‘Amapolas en octubre’, memorias de familia de una librera
Suena Nina Simone y la habitación es una nube cálida que protege mi memoria para que nada escape. Después de leer ‘Amapolas en octubre’, obra de Laura Riñón Sirera ahora reeditada por Tres Hermanas, es lo único que se puede hacer. Guardar cada reflexión, cada certeza, cada pasaje literario. Cada revelación, cada rebelión y cada secreto, porque si hay algo que esta novela deja claro es que dependiendo de a quien le entreguemos la columna vertebral de nuestros secretos conseguiremos ser héroes o esclavos.
Amapolas en octubre es un exquisito recorrido literario (que por supuesto no voy a desvelar). Un itinerario de certezas emocionales que cubren al lector con la complicidad de un espejo tan útil como lo es el antídoto que recibe un moribundo cuando Dios decide lanzarle su mejor caricia. Una novela magnífica, un acorazado emocional en el que viajamos muchas generaciones. Esas tres cubiertas que construye la autora son un lujo para quien se sienta a leer. Su manera de mostrar el dolor es tan elegante que no desplaza otro tema igualmente duro y enigmático como es la locura, diagnosticada o no. Todos somos locos por distintas razones, y a veces alejándonos de manera temeraria de la lógica, dejamos que la locura nos proteja como una inesperada y piadosa madre. Sin embargo, Laura Riñón y sus personajes saben sostenerse sobre la locura que escupe lo inesperado y en un tour de force exquisito exprimen al máximo la sombra de los demonios que deletrean sus nombres. Carolina, Andrea, Bárbara, Paul, Guillermo, Lena y el resto de concretos y rotundos protagonistas saben que la humanidad no se consigue conformándose solo con la luz.
Laura Riñón se arriesga y su texto se cuela en la memoria del lector como se cuela una luciérnaga en los planes de una noche que reniega de la Luna llena. Posee una naturalidad narrativa que salva a los lectores, porque entre los huesos de sus frases están también sus huesos y todas esas vidas que les niega el destino.
Amapolas en octubre es un despliegue de vitalidad emocional por parte de la autora, sin duda un pura sangre narrativo que se deja la vida deslizándose sobre la peligrosa hierba mojada del hipódromo. Hay que tener mucho corazón y mucha alma para correr sobre el dolor, la locura y la nociva quietud en la que nos instala la pérdida sin que el caballo desbocado que se alza entre sus inestables manos no acabe derribando a quien escribe.
Leer esta novela es una delicia, un interrogatorio útil sobre los sueños de los seres humanos; es tener la biblia de las casualidades más fértiles descansando sobre los dedos devorados por la rutina y reordenar el silencio como si fuese posible reinvertir su naturaleza.
Amapolas en octubre es una novela honesta que no busca ángulos muertos en la mirada del lector, no se aprovecha de la cadencia de la narración para despistarlo, sino todo lo contrario. Sus párrafos son el páramo sobre el que florecen imágenes que no buscan la gloria sino la supervivencia de la lealtad.
No dejen de leerla porque es una canción cuyos acordes nos alejan del abandono y nos transforman en improvisados y vigorosos crooners.
‘Amapolas en octubre’. Laura Riñón Sirera. Tres Hermanas. 373 páginas.
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