Aixa de la Cruz: “Inventamos recuerdos para construir el pasado, para darnos una explicación»

La escritora Aixa de la Cruz.

La escritora Aixa de la Cruz.

La escritora Aixa de la Cruz.

La escritora Aixa de la Cruz.

El último libro de Aixa de la Cruz (Bilbao, 1988), La línea del frente, se ha presentado como una novela sobre la violencia terrorista en Euskadi, pero para la autora el objetivo es mucho más general, es una novela sobre la construcción del pasado, sobre las trampas y argucias de la memoria. Hemos hablado con ella. ¿Hasta qué punto se puede asegurar con total certeza el ayer? No sólo el individual, sino también el colectivo.

El pasado es ese tiempo que se forma en nuestra memoria a base de vivencias, de recuerdos, de lecturas…, un lapso que no se puede negar. Pero a veces tiene una tara: las percepciones que guardamos sobre él no son siempre reales. Inventamos situaciones o momentos porque nuestro cerebro necesita dar coherencia, dar sentido a lo vivido. Otras simplemente aceptamos falsos hechos como verdaderos. Bajo esta subjetividad aleatoria, ¿hasta qué punto se puede asegurar con total certeza el ayer? No sólo el individual, sino también el colectivo.

Esta cuestión es la que subyace en La línea del frente, el último libro de Aixa de la Cruz. Una novela en la que las teorías post-estructuralistas visten el conflicto etarra en Euskadi para contarlo alejado de todo maniqueísmo, ya que con esta obra la autora trata de desmontar que haya una verdad única e irrefutable. “Yo creo que lo que interesa es que existan muchos relatos contrapuestos. A través de todas estas historias en conjunto creo que sí nos podemos acercar a la verdad de una forma más honesta que cuando nos venden un relato que intenta abarcar toda la verdad”. Y qué mejor herramienta que la literatura para contar historias contrarias.

En ‘La línea del frente’ abordas el conflicto etarra, pero en el núcleo de la novela reside la construcción de la identidad, del pasado.

Es cierto que la novela se ha anunciado como una obra sobre la violencia terrorista en Euskadi, pero honestamente creo que no es el argumento principal. El tema fundamental de la obra es la construcción del pasado, tanto del identitario, como de la gente que nos rodea. En este sentido, el tema vasco surge como uno de los motivos a los que aludo a través de la idea de la construcción de la identidad. Pero sí, yo diría que el tema principal de la novela es cómo construimos ficciones para explicarnos nuestro pasado, para explicarnos nuestra identidad… pero también para explicarnos quiénes son los otros.

Hay una frase en el libro que dice “quizás el hombre es tanto lo que ha hecho como lo que ha inventado”. Con esto estás apuntando a que nuestros recuerdos tienen un alto porcentaje de ficción.

Por un lado existe el fenómeno de los recuerdos inventados. Para mí esto es muy curioso, porque según dicen los expertos, la memoria a largo plazo no se construye hasta los tres años y, sin embargo, muchos tenemos recuerdos que son anteriores a esa edad. ¿Qué pasa con estos recuerdos? Muchas veces lo que hacemos es a través de relatos que nos han contado, de historias que nos han dicho que vivimos… acabamos construyendo una serie de recuerdos falsos o recuerdos que no son propios. Esto es porque es más importante para nosotros tener una idea coherente de nuestro pasado que una real, es decir, es más importante el sentido narrativo que los hechos verídicos. En este punto la literatura y los relatos identitarios se parecen mucho. Cuando tú escribes una autobiografía, en seguida te das cuenta de que no se puede contar todo, de que hay que seleccionar, incluso muchas veces hay que inventar pequeños retazos para que la escritura sea coherente. Creo que esto ocurre tanto cuando te sientas a escribir, como cuando nos contamos el relato sobre quiénes somos.

En este sentido, ¿hasta qué punto se puede creer en la Historia?

Yo creo que hay que creer en las historias, en plural. Sin llegar a tergiversar los hechos, con los mismos datos se pueden construir de diferentes formas. Los hechos puros no tienen sentido para nosotros si no vienen ordenados en un relato. Y dependiendo de cómo contemos esos relatos, con los mismos hechos podemos conseguir versiones muy distintas.

¿Cómo podemos conseguir un acercamiento entonces a la Verdad?

La idea para mí es dar por hecho que no hay una verdad como tal. Pero si hablamos de la verdad histórica, yo creo que lo que interesa es que existan muchos relatos contrapuestos. Sobre todo la literatura, que suele partir más desde lo personal, nos brinda esta estrategia. Si contraponemos muchos relatos distintos sobre un mismo período histórico, todos escritos con una subjetividad distinta, si contraponemos todos esos relatos, que a menudo serán contradictorios, a través de todas esas historias en conjunto creo que sí nos podemos acercar a la verdad de una forma más honesta que cuando nos venden un relato que intenta abarcar toda la verdad.

En este sentido, ¿podría funcionar la literatura como un objeto que representa mejor la realidad que la propia realidad?

Sí, claro. Yo creo que la literatura nunca aspira a ser realista, en el sentido de ser transparente con la realidad que representa, pero sí que aspira a contar la realidad sobre eso que representa. A veces, maleando los hechos objetivos se puede llegar a una verdad más honesta que reproduciendo los hechos puros. Sobre todo, como la literatura en el fondo tiene que ver con el punto de vista, lo que nos permite todo un corpus de textos literarios es acceder a muchos puntos de vista. Y eso sí creo que es acercarnos a la verdad.

Un tema que tiene mucho que ver con todo esto y que desarrollas en el libro. ¿Son todos los héroes mitos?

Sí, yo creo que todos los héroes son mitos. Digamos que hay un entorno alrededor de ellos. Un relato que se ha ido hinchando y que suele ser muy ideológico, muy marcado. Suele ser el poder quien elige qué es heroico y qué no. Un terrorista yihadista es un héroe en el Estado Islámico y aquí nos parece un asesino sin ningún tipo de heroísmo. Por lo tanto, creo que la idea del héroe es siempre una imposición y una fabricación de alguna manera.

¿Por qué este tema? ¿Qué te tocó para empezar a hablar sobre la verdad, sobre los mitos?

Ha influido mucho que durante esta novela estaba escribiendo mi tesis doctoral. De ahí el paralelismo con la protagonista, que también la está escribiendo. Y de ahí también que sea una novela que está muy influida por la filosofía postmoderna. Yo me he formado en la universidad cuando la teoría crítica estaba muy marcada por la filosofía post-estructuralista que estaba ejerciendo un relativismo muy peligroso, es decir, si nada es real, si nada es cierto, podemos llegar a la postverdad de Trump, que es el extremo peligroso de esta ideología. Por el otro lado, me parece que el relativismo moderado nos ha ayuda a replantearnos los binarios, que haya una verdad pura, a asumir que cuando se nos vende algo como universal se están callando otras voces… De alguna forma, yo creo que en la novela hay un análisis de toda la ideología post-ectructularista y postmoderna con la que me he formado estos años.

En el libro, Sofía, la protagonista, se castiga mucho por no haberse involucrado en los años del terrorismo. ¿Cómo fueron aquellos años para que a día de hoy aparezca este personaje en tu novela?

Para mí Sofía planteaba un reto como personaje: cómo desarrollar un protagonista que a mí, a priori, me parecía imposible que existiera. Yo al menos, tal como recuerdo mi infancia en los últimos años de ETA, era imposible no estar politizado. Se hablaba de política en todas partes, en el instituto, en los bares, en las comidas familiares… Había como una especie de obligación a tomar partido. Lo que me interesaba era crear un personaje que, por haber vivido en una burbuja bastante ególatra, pasó por todo aquello sin darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Cuando acabó ETA, en los últimos años, ha habido un proceso de revisión del pasado muy fuerte en Euskadi en el que muchos hemos analizado las cosas con perspectiva. En este contexto igual debería haber hecho las cosas que no hice, haber hablado cuando callé. Y sin embargo Sofía es un personaje que tiene culpa porque ni siquiera se siente parte de este proceso de culpa colectiva que han emprendido algunos: una cosa es haber legitimado a los agresores por inercia o por ideologización y otra cosa es haber vivido como si no tuvieras contexto. Para ella hay más culpa en eso que si hubiera estado de parte de los agresores.

En este sentido, ¿funciona este libro como un acercamiento a lo que fue el conflicto vasco lejos de todo maniqueísmo?

Es un libro que trata de desmontar el maniqueísmo en sí: trata de desmontar que hay una cosa como la verdad o como la falsedad: de pensar la historia en binarios. En ese sentido, no sólo lo que respecta al tema vasco, sino también a todos los temas: el identitario, sobre el pasado… Sí que hay una apuesta por que prosifiquen los relatos en plural, en lugar de que se asiente uno solo.

Hay un momento en el libro que apuntas que “sólo hablamos de lo que ya no importa”. ¿En qué punto crees que está el conflicto etarra en estos momentos?

Yo creo que seguimos en un proceso necesario, que tiene que ver con la reparación de las víctimas, con ver cómo han quedado las secuelas en la sociedad, cómo debemos aprender de todo lo ocurrido para que no vuelva a suceder… Seguimos trabajando con todo ello. Creo que ha mejorado muchísimo el clima en Euskadi y que tenemos que seguir dando pasos para llegar a un momento de conciliación absoluta.

¿Crees que esta distancia es lo que está provocando que se estén dando más novelas sobre el conflicto?

Es una pregunta compleja porque no creo que sea cierto que se estén publicando más novelas, sino que se les está dando mayor visibilidad que antes. O que haya más interés en publicarlas fuera de Euskadi. Yo no podría responder a esta pregunta, sino que deberían contestarla los editores, que son los que se encargan de decidir qué texto es apropiado en un momento histórico o no. Sí creo que cuando el dolor está muy reciente es difícil adoptar la distancia, hacer buena literatura. Creo que el dolor tiene que distanciarse y deconstruir un poco las cosas para alejarse del maniqueísmo. Cuando seguimos de duelo por algo es difícil mantener la distancia. Aun así, se han escrito libros excelentes y muy críticos durante los años duros. Lo que creo es que ha cambiado mucho la difusión.

En tu caso, ¿ha sido improvisación o te has dejado una distancia?

La verdad es que llevo intentando escribir esta novela durante muchos años. En los últimos cinco, seis años intenté hablar de mi experiencia como adolescente respecto al clima social que se vivía en Euskadi muchas veces y desde puntos de vista muy distintos, y siempre fracasaba y fracasaba y fracasaba. Así que he estado intentado expurgar este tema mucho tiempo, sólo que no terminaba de encontrar el relato narrativo para contar esta historia.

Pues desde luego lo has conseguido expurgar.

Espero haberme quedado más tranquila después del libro.

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