Miquel Barceló, bordado por su madre
Francisca Artigues es menudita, con el pelo blanco luminoso arreglado de peluquería. Tiene 92 años y borda con primor los dibujos que le pasa su hijo, el pintor Miquel Barceló (Felanitx, 1957). Acaba de inaugurar su primera exposición, ‘Vivarium’, un despliegue de manteles, colchas, cortinas, auténticas obras de arte.
Es esta una exposición definida por Alberto Anaut, director de La Fábrica, como “una historia de amor”, la de madre e hijo unidos por un hilo, como el que tejía Ariadna, sólo que en esta ocasión ese hilo de doble cordoncillo, el punt mallorquí, tapa la obra de Barceló. Francisca es en este caso la artista. Ella, vestida de Issey Miyake, se paseaba orgullosa del brazo de su hijo en la inauguración de su exposición y firmaba catálogos igual que una estrella de rock.
Todo empezó hace 20 años. Francisca Artigues bordó un mantel con peces de color azul, como los que pinta Miquel. Sobre esa tela se celebran cada domingo las comidas familiares en Felanitx (Mallorca). A ese mantel le siguieron otros con los dibujos de pulpos que le pasaba su hijo; el hilo se iba retorciendo, Miquel pescaba los cefalópodos, luego los dibujaba y su madre en vez de cocinarlos, que también, los calcaba en esas telas de algodón blanco. Fue como volver a darle a Francisca el sentido artístico de cuando recién casada pintaba acuarelas. Ahora no pinta, pero se calza las gafas de cerca y borda durante horas, como si estuviera hablando con su hijo por teléfono. El último, un tapiz inmenso, lo acabó la madrugada anterior a la inauguración de la exposición en el Real Jardín Botánico de Madrid. Toda una profesional.
La exposición se llama Vivarium por el título de una de las grandes piezas expuestas, que llevó más de dos años de trabajo. Este tapiz gigantesco es un contenedor de seres vivos. Lo dice Barceló: “En Vivarium todo está vivo, se transforma, crecen, como si fuese una planta de patatas que salen todas de allí. Dragones, nenúfares y extraterrestres, incluso objetos, una cosa en crecimiento constante”.
Francisca ha recorrido, puntada a puntada, las líneas de los dibujos de su hijo descubriendo un mar bordado e inspirado en la naturaleza y el Mediterráneo. Hay tiburones, langostas, estrellas de mar, peces espada y mucho pulpo, uno hasta sujeta un iPad y se fuma un puro. Hay también hojas, insectos y en una cortina hasta el mapa de Mallorca desteñido por el sol.
Así, poco a poco, fue cogiéndole gusto y su hijo, con un amor infinito, trazó en las telas manchas de colores con acuarelas, y aparecieron las cebras azules comiendo hojas, coquetas cabras olisqueando masas verdes. Con el tiempo, el trabajo fue extendiéndose, y los manteles comenzaron a poblarse de criaturas terrestres. Entre flores, arbustos y palmeras surgieron reptiles arcaicos, insectos, pájaros, murciélagos, monos, ciervos, caballos y elefantes. Y también anzuelos, flechas, hachas y cuchillos.
Es esta una exposición singular, muy bella, pero que despierta sobre todo una infinita ternura. Es la historia de amor de una madre y su hijo, el gran artista internacional que se vuelve pequeño en este hilo que les une: “Tenemos esta relación de cada día a través del bordado, es un hilo que llega muy lejos. Es mejor que el teléfono”.
El Real Jardín Botánico de Madrid acoge la exposición ‘Vivarium: Bordados de Francisca Artigues sobre dibujos de Miquel Barceló’ hasta el 6 de enero de 2019.
Coincidiendo con la exposición, La Fábrica ha editado el libro, con fotografías de Jean Marie del Moral.
Comentarios
Por Maria del Socorro pinnzon, el 01 octubre 2018
Felicitaciones!!! a esta hermosa artista por su maestria y gusto por este arte,tambien a su hijo por hacer visible el arte y trabajo de su madre.