Chevi Muraday: «Convertimos al espectador en incómodo voyeur»
El bailarín y coreógrafo -Premio Nacional de Danza 2006- presenta en La Casa de la Portera ‘Cenizas o dame una razón para no desintegrarme’, una claustrofóbica, bella y oscura coreografía sobre la dependencia, la destrucción y el amor.
MANUEL CUÉLLAR / Fotografía: ROBERTO VILLALÓN
Esta entrevista se realiza dentro de la cabina de un camión. Sí, de un camión aparcado junto al madrileño parque del Retiro. En un miniteatro habilitado en la trasera del vehículo, el bailarín y coreógrafo Chevi Muraday lleva de aquí para allá el delicioso espectáculo Trátame como me merezco. Pero no hemos quedado con el creador de la compañía Losdedae y Premio Nacional de Danza 2006 por este espectáculo. Lo que nos mueve este domingo de mediados de octubre a ese camión es el impacto absoluto que nos produce la visión de Cenizas o Dame una razón para no desintegrarme, su nueva propuesta que se representa en La Casa de la Portera de Madrid.
Es una apuesta arriesgada. Una obra correosa, claustrofóbica y difícil, pero que va directa al corazón y en la que es complicado no verse reflejado en varios instantes durante sus 70 minutos. Junto al bailarín Alberto Velasco –que realiza una interpretación tremendamente valiente de uno de los papeles probablemente más comprometidos que se puedan ver en el teatro español en la actualidad-, Muraday presenta un duelo interpretativo a dúo basado en las relaciones de dependencia, la destrucción y el amor. Una belleza oscura e inquietante que ya ha sido ensalzada, entre otros, por el crítico de danza Roger Salas.
¿Qué es Cenizas? Todos hemos vivido en algún momento una relación de dependencia. Y todos hemos tenido algún enganche destructivo con alguien. Y creo que todos hemos vivido ambos roles: destruido y destructor. Cenizas es la historia de dos seres humanos que se enfrentan uno al otro buscando una salvación. Y creo que finalmente es la historia de dos héroes.
¿De dónde sale? La primera vez que pisé La Casa de la Portera para ver IvanOff lo tuve claro. Ya con José Martret (director de la sala) había hablado de meter danza en ese espacio. Fui muy consciente de las dificultades que tenía la sala para la danza, pero también las posibilidades tan maravillosas que me ofrecía para poder montar un espectáculo. Sabía que tenía que hacer algo allí y que tenía que ser muy especial, algo creado ad hoc para ese sitio. Empecé a pensar en una cosa muy cotidiana, de relaciones humanas, entre dos personas. Sobre la posesión y la dominación del uno sobre el otro. ¿Quién es el dominado y quién el dominante? Todo eso podía entrar muy bien en el ambiente tan claustrofóbico que tiene el espacio.
Sin embargo, podría pensarse que un lugar tan peculiar y pequeño como La Casa de la Portera es un espacio antidanza, ¿no? Hace años que mi compañía Losdedae viene realizando trabajos en espacios mínimos, así que no nos cogía por sorpresa. Hemos estado en las salas de microteatro, dentro de este camión, en un antiguo burdel una buena temporada… La danza se puede realizar en cualquier lugar. Lo llevo experimentando hace tiempo. Es cierto que un escenario y un teatro te pueden ofrecer unas condiciones técnicas y un espacio en teoría idóneo para la danza. Pero La Casa de la Portera o cualquiera de estos espacios pequeños también resultan idóneos. La danza como forma de expresión puede estar en cualquier lugar. No hay que encorsetar ningún arte escénica.
En ‘Cenizas’ la palabra tiene un peso muy importante. Lo de involucrar texto en mi trabajo viene desde el principio de formar la compañía. La palabra siempre ha estado muy latente y de forma muy espontánea, pero siempre había surgido desde improvisaciones de los propios bailarines. Nunca habíamos trabajado con dramaturgos. Pero el año pasado comenzamos una colaboración con dos fieras de la palabra y el teatro como Pablo Messiez y Guillem Clua, con textos específicos para personajes con un peso en la coreografía y en la historia. Pero la palabra siempre ha estado.
¿Y el lenguaje coreográfico de la obra? He trabajado en Europa como bailarín en distintas compañías y allí tuve la oportunidad de conocer los trabajos de gente como Kylian o Mats Ek antes de que se conocieran en España. Pina Bausch también está muy presente: trabajé en la segunda compañía de Pina durante una temporada. Todo eso está ahí, por supuesto. No puedo decir que todos esos grandes de la danza fueran mis maestros directos, pero son referentes, y uno absorbe de toda esa información y lo filtra a un lugar que sea más personal.
¿La proximidad tan grande con el público en esta coreografía te resultó en algún momento un obstáculo? La proximidad del público es un combustible impagable. Energía pura. Poder sentir la respiración del espectador tan cerca al mismo tiempo que estás interpretando es algo casi indescriptible. Se crea un vínculo irrompible. Esto ocurre sobre todo porque hemos querido hacer una obra larga, de una hora y diez minutos. La concentración que requiere es máxima. Una de las pautas que tenemos es no interactuar con el público. Para nosotros obviarlo significa que logramos esa cosa tan incómoda que siente el espectador de convertirse en un voyeur. Le hacemos sentir que está invadiendo un espacio que no es suyo. Pero como intérprete notas, sientes que allí el público llega al mismo nivel de concentración absoluto que tú. Eso es magia. Es lograr un estado elevado.
¿Qué opinas de la salida de Nacho Duato de la Compañía Nacional de Danza? Creo que hemos pasado a segunda división. Cuando la llevaba Nacho fui uno de los privilegiados coreógrafos españoles que trabajó con la compañía. El trabajo que hacía Nacho Duato era impecable. A él se le pueden buscar todas las cosquillas que se quiera como creador, como director, como persona… Pero es innegable que la CND tenía un nivel altísimo. Creo que la mala gestión de las instituciones en España es palpable. El ego personal de los responsables políticos de la cultura trasciende del poder que tiene el creador. Los políticos se equivocan: son los creadores los que tienen el poder. Sin los creadores, ellos no existirían. Y eso en España no funciona: no se tiene ningún respeto hacia el creador. Los políticos son los que creen que tienen el poder y ese es el problema. Un coreógrafo-director como Nacho Duato, que se lo rifan grandes compañías en el mundo, termina desterrado de España y eso es una vergüenza. Se tiraron a la basura 25 años de valor de la danza contemporánea en España. Y para el nuevo director es muy difícil. José Carlos Martínez ha sido muy valiente al haber aceptado esa patata caliente tan complicada de gestionar.
¿Por qué crees que a los políticos en España no les gusta la danza? Según ellos, los gestores, porque no genera un movimiento económico suficiente como para ser tenida en cuenta.
Sin embargo, la CND con Nacho Duato era un éxito total. Claro que lo era. Pero los gestores insisten en que no hay un público para la danza y se equivocan. Cuando hice Return en el Matadero, en principio no confiaron en ella. Nos dieron solo dos semanas. El segundo día, viendo que se disparaba la venta de entradas, fue cuando nos volvieron a llamar para programar. Claro que la danza tiene público. Lo que falta es una responsabilidad permanente por parte de las instituciones. Yo no quiero subvenciones. Lo que quiero son gestores eficientes que consigan 75 funciones a caché en todo el territorio español. Esa es la responsabilidad de los políticos culturales. La responsabilidad es crear una red real que posibilite que las compañías locales podamos bailar en todos los sitios.
Quizá busquen que con los teatros se tenga la misma sensación que con los aeropuertos. Llevo 17 años con una compañía privada y he conocido una red de teatros en España y en la Comunidad de Madrid. Ahora, muchos están vacíos. Desde hace seis años esa red ya no existe. Se la han cargado. Pero esto lo digo en la cabina de un camión. Si tengo que bailar encima de un banco de un parque seguiré bailando… Seguiré haciendo mi trabajo y buscando yo mismo las fórmulas que permitan que mi trabajo llegue al público. Con Cenizas estamos viviendo un momento fantástico. Después de cierta incertidumbre con la compañía, de pronto ha sido un revulsivo. Estamos ahí de nuevo y lo más importante es estar.
Cenizas o Dame una razón para no desintegrarme. Coreografía de Chevi Muraday. Dirección de escena: David Picazo. Textos: Pablo Messiez, Guillem Clua y Alberto Velasco. Música original de Ricardo Miluy y Mariano Martín.
Se representa en La Casa de la Portera (Abades, 24, bajo derecha), martes y miércoles de octubre a las 20h y 22h. Entrada: 15€. Teléfono de reservas: 649 39 75 71 (de 11h a 14h y de 17h a 20h).
La obra girará por teatros convencionales, puesto que se ha construido una reproducción exacta de las dos salas donde se desarrolla la pieza para llevarla como decorado a espacios tradicionales.
Comentarios
Por Orlando., el 28 octubre 2013
Me ha gustado la entrevista!!
y por lo que se cuenta parece que tiene muy buena «pinta» la obra «Cenizas».
Habrá que ir a verla. Gracias.