Gus Van Sant y Matt Damon, de ‘Fracking’
VENTANA VERDE
No es, desde luego, la mejor película de Gus Van Sant, ese hombre que ha dirigido ‘Mi Private Idaho’ y ‘Mi nombre es Harvey Milk’, pero hay que verla. Ni siquiera es una gran película; está llena de los tópicos del mal cine estadounidense -chistes sin gracia, melodías empalagosas, ojos vidriosos ante frases sentimentaloides, una insulsa historia de amor a tres bandas, chicos guapos, chicas guapas-, pero es un filme que hay que ver. Se titula ‘Tierra Prometida’ y está protagonizado por un sólido Matt Damon, que también ha intervenido en la producción y el guion, y que en un principio también se iba a encargar de la dirección, porque lo había asumido como ‘su’ proyecto, como algo muy personal. Finalmente, Van Sant y Damon vuelven a repetir la pareja profesional que con tanta fortuna montaron para ‘El indomable Will Hunting’ (1997). Con este trabajo, Matt Damon vuelve a mostrar además su interés por la ecología; el actor es fundador y presidente de la ONG water.org, que aboga por un consumo responsable del agua y por llevar este elemento de primera necesidad a comunidades de países en desarrollo.
¿Y por qué hay que verla? Por el tema que trata, poco habitual aún en los medios de comunicación y en nuestras conversaciones, pero que dará mucho que hablar: la ‘fractura hidráulica’, técnica más conocida por su término inglés, ‘fracking’, que consiste en inyectar agua a presión con arena y componentes químicos a gran profundidad en la tierra -hasta más allá de los 1.000 metros- para acceder a bolsas no convencionales de gas natural, aprisionadas principalmente entre pizarras. Según un completo informe de la Secretaría de Medio Ambiente del sindicato CC OO, el principal riesgo viene porque se emplean hasta medio millar de aditivos químicos, cuyos efectos aún no se han analizado adecuadamente. Este tipo de explotación lleva décadas empleándose en EE UU, no sin polémica, hasta el punto de que algunos Estados han declarado en los últimos años una moratoria ante las sospechas de impactos en la salud humana, en los animales y los ecosistemas; incluso se ha creado una plataforma con un centenar de artistas en contra, entre los que figuran Susan Sarandon, Yoko Ono y Paul MacCartney. Ahora el ‘fracking’ llega a Europa -sobre todo, a través de Polonia y Reino Unido, mientras que otros países como Francia han establecido moratorias- y, con fuerte presión, a España, donde aún no hay una legislación clara al efecto; y ya se han concedido permisos de exploración en nuestro país, sobre todo en las regiones del Norte (mapa). Comunidades autónomas como Cantabria y Asturias y Diputaciones como la de Burgos ya se han apresurado a redactar vetos a tal práctica, con riesgos no suficientemente valorados.
Como siempre sucede en estos casos, los defensores aluden a la gran riqueza que aportará y a los sentimientos nacionalistas y demagógicos de lograr la autonomía energética. Enfrente, organizaciones ecologistas como Greenpeace y Ecologistas en Acción, y partidos como Equo e Izquierda Plural (IU-ICV-CHA) ya han alertado seriamente: el ‘fracking’ amenaza con convertirse en otra gran burbuja-rodillo capitalista que, prometiendo grandes cantidades de dinero a pequeños y empobrecidos pueblos, permitirá dar un nuevo pelotazo a grandes empresas energéticas, a cambio de algo absolutamente irreversible: un gran impacto en la salud y en el medio ambiente, no solo durante la explotación, sino con consecuencias poco calibradas de contaminación de aguas subterráneas y superficiales, y de incremento en la posibilidad de incidencia de movimientos sísmicos. Ya hay páginas creadas para alimentar los argumentos y movilizaciones en contra, como fracturahidraulicano.info. Y amplios y documentados trabajos, como el informe ‘Efectos de la fractura hidráulica sobre el agua en España’, elaborado por Ecologistas en Acción, que muestra que el 79% de los permisos de investigación solicitados o concedidos en España se sitúan sobre acuíferos conocidos.
Pero como aquí la economía se construye a golpe de ocurrencias y especulación, ojo con el ‘fracking’, que hay muchos intereses y dinero detrás, y no es un debate que se vaya a acabar pronto. Multinacionales norteamericanas están muy interesadas en agujerear Europa para exportar su tecnología, ahora que allí se les empiezan a exigir demasiadas medidas preventivas; y en España ya se ha creado un lobby para promover la fractura, lo que ellos llaman ‘shale gas’ (gas de esquisto o gas pizarra, traducido). Y ojo, porque ya se están mostrando todas las cartas del juego: PP, CiU y UPyD votaron recientemente en el Pleno del Congreso de los Diputados contra una moción promovida por Izquierda Plural para prohibir la fractura.
Esto es lo que precisamente muestra la película ‘Tierra Prometida’; destapa algunas artimañas de las grandes empresas, que no dudan en prometer paraísos e incluso en manipular a los movimientos ecologistas para desacreditarlos. Como gran acierto del guion: el reflejo de la fractura, no solo hidráulica, sino también de la sociedad rural, que duda entre el dinero rápido que le permita seguir desarrollándose y la defensa, por encima del cortoplacismo, de la tierra que han heredado y con la que se identifican. Una fractura que pasa una importante factura.
Comentarios
Por Jordi, el 07 mayo 2013
Se agradece el esfuerzo de Matt Damon por popularizar el asunto, en este caso el fin justifica la «forma». Pero si hay que interesarse por el tema, el documental GasLand, que ya al terminar avisa que Europa es la siguiente, es realmente imprescindible como todos los premios que ha recibido confirman. Con un humor negro, negrísimo, del que uno no sabe si reir o llorar.
Además, se puede ver en Vimeo completo en vose!!! http://vimeo.com/38843993
Salud!