Laurie Anderson nos invita a volar al Espacio
A Laurie Anderson no le gusta el adjetivo de artista multimedia, pero con sentido del humor dice que ya se ha acostumbrado a ello. También que cuando le propusieron hacer realidad virtual, hace unos años, no le apetecía mucho, la identificaba con videojuegos ruidosos y llenos de colores. Pero se lo replanteó y por ello hasta el 13 de enero puede verse una de sus piezas, ‘Chalkroom’, con esta técnica, en el Espacio de realidad extendida de la Fundación Telefónica en Madrid.
Chalkroom es la primera vez que se exhibe en España después de haber ganado el premio Best VR Experience, de la 74 Edición del Festival Internacional de Cine de Venecia (2017). Se trata de una obra creada junto al artista taiwanés Hsin-Chien Huang en la que el visitante es libre de vagar por unas enormes estructuras formadas por palabras, letras, dibujos e historias que no dejan de formarse y transformarse. Una ciudad onírica generada con la arquitectura del lenguaje. Una experiencia estética de 15 minutos sin transición, no apta, tal vez, para los que el vértigo les pueda hacer una mala pasada.
“Los sueños siempre han formado parte de mi trabajo. Es una manera de crear un espacio para los que tienen complejo de Ícaro. No hay principio ni final, es el observador el que hace su viaje”, explica Anderson de su propia obra. “Es una forma de ejercer mi libertad y ver el mundo de otra forma. La utilizo porque me gusta volar, como haces en los sueños. Este sentimiento me encanta. Sentir que puedes saltar y moverte a tu antojo. La realidad virtual es una experiencia extraña, desapareces del mundo, estás solo, tal vez en el futuro sea más comunitaria”.
Marcos iluminados por los que pasar, pasillos claustrofóbicos o no, una arquitectura por la que vagar y rodeado de polvo de letras que circundan al navegante en las distintas habitaciones. Es así como le gusta traducir Chalkroom a Anderson. La palabra chalk también se puede traducir como tiza, y ese parece el material del que están hechas las letras, las palabras y los dibujos que llenan enormes columnas y paredes de pizarra que flotan en una atmósfera donde la oscuridad también, como en los sueños, juega su papel.
A sus 71 años, Anderson mantiene intacta su gran imagen de artista experimental y visual; compositora, poeta, dibujante, fotógrafa, cineasta, cantante, instrumentista y pionera de la electrónica. La autora de O Superman, con sus creaciones minimalistas y cargadas de trasfondo social y de género, ha conseguido reflejar el mundo en sus obras desde múltiples perspectivas, adentrándose en lo tecnológico con sus lenguajes digitales y multimedia en una investigación constante sobre nuevas formas de creación.
Sin embargo, también dijo en una de las conferencias que dio este otoño en Madrid que había creado muchas cosas por error o buscando otras posibilidades. Sus violines son elementos a estudiar si uno quiere adentrarse en sus procesos creativos. Su violín fonógrafo, de neón, de arco de cinta, no son objetos inútiles, sino pensados para transmitir sus concepciones e ideas y, por supuesto, música.
Interconexiones
Anderson ha sido la primera artista en obtener una residencia en 2002 en la NASA por su constante investigación sobre tecnología. Y también la última. Así cuenta su experiencia: “A la Nasa le debía parecer mucho dar 20.000 dólares a un artista; yo lamenté mucho esto porque los artistas pueden ofrecer visiones diferentes, aunque también sorprender”. “Después de estar por allí durante dos años y visitar distintos centros, cuando me preguntaron cuál sería mi trabajo final, les dije que un poema. Tal vez un haiku que evocara un momento único; imaginad su sorpresa”. “Allí tuve la oportunidad de hablar con mucha gente, y aunque no soy una geek, como pueda pensar la gente, de la tecnología disfruté mucho de poder estar en una sala haciendo el seguimiento de una de las sondas a Marte”.
Chalkroom no es la única inmersión en la realidad virtual de Anderson; también hemos podido ver, aunque no en tres dimensiones, su bello y también onírico viaje a la Luna y sus imaginativas constelaciones, trabajo realizado igualmente en colaboración con Hsin-Chien Huang. Pero si algo sorprendió al público durante su presentación el mes pasado de su obra en Madrid fue cuando habló de un trabajo con un quirófano virtual en el que se realiza una cirugía de corazón: “Cuando te sacan el corazón, te lo dejan encima y todos los cirujanos dejan la sala y solo al paciente, la inquietud se apodera de ti”. A pesar que habla del miedo que puede provocar la pieza, ella no deja de comentarlo como si fuera una niña traviesa. Todo ello lo califica Anderson como múltiples experiencias para la memoria.
Más conocida por su música electrónica, ha editado 10 álbumes. El primero fue Big Science y el éxito de O Superman –un tema minimalista con voz modificada electrónicamente, que llegó a número 2 en las listas de éxito británicas– marcó, según el crítico de arte Craig Owens, el inicio de la cultura posmoderna.
Además, durante su participación en el festival Rizoma en Madrid, Laurie Anderson presentó en el museo Reina Sofía la performance All the things I lost in the flood (Todas las cosas que perdí en la inundación), convertida en libro por Rizzoli. El título hace referencia a lo ocurrido con el huracán Sandy cuando pasó por Nueva York en 2012, y su sótano se inundó y sus recuerdos, material artístico y equipos de música de años se perdieron. Pero, lejos de lamentarse, asumió la pérdida y analizó qué pasa cuando la sufres: “Las cosas se van y ahora ya no tengo que limpiar el sótano”, bromeó. Tan solo un año después, su marido y pareja durante dos décadas, el músico Lou Reed, fallecía. Pero todo ello le inspiró la música de Landfall en la que pesa más lo instrumental y su convivencia con la electrónica incidental que sus habituales recitativos.
La artista ha recorrido el mundo con sus espectáculos spoken word y sus performances multimedia; una de ellas, Songs and Stories from Moby Dick, está inspirada en la novela de Melville. Ha explorado el mundo del cine como realizadora de películas y vídeos y ha presentado su obra visual en museos como el Whitney de Nueva York y la Biennal de París. Ha compuesto la música para películas de Wim Wenders y Jonathan Demme, para obras coreográficas de Trisha Brown, Bill T. Jones y Molissa Fenley, y para la pieza escénica Far Side of the Moon, de Robert Lepage. A pesar de esta enorme biografía, la lucidez, la amabilidad y la tranquilidad risueña se manifiestan en su rostro, tal como pudimos comprobar en Madrid en sus sucesivas conferencias otoñales.
‘Laurie Anderson en el Espacio’ puede verse en el Espacio de Fundación Telefónica en Madrid hasta el 13 de enero.
Comentarios
Por c, el 19 diciembre 2018
Tuve la suerte de escuchar algo de ella mucho hace tiempo