Pablo Gallo dibuja con su pelo
ESTHER GARCÍA LLOVET
Kafka. Las cejas de Kafka. El pelo engominado y duro de Paquito Kafka y su cara inconfundible de cetrino anoréxico, de billete de pocos céntimos. Pablo Gallo se levantó una mañana en su casa de la calle Sagarminaga de Bilbao, se afeitó y al ver los pelos sobre el lavabo tuvo una visión, pero no de las caras de Bélmez si no del rostro pálido de Franz Kafka. Pablo Gallo ve escritores. Pablo Gallo sueña con escritores y pinta escritores. Todo el tiempo. Pinta a Cortázar, a Lovecraft. Publican su retrato de Robert Walser en la revista danesa Salon 55, sus retratos de escritores en la revista Quimera o en Hermano Cerdo o en la inglesa Rooms. Borges, Hemingway, Burroughs. Cuando no pinta escritores lo hace de gente, de amigos y anónimos leyendo, en un sofá, en la cama o en el metro (acaba de presentar su serie “Leyendo bajo Tierra” en Madrid y Barcelona). Su autorretrato es así, de sí mismo sentado rodeado de libros y leyendo. El título: “Lector Compulsivo”. Tiene ideas un poco locas y geniales, como su libro ilustrado “Hiperhíbridos” (El Gaviero, 2011) o “El libro del Voyeur” (Ediciones del Viento, 2010), aquél volumen cochinete con ilustraciones suyas y textos subidos de tono y de falda y de todo lo que pueda levantarse. Este lector compulsivo que es Pablo Gallo, coruñés de la cosecha del 75 (estudió en la Massana de Barcelona) vive actualmente en Bilbao. Cuando no está pintando o leyendo (compulsivamente) hace vídeos como este. Una cosa con pelos, una bestia peluda. Yo lo veo y me imagino a Kafka afeitándose delante del espejo con ojos de búho, antes de agacharse despacito a cuatro patas y mirar debajo de la cama para buscar el bicho, la cucaracha, la cucaracha gamberra y un poco gitana de Pablo Gallo, la cucaracha que ya no puede caminar.
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