«A la derecha no le interesa el salario mínimo, están en contra»

El escritor y periodista Sergio C. Fanjul. Fotografía de Liliana Peligro.

Sergio C. Fanjul hace visibles a las personas vulnerables que habitan en su libro ‘La España invisible’ (Arpa). Es uno de los logros de este libro crónica- ensayo donde la pobreza es uno de sus ejes. El australiano y relator especial sobre pobreza extrema y derechos humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) Philip Alston describe a España “como un país que le está fallando por completo a buena parte de su sociedad, aquella que vive en la pobreza, cuya situación ahora se encuentra entre las peores de la Unión Europea”. Hablamos con Fanjul, poeta, periodista en ‘El País’, colaborador de ‘El Asombrario’ y muy agudo activista en redes sociales.

La entrevista con Fanjul se desarrolla en el barrio de Lavapiés, pocos días después de las elecciones municipales y autonómicas que han originado muchas preguntas. Ha sorprendido que no haya un mayor voto para las políticas que se preocupan por la exclusión social o problemas endémicos como el de la vivienda o los salarios dignos. Actualmente, alrededor de tres millones de viviendas permanecen vacías en España, mientras millones de ciudadanos tienen dificultades para acceder a una, sufren desahucios o pagan alquileres demasiado altos. El precariado es el nombre que el sociólogo Guy Standing ha dado a una nueva clase social, que, visto lo visto, parece que ha votado más a sus verdugos que a sus posibles salvadores con reformas laborales, subidas del mínimo interprofesional o ayudas por distintos conceptos.

Se agradece, en la lectura del libro, que Fanjul haya optado por patear las calles donde habitamos, nos vean o no. “La riqueza creada a lo largo de la historia, toda, es el resultado de un proceso colectivo”, escribe el economista Thomas Piketty en Breve historia de la igualdad. Fanjul habla de distintos colectivos que quieren hacer realidad esta frase y recoge las luchas de desarraigados, desempleados y de las minorías.

La pandemia hizo visibles las colas del hambre y a las asociaciones y personas que arrimaban el hombro. La picaresca, que siempre se ha asociado con el pobre, ha tenido sus grandes representantes en los ricos, en las meritocracias familiares y en las grandes instituciones. En el libro de Fanjul hay muchas historias e Historia como contexto. Son numerosas las cuestiones que surgen de cómo realizar un nuevo contrato social que consiga compaginar la existencia individual con la solidaridad de la vida comunitaria. “El motor del libro es la incomprensión de muchas situaciones”.

Tu libro podría calificarse de una gran crónica de la actualidad. No sé si te gusta este término.

Sí, podría llamarse así, un ensayo crónica. Se han escrito muchos libros sobre la desigualdad y en muchos de ellos falta darle voz a los que la sufren, a los afectados. Quise poner la parte periodística al visitar lugares, ir a los barrios segregados, hablar con las personas que los ocupan y con las asociaciones y colectivos que se preocupan. Además, mostrar la concatenación de tres crisis económicas y sus consecuencias en una sociedad individualista como es esta. Es un retrato de este tiempo.

Ante los resultados de las elecciones, no parece que las políticas progresistas para paliar los múltiples problemas que expones en tu libro hayan sido las elegidas.

Antes de estas elecciones ya me preguntaba qué estaba pasando con las políticas sociales que no generan votos. Hay que decir que las clases más desfavorecidas no participan en política. Las personas sin hogar se sienten desvinculadas de la sociedad, no quieren votar, no están informadas, pero todavía no tengo un análisis de lo ocurrido, sí parece que los distritos obreros en Madrid han votado PP. También se ha dado una focalización en la campaña en temas como ETA o el separatismo. Las cuestiones sociales están siempre más opacadas. Además, la derecha en este terreno no ganaría, a ellos no les interesa el salario mínimo, los subsidios o las ayudas sociales, porque están en contra.

Hay un tuit de unas declaraciones de Ken Loach, en el que dice: “La esperanza es una cuestión política. Cuando la gente la pierde, vota al fascismo”. ¿Qué piensas de esta afirmación?

No lo sé, pero en lugar de que la izquierda capitalice el descontento, el hartazgo y el sufrimiento, lo está haciendo la derecha. Dentro del sistema neoliberal hay una raigambre, hay una cultura y una ideología muy individualistas. Con el capitalismo keinesiano, un poco más de izquierdas, todavía había un sentimiento de comunidad y de solidaridad. Se habla del espíritu del 45 en Gran Bretaña. Después de la II Guerra Mundial se constituye el estado del bienestar para repartir y compartir. Ahora el sustrato es el individualismo y, cuando vienen mal dadas, en lugar de agruparse para resistir el temporal, se pelea con el de al lado supuestamente para sobrevivir en la jungla, lo que lleva a esta ola conservadora que mantiene que los inmigrantes vienen a quitarles el trabajo o que los pobres son unos caraduras.

Escribes sobre el problema del acceso a la vivienda. También de desahucios.

Mucha gente es rentista. España es el país de Europa con más propietarios.

La gente durante muchos años lo ha visto como una forma de ahorro e inversión. Comprar era una forma de acumular riqueza. Así que imagino que hay muchas personas que no quieren que se regule el tema de la vivienda.

Pero se acaba de aprobar una Ley de la Vivienda, con sus logros y sus errores, que podría beneficiar a los más vulnerables.

La lógica está fallando a la hora de poder explicar determinadas problemáticas. En tiempos de crisis, las clases populares, en buena lógica, deberían votar a quienes les defienden. Se han dado políticas sociales que tal vez no sean perfectas, pero sí han ido en el sentido correcto. Así que, ¿cómo es posible que la gente vote en contra de esto? Hay un mantra por ahí que dice: Que la izquierda gobierne en tiempos de crisis para que no todo se vaya al garete y en tiempos de prosperidad que gobierne la derecha. Tal vez hay gente que da por zanjada la crisis y esperan una situación de crecimiento.

La metáfora que dio Oxfam Intermon para la pobreza fue que la desigualdad es un virus, ¿qué vacuna podemos desarrollar?

Durante la pandemia se habló en estos términos porque también se estaba generando una gran desigualdad. La desigualdad junto con la crisis climática son los mayores problemas a los que hay que enfrentarse. Para cierta derecha liberal, la desigualdad no solo es algo que existe, sino que hay que fomentar. Pero la desigualdad es un factor muy desestabilizador. Nadie quiere vivir en sociedades desiguales, en estas, los ricos se tienen que encastillar en residencias protegidas o tratan de irse del país. Con ella la vida pública es peor, hay mal urbanismo, más inseguridad en las calles, pésimo medioambiente. Pero cómo la atajamos es otra de las preguntas del millón. No hay soluciones mágicas. Hacer un país mejor y más decente colabora a que haya menos desigualdad y mejores servicios públicos como sanidad y educación, subsidios, prestaciones por desempleo. Es mejor una sociedad cohesionada y, por supuesto, debe darse un mejor reparto de la riqueza para superar la pobreza.

Adela Cortina acuñó el neologismo aporofobia. ¿Nos asusta la pobreza y por eso intentamos que sea invisible?

No solo nos cuesta asumirla, y, como explico en el libro, también la pobreza intenta no ser visible. Hay que esconderla y ella se esconde. Para esconderla existen múltiples formas. En el libro enumero algunas de ellas, como su exclusión y expulsión de los centros urbanos. Otra es romantizar los trabajos precarios, como a los raiders de Globo; en lugar de ser unos hombres y mujeres explotados, son jóvenes que viven maravillosas historias urbanas con la música sonando en sus cascos. Se romantiza la precariedad de los autónomos llamándolos empresarios. Además, la segregación por barrios da distintas perspectivas de la pobreza. Por eso el consejero Ossorio de la Comunidad de Madrid sale a decir, ante las estadísticas de Caritas, que dónde están esos pobres, que él no los ve.

Luego se criminaliza a los ocupas en las televisiones, pero no enseñan a esas familias necesitadas que se ven obligadas a meterse en un piso de un banco. Otra forma muy interesante de invisibilizar la pobreza es la persecución del sindicalismo, la propia idea del sindicalismo. Así se afianza la creencia de que los trabajadores no los necesitan.

En la presentación del libro estaban las personas y plataformas con las que has dialogado para escribirlo. Me gustó mucho verlas.

No vinieron todas, las que pudieron, ya que, como digo en el libro, las personas pobres no están ociosas, tienen muchas cosas que hacer. Vino

Joaquín Carmona, una persona sin hogar. Cuando comenzó la pandemia, dejó de tuitear y la gente que le seguía pensó que podía haber fallecido. Lo que pasó es que tuiteaba desde una biblioteca pública y estaban cerradas. También estuvo una familia que ocupó una casa de un fondo de inversión en Villaverde y sigue luchando por una vivienda digna. Este fondo no quiso ofrecérsela en alquiler, solo quería echarlos para que la vivienda se quedara vacía y así poder especular. Muchos inversores en los centros de todo el mundo las mantienen vacías, porque les interesa el mercado de la especulación de la venta y no el alquiler. Vino también gente de las organizaciones, ya que, a la hora de hacer el libro, me encontré con muchas redes como las del sinhogarismo. En estos ámbitos he visto mucho activismo. No he visto tanto en el tema del trabajo precario.

Gay Talese decía en una entrevista: “Quería escribir sobre quienes no se escribiría si yo no lo hiciera. Quería entrevistar a personas que, si yo no las entrevistaba, nunca serían entrevistadas”. ¿Echas de menos como periodista que los medios muchas veces no pongan el foco en las personas?

Sí, claro. El domingo por la tarde estuve viendo una serie que ha hecho

Obama. Él tiene una productora con su mujer y realizan documentales sobre las mujeres que limpian los hoteles o las trabajadoras de los Starbucks. Me parece precioso porque él empezó en Chicago como trabajador social. En lugar de hacer solo conferencias, que también, ha vuelto a las bases. Me gusta que utilice su poder y armas mediáticas para un fin tan noble como hablar con las personas de sus problemas. Los medios de comunicación deberían hablar más de estas realidades, pero creo que las clases más desfavorecidas tampoco están representadas en las plantillas de los medios de comunicación. Las historias sobre personas pobres nos siguen resultando folclóricas; los clichés se repiten y no hay repercusión política.

Entonces, ¿cómo va a ser posible un contrato social si nadie da visibilidad, si no se tiene en cuenta al otro, si lo que estamos generando son acciones poco humanitarias?

Ahora tenemos muchos frentes abiertos, hay muchas situaciones de desesperanza y no solo en lo social, también en lo ambiental, en lo tecnológico. En el menú para el fin de mundo, la posibilidad de elección es amplia, no parece que haya la posibilidad de imaginar un futuro decente. La derecha mira al pasado, ya que el futuro es algo incierto.

Pero en el pasado también hubo estallidos sociales, revueltas, huelgas reivindicativas.

Sí, y por eso cierta izquierda mira también al pasado, pero hay corrientes que dicen que la izquierda debería apropiarse de la tecnología y de su capacidad de transformación y que no solo esté en manos de reaccionarios para explotarnos mejor, desinformarnos y manipularnos. Hay que dejar de tener ciertas añoranzas y mirar al futuro para generar una sociedad poscapitalista y con una renta básica como uno de sus objetivos.

No parece que sintamos los españoles mucha vergüenza por mantener una España invisible.

A estos que defienden la marca España no les preocupa lo social. Hay una obsesión con traer turistas, inversores con grandes eslóganes, con grandes eventos culturales, sociales o deportivos. Están obsesionados en ofrecer una buena imagen al exterior y, sin embargo, no se preocupan de mirar al interior del país. Son eventos para la galería y sus intereses. Y por eso la pobreza va en aumento, la contaminación también, el ruido y la tala de árboles.

Sergio C. Fanjul hará una nueva presentación de ‘La España invisible’ el próximo jueves, 22 de junio, en la librería Alberti de Madrid (Tutor, 57). A las 19.00 h. 

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Comentarios

  • ¿Vivimos bien? Primer Informe Ecosocial sobre Calidad de Vida en España

    Por ¿Vivimos bien? Primer Informe Ecosocial sobre Calidad de Vida en España, el 21 julio 2023

    […] a la precarización laboral. [Un aspecto que desarrolla bien Sergio C. Fanjul en su reciente libro La España Invisible ]. La desigualdad multidimensional y transversal se muestra con especial claridad en España, algo […]

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