Una visita a La Criolla, ‘la cueva del vicio’ en Barcelona
La flor y nata de la intelectualidad pasaba por este local en la Barcelona de los años treinta, donde también se prostituía Jean Genet. Todos eran tratados por igual, compartiendo pecados y esperanzas, ambiciones y miserias. Paco Villar (Barcelona, 1961), uno de los mejores especialistas en la historia de la ciudad, nos descubre esos mundos en ‘La Criolla. La puerta dorada del barrio chino’ (Ed. Comanegra). Con él hemos conversado sobre estas historias fascinantes, apenas conocidas.
Empezamos por el final, ¿La Criolla sería posible en la actualidad?
No. La Criolla es fruto de su tiempo, un tiempo convulso, ya que no hemos de olvidar que su trayectoria coincidió con la dictadura de Primo de Rivera, la dictablanda del general Berenguer, la Segunda República y, finalmente, el estallido de la guerra civil, que supuso su cierre. Por eso cualquier mirada histórica que se quiera realizar a esta mítica sala de baile y cabaret ha de tener en cuenta el contexto político, social y económico del que surgió. Por poner un ejemplo, los homosexuales eran estigmatizados en aquellos tiempos tanto por los conservadores como por la izquierda más radical.
Surge tras anteriores propuestas similares, ¿por qué tuvo tanta relevancia?
No existe ninguna propuesta anterior que se le pueda comparar, y creo que sería muy difícil hallarla a nivel europeo e incluso mundial. La clave de este éxito tan apoteósico fue conseguir que en un local establecido en una de las calles más siniestras y peligrosas de la ciudad concurriera una mezcla de gente tan diversa. Pero no surgió de la nada, sino que fue evolucionando hasta convertirse en un símbolo de la vida moderna y transgresora. En este sentido, hubo dos momentos fundamentales en este proceso. El primero y más importante fue la publicación (noviembre de 1925) en el semanario El Escándalo de dos reportajes, obra de Francisco Madrid, titulados Los bajos fondos de Barcelona, en los que figuraba por primera vez el topónimo urbano Barrio Chino, como referencia a una zona marginal dentro del Distrito V. En éstos ya se mencionaba a La Criolla (recién abierta), un bar con sala de baile y pianola frecuentada por prostitutas, marineros y gente del barrio. Y el segundo fue la celebración de la Exposición Internacional de 1929, que acabó de lanzarla a la fama por todos los rincones del mundo.
No sobrevivió el paso del tiempo. ¿Hubo otros motivos además de los políticos y militares de aquellos años?
Sí que los hubo. La Criolla, que había alcanzado una popularidad más que extraordinaria, en 1935 ya estaba en plena decadencia. Se dieron algunos factores que fueron determinantes: la crisis económica, el aumento de la criminalidad, el derribo del cuartel de Atarazanas, otro símbolo de la zona… y, sobre todo, que La Criolla ya no ofrecía nada novedoso para atraer a un público heterogéneo y masivo. Era un tema gastado, ya no estaba de moda.
¿Cuáles eran las características que la diferenciaba de otros lugares establecidos en el mismo barrio, incluso en la misma calle? ¿Las más relevantes?
La Criolla presentaba tanto en su escenografía como en su funcionamiento elementos novedosos, pero no sólo comparándolos con los establecimientos de la calle o del Barrio Chino, sino que me atrevo a señalar que esa amalgama de novedades era algo inédito a nivel internacional. Para empezar, ocupaba los bajos de una antigua fábrica que fue decorada con escenas tropicales estridentes y llamativas, y era anunciada con un enorme rótulo con luz de neón (nuevo símbolo del cosmopolitismo nocturno de las grandes ciudades). La música y la pista de baile eran otros dos signos de identidad. Ni se tocaba ni se bailaba como en los demás sitios. La orquesta tocaba más rápido y estridente de lo normal las melodías más en boga, y la pista, donde los bailarines practicaban un baile más desinhibido y desenfadado, estaba iluminada con focos y combinaciones de luz que distorsionaban la realidad. Además, la orquesta alternaba con una gramola eléctrica conectada a unos potentes altavoces, por lo que se puede afirmar que La Criolla fue un claro precedente de las discotecas.
Pero todavía había más elementos dignos de mención que se fueron incorporando. Por ejemplo, el despacho de los propietarios, que estaba decorado con gran suntuosidad y lujo, en contraste con la sencillez del salón de baile. En este despacho se instaló un espejo transparente de los que se utilizaban en bancos, casinos y casas de prostitución, desde el cual se podía observar todo lo que sucedía en el salón de baile sin ser visto. En Barcelona era el primero que se conocía. Y además, tenía una salida secreta para casos de emergencia. Consistía en una puerta completamente simulada que conducía a través de un pequeño pasillo directamente a la calle.
Y tampoco quiero dejar de mencionar el célebre reservado destinado a los visitantes ilustres. Estaba situado en un pasillo lateral, era amplio y tenía todo lo necesario para montar una fiesta privada: un gran sofá en que cabían seis o siete personas, mesas y sillas auxiliares, espejos, un gramófono eléctrico a disposición de los parroquianos, decorado todo ello con unos juegos de agua y de luz obra del arquitecto Carles Buïgas.
Pistoleros, drogas, prostitución masculina y femenina, germen de revueltas revolucionarias, huelgas, militares, marineros, policías, políticos, artistas, escritores… compartiendo ilusiones, pecados, miserias… ¿Algo más o menos bohemio o parte de esas realidades ocultas que siempre han existido?
Dicho así parece increíble, pero era cierto, se mezclaba la bohemia, la búsqueda de emociones fuertes, la juerga desenfrenada… y la política, que en Barcelona siempre está presente en todas las facetas de la vida cotidiana, o casi. Y hay que tener en cuenta que La Criolla, por su idiosincrasia, era anarquista y revolucionaria.
Normalmente asociados a prostitución, travestis y señores en busca de sexo barato. ¿Mujeres no dedicadas a la prostitución o la venta ilegal eran habituales? ¿Buscaban todo tipo de placeres o solo eran visitantes?
Sí, eran muy habituales y había de todo. Se puede asegurar que el público femenino constituía uno de sus puntales más fieles y entusiastas. Francisco Madrid señalaba que el poder de transgresión de La Criolla cautivaba al turismo femenino; y hablaba de damas inglesas que buscaban aventuras sexuales; de turistas francesas, catalanas, mujeres casadas y de gran parte de las artistas teatrales que al pasar por Barcelona no perdían la oportunidad de visitar este mítico establecimiento. Además, el álbum de firmas, milagrosamente conservado, contiene apasionadas dedicatorias de mujeres de toda condición.
¿Cómo convivían los sectores más maltratados, anarquistas… junto a cierta burguesía, aristocracia, vanguardias y policías?
Pues, según parece, formando parte de una fiesta delirante que satisfacía a todos por igual.
¿Espacio idóneo para encuentros de sociedades secretas y movimientos revolucionarios?
Uno de los álbumes de firmas del local también ofrece testimonios de políticos, militares y anarquistas que lo confirman totalmente.
Jean Genet era habitual, se prostituía, le chuleaban y malvivía entres su paredes y calles próximas. ¿Lo que nos ha contado se aproximaba a la realidad o había una cierta exageración como se ha contrastado en ciertas crónicas periodísticas de la época?
Quizás exageraba por lo que respecta a su persona, pero lo que cuenta sobre las actividades y la manera de vivir en aquel barrio de un pordiosero que además era chapero (como él se presenta en el libro) no se alejan mucho de la realidad.
¿Cuáles fueron los personajes más populares que pasaron por La Criolla y por los locales del barrio?
Hubo tres personajes populares que destacaron por encima de los demás. José Márquez, conocido por Pepe el de La Criolla, un ex carterista que era el gerente del establecimiento y velaba por la seguridad del local. Fue asesinado el 29 de abril de 1936; un asesinato que quedó sin resolver. María de la Paz Guerrero, conocida por La Reina del Barrio Chino, una chica de 20 años que se fugó de casa de sus padres en Palma de Mallorca para llevar una vida al límite, prostituyéndose por cuatro perras, peleándose (llegó a tener innumerables cicatrices en su cuerpo), emborrachándose y consumiendo cocaína. Era una reina hecha a medida del barrio que se había creado su propia leyenda. Por último, el personaje más misterioso y transgresor de todos: Flor de Otoño, anarquista de acción, homosexual y cocainómano. No se sabe nada de él, sólo que concurría por las noches a La Criolla con el rostro maquillado. Sólo conocemos un reportaje periodístico en el que se le menciona (Mundo Gráfico, noviembre de 1933). Más tarde, en 1973, el dramaturgo Rodríguez Méndez escribió, basada en su vida, una pieza teatral titulada Flor de Otoño. Una historia del Barrio Chino y, a raíz de ésta, se estrenó la película de Pedro Olea Un hombre llamado Flor de Otoño (1978), considerada una de las primeras películas españolas en abordar tras el franquismo el tema de la homosexualidad.
¿La Criolla se puede comparar con otros espacios similares en el resto del Estado o en el exterior?, ¿o fue un fenómeno, por sus características, muy local?
No, no se puede comparar, y son muchos los testimonios contemporáneos, extranjeros y del resto de España, que aseguraban no haber visto nada igual. No es que fuera un fenómeno local, sino que aquí se dio con una libertad e intensidad y de una forma nunca vistas hasta entonces.
Aquel Barrio Chino acabó convirtiéndose en un fenómeno turístico, ¿perdió su encanto transgresor, para ser un negocio puro y duro desarrollado por mafias que controlaban prostitución y drogas?
Efectivamente, eso fue lo que pasó. Durante los años posteriores al advenimiento de la República, Barcelona se convirtió en el principal centro de contratación de trata de blancas del Mediterráneo, y en la puerta de entrada del tráfico de estupefacientes al mercado español. Esa nueva realidad transformó a marchas forzadas la base económica de la prostitución en el Barrio Chino. Los talcovianos, apodo por el cual eran conocidos los judíos polacos, los franceses y los italianos se repartieron el pastel. Todo el panorama cambió.
¿Empezó así una especie de gentrificación primaria que se desarrolló en años posteriores con cierre de espacios, derribo de edificios, construcción de avenidas?
Más que empezar, se ideó o proyectó, porque no dio tiempo para más. Lo que ocurrió fue que la guerra civil y una dura posguerra ralentizaron de forma extraordinaria todo este proceso hasta los años 60 del siglo XX, por lo menos.
¿Qué queda de todo aquello? ¿Barcelona perdió parte de su identidad cuando echó el cierre a estos lugares?
No queda nada. El franquismo se encargó de borrar cualquier vestigio. Y sí, Barcelona perdió parte de su identidad moderna y cosmopolita.
Raval / Barrio Chino, ¿coincidencias? ¿disonancias?
El Raval (arrabal en castellano) tenía una connotación similar a la del Barrio Chino. Históricamente había sido uno de los lugares más marginales de la ciudad donde la prostitución y la delincuencia convivían con las clases sociales más desfavorecidas. El topónimo Barrio Chino, más expresivo y directo, hacía referencia a la zona más degradada y transgresora del distrito quinto.
¿Está suficientemente documentado todo aquello o tu libro pretende cubrir en parte esa carencia?
Con anterioridad a la publicación de este libro, escribí Historia y leyenda del Barrio Chino (1900-1992) para el cual estuve documentándome durante años, es decir, ya conocía el terreno que pisaba. Hasta la aparición de este libro, no se había hecho nada serio al respecto. El libro de La Criolla es una aproximación más detallada a la época más esplendorosa del distrito quinto y a su local más emblemático.
¿Fue complejo documentarse? ¿Queda algún testimonio vivo? ¿Documental?
Más que complejo, laborioso al tocar todo tipo de fuentes. Es una labor de años. Sí tuve la ocasión de hablar con algún personaje relevante de la época, como por ejemplo el transformista Antonio Alonso.
Volviendo a la primera pregunta, ¿queda algún local en Barcelona que se parezca a La Criolla o a otro similar?
No, La Criolla es irrepetible.
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