Alistair Beaton, dramaturgo y periodista escocés: “Hay un pacto diabólico entre poder y prensa para llegar a acuerdos»
Él es un asesor político que se encarga de redactar los discursos del presidente del Gobierno. Ella una periodista que descubre un grave caso de corrupción de uno de los ministros. Entre ellos se produce la diálectica sobre qué información sacar a la luz, cómo y cuándo. Alistair Beaton, periodista y dramaturgo escocés, ha retratado en ‘FeelGood’ la cocina de la política, cómo se tejen las estrategias entre la clase política y los medios de comunicación. Esta semana Beaton estuvo en Madrid para hablar de política, ‘show business‘, transparencia y, aunque él no haya podido votar por residir en Londres, del referéndum escocés que se acaba de celebrar con victoria del ‘no’ a la independencia.
FeelGood, que se estrenó en 2013 en Matadero de Madrid, protagonizada por Fran Perea y Manuela Velasco, continúa su éxito ahora en el Infanta Isabel de Madrid y en más de 20 países. Su autor confiesa que busca que la gente aún desconfíe más de los políticos, porque, tras fachadas de puro entretenimiento, la trastienda del poder es muy turbia.
Usted es periodista y también trabajó durante un tiempo como redactor de los discursos de Gordon Brown. ¿Algún hecho relevante le llevó a escribir este texto?
No directamente. Yo trabajaba en la BBC, cubría los congresos del Partido Laborista y estaba pensando en escribir una obra política que fuera algo nuevo. Descubrí una situación real en la que un miembro del Gobierno de Blair se tuvo que esconder en un armario de una habitación. Y pensé: “esto es una clásica farsa francesa, así que a lo mejor puedo tomar una estructura clásica para hacer una obra moderna sobre la política”. Y como tenía experiencia del backstage de los congresos del partido, creí que podía capturar esa esencia y ese sabor.
Siempre se dice que la política tiene un fondo muy teatral. ¿Es hora de llevar la política al teatro?
De alguna manera, la política se ha convertido en una rama del entretenimiento, y eso colabora a esta sensación popular de desilusión de la política.
Y ahora busca cabrear al espectador.
Quiero entretenerlos, que se rían, pero también quiero que vean que detrás de la fachada correcta hay algo turbio y desagradable. Es una obra sobre un discurso, pero también sobre la corrupción del poder. Si hubiera que elegir algo, querría que los espectadores fueran aún más escépticos sobre los mecanismos de la política.
Corrupción, pero también cinismo. En la clase política y en la prensa que cubre esta información, como se ve en la obra.
Hay un pacto diabólico entre el poder y la prensa, porque se necesitan. Las dos partes están dispuestas a llegar un acuerdo, a dejar algo en el camino. Los dos están dispuestos a ceder, pero creo que quienes más ceden son los medios.
En la obra, el asesor político le dice a la periodista en un momento: “Se trata de nuestra información y vuestra libertad [de prensa]”. ¿La independencia de los medios, cada vez más en peligro?
Es una frase que siempre provoca cierto shock. Pero no creo que tenga que ver con ceder la independencia de los medios. Creo que tiene que ver con acordar una agenda de temas de debate. De tal manera que los términos que se debaten son cada vez más estrechos. Como los políticos tienen miedo a los titulares, cada vez hablan con más cuidado, por lo que todo lo que es radical y nuevo desaparece del debate. No tiene que ver con la corrupción en el sentido tradicional.
Esta connivencia entre medios y política se vio muy clara en ‘News of the World’, una historia en la que el ciudadano quedó fuera y una muestra de la transparencia cero.
Sí, el corazón del asunto radica en que la política se ha convertido más en presentación que en contenido. Yo he trabajado en las noticias y sé que cuando vas a la oficina de un político a pedir una entrevista, hay una negociación. En Feelgood vemos cómo el asesor habla con el productor de informativos e incluso amenaza con darle una información y no otra. Esas discusiones tienen que ver con que nos están robando el contenido y se está convirtiendo todo en un show. En Inglaterra un político puede ir a un programa, pero con la condición de no responder a una serie de preguntas y también pidiendo que no asistan determinadas personas.
¿Estamos en una democracia de circo donde lo de la transparencia es casi una broma?
Eso de democracia de circo es un buen concepto. Y sí, estoy de acuerdo. Todo consiste en no perder puntos en el combate, que es por ejemplo una entrevista. El entrevistador sólo busca que el político diga algo ridículo que sea un gran titular mañana. Y el político lo sabe, así que se cuida mucho de decir algo nuevo y fresco. Y aunque el público no tiene una concepción clara de cómo es esto por detrás, sí percibe que no es algo tan limpio, que no es un auténtico intercambio de ideas.
¿Esta indignación es una muestra de que el ciudadano se ha cansado de que le traten como un idiota?
No exactamente. La indignación tiene más que ver con que las grandes preguntas ni siquiera se tratan. Si tienes 20 años y no tienes empleo en España y ves un debate político, piensas: esto no tiene nada que ver conmigo. Si piensas en un tema más grave como el cambio climático, ya ni siquiera se habla de ello de una manera seria. La política se ha convertido en esa democracia de circo, es entretenida, pero no aporta nada.
¿Qué le ha parecido el referéndum en Escocia como show?
La campaña del referéndum se convirtió en una vía de salida de todas estas preguntas de las que hemos hablado. Por supuesto, en los dos lados ha habido manipulación y mentiras, pero también creo que ha sido algo diferente y nuevo para todas las capas de la sociedad. Algo nuevo ha sucedido, sí parece que la democracia ha cobrado vida en Escocia en los últimos tiempos. Y por eso disfruto viendo a los políticos del gobierno sufrir un poco. Ha sido un placer ver cómo los políticos han descubierto su amor por Escocia en los últimos meses. Es como alguien que trata a su mujer muy mal, pero cuando descubre que se va a marchar, viene con flores todas las noches.
Y con actores menos carismáticos que en la era de Toni Blair. ¿Qué le parecía Blair exactamente?
Toni Blair era un genio político y un hombre bastante malo. Cameron no tiene el carisma ni el talento de Blair. Es un cero a la izquierda, porque va haciendo las cosas con una semana de antelación, y si hablamos de Escocia, con dos horas de antelación. Como hay un movimiento de derechas, UKIP, Cameron no tiene ni la habilidad política ni la fuerza moral para enfrentarse a ellos, por lo que se ha movido hacia la derecha, especialmente en temas de inmigración, racismo y relaciones con la UE. Nos estamos convirtiendo en un gobierno xenófobo. Y esa es una de las razones por las cuales tantos escoceses quieren abandonar Reino Unido.
¿Cómo se siente usted?
Yo nunca me he sentido nacionalista, soy feliz siendo europeo, escocés y británico.Nunca he querido ser una persona que vive en un país cerrado, pequeño y fuera de la Unión Europea.
Esto del referéndum, ¿da para una obra de teatro?
Es una idea muy interesante. Has dado en el clavo con tu pregunta, porque ya he pedido una cita con la BBC para hacer un telefilme sobre el tema.
No hay comentarios