Daniel Canogar, el chamán de la chatarra
LA BASURA TECNOLÓGICA RECUPERA NUEVO ALIENTO A TRAVÉS DE UNO DE LOS ARTISTAS ESPAÑOLES MÁS IMPORTANTES AHORA MISMO, DANIEL CANOGAR. ENTRAMOS EN SU FANTÁSTICA EXPOSICIÓN EN EL MUSEO DE ARTE CONTEMPORÁNEO DE A CORUÑA. CANOGAR NOS SITÚA FRENTE A LAS PARADOJAS DE LA VANIDAD DE LA TECNOLOGÍA.Entramos en un mundo oscuro, una caja negra mágica, un enorme espacio radicalmente apagado. Y, de repente, fogonazos de luz, destellos de esculturas-instalaciones nos van orientando. Nos llevan de ensoñación en ensoñación. El tratamiento que recibe cada pieza artística es el de una joya, como si fueran diamantes o valiosos fósiles. Pero no; lo que nos produce esas alucinaciones no es otra cosa que chatarra, chatarra tecnológica, pero chatarra a fin de cuentas: cintas de celuloide y dvds desprovistos de su ‘packaging’, obsoletas pantallas de televisiones analógicas, cientos de bombillas fundidas y cientos de metros de cable telefónico. Basura que nos enfrenta al abismo de una sociedad cada vez más acelerada donde los materiales que resultaban vanguardia hace 15 años ahora son pura chatarra. El chamán que les da nueva vida es Daniel Canogar, uno de los artistas españoles con más actividad alrededor del mundo en la actualidad. Y la exposición en la que nos hemos sumergido es ‘Quadratura’, abierta hasta el 12 de mayo en el Museo de Arte Contemporáneo Gas Natural Fenosa, en A Coruña, un espacio sólido y racionalista que bien merece una visita. En esa gran caja negra, amasijos de cables simulan ser corazones que palpitan o inquietantes bosques de hadas; cortinas de bombillas crean espejismos, y viejos cedés devuelven al público sus olvidadas tripas y sirven de pantalla donde se proyectan escenas de antiguas películas de vaqueros.
Canogar ha hablado con ‘El Asombrario’ sobre su propuesta: «Me gusta oscurecer el espacio expositivo de una manera radical para aumentar la magia, y para que las propias obras sirvan de guías visuales, sin nada que las disturbe. Es un planteamiento muy de mito de Platón, los ecos, los reflejos…, esos fogonazos de vida y luz dentro de la cueva. Ahí sale mi alma castellana. Velázquez, Zurbarán y Goya están muy presentes entre mis influencias artísticas. Me obsesiona el uso que hacen de la luz; de esta luz tan castellana, tan dura, tan cegadora y que a la vez produce unas sombras tan intensas».
Canogar suele referirse a que el juego luz/sombra siempre ha estado marcando su obra, desde que comenzó, adolescente, a tomar fotografías. Eso, y su trabajo con la basura, que ha evolucionado desde posiciones más pop a una mirada más ecológicamente crítica. Es el artista de la sublimación de la basura tecnológica: la recupera, la re-significa, la re-dignifica. Y busca paralelismos, conexiones emocionales, entre las estructuras de las computadoras y las de los cerebros. Como dice el catálogo de ‘Quadratura’, transforma la vanidad tecnológica, la euforia tecnológica, en melancolía tecnológica.
Canogar trabaja como un arqueólogo, investigando en los medios de comunicación de masas y en su incesante flujo de información, y se plantea cómo escapar de un bombardeo constante, de un mundo sobresaturado, hipersocialmente conectado. Ahora mismo, tras un periodo de intensidad que le dio la inauguración en diciembre de su obra ‘Waves’, una pantalla escultórica de ‘leds’ en el atrio de un rascacielos de oficinas en Houston (EE UU), reconoce que está viviendo uno de esos momentos de reflexión, apartamiento, abstracción, necesarios para encarar la creación de nueva obra.
La situación que ve en España también le afecta, para intentar escapar, viajar aún más (últimamente multiplica sus estancias en Silicon Valley, California, donde investiga el aprovechamiento de materiales tecnológicos): «Siento gran enfado con la situación política de España, y aún más con la política cultural que se está siguiendo, con líneas totalmente desacertadas, pero, a fin de cuentas, este es mi país, aquí está mi gente, y siempre tendré un pie puesto aquí para intentar contribuir a salir de este bloqueo en que nos hayamos inmersos».
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