‘Moby Dick’, símbolo de nuestro viaje hacia el abismo

AHAB

VENTANA VERDE

Un extraordinario libro, ‘Moby Dick. La atracción del abismo‘ (Ilarión Ediciones / GraphiClassic), con artículos de primeras firmas como Antonio Muñoz Molina, Fernando Savater, Arturo Pérez-Reverte y Constantino Bertolo, y bajo la dirección del sociólogo Carlos Uriondo, traslada la mítica aventura a la época actual y convierte la suicida paranoia por cazar la ballena blanca en metáfora de nuestra demencial forma de entender la ecología y de manejar el poder hoy día. Símbolo de un viaje, vigente como nunca, hacia el abismo definitivo.

RAFA RUIZ 

«El mar es mi sustituto para la pistola y la bala». «Es mi manera de disipar el spleen y de regular la circulación sanguínea». Dos frases del primer párrafo de Moby Dick, de Herman Melville. Retomamos hoy esta aventura mítica a propósito de un extraordinario libro, Moby Dick, la atracción del abismo, un estudio gráfico y literario sobre la obra maestra de Herman Melville (Ilarión Ediciones), primer volumen de la prometedora colección GraphiClassic, dirigida por Carlos Uriondo, dedicada a la revisión de clásicos desde una perspectiva contemporánea y que ya anuncia como segunda entrega La Isla del Tesoro, de Robert Louis Stevenson. El libro en torno a la ballena blanca cuenta con firmas tan importantes como Antonio Muñoz Molina y Fernando Savater, e ilustraciones de maestros como José Ramón Sánchez y Fernando Vicente.

Dice Muñoz Molina: «Melville creó un personaje y un símbolo universales, un relato que permite establecer en apenas dos líneas una poderosa alegoría: el hombre enloquecido por una búsqueda imposible y suicida, la caza de la ballena blanca. Más que un símbolo, más que una alegoría: un mito». «Porque es la historia de un delirio, Moby Dick se va convirtiendo en un delirio, se contagia de su materia y encarna su desmesura volviéndose desmesurada ella misma». Y añade Savater: «Se trata, a mi juicio, del libro total». «Es, desde luego y originariamente, una novela de aventuras, la crónica de la mayor de las cacerías, la travesía más desesperada que lleva hasta el abismo definitivo. Es también ensayo metafísico sobre la condición de ese abismo, estudio psicológico sobre la rebelión humana contra lo irremediable, (…), junto a una poética del compañerismo y la compasión desdeñada, libro de viajes, tratado de cetología, glosa multicultural de la diversidad de quienes vamos en el mismo barco por el mundo… Incluye remedos convincentes de los tonos bíblicos, de los monólogos shakesperianos, del infierno de Dante, de la voz de Walt Whitman y preludios de los agobios de Dostoiewski. ¿Hay quién dé más?».

Foto cortesía de Juan Socorro.

Foto cortesía de Juan Socorro.

Hay en este primer GraphiClassic espléndidos artículos del escritor Arturo Pérez-Reverte, del editor Constantino Bértolo, del filólogo Guillem Díez o del periodista Luis Roca Arencibia (colaborador de El Asombrario), sobre el rodaje de la película Moby Dick de John Huston, con Gregory Peck, en Canarias en 1954. Pero, entre todos, encontramos un esclarecedor análisis del sociólogo Carlos Uriondo, director de tan magnifico ejemplar de papel blanco, que trae a Moby Dick a nuestros días y pone la novela de, podríamos decir, rabiosa actualidad: «La lectura del libro de Melville produce en el lector actual un sabor agridulce y una extraña desazón que transfigura al Pequod en una especie de microcosmos con claros paralelismos con lo que podemos observar en nuestros días. Sus mensajes cifrados parecen tañer una cuerda oculta en el interior de nuestro espíritu. Nota a nota, el relato desgrana una misteriosa música que nos obliga a replantearnos muchas cosas, desde los límites de nuestra intervención sobre la ecología planetaria hasta la valoración del armazón ético y moral que justifica lo que llevemos a cabo como miembros de la civilización actual». Transcurridos 150 años desde que se escribió, su doble metáfora -sobre la ecología y sobre el poder- se nos presenta más actual que nunca. Vayamos con la primera. Dice Uriondo: «Dentro de las relecturas actuales de Moby Dick parece haber tenido una cierta aceptación el emparejarlo con la cuestión ecológica o, lo que es lo mismo, con el debate presente sobre si el hombre ha errado el camino de su supervivencia planetaria y se dirige en una dirección completamente contraria a ella». Allá por Navidades arrancaba esta Ventana Verde con una reflexión similar a propósito de una de las grandes películas del último año, La Vida de Pi, de Ang Lee. La lectura de esa película y la de Moby Dick, en clave ecológica, tienen mucho que ver, discurren por caminos próximos que convergen constantemente. «La persistente sordera del capitán Ahab de nuestros días es paralela a su ceguera de alma y, por más que le reprochemos algunos la incansable cacería del gran cachalote blanco, continúa imperturbable dirigiendo su barco con mano de hierro hasta lo más profundo del océano que surca y del que se considera amo, dueño y señor».

Sobre la parábola del poder, Carlos Uriondo está sembrado; no me resisto a copiar aquí párrafos que dan en la diana con precisión de relojero: «Las similitudes van mucho más allá de una interpretación fabulosa». «Percibimos entonces con claridad que la vida de los que viajan en el Pequod no vale gran cosa en opinión de los que se encuentran al mando y que la tripulación es plenamente consciente de ello. La total ausencia de empatía del capitán Ahab hacia sus semejantes se puede observar ampliamente en las decisiones que va tomando a lo largo de todo el relato. Solo quiere satisfacer su propio proyecto, y para ello está dispuesto a sacrificar a todo y a todos los que, paradójicamente, colaboran en su consecución». ¿Os suena esto si cambiamos protagonistas y colocamos a los actuales poderes políticos y económicos; si como barco ponemos el capitalismo radical que ha decidido sodomizarnos a nosotros y al planeta? Continúa Uriondo: «Nosotros, como habitantes del Pequod planetario, cuando interpelamos a los amos del mundo si esto es lo normal, recibimos permanentemente la respuesta de ‘esto es lo que hay y si no te gusta, salta del barco». Son párrafos entresacados de un maravilloso artículo titulado Un día en el Pequod (planetario), que no tiene desperdicio y merece ser leído en todas sus líneas y entrelíneas. Vaya aquí otro gancho directo a la mandíbula: «Estos nuevos capitanes Ahab que nos dirigen (que son pocos aunque utilicen a muchos para sus singladuras) tienen la delicadeza de no firmar con su nombre y se esconden bajo la máscara de epítetos como el de los mercados, sufriendo un tipo de invalidez que va mucho mas allá de lo físico y que alcanza lo espiritual. Son capaces de sumir en el hambre a 1.000 millones de personas al multiplicar por dos el precio de los cereales en la bolsa de Chicago (con notables beneficios para sus cuentas corrientes en los paraísos fiscales), de destruir el tejido económico occidental llevándose todo el aparato productivo a Oriente, de reventar el sistema financiero generando burbujas para transformar el precio de las cosas utilizando para ello sobre todo las necesidades más perentorias de la gente (por ejemplo, la vivienda, la educación o la sanidad). Solo se nos ocurre decir que a su lado el capitán Ahab presentaba una cierta nobleza o gallardía de carácter». «Compran futuros, pero en realidad lo que quieren es encadenarnos a un determinado tipo de futuro, que no es sino el de su propia locura e inanidad. En su nihilismo ciego intentan hacernos creer que su visión es la única posible y que no cabe ninguna otra que pueda dar un poco de esperanza a los 7.000 millones de seres humanos que abarrotan este sufrido planeta».

Cartel de la película

Herman Melville no tuvo suerte; público y crítica le dieron la espalda, no entendieron su visión escéptica del triunfante individualismo, su pesimismo frente a los gloriosos Estados Unidos. Escribe Muñoz Molina: «Se pasó muchos años trabajando en una lúgubre oficina de las aduanas de Nueva York, cuando ya se había resignado al fracaso contumaz de cada libro que publicaba». Entre sus amarguras, imaginamos (sigue el escritor): «la indiferencia del público y la hostilidad y el sarcasmo de los críticos; la claudicación final, cuando ya hasta dejó de buscar editores y se pagó él mismo lo poco que publicaba».

Pero frente a tan triste final y frente a la paranoia del capitán Ahab que conduce a todos al sinsentido, Uriondo nos deja una última interpretación esperanzadora (y revolucionaria): «En el recorrido de Melville por los océanos del mundo vio muchas cosas y entre ellas fue testigo de rebeliones a bordo, participando incluso en alguna de ellas. No siempre la tripulación aguanta la soberbia como argumento y la escala de mando como el único elemento de juicio a la hora de tomar las decisiones».

Las fotografías que acompañan este texto son materiales recuperados por el proyecto «Salvar la Memoria: 50 años de «Tirma» y «Moby Dick» dirigido por Luis Roca Arencibia en 2006 para revalorizar la memoria del rodaje del filme de John Huston en Gran Canaria.

Deja tu comentario

¿Qué hacemos con tus datos?

En elasombrario.com le pedimos su nombre y correo electrónico (no publicamos el correo electrónico) para identificarlo entre el resto de las personas que comentan en el blog.

Comentarios

  • Carlos Uriondo

    Por Carlos Uriondo, el 05 agosto 2013

    Muchas gracias por la reseña queridos amigos de El Asombrario y Cia y a vuestra disposición.
    Ya os twiteamos y adelante…
    Un cordial saludo
    Carlos Uriondo

  • Jose V.

    Por Jose V., el 06 agosto 2013

    Vamos todos a la deriva y todos sabemos que vamos a la deriva pero no sé porqué no cambiamos el rumbo de la nave siendo conscientes de ello. Quizá necesitemos naufragar, destruirlo todo para volver a empezar de nuevo, algún día… Quizá llegados a este punto sea la única solución posible y lo intuimos y por eso no hacemos nada por evitarlo.

  • Raquel

    Por Raquel, el 13 septiembre 2013

    Gracias, excelente reseña y excelente iniciativa. Desde luego que a la deriva vamos, lo asumimos como parte de nosotros.

  • Francisco

    Por Francisco, el 26 enero 2014

    Dualidad y Metáfora. Herman Melville acciona los potentes resortes del inconsciente y sitúa al ser frente al abismo de lo no conocido, pero ansiado. El desarrollo del artículo es excelente. Alejados de nuestra realidad, más próxima, divagamos entre la apología de lo virtual y la lectura superficial de uno de los textos más impresionantes que he leído.

Te pedimos tu nombre y email para poder enviarte nuestro newsletter o boletín de noticias y novedades de manera personalizada.

Solo usamos tu email para enviarte el newsletter y lo hacemos mediante MailChimp.