Brutales ‘Historias reales’, el futuro nunca será como lo hemos soñado
La escritora australiana Helen Garner, una de las más destacadas de ese país, ha hecho en ‘Historias reales’ (Libros del Asteroide) una selección de sus crónicas, reportajes y artículos. Y ha construido un libro honesto hasta la obscenidad. Helen Garner es concreta como la primera palada de tierra que cae sobre la caja de un muerto. Y no tiene miedo de narrar el brutal asesinato de un niño bajo la atenta mirada de una madre que se ha quedado quieta por culpa de un amor carnal y tóxico. Ni de hablar de la perentoria necesidad de incluir en la vida cotidiana a las minorías, ni de denunciar a la mujeres que no empoderan a otras mujeres. Ni de obviar esa lacra que es la violencia de género.
Abandonar la ficción cuando posees la llave de su puerta principal es un lujo que pocos autores se permiten. La realidad es una mujer incómoda, una sátrapa que buscará exponer nuestro corazón sobre una bandeja de plata en cuanto nos descuidemos. La realidad no permite pasos en falso y tiene tendencia a crear guetos extremos para los escritores que tienen la osadía de coquetear con ella. Por eso me alegro tanto de que Helen Garner tenga entre sus dedos y su memoria bombas de realismo incontestable y que Libros de Asteroide las haya desparramado sin pudor sobre las 360 suaves páginas de Historias reales. Un libro magnifico en el que las palabras construyen un todo que deja sin aliento, que busca abrirse paso entre la carne.
Historia reales es una herida que no cicatrizará jamás en la memoria de quien lee. Es honesto hasta la obscenidad, un baile de palabras prohibidas que nos recorre y que nos nombra como objetos pasivos, pero también activos. Nos habla de que el futuro que veremos no coincidirá nunca con el que soñamos. Nos habla de que el futuro es sólo una golosina sucia y ajada en la boca de demasiada gente.
Helen Garner es concreta como la primera palada de tierra que cae sobre la caja de un muerto. Y no tiene miedo de narrar el brutal asesinato de un niño bajo la atenta mirada de una madre que se ha quedado quieta por culpa de un amor carnal y tóxico. Ni de hablar de la perentoria necesidad de incluir en la vida cotidiana a las minorías, ni de denunciar a la mujeres que no empoderan a otras mujeres. Ni de obviar esa lacra que es la violencia de género. Garner protege con sus palabras y deja claro que las mujeres se encuentra frente a un monstruo que sólo parece que ven ellas, aunque los gobiernos los sienten a su mesa para defenderse de sus fracasos y usarlo como ese reclamo electoral que suma ya tantos huérfanos de madre. Garner es un huracán de lucidez y de palabras necesarias, de párrafos que de ser leídos en las escuelas serían capaces de cambiar el mundo:
«El final de la maternidad, potencial o real, es una pequeña muerte. La muerte del útero trae consigo una pena que es, en la impresionante frase de Iris Murdoch, «un dolor terrible y augusto». La menopausia es grave. En el momento exacto en que la cultura externa deja de interesarse por ella, la menopausia plantea a la mujer el reto de respetarse y definirse de un modo nuevo».
Tampoco duda en hablar de la escalofriante manipulación de las madres contra las hijas. Ni del enfrentamiento feroz entre las chicas provincianas y la chicas de ciudad que al final no es más que una herida abierta sobre el mismo charco.
Garner no le teme al realismo invasivo porque usa la realidad como un faro, como una salida de emergencia que sólo los que saben escupir contra la falsedad de su imagen sobre el espejo encontrarán.
Garner se niega a ser un personaje e infringe las leyes y desde esa trasgresión construye su lugar en el mundo. En eso recuerda mucho a Cheever, a la desnudez de su vida a través de sus cartas. Garner va como él mucho más allá de los tendones y la carne de su vida y de las vidas que la rodean. Sus relatos son escaparates en el que los vicios y la virtudes de una sociedad y de muchas generaciones se exhiben como si no dañasen, como si no sanasen a aquellos que se detienen a observarlos.
Garner es una erudita emocional que se permite dudar, y ahí es donde reside el poder. Y hace filigranas con la realidad y con la rutina. Eleva la verdad y la sostiene como si fuese un objeto que ni pesa ni daña y la enseña con la misma rotundidad con que enseña un sacerdote el Cuerpo de Cristo en una mañana de domingo. Historias reales es un libro de verdades y contradicciones. Es como sentarse frente a un lago helado y escuchar cómo el agua lucha por que el visitante sepa que sigue viva bajo esa capa de quietud que la ha dejado muda mientras llega la primavera. Es un valioso catálogo de realidades que nos coloca y recoloca. Es lamer la llaga y también poner la mano sobre ella para que la herida quede a salvo y nos recuerde el camino hacia la vida. Es desmantelar la mentira que mantiene quietos a demasiados seres humanos. Es aprender los idiomas que los poderosos mantienen aislados, es saber que el porvenir está en la duda.
Imprescindible.
‘Historias reales’. De Helen Garner. Traducción de Cruz Rodríguez Juíz. Libros del Asteroide. 360 páginas.
Comentarios
Por c, el 28 enero 2019
bastante obscenidad etc tenemos ya cn la realidad que supera ampliamente cualquer ficcion
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no me interesa lo obsceno salvo para
ridiculizarlo
ponerlo en evidencia de cara a la critca y autocritca y denunciarlo
Por Deneuve, el 30 enero 2019
Bueno en su derecho está, pero hay tantas formas de sostener la palabra obsceno como seres humanos hay en el mundo. Quizás debería leer este estupendo libro, aprender es el mejor oficio al que puede aspirar un hombre. Y sí lo hace, verá la necesidad de hablar de obscenidad, al hablar de él.
Un saludo