Fin del Ramadám
BAJO EL MANTEL
ALMUDENA SOLANA / Foto de IZASKUN GARCÍA
Hay veces que no hace falta comer. ¿Un té? preguntan, y en el fondo te invitan a conversar, como aquella vez, en el desierto.
Hay que pasear el desierto, escuchar, dejarse envolver por su calma y su furia; su calor mientras no llega el frío de la noche. El desierto es el otro Camino de Santiago, que te invita a mirar hacia dentro cuando avanzas, a agachar la cabeza cuando la arena o la lluvia te llenan los ojos.
La mesa, da igual, siempre está ahí , estés donde estés aparece un tablero. Muchas veces no hay mantel, sin embargo, pocas veces falta la tela. Los tejidos nos acompañan desde que nacemos, y nos predeterminan en cierta manera porque cobran su significado cuando abandonan esa superficie y visten, por ejemplo, una cabeza.
Termina el Ramadán. Y llegará la fiesta para muchos musulmanes. La fiesta de no esperar a la noche para dejar de contenerse. Recuerdo este té entre aquéllos que se hicieron amigos entre la arena. Todo relucía entonces, como la noche. Las estrellas se reflejaban en los utensilios y alguno comentaba que las teteras viejas eran el cuerpo antes del Ramadán y las nuevas, esas que relucían tras la espera y hablaban desde la cara, de la esperanza. En el Monte do Gozo, la gente llega ya a Santiago. Se protegen de la lluvia como yo me protegía de la arena.
Feliz encuentro para todos.
Te espero. Hasta el próximo jueves.
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