¡Alerta con los gorriones!: millones de pérdidas al año

Dos gorriones comunes tomando un baño en la fuente del parque Azorín, en Puente de Vallecas, Madrid. Foto: J. Rico.

Frente a mi casa, un edificio de viviendas en el barrio madrileño de Carabanchel, hay otro similar donde ya no veo gorriones comunes. La gran mayoría de los huecos con extractores de humos donde anidaban los han tapado, sustituido por rejillas pegadas a la pared o llenado de alambres y pinchos. Un lugar más de donde los hemos echado. El 20 de marzo fue el Día Mundial del Gorrión y se volvió a hablar de su declive, constatado, entre otras instituciones, por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, (UICN), que lo incluye en su lista roja. Se calcula que hay entre 1.300 y 1.600 millones de gorriones comunes en todo el mundo. ¿Muchos? Solo en Europa hemos perdido 247 millones desde 1980. Baste recordar que en un solo siglo, el XIX, acabamos con una especie, la paloma migratoria americana, que contaba con 5.000 millones de ejemplares. 

Los gorriones comunes me siguen fascinando, y así se lo transmitimos a los casi 3.000 escolares y personas adultas que se vienen cada año con Aver Aves a disfrutar de las especies aladas más cercanas a nuestras casas, centros de enseñanza y lugares de trabajo. Uno de los últimos fue un macho posado sobre una farola, cerca de la M-40, en Madrid, y frente a un edificio acristalado. “Mira que nos lo ponéis difícil, con esos edificios tan poco amigables para las aves”, parecía decir el gorrión. Poco antes habíamos visto a algunos de sus congéneres bebiendo y dándose un baño en una fuente, o en un estanque, o limpiándose las plumas con otro baño, en este caso de arena, para expulsar posibles parásitos.

Últimamente están reponiendo algunas fuentes en la ciudad de Madrid, pero hubo un tiempo en que desaparecieron muchas, y con ello puntos para beber y bañarse muchas aves. Por otro lado, dentro del movimiento vecinal contra la desnaturalización de la capital de España y en especial de parques y jardines, se denuncia la tendencia a asolar con cemento suelos tradicionalmente cubiertos de arena y hierba, y con ello sepultan puntos para limpieza y alimentación de las aves urbanas. El caso es que al gorrión común se le acumulan –le acumulamos– los impactos: pérdida de lugares de nidificación y de alimentación, baja calidad nutritiva de esta última –tanta miga de pan no es muy buena–, contaminación atmosférica, acústica, lumínica y electromagnética, uso de herbicidas e insecticidas –incluso en parques y jardines urbanos–, atropellos, cambio climático…

400 gorriones en una buganvilla del jardín

“En una misma ciudad, el factor limitante puede ser la disponibilidad de huecos donde anidar en una zona, el ruido en otra, la disponibilidad de alimento en una tercera, la contaminación electromagnética… Resulta difícil aislar cada impacto. E incluso unos están relacionados con otros”. Así lo explica Luís Martínez, atento observador de los cambios en la avifauna urbana como técnico del Área Social de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife). A pie de calle, Pau Esteban opina lo mismo: “Hay que mirarlo a escala casi ultralocal, porque depende de las condiciones del entorno más cercano. En Barcelona no es lo mismo lo que les pasa a los gorriones de la plaza de Cataluña, en pleno centro de la ciudad, que los que viven cerca del delta del Llobregat”.

Esteban es un naturalista que desde 1993 registra en un blog todas las aves que se posan, cantan o vuelan en el jardín de su casa, en El Prat de Llobregat, localidad pegada a la ciudad de Barcelona. Lleva anotadas 99 especies y “sí, el gorrión común, junto al verderón, es de los más habituales, pero se nota su declive, moderado, pero declive”. Además, explica uno de esos factores ultralocales que hacen variar las poblaciones: “Yo tenía una pared con una frondosa buganvilla que la utilizaban como dormidero entre 300 y 400 gorriones comunes, pero se nos cayó, estaba en muy mal estado. La misma superficie la hemos cubierto con hiedra, pero de momento no entran más de 50 a 60 ejemplares. Encima, se nos cayó un ciprés con la tormenta Gloria, en enero de 2021, que era igualmente un lugar importante como dormidero, también para el estornino negro. Las condiciones mandan, e incluso este microhábitat ha variado”.

“Nos hemos propuesto que no quede hierba en las cunetas y los alcorques”

Hay imponderables dentro de esas condiciones –aunque la frecuencia de fenómenos atmosféricos adversos como las tormentas, borrascas y ciclones cada vez se asocia más al cambio climático que estamos provocando–, pero lo que está claro es que no sabemos convivir con la fauna y la flora urbanas. Martínez lanza el mensaje tanto a la opinión pública, a la ciudadanía de a pie, como a las administraciones que gestionan las zonas verdes en las ciudades: “No hay que pensar que está fea o sucia una parcela urbana con vegetación ruderal, natural, espontánea… En las ciudades nos hemos propuesto que no quede una hierba en las cunetas ni en un alcorque, pero son parches de vegetación natural que cumplen un papel fundamental, por ejemplo en la alimentación de los gorriones”.

Gorriones comunes en un tubo de un extractor de humos en Madrid. Foto: J. Rico.

Martínez subraya que esta reducción de la diversidad de plantas en zonas urbanas “conlleva una bajísima calidad nutritiva del alimento disponible que afecta a la condición biológica de las crías; por ejemplo, en zonas rurales tienen prados y herbazales, donde comen insectos, fuente primordial de proteínas durante la época de cría”. Le da la razón la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que entre las causas del declive de los gorriones comunes recuerda que “las disminuciones en Europa occidental se atribuyen a una caída en la disponibilidad de invertebrados adecuados y necesarios para sacar adelante a las crías, que además conlleva una merma de la condición física de las que empluman con éxito”.

“Todo esto ya va sonando menos a chino cuando lo planteas como políticas de protección de la biodiversidad urbana, pero queda mucho por hacer”, prosigue Martínez. Desde la ciudad de Barcelona, que junto a la de Madrid mantiene el descenso de gorriones, Sergi Garcia, de Galanthus Natura, añade que “hasta no hace mucho no se prestaba atención a la fauna urbana, ni a las aves en los parques ni a los reptiles o anfibios en las charcas. No se consideraba a la ciudad como un espacio protegido para la fauna y la flora. Por ejemplo, se hacían rehabilitaciones de edificios en plena época de cría y sin pensar en la recuperación de las especies afectadas”.

Cómo proteger los gorriones en un gran estadio de fútbol

Desde 2008, el trabajo de Galanthus Natura junto al Instituto Municipal de Paisaje Urbano y la Calidad de Vida de Barcelona se muestra como un ejemplo de esa necesaria protección de la avifauna urbana. El eco mediático que está teniendo la remodelación del Camp Nou, el estadio del Fútbol Club Barcelona, ha resaltado las labores de adecuación y protección, durante las obras y una vez concluidas estas, de los diferentes lugares de nidificación y refugio de gorriones comunes, pero también de vencejos reales y comunes, aviones roqueros, golondrinas comunes, estorninos negros y pintos y cernícalos vulgares, además de murciélagos. “El Camp Nou es un edificio más dentro de los muchos en los que trabajamos apoyando una rehabilitación que recupere e integre nidos de aves”, concluye García.

El mismo especialista en fauna de Galanthus Natura, que considera que la eliminación de puntos de nidificación es uno de los principales factores locales a considerar, saca a colación una contradicción ambiental: las rehabilitaciones se orientan especialmente al aislamiento de las fachadas para cumplir con las normativas de ahorro y eficiencia energética, tapando y cerrando huecos por donde se pueda escapar el frío o el calor, según la estación. Si a eso le añadimos la ausencia de tejas, balcones y ventanas con alfeizares en fachadas cada vez más rectilíneas –“y acristaladas”, me recuerda el gorrión de la farola en la M-40– quedan pocos huecos para anidar y se incrementa la competencia entre muchas aves de diferentes especies, por ocuparlos.

Gorrión común en Madrid. Foto: J. Rico.

247 millones de gorriones comunes menos en Europa y…

Todo este cóctel de impactos lleva a que, aunque se tiene conciencia del problema y se llevan a cabo algunas medidas para paliarlo, el gorrión común sigue perdiendo efectivos. Hasta hace poco se estimaba una población para España de 160 millones de gorriones comunes. El III Atlas de las aves en época de reproducción en España corrige muy a la baja esa cifra y la deja en 31 millones, manteniendo el primer puesto como el ave más numerosa de nuestro país. Una parte de la diferencia se debe a errores de cálculo en la primera cifra, pero otra a un descenso brutal (hasta del 60%) debido a esas múltiples causas. Aunque en la última edición del Libro rojo de las aves de España se considere que desde 2004 tiene una “evolución favorable”, aún no ha recuperado todo lo perdido en los peores años del pasado siglo.

“Es cierto que hay una mejoría en el medio rural, pero en Madrid y Barcelona la tendencia sigue siendo negativa, con descensos continuos del 3% y 4%”. Juan Carlos del Moral, coordinador de Ciencia Ciudadana en SEO/BirdLife, añade: “El declive se ha estabilizado, pero partimos de años con poblaciones muy grandes, y sí, a corto plazo se ha estancado el descenso, pero si miramos desde 1990 este ha sido muy acusado”. A cualquier gráfica de poblaciones a las que te enfrentes –mundiales, europeas o nacionales–, aparece un tope en los años 80 y 90 del pasado siglo y un descenso continuo y acusado que llega más o menos hasta 2018, donde se produce un freno e incluso un ligero repunte.

Cuando se habla de descenso, se habla de pérdidas de decenas de millones en España, de cientos de millones en Europa y miles de millones a escala planetaria. A finales de 2021, una investigación encabezada por Fiona Burns, científica sénior en Conservación de la Royal Society for the Protection of Birds, alertaba que desde 1980 habíamos perdido 600 millones de aves reproductoras en el continente, y que casi la mitad, 247 millones, eran gorriones comunes. En el mismo año 2021, en mayo, la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia publicó otro estudio que estimaba una cifra mundial de aves salvajes en torno a los 50.000 millones de ejemplares, otorgando al gorrión común el primer puesto, con 1.600 millones. La UICN, que incluye a la especie en su lista roja como de “preocupación menor”, da una horquilla de entre 896 y 1.300 millones de ejemplares.

… 2.000 millones menos en todo el mundo

A pesar de la estabilidad de las poblaciones, esa preocupación va en aumento en muchos lugares, en especial en ciudades europeas como Londres y Praga, donde prácticamente ha desaparecido la especie. Además, si la cifra de la caída mundial se correlaciona con la de Europa –en torno al 60%– tenemos que hemos perdido al menos 2.000 millones de gorriones comunes en todo el mundo en tiempos muy recientes. Y son cálculos extrapolables a otros lugares fuera de Europa, porque desde la India llegan datos desoladores: según un estudio del Consejo Indio de Investigación Agrícola, la población de gorriones domésticos en el Estado de Andhra Pradesh se ha reducido hasta en un 88%, en otros Estados, como Kerala, Guyarat y Rajastán, en un 20%, y en las zonas costeras fluctúa entre el 70% y el 80%.

Pratibha Sharma, estudiante de la CT University de Ludhiana (Punjab, India) que ha recopilado todos estos datos se cuestiona que, al ser un ave que lleva miles de años acompañándonos y compartiendo numerosos asentamientos humanos, “se esperaría que, con la mayor presencia humana cada vez en más lugares, el futuro sería más esperanzador para el gorrión común, pero es evidente que no es así”. El trabajo de Sharma detecta la pérdida de lugares de nidificación como principal causa y la colocación de cajas nido como primer remedio.

El macho de gorrión de la farola de la M-40 me pía que está de acuerdo, pero los que se bañan en la fuente, se asean entre la tierra y comen granos e insectos entre gramíneas, malvas y cardos espontáneos, me pían igualmente que protejamos estos elementos básicos para la biodiversidad urbana. Así lo traslado, gorriones.

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