Ane Brun, diez años del mejor folk
Songs 2003-2013, un título simple pero contundente cuando se busca una retrospectiva a nada más y nada menos que 10 años de la carrera de un artista. Es así como la cantante noruega Ane Brun celebra una década en el mundo de la música. El Asombrario & Co se une a esta celebración haciendo un pequeño repaso a esta compositora, guitarrista y cantante.
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Nacida en Molde, Noruega, en 1976, actualmente vive en Estocolmo, donde escribe, graba y dirige su propio sello (Balloon Ranger Recordings) cuando no está de gira. Hace ya algunos años que se ha convertido en una de las artistas más premiadas y seguidas de la música alternativa en Suecia. Posee una extensa carrera con más de 10 discos publicados que la avalan, giras europeas y colaboraciones con artistas de medio mundo. Uno de ellos, Peter Gabriel, le dio el espaldarazo definitivo al invitarla en 2011 a formar parte de los músicos de su gira New Blood Tour y posterior disco New Blood, donde grabaría una de las mejores versiones del ya clásico Don´t Give Up.
Ane Brun, excelente guitarrista y compositora, excepcional vocalista, en realidad se llama Ane Brunvoli. Comenzó su carrera hace más de 15 años cantando en las calles de una Barcelona posolímpica y en San Sebastián, tocando canciones de Ben Harper, Ani Difranco o PJ Harvey, aunque admite que no fue un “éxito económico”, más bien un desafío.
Se considera «una performer más que una cantautora» y suele diferenciar entre componer melodías y escribir letras: «Lo primero es mucho más espontáneo, lo segundo es más intelectual y me cuesta más». Sirva como dato que la primera canción que escribió a los 22 años, fue en castellano y se llamaba Otra vez. Una época donde se adentró en el flamenco, estilo que le apasiona y que confiesa que marcó el año y medio que estuvo en la Ciudad Condal. “Pienso que vivir un rato en el extranjero te permite ver con mayor claridad tu lugar de origen e incluso quién eres realmente”.
Su música, una mezcla de neo-folk que elude el purismo, muchas veces es comparada con la de artistas de la talla de Björk o Joni Mitchell. Dulce e imprevisible, su voz es su mejor seña de identidad. Y lo cierto es que tiene esa capacidad de crear canciones intimistas de arreglos expansivos en los que brillan las orquestaciones y las armonías vocales.
Todo ello es una prueba de su originalidad, que también se debe a su peculiar forma de tocar la guitarra, instrumento que aprendió mientras interpretaba canciones de la cantautora estadounidense Ani Difranco. Brun es admiradora de artistas tan diferentes como Cyndi Lauper o Ron Sexsmith, con el que también ha colaborado, aunque creció impregnándose de la base y esencia de la música, escuchando jazz y clásica.
Tuvo unos comienzos brillantes con sus dos primeras entregas, Spending Time with Morgan (2003) y A Temporary Dube (2005). Pero fueron Changing of the Seasons (2008), It All Starts With One y Duets los mejores álbumes de su carrera y los que más entusiasmo despertaron en medio mundo, sobre todo en Reino Unido y EE UU. Tal fue el éxito que decidieron apostar fuerte por ella dotando sus directos con grandes bandas de acompañamiento en las que nunca faltaban secciones de cuerda. Realizó una de sus giras con un quinteto de cuerda, concierto que fue grabado y posteriormente editado como Live in Scandinavia en 2007. Aunque también confiesa necesitar esa comunión entre público y artista subiéndose al escenario con el solo acompañamiento de su voz y su guitarra: «No hay nada que ocultar cuando estoy sola en el escenario, es como una meditación para mí «.
Ane Brun, que hace bandera de virtudes poco vendibles hoy en día, cree en la sutileza, la delicadeza de matices sonoros, sentidos y vibrantes giros melódicos suaves y el uso, nunca excesivo, de su voz soprano.
Escucharla es intuir que surge impoluta e intemporal, y que hay momentos en los que inevitablemente te lleva a aquella era dorada del folk femenino de finales de los 60 y principios de los 70, de los híbridos actuales de pop con clásica, y la acercan al mejor presente.
Su Songs 2003 – 2013 puede ser una de las tentaciones sonoras de estos meses de verano, una manera de reflexionar y adentrarse en los cambios de una artista a lo largo de una década. Tal vez una perfecta forma de explorar de manera sutil la escena musical noruega. Pero, sinceramente, da igual que sea escandinava o no. El origen de los artistas cada vez importa menos, y sobre todo cuando enarbolan sus banderas. No hay nada más apátrida que la música cuando quien la hace ha sido turista y viajero en el mundo, y a veces sin necesidad de salir de casa.
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