La culpa es de los espejos, de las familias y de los ‘kelpies’

Foto: Christine Rennotte.

Foto: Christine Rennotte.

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La escritora Carola Aikin. Foto: Christine Rennotte.

‘Las primaveras de Verónica’ es el nuevo libro de relatos de Carola Aikin (Madrid, 1961), después de ‘Las escamas del dragón’ y ‘La mujer perro’, todos ellos publicados en Páginas de Espuma, la editorial referente del cuento en español. Formada en el Taller de Clara Obligado, en este libro, quizás el más experimental y en el que ahonda en su voz personalísima, aborda temas como la familia, la casa y los secretos que se ocultan tras sus paredes. Camila Paz Obligado, profesora del Taller, la entrevista para ‘El Asombrario’.

Por CAMILA PAZ OBLIGADO

Publicaste ‘La mujer perro’ en 2012. ¿Por qué has dejado pasar tanto tiempo hasta llegar a este nuevo libro? Me pregunto si no tiene que ver con el tipo de literatura que haces, una literatura que no busca una identificación rápida con el lector, que no está basada en el “esto me pudo haber pasado a mí”, sino que esa identificación pasa por niveles mucho más altos y comprometidos con la lectura.

Sí, es verdad que soy una escritora lenta. Cada cuento tiene muchos cuadernos garabateados. La base del iceberg es para mí muy necesaria. Esto me lo enseñó Clara Obligado, con la que nunca se para de aprender. Por otra parte, hay una urgencia en la realidad. La realidad devora si no le pones límites. La ficción, escribir, el tiempo de escritura, es casi casi, a veces, como planear y llevar a cabo un atraco.

¿Qué ha significado para ti encontrar a un editor como Juan Casamayor?

Wow, qué pregunta… Encarni Molina y Juan Casamayor son mis ventanas al mundo. Han creído en mí, me han hecho hueco, me han cuidado… Son dos personas realmente comprometidas con el género del cuento y con extraños narradores, como yo. Además, son una escuela. Me han enseñado y me alientan a experimentar. Un lujo.

¿Qué lecturas has hecho entre ‘Mujer perro’ y ‘Las primaveras de Verónica’ que hayan dejado huella en este libro?

Asisto al taller de lectura que hace el escritor y crítico literario Miguel Bayón en la librería AIDA Books. Para mí es una fuente de aprendizaje maravillosa. En cuanto a autores, son muchos, me he regodeado con Kawabata (La ciudad de la nieve, exquisito), Bashevis Singer (ay, qué cuentos…), Mercé Rodoreda (libre como un pájaro), Carlos Fuentes (Gringo Viejo), Edna O’Brien (La chica de los ojos verdes…, matas a la familia de un zarpazo y además aprendes sobre el alma de la narración en segunda), E. Zuñiga (Trilogía de Madrid), Elena Fortún (Celia en la revolución, que ya había leído hace años), Arturo Barea, Virgilio Piñera… La Storni… Mary Shelley (maravillosa Mathilda)… Rean Rhys… Albert Camus (El mar). Y siempre Caballero Bonald, a quien leo y releo y requetereleo…

Desde tu primer libro, donde trabajas lo fantástico y lo poético, o la reflexión sobre la identidad indómita de la mujer en el segundo, me admira el deseo de búsqueda y vanguardia. Entiendo que este es un trabajo más bien solitario. ¿A qué autores consideras dentro de tu generación, entendida como generación literaria?

Para mí, mis hermanos literarios son mis amigas y amigos escritores que batallan con la escritura, con el mundo de la publicación. Personas con las que puedo tirarme tardes y el tiempo que sea intercambiando, compartiendo la belleza de la ficción, sus argucias, sus sorprendentes giros.

Desde el comienzo del libro nos muestras un mundo en dos idiomas, el inglés y el castellano. Creo que hay cierta desubicación en los personajes, o mejor dicho, creo que de algún modo son anfibios. Háblanos de la extranjería y de su papel en la configuración de la identidad en tus personajes.

La extranjería sucede en el momento en que pones los pies en este mundo, si es que eres extranjera. Aunque quizá no sea sólo una cuestión de bi o multi culturalidad, que sí lo es, sobre todo ahora. Yo siento que la extranjería es algo más profundo, una especie de individualismo que hiere y a la vez te impulsa a buscar y buscar. Mis personajes no paran. Me agotan.

Los lectores verán que hay una historia marco que se desgaja del primer cuento y que irá hilvanando todas las historias que aparecen en el libro. Además, las historias configuran dos niveles de lectura, el del cuento individual, y una lectura que tiene que ir reconstruyendo el lector sobre la historia familiar de Verónica. Creo que es una experimentación formal sobre los límites del cuento muy interesante. ¿Cómo ha sido este trabajo? ¿Te lo propusiste así? ¿Has tenido algún referente?

Mi referente es Scherezade. Sus conversaciones con el sociopático o psicopático sultán. Ella tiene que sobrevivir y además hacer que otras mujeres sobrevivan. La esperanza del ser humano es el arte. En particular, para mi personaje Verónica, el cuento. El amor por los cuentos. Pero no, no me lo propuse así en un principio… Y tengo que confesar que fue gracias a mi fructífero intercambio contigo, Camila, por lo que llegué a este lugar.

En tus historias hay personas que se entienden con las fieras, hay un Señor de los cangrejos, una tortuga emparedada (un símbolo de la memoria, o de los secretos), una epifanía en forma de cierva, una niña que roba el polvo de alas a las mariposas para poder volar ella misma, un caballo con las pezuñas del revés… ¿Cuál es la relación entre el ser humano y los animales? Parece que siempre latiera la pregunta sobre el límite entre lo animal y lo humano.

Es que el ser humano se niega a aceptar que es un animal. Y mira que se estudia en los colegios, cuando tienes que aprenderte la clasificación de los reinos mineral, vegetal y animal…Yo, personalmente, me alegro muchísimo de ser un animal. En Las primaveras de Verónica hay por tanto muchos bichos. Mi favorito es el kelpie, el caballo de agua que protagoniza el relato El señor de los cangrejos, un animal mitológico escocés que salía del mar en las playas donde se habían llevado a cabo sacrificios humanos en la antigüedad. En ocasiones los kelpies raptaban niños: les cantaban para dormirlos y se los llevaban a las profundidades marinas. No sé por qué hay algo de esto que me recuerda al cuento infantil El flautista de Hamelín.

Decía Tólstoi (‘Anna Karenina’): “Todas las familias felices se parecen unas a otras: pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”. Hablas mal de la familia, ¿entiendes a esta como un núcleo de violencia original?

Creo que las familias, todas, son felices e infelices. Todas tienen motivos especiales para sentirse desgraciadas, y crean mitos y tabúes, y son el núcleo original de violencia. No estoy de acuerdo con Tólstoi, aunque adoro sus cuentos. Además, se portó fatal con Sophia Tólstoi, su mujer.

Ya que estamos con la familia…, el libro trata el pasado como historia familiar pero también como historia política. ¿Cómo se imbrican la historia familiar en la política? ¿Qué importancia le das tú?

Los que nacimos entre el cuarenta y muchos y los primeros sesenta estamos marcados por los fantasmas de la Guerra Civil española. Los secretos, el olor a asesinato, a desaparecido, a destrucción…, el miedo silente de nuestros mayores, los búnkeres que de pronto descubríamos en los lugares más insospechados. Siendo una guerra entre hermanos, como se decía, y el hecho de que fuésemos niños bastante libres, un poco como perros callejeros, y a la vez tan expuestos a la severidad de nuestras familias, de los colegios… los tabúes del catolicismo… En fin, yo creo que éramos salvajes (recuerdo a una vecinilla a la que dejaron atada a un árbol unas cuantas horas…, los adultos siempre estaban muy ocupados)… Y lo seguimos siendo en nuestra madurez avanzada ya.

Quería preguntarte por la importancia del cuerpo en este libro. Me da la sensación de que las historias atraviesan el cuerpo de los personajes. También me interesa mucho tu voluntad de poner el erotismo en la vejez como uno de los centros en el libro, algo siempre tan invisibilizado.

Es que Verónica es una mujer. Cuando va a mirarse al espejo se siente como si tuviera 20 años. Lo que después ve o no ve es otra cuestión. ¿No fue por este motivo que la madrastra de Blancanieves era tan malísima? La culpa la tienen los espejos, pero no podríamos vivir sin ellos. Sin embargo, creo que tanto Verónica como otros personajes del libro no sienten el cuerpo como una cárcel. O sea, que saben volar.

El mar es un paisaje elemental. Frente al mar se cuentan historias la vieja Verónica y un francés, del mar llegan seres monstruosos, al mar se viaja para cambiar, para morir.

Y para vivir. No hay nada como el mar.

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Comentarios

  • Cristina

    Por Cristina, el 30 octubre 2018

    Fantástica entrevista, Camila.

  • carola aikin

    Por carola aikin, el 01 noviembre 2018

    Mi querida Camila, qué título tan bello… Gracias por esta entrevista. Me siento muy identificada y creo que Verónica aún más. Y gracias por todo lo que aprendí contigo esa larga temporada, bebiendo tés en tu garito y tú tirándome de las patas para que las pusiera en tierra… Y vale, me decías, ¿ pero dónde está Verónica? ¿Dónde
    Ahora Veónica está aquí.

  • Camila

    Por Camila, el 02 noviembre 2018

    Yo sí que aprendí sobre monstruos, animales y cuentos acompañándote en parte de la escritura de este librazo. Enhorabuena, Carola.

  • Camila

    Por Camila, el 02 noviembre 2018

    Muchas gracias por leerla, Cristina.

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