Pedro Guerra: «El problema de España es que primó la rentabilidad sobre la educación»
El músico canario Pedro Guerra, autor de la famosísima ‘Contamíname’ que popularizaron Víctor Manuel y Ana Belén, cumple 25 años de estancia en Madrid y lo celebra reeditando su primer disco, ‘Golosinas’. Un trabajo que fue el estandarte de una generación de cantautores que triunfó en la España de los años 90.
Hace 25 años que llegó a Madrid. En un vuelo que aterrizaba procedente de su Tenerife natal. Vino acompañado de una guitarra. Pronto empezó a tocar y a enseñar sus canciones en el café Libertad 8 y a formarse una parroquia de fans que le seguían casi noche tras noche. Allí mismo comenzó a contarle a la gente que él podría ser Bugs Bunny por sus dientes y que cantar no era otra cosa que su forma de buscarse, aparte de una profesión que le iba quedando bien. En aquel momento pocos sabían que se llamaba Pedro Guerra.
Entonces llegaron Víctor y Ana. Víctor Manuel y Ana Belén. Y aquel Contamíname que lo cambió todo. Una canción pegadiza, con una gran letra y una música que conquistó a España y parte de Latinoamérica. Un bombazo que resulta que había salido de la cabeza de Pedro Guerra y que ya cantaba en aquel Libertad 8. Aquello fue la consagración y sin duda uno de los mejores pasaportes para lanzar su primer trabajo discográfico, Golosinas. Un disco que se grabó en directo en los estudios Cinearte, en una casita de estilo inglés que ahora está vacía y abandonada en la Plaza del Conde de Barajas. Tal vez una metáfora de adonde nos han llevado estos 25 años y sin duda una demostración de la hecatombe que ha vivido la industria de la música en este último cuarto de siglo. Pronto aquella colección de canciones grabadas en cuatro días de finales de diciembre de 1994 se convirtió en un fenómeno.
Tanto que ahora el cantautor canario ha decidido reeditarlo remasterizado y añadirle cuatro regalos: cuatro versiones de cuatro de las canciones incluidas en el disco, pero interpretadas a dúo con Rozalén, Pablo López, Juanes y Vanesa Martín. Precisamente por esta reedición y porque también saldrá a la carretera en una gira con estas canciones y otras sorpresas, Guerra se sienta con El Asombrario a charlar de música y, sobre todo, del tiempo, «el implacable, el que pasó».
Supongo que estarás harto de que todo el mundo comience las conversaciones por ‘Contamíname’, pero es que aquello fue un fenómeno. Se convirtió en un himno al mestizaje, la diversidad y la inmigración. 25 años después Europa está más cerrada que nunca. Y existe una crisis migratoria planetaria. ¿Es el futuro como tú te lo imaginaste entonces?
No. Para nada. Cuando uno hace una canción como Contamíname espera que llegue un día en que no tenga sentido y deje de cantarla. En realidad, el concepto de Contamíname es el mestizaje y está muy ligado a la inmigración. A los movimientos de seres humanos. Recuerdo que en aquella época hablábamos de lo bien que le parecía a la gente todo lo que tuviera que ver con otras culturas. La gente decoraba sus casas con motivos marroquíes, por ejemplo… Se puso de moda fumar las shishas en los locales, y los tambores y las darbukas. Pero las personas, no. Pensamos en apoderarnos de su cultura, pero no los pensábamos dejar venir a nuestro país. Todos esos conceptos ya los manejábamos en aquella época. En los últimos años ha habido una regresión brutal en este y en otros muchos asuntos. Ha sido un paso atrás tan brutal que si lo piensas fríamente asusta un poco. Es tremendo que esta canción, 25 años después, tenga más sentido cantarla ahora que cuando fue compuesta.
Así que podríamos decir que el futuro que pensabas entonces te ha decepcionado.
Yo no imaginé… (Se queda pensativo). Es imposible imaginar, por ejemplo, que después de todos los años que llevamos de transición democrática asistamos a esta reivindicación del franquismo que estamos viviendo estos días. No se puede avanzar, reclamar una Unión Europea moderna y de repente encontrarnos con esto. Los inmigrantes en Alemania. La extrema derecha ganando en varios países europeos. Es algo muy loco todo esto.
O tiene otro sentido. En aquel momento creo que era un ‘Contamíname’ en positivo y ahora es un poco más reivindicativo. Es curioso, pero si hacemos memoria, cinco años después de publicar esa canción unos terroristas derriban las Torres Gemelas y cambia todo.
El origen primero de Contamíname está en un libro de Carlos Fuentes que se titula El naranjo. Recuerdo que él estaba de promoción por España con ese libro y leí en una entrevista que él creía en la “contaminación cultural” como base de la fusión, de la mixtura, de la mezcla cultural. El libro se llama El naranjo porque, creo recordar, hace mucho tiempo que lo leí, en la casa de Hernán Cortés en México había un naranjo. El naranjo es un árbol original de China, si no me equivoco, y ese árbol viajó desde China para acabar en la casa de Hernán Cortés en México. Es decir, para que exista mezcla cultural, los árboles no se mueven solos, son las personas las que se tienen que trasladarse de un lugar a otro. De una cultura a otra. Tienen que emigrar de un país a otro. Las culturas no son invasoras. La gente también tiene la impresión de que mezclar culturas significa acabar con las culturas originales. Y eso es una falsedad. Se mantienen intactas, pero además se fusionan.
¿Qué pasaría si escuchásemos ‘Contamíname’ en clave del conflicto catalán? Un asunto que se ha polarizado tanto en España que al final se lanza el mensaje de que las dos culturas no pueden convivir. Parece que al final las dos partes quisieran que triunfara aquello del conmigo o sin mí.
El efecto de dejarse contaminar supondría aceptar ese concepto tan denostado estos días como es la equidistancia. Yo no quiero estar ni en un lado ni en el otro. Lo que quiero es que las culturas se entiendan y se mezclen. No entiendo todo como un enfrentamiento. Ni estoy contigo ni estoy contra ti. En algunas cosas nos pondremos de acuerdo y en otras no, y no pasa nada.
En tus principios en el grupo Taller Canario, incluso antes de venirte a Madrid, hacíais una reivindicación de cierto nacionalismo. Ahora, que parece que declararse nacionalista es como algo demoníaco, ¿cuál es tu postura?
Yo siempre reivindiqué el nacionalismo desde el punto de vista cultural. Y es lo que creo que hay que seguir reivindicando. Cada pueblo tiene el derecho de conservar su lengua, sus tradiciones, sus costumbres y su manera peculiar de ser. Por eso, el Estado español es un estado de culturas. Una de las cosas que me gustó de la primera vez que fui a Bolivia es que me hicieron una rueda de prensa en el ministerio de Culturas (lo dice enfatizando la s final). Ellos han entendido que viven en un país que tiene dentro diferentes culturas. Para mí la reivindicación de la idiosincrasia de cada uno de los lugares del Estado Español me parece importante. En la época del Taller Canario, el canario todavía no estaba identificado consigo mismo y todo eso me parecía importante y me sigue pareciendo importante hoy. De hecho, en la gira del disco siguiente a Golosinas fui a tocar al Palau de la Música con Lluís Llach y canté en catalán con él. Para mí eso es un gesto importante.
¿Qué opinas de la postura que ha tomado Lluís Llach, por ejemplo, en todo el asunto?
No me parece ni bien ni mal. Supongo que si yo tomara una decisión u otra esperaría que a él no le pareciera ni bien ni mal tampoco. Respeto absoluto y ya está. Pero dejando claro que yo nunca he entendido el nacionalismo como algo que se utilice para enfrentarte a otras personas. De eso no participo.
25 años después de tu llegada a Madrid, ¿las cosas están mejor o peor que entonces?
En algunas cosas estamos peor y en otras mejor. Creo que deberíamos hacer la valoración de los últimos 8 o 10 años. En esta última década sí creo que hemos dado grandes pasos hacia atrás en lugar de adelante.
En tu canción ‘Las gafas de Lennon’ dices: “No es fácil quedarse colgado de un sueño / habrá que empujarlo llegado el momento”. Escuchado ahora con perspectiva, es como si hubieras pensado ya entonces el 15M.
Es cierto que en estos 25 años han pasado cosas buenísimas y una de ellas fue el 15M, por ejemplo. Es cierto. ¿Y qué queda de aquel movimiento? Pues que se ha encontrado una vía institucional, que los movimientos sociales siguen estando ahí y que el 15M, como poco, cambió las agendas políticas y movió muchas cosas importantísimas. Pero no solo el 15M. Pienso también en la lucha feminista, por ejemplo. Es importantísimo el auge que ha experimentado últimamente la lucha feminista, aunque a la vez haya traído un repunte del machismo más retrógrado, que es una cosa de locos. Importantes han sido también la lucha y los logros de los movimientos LGTBI. Es cierto que en determinadas cosas se han dado pasos de gigante. Y ya se pueden empeñar sus detractores en que no vayan para adelante, que van a ir para adelante.
Las letras de ‘Golosinas’ hace 25 años tenían cierta ingenuidad naif y estaban plagadas de bondad. Ya que has nombrado a Silvio…, recuerdas que él cantaba: “Aunque no esté de moda te pido una mano. Mis entrañas no entienden de estética y cambios”. ¿Qué es lo que ha pasado en la cultura, en los gustos de los más jóvenes, para que hagan triunfar cantos al machismo más rastrero o letras de dudosísimo gusto?
Es todo una cuestión de educación y creo que hubo un momento clave en el que las cosas se podrían haber hecho de otra manera.
¿Cuál es ese momento?
Cuando el socialismo llega al poder por primera vez. En aquel momento todo parecía perfecto para construir un país espectacular. Un país espectacular en cuanto a la educación en las escuelas, en los valores que se transmitían a los más pequeños. No sé qué pasó, pero eso no se transmitió. Más bien todo lo contrario. A partir de ese momento triunfa y se instala un tipo de cultura de usar y tirar.
Se me ocurre que igual tenga algo que ver que un ministro de Economía de Felipe González acuñara la célebre frase: “España es el país europeo donde es más fácil hacerse rico”. Tal vez lo que se inculcó fue la cultura del pelotazo y todo lo que eso conlleva.
Fue eso. Y eso se acompañó de una política educativa que no entró donde tenía que entrar. Y en el mundo de la música hay que añadir que la industria ha sufrido un revés muy gordo con la llegada de las nuevas tecnologías. Al disco físico le deben de quedar dos telediarios. Se han modificado los hábitos de consumo al entrar las redes a saco. Pero con todo ese escenario no se supo reaccionar, no se apostó por inculcarle el amor por la cultura a los jóvenes, ni por informarles bien. Se apostó por las grandes audiencias y por la complacencia. El problema de la España reciente es que primó la rentabilidad sobre la educación y la información de calidad.
Tú siempre dijiste que la revolución se haría por la cultura y parece que al final la antirrevolución ha triunfado por la rentabilidad.
Claro. Al final se ha creado una juventud muy desligada de la realidad y muy desmotivada. Una juventud que solo piensa en ganar dinero sin hacer nada, básicamente. Una parte importante de la juventud está en ese escenario. Y también se han instalado en la cultura del usar y tirar. Tengo un hijo de 12 años y lo veo perfectamente. Ellos escuchan esto que ahora llaman Trap. Maluma es pan bendito al lado de algunas canciones que he escuchado de Trap, que son directamente pornografía cantada. Esos grupos no editan discos. Componen una canción, la suben a redes, la convierten en un éxito que dura un mes y al mes sacan otra. Y cuando le digo a mi hijo ‘vamos a escuchar la del mes pasado’, me responde que no, que esa es ya muy vieja. Culturalmente es una realidad muy, pero que muy empobrecida.
Las nuevas tecnologías tenían todas las papeletas para ser muy positivas. Spotify permite, por ejemplo, escuchar más música que nunca e investigar nuevos artistas que la aplicación te propone descubriendo grupos y cantantes de los que probablemente no habías ni escuchado hablar. Twitter parecía que iba a democratizar la conversación, la opinión y la voz y, finalmente, se ha convertido en un verdadero campo de batalla en el que es imposible la reflexión más allá de los extremos y, sobre todo, en una plaza pública en la que se practica la lapidación diaria…
Una cosa que han matado es la curiosidad. Cuando permites que para ti solo sea válido lo que te viene dado, han matado tu curiosidad. Hemos llegamos a ese estado de cosas en el que no hace falta hacer mucho para encadenar a la gente: Se van a poner las cadenas ellos solitos. Ellos mismos. El poder no tiene que hacer nada, porque la propia gente es la que se pone las cadenas. Estamos asistiendo al auge de toda una generación que se piensa que es la más libre de la historia, cuando en realidad son los más esclavos, porque han perdido el poder de decisión.
Comentarios
Por Pita, el 17 septiembre 2018
¿Y qué ha estudiado Pedro Guerra?
Por Isabel Bonillo Fischl, el 17 septiembre 2018
Eso me pregunto yo también
Por Ibn Mardanis, el 18 septiembre 2018
El señor Guerra estudio música en el conservatorio, pero además ha leído más libros y ha tenido más inquietudes intelectuales que muchas abogados, ingenieros y políticos con máster.