‘Águilas’, el despertar al amor y dolor de dos amantes quinceañeras
La realidad es una araña que jamás deja con vida a los que sueñan. Y eso lo saben muy bien las protagonistas de ‘Águilas’, la hermosa y pintoresca novela que ha escrito Fló Guerin. Una huida tragicómica en la que dos amantes quinceañeras descubren el despertar al amor, al dolor, el estigma que inocula la delación y otro montón de sensaciones que las mantienen atribuladas, pero a la vez esperanzadas mientras dura la historia. Dinámica, vitalista, trágica y a la vez luminosa, ‘Águilas’ transcurre sobre la mano lenta de la ensoñación. Porque la juventud es bella e incontrolable, pero jamás justa.
La novela combina la sutileza de la inocencia con el atronador ruido de la pasión, haciendo gala de un equilibrio que refrenda el gran empuje de una narración que catapulta a sus protagonistas hasta la exactitud. Nada de lo que cuenta Guerin desentona, el discurso de Federica y de la muchacha sin nombre que la ama y la acompaña en el esclarecedor periplo que protagonizan constituye un hermoso logro cuyo léxico brilla como lo hace esa mañana que decide desobedecer el peso de la niebla hasta convertir en dos pequeñas aberturas los ojos de quien la mira:
“Anoche Federica me dijo que deslomarse significa matarse a trabajar, quedarse sin riñones. Descubro que el español es un idioma de metáforas concretas”.
Brilla también de manera descomunal el antagonismo de las dos muchachas galas que se aman y se odian como si fuesen plenamente conscientes de que sobre la sombra de su potente lucha desfila el fin del mundo. La muchacha sin nombre ama y la otra, Federica, alimenta a esa fiera insaciable que es la carnalidad adolescente sabiendo que esa herida consumirá su porvenir:
“Cuando la Reina de las Nieves secuestró a Key, él quiso decir una plegaria, pero solo le vinieron a la cabeza tablas de multiplicar. Si uno ya no siente, se pone a echar cuentas”.
Aderezada con un sinfín de pintorescos comparsas, Guerin consigue que el lector retroceda en el tiempo sin que le importe caer en las fauces de un truco de magia que, sin la maestría con que lo ejecuta la autora, acabaría convertido en un hechizo de saldo.
Guerin ha construido una historia tan sencilla y al mismo tiempo tan rica desde lo emocional, que acaba siendo ese bello testamento que entrega siempre la juventud.
Hay heridas, claro, pero heridas distintas, alejadas de la misericordia o de la rebeldía con que a menudo están contadas este tipo de historias. Águilas no congrega ni a héroes ni a heroínas; tan solo cuenta esa verdad capaz de iluminar a toda una generación. Águilas no está escrita para ofrecer un final feliz, sino un final injusto; porque la juventud es bella, incontrolable y a menudo epifánica, pero jamás justa.
Águilas es la crónica de un fracaso anunciado, porque las protagonistas parten desde un cuadro emocional antagónico. La docilidad de Federica choca contra la destreza vital y el desapego de la muchacha sin nombre que narra la historia.
Es también un mapa de inducciones arriesgadas; el perfil de la manipulación atraviesa cada una de sus páginas. Manipula quien ama y también lo hace aquella que es amada. Quien ama lo hace desde su lugar privilegiado en la sociedad y quien es amada lo hace desde la marginalidad proletaria que la ha visto crecer.
El lector se encontrará por tanto con una novela completísima acerca de la pasión y sus aguas subterráneas, pero también acerca de la pasión y de ese eclipse total que exhalan los besos que jamás debieron darse.
Un libro que sabe a nouvelle vague, pero también exhala un irreductible toque kitsch que hace de ella un territorio francamente atractivo.
Lean este hermoso cuento costero, déjense llevar por ese vaivén que solo saben proporcionar los mares escondidos. Sumérjanse en esta novela divinamente fragmentada que les ofrecerá una maratón de emociones, de fracasos y miedos. Su naturalidad se pega a la memoria de esa forma en que la electricidad estática se pegaba sobre el cuerpo del bolígrafo que durante las horas lectivas movíamos frenéticamente sobre nuestras chaquetas de lana, inducidos por el aburrimiento.
Comentarios
Por angel coronado, el 07 junio 2022
“Bella para todos. Siempre incontrolable, jamás justa”…
No lo sé. Sinceramente, no creo que lo sepa nadie, porque si joven, ¿se advierte? Porque si viejo, ¿se sabe?
Pero no lo sé, porque nunca se sabe… si lo de joven o viejo depende siempre de las canas y de los años, que hay canitas que vuelan y vuelan por los aires y juventudes que no, que aún volando por el aire lo hacen siempre sentadas.
Y además, para decir esto, he tenido que usar dos palabras nefastas: “siempre”, “nunca”, palabras que nunca deben estar solas. Siempre acompañadas.