaba. Eso me acabó de convencer de que hay que hablar con los niños del tema de la muerte, porque hay veces que me llevan los niños a la consulta para que sea yo la que dé ese paso. Y ves que a los niños, cuando les hablas con normalidad y con naturalidad, lo asumen muy bien. Yo además no creo en nada, me resulta imposible. Pero hay muchos niños que son católicos; entonces, para que no haya un choque, yo lo dejo muy claro: yo creo esto y tú crees otra cosa que yo voy a respetar. Yo les explico que mi pensamiento es más científico, que yo para creer en algo necesito datos y ahí ya llegamos a un entendimiento donde yo no trato nunca de cambiarles las ideas a un niño en ese sentido. Soy respetuosa, de pequeña también creía, pero fui haciéndome mayor y, como las cosas no me encajaban, he ido cambiando mi mentalidad. Como psicóloga, soy científica porque esos son mis instrumentos de trabajo, y lo entienden perfectamente bien. A los niños, cuando les hablas con naturalidad y con sinceridad, es increíble la mente tan abierta que tienen.
Los niños, a la vez que están viviendo la muerte están elaborando su propio duelo, sus propios sentimientos de lo que está pasando. Pero a veces no hay un adulto que les esté guiando. ¿Los adultos deberían acotar ese pensamiento que a veces es más disparatado que la realidad?
Pues imagínate las cosas que tienen que interpretar por ellos solos. Ves a tu madre tristona y nadie habla de lo que pasa. El niño inventa un millón de historias que pueden ser mucho más terroríficas que lo que pasa en realidad. Los niños van cogiendo cosas, que ni siquiera son acertadas, y eso puede ser muchísimo peor. En la enfermedad de mi hermana, mi hijo lo vivió conmigo, me vio llorar infinidad de veces, estar nerviosa y se lo intenté explicar: que mi hermana iba a morir, que no había solución y que lo iba a pasar fatal, y mi hijo vivió todo eso con normalidad. Y cuando tenemos que llorar, lloramos. Siempre estamos recortando sus capacidades, pero los niños tiene muchas más de las que pensamos para entender las cosas y para adaptarse.
¿Hay que ayudar a los niños a anticipar teniendo en cuenta en cada caso su edad?
Yo creo que sí. Adaptándolo a lo que sean capaces de entender por su edad. Pienso que hay una cosa en la que fallamos muchísimo con los niños y es en estar pintándoles el mundo como si fuera una película Disney, y no tiene nada que ver. Hay que decirles que en la vida se van a encontrar muchas cosas, y algunas son dolorosas. A mi hijo le digo que a veces nos encontramos con emociones que nos desbordan, que son como olas gigantes que se nos van a echar encima. Pero que no hay ola, por enorme que sea, que no acabe haciéndose más pequeña, que tenemos una gran capacidad de adaptarnos.
¿A los niños entonces hay que protegerles, pero no sobreprotegerles?
Exacto. Hay que ser con ellos sinceros. Cuando les insistimos tanto en el no llores, parece que les estamos diciendo todo el rato que las emociones hay que controlarlas a toda costa. Esos niños al final lo que aprenden es a esconderlas, no a gestionarlas bien.
¿Muchas veces les engañamos sobre su propia realidad?
Solo queremos la felicidad, y todo lo que se salga de ese estado de bienestar parece que tiene que ser necesariamente malo, patológico, raro…, y entonces ya te llevo al psicólogo. Una cosa que creo que no se debe hacer es llevar inmediatamente al niño cuando está de duelo al psicólogo. No, caramba. ¿Cómo quieres que esté? ¿Quieres que durante el duelo lo esté pasando bien? Está como tiene que estar. Luego, si después de un tiempo ves que eso no se ha superado bien, primero habrá que ver por qué no se ha resuelto. Quizás porque no hemos contribuido como debiéramos a dotarles de recursos. Si vemos que el niño está bloqueado, es entonces cuando sí hay que acudir al psicólogo. El psicólogo no es siempre necesario. La psicología puede llegar en forma de un libro, de un álbum ilustrado, de lecturas que puedas aplicar a los niños. Es necesario un psicólogo cuando a la familia el tema les ha desbordado. Estamos en el mundo, y el mundo es así, tiene esquinas. El mundo solo es redondo en su forma, pero las cosas que pasan en él a veces son puntiagudas.
¿Hay que aprender a llorar?
Estamos en un plan donde a los niños no queremos que les ocurra nada de lo que les ocurre. Yo he llorado a mis muertos cuando era niña. Y no dejamos a los niños que participen de la muerte. A raíz del libro me contaron una anécdota de un niño que tenía un pajarito y que cada vez que se moría lo sustituían por otro nuevo. Ahí se ha perdido una gran oportunidad de hacer protagonista al niño del problema de la muerte y ayudarle a aprender. Nunca le he escondido a mi hijo el hecho de la muerte cuando los bichitos fueron desapareciendo. Le podría haber dicho que se abrió la jaula y que se escapó o cualquier otra cosa. Pero mi hijo vio a las mascotas muertas y no tienen ningún trauma.
¿No resta credibilidad a los adultos de referencia no estar a la altura de los hechos delante de los niños?
Desaprovechamos ocasiones de duelo para ayudar a los niños a crecer. Un niño se apega afectivamente a las mascotas un montón. Qué ocasión de que llores una pérdida y de darle recursos. Luego, como no sabemos cómo afrontarlo, les explicamos eso de que alguien se convierte en una estrella cuando muere, o que se va de viaje. La muerte es irreversible, es algo tan gordo que cuando tengas que elaborar todo eso de golpe, cuando seas mayor, puede ser un auténtico espanto. Pasas de vivir en un mundo completamente ideal a vivir en un mundo donde solo parece que te caen palos. Si metes a un niño en una burbuja donde no ocurre nada malo, imagínate a esa persona cuando llega a ser adulto la cantidad de trabajo que tiene por delante… Para resolver cuando pierde un trabajo, cuando una pareja le dice que ya no quiere estar con él…, y así pasa que luego nos encontramos personas adultas muy desajustadas con sus emociones.
¿Los padres de ahora se ocupan demasiado de las cosas de los niños?
Sí, sobre todo a la hora de gestionar sus tiempos. Nos les permitimos que se aburran. ¡Bendito aburrimiento! A veces los padres están desbordados por llenar los tiempos de sus hijos. Si estás desbordado por todo, es porque estás acaparando muchas de las cuestiones que deberían ser más preocupación de tu hijo que tuyas.
Tenemos una ansiedad con los niños que me tiene pasmada. He atendido a padres a los que les he tenido que decir que a su hijo no le pasa nada. Si al niño le despiertas que tiene un problema, el pobre crío no va a dar pie con bola. Cada niño tiene un ritmo distinto de aprendizaje, intereses diferentes, personalidades diferentes. Hay una ansiedad brutal de los padres y del sistema educativo.
Los días 25 y 26 de octubre tendrán lugar las primeras ‘Jornadas Luto en Colores’ en el salón de actos de la Biblioteca Eugenio Trías, en El Retiro (Madrid). Una oportunidad para poner encima de la mesa cuestiones tabú como la muerte, el suicidio, la eutanasia, la muerte digna, el derecho a decidir, la muerte de peques….
Comentarios
Por mentalmente, el 24 octubre 2017
«El ejemplo no es solo la mejor forma de enseñar sino la única»
Albert Einstein
Por Alicia, el 24 octubre 2017
No estoy de acuerdo en q la muerte existe. Ni tampoco en la forma q expones al interpretar la muerte.
He pasado por lo mismo q tu, y yo lo viví de otra manera. Ahí mil formas colores y sensaciones q cada uno interpreta a su manera no somos robots, si tú no tienes ciertas creencias malamente sabrás interpretar o entender.
Yo no lo entiendo así ni estoy de acuerdo no quiere decir q tenga razón,solo eso.