Ana Esteban: «Somos peces nadando en un charco de agua sucia»

La escritora Ana Esteban.

La escritora Ana Esteban.

La escritora Ana Esteban.

La rutina y el hastío en las parejas, la infidelidad, la precariedad en el empleo, los trabajos de mierda, los jefes imbéciles, la lluvia… Material de primera extraordinariamente bien urdido por Ana Esteban en su último volumen de relatos, ‘Peces de Charco’, en el que resulta fácil vernos reflejados. Pobres peces, pobres de nosotros, que nos creemos nadando libres en un mar y ni siquiera es un estanque, sino un charco de agua sucia, de agua cada vez más sucia. Sometemos a la escritora a nuestro ‘Text-10’. Diez preguntas a partir de diez párrafos de su libro.

Tras sus novelas Es solo lluvia (Debate, 2001) y La luz bajo el polvo (Ediciones del Viento, 2006), Ana Esteban, que mantiene en El Asombrario la sección mensual Sitios de paso, vuelve a demostrarnos la limpieza de su pulso narrativo en Peces de charco, publicado por Baile del Sol. Doce relatos que nos tocan por la proximidad de sus personajes, clase media azotada por una crisis que deja temblando sus valores y supuestas comodidades. Aquí va nuestro Text-10.

1) «No sé por qué, empecé a imaginar la vida de la pareja con su hija adoptada. Parecían cansados. Probablemente esa cría oriental venía a llenar los huecos que dejan al pasar los días iguales».

Veo que es un tema recurrente en ‘Peces de charco’ el hastío en la pareja, la infidelidad, el engaño, ¿piensas que en la sociedad en que vivimos cada vez tendemos más a eso, a la falta de lealtad a la pareja por la búsqueda de estímulos permanentes, de motivaciones fuera?

La pareja me parece a mí la situación más conflictiva de las relaciones humanas, por la convivencia, por el día a día, por el tiempo, que mella tanto; y todo lo que vivimos al final revierte en la pareja. Si te va mal económicamente o tienes problemas laborales, o si tienes algún tipo de trauma de infancia, en quien repercute es en la persona con la que compartes el día a día.

¿Crees que es un tipo de relación que tendría que reinventarse de algún modo? Todo ha cambiado muchísimo en las relaciones sociales, y, sin embargo, queremos que la pareja siga rigiéndose con criterios clásicos, no sé si ya caducos…

Quizá sí; la pareja está regida por cantidad de condicionantes educativos y sociales. Extrapolando un poco el tema, creo que la homofobia y la violencia de género provienen mucho del concepto que tenemos de pareja, que creo que es antiguo, que procede del concepto de amor-pasión. Y todo lo que implica pasión en cierto sentido implica posesión. Eso sigue estando ahí, y mucho, como en las canciones de reggaeton que escuchan ahora los adolescentes, el amor pasión-posesión, y tendríamos que renovarlo y pasar a un amor de pareja más compañero, más solidario, más permisivo, más inteligente.

Y, sin embargo, la industria del entretenimiento nos sigue inoculando ese concepto de amor pasión. Tengo una amiga que dice que cuánto daño a hecho Hollywood a las relaciones de pareja.

Absolutamente. Y el reggaeton vuelve a aquellos boleros donde todo era yo soy tuyo y tú eres mía. Son conceptos de derechos sobre las otras personas que hay que cambiar.

2) «A y B son matrimonio tradicional. Hombre y mujer. Y parecen un matrimonio como cualquier otro, sus comienzos fueron los mismos que los de todos los matrimonios tradicionales: dos personas se conocen, de algún modo se gustan, y aunque luego lo que sienten no se ajusta exactamente a lo que debe de ser enamorarse, empiezan a pasar muchas tardes juntos».

En tu libro, más que el amor, el tema central es el desengaño, la decepción, vivir a fuerza de hábitos, de costumbre, de rutina.

Yo creo que eso también tiene que ver con la edad. Si uno escribe un libro sobre las parejas con 25 años, los conflictos que tratas tienen que ver con el momento que vives.

¿Tú con 25 años escribías distinto?

Mmmm, bueno, en lo que yo escribo siempre ha habido un poso importante de amargura, ya en la primera novela había ese poso… No sé, me sale eso. Supongo que no me satisfacen muchas cosas de mi alrededor, y los escritores a fin de cuentas lo que hacemos es volcar en lo que escribimos lo que nos rodea y lo que vemos. Quizá las parejas que conozco están atacadas por la rutina… Quizá sienta lo difícil que es mantener a una persona contigo sin que se estropee nada.

3) «Mientras espero en vano, enciendo un cigarrillo y tengo una visión extraña: la de unos peces de colores en un charco. En ese fangal que se ha formado frente a mi antigua casa. No es un charco grande, pero los peces nadan y dan vueltas como si lo fuera, boqueando en la superficie como si fuera un estanque en vez de un charco de agua sucia».

¿Una metáfora de nuestra sociedad, de esta sociedad con falta de referentes, donde unos dicen que damos vueltas desorientados en el corral, como pollos sin cabeza, y tú ves peces nadando en un charco?

Sí, hay mucho de eso, sin duda. La imagen metafórica de los peces, cuyo subrayado fue una sugerencia de Julio Llamazares, resume bien esa idea de que estamos como perdidos. En todo el libro hay mucho que tiene que ver con el mundo en que vivimos la clase media, en pleno meollo de nuestro sistema económico; parecemos tener una vida estable y solvente, y, sin embargo, nadamos en charcos de agua sucia. Pensamos que vivimos en un mundo limpio, creemos que somos libres, que nadamos en un mar, y no es más que un charco de agua sucia, ni siquiera es un estanque.

4) «Hay tres mujeres sentadas en una banqueta rosa y los dos hombres que están en el sofá verde con la presentadora tienen que elegir con cuál se quedan, por lo que una de ellas será eliminada. Para no ser eliminadas, las mujeres despliegan sus artes de seducción y lucen una ropa muy ceñida y breve».

¿Ese concurso de televisión para buscar pareja, ‘Amor al primer vistazo’, que aparece en prácticamente todos los relatos, lo presentas como una metáfora de la estupidez de esta sociedad, del entretenimiento para tenernos adormecidos, no dejarnos pensar?

Estamos un poco vacíos por dentro; estamos tan llenos de contenidos exteriores, de mensajes, que por dentro yo creo que estamos vacíos. Yo soy una persona que no ve televisión, salvo cosas muy puntuales, como una película, pero yo no sigo a los personajes que salen en la tele ni la parrilla ni los programas. Pero sí tiene mucha presencia en el libro porque sí creo que la televisión ha marcado y marca muchas cosas y ha influido e influye mucho en nosotros sobre cómo pensar, cómo relacionarnos, cómo vestirnos… Y las redes sociales son una prolongación más de lo que es la televisión, de esa aparición del ciudadano medio. Antes sólo la gente con relevancia tenía esa proyección pública; ahora mismo todo el mundo ansía esa proyección. Creo que la televisión es un espejo que refleja la sociedad, y, desde mi punto de vista, lo peor de la sociedad.

La esquizofrenia de hacer lo que sea para salir en televisión, cuando lo mismo da ir a buscar novio o novia que exponer tus intimidades…

Eso es, ese tipo de programas para dar proyección al ciudadano medio. ¿Por qué le interesa a nadie la vida de una pobre chica que va a contar sus problemas? Y lo que eso conlleva y la imagen que proyecta… Por la parte que a mí me toca, la imagen que se da de las mujeres en la mayoría de los programas, como cromos decorativos e intercambiables.

5) «Lleva una temporada muy nervioso, en el banco, en todas partes. Supone que está cansado. Están echando a mucha gente y los que quedan, como él, están de trabajo hasta las cejas. Cualquier día de estos él también está en la calle, cómo no va a estar nervioso. Hasta las cejas de trabajo y con su sueldo de mierda pero aguantando, como todo el mundo».

Otros temas recurrentes: la mala imagen de los bancos, los EREs, la precariedad en el empleo, los jefes imbéciles, los trabajos de mierda. Algo que, por cierto, también es el eje, junto con la rutina cansina en la pareja, de la nueva novela, ‘Trabajar cansa’, de otro de los colaboradores de ‘El Asombrario’, Javier Morales, también editada por Baile del Sol.

En muchos de los libros que están apareciendo últimamente hay ese fondo de la crisis. Aquí hay personajes que más o menos todavía viven bien, que están inmersos en la supuesta sociedad del Bienestar, pero son personajes desconcertados porque perciben que algo en su mundo se está rompiendo; son los inicios de la crisis. Hay un personaje que lo resume bien cuando dice: «Quiero un trabajo normal, no quiero un trabajo de mierda». Gente que piensa que el trabajo ha de ser digno; y cuando la crisis llega, todo eso revierte, se da la vuelta, ¿qué es ahora mismo un trabajo de mierda?, para mucha gente ahora mismo un trabajo de mierda es una suerte, gente que ha estudiado una carrera y acaba de repartidor. Son personajes que siguen nadando, pero el charco en el que nadan tiene el agua cada vez más sucia.

6) «Cuando cuelga está perpleja. No sabe muy bien de qué hablará con Pedro. No sabe muy bien a qué ha venido ese llanto. Se lava la cara para limpiar restos de lágrimas antes de acostarse, y se observa en el espejo. Quién soy, se dice, pero sin interrogarse. Quién soy. Y se lo dice en voz alta. Se mira a los ojos».

Personajes que viven con dudas, en la incertidumbre… Un vivir con miedo cada vez más extendido por esa precariedad en todo, en la pareja, en el trabajo, con la hipoteca, con la futura pensión…

En el tipo de orden político y económico que nos rige ahora mismo en Occidente, evidentemente interesa que la gente viva con miedo, y es normal que la gente viva con miedo, porque lo único que nos deja el sistema es acceder a un cierto estatus para tener la vida que ellos nos están vendiendo, y en cuanto eso se rompe, surge el miedo y la incertidumbre. Cuando ves que ingresas en un mundo que no tiene nada que ver con el mundo que ellos mismos te están vendiendo a través de la publicidad y la televisión, es normal que surja el pánico. Vivimos con miedo a perder lo que en realidad es una pura ficción, porque estamos metidos en la ficción que nos quieren vender más que en una realidad.

7) «En una imagen rápida aunque borrosa se ve sentada ante una mesa escribiendo con bastante aplomo, bañada por la luz de la ventana. Se ve guapa, algo más joven quizá, sus dedos avanzan rápido por el teclado y de algún sitio llega una música suave. En la imagen no están César ni los chicos, es la casa de una mujer independiente».

Reivindicas continuamente, Ana, a esa mujer que quiere ser distinta, reafirmarse, vivir independiente…

Respecto a las mujeres de generaciones pasadas para las que la vida se limitaba al matrimonio y la crianza de los hijos, hemos progresado, pero aún falta mucho, no hay más que ver las decenas de mujeres que siguen matando cada año en España. Y si sales a la calle, es fácil detectar la cantidad de comportamientos machistas que tenemos, y no sólo los hombres sino también las mujeres, y que nos vienen sobre todo por nuestra educación religiosa de la mujer supeditada al hombre. En lo que nos vende la cultura de la imagen y de la televisión, la publicidad, todas esas canciones de electro-latino, la mujer vuelve a ser un objeto decorativo. Eso sigue pesando mucho, y repercute en la psicología de la gente joven. Si miras los videoclips de las cantantes de moda, de Beyoncé, Shakira, Jennifer López, son como bailes casi pornográficos. Las crías se fijan mucho en eso y lo ven como modelos a seguir; me parece que estamos viviendo un retroceso. Todo en las relaciones son celos y propiedad. Las chicas vuelven a tener el modelo pasivo de la mujer, esperando a que el valor se lo proporcionen los hombres. Eso vuelve a estar de plena vigencia… Una mujer que sólo tiene valor en función del mundo del hombre, en relación a él.

8) «¿Otra oportunidad? Ya hemos discutido esta cuestión, no volvamos otra vez a lo mismo. No quiere estudiar, no quiere trabajar, no quiere desintoxicarse. Está arruinando su vida y le da igual. Ya no podemos hacer más, a ver si empiezas a darte cuenta».

Las adicciones, las drogas, también están muy presentes en tus libros…

Otro producto que nos venden, otro negocio como muchos otros, y que mueve muchísimo dinero. Lo mismo que te venden ropa, te venden felicidad encapsulada y luego la sociedad te vomita.

9) «Hay más de nosotros en todo eso que perdemos por desidia que en aquello que creemos poseer; llevamos un traje gris que hemos hecho a nuestra medida, que nos cubre hasta morirnos. Pero estamos hechos de esas pérdidas, es lo que somos. Y no nos gusta».

Estamos hechos de pérdidas… ¿Has perdido mucho?

Muchísimo. Vivir es perder y aprender a perder, en todos los sentidos de la palabra. Perder con cada decisión que tomas, perder a la gente que te rodea, perder tus ideales, perder la imagen que tienes de muchas cosas, perder el tiempo…

¿Qué es lo que no ha perdido Ana Esteban?

La literatura. Las palabras… ¡Eso espero!

Me gusta tu uso tan limpio de las palabras para crear ambientes y personajes.

Una de las primeras cosas que enseño a mis alumnos en los talleres de escritura de Fuentetaja es que la literatura no está en la forma sino en el contenido. Cuando escribes algo, el valor está sobre todo en lo que quieres decir. Yo busco más la esencia de lo que quiero expresar, o lo que quiero que cuenten mis personajes, y la busco de la manera más limpia posible. Y a veces creo que hasta me paso, a veces creo que soy tan sutil en la manera de contar las cosas, que igual no llegan.

Como ‘profe’ de enseñar a escribir, ese es el primer consejo en tus clases. ¿Y el segundo que das a tu alumnos?

Leer mucho. Para aprender a escribir, tienes que aprender a leer.

Algo que hayas leído últimamente y que realmente te haya impactado y nos aconsejes.

Me ha gustado Lucia Berlin y su Manual para mujeres de la limpieza. Pero que me haya impactado de verdad en los últimos años, con un impacto de esos que no se olvidan, Vida y destino, de Vasili Grossman; creo que es una de las grandes obras de la literatura del siglo XX. Una obra total, de una ambición increíble, un trabajo enorme, el reflejo de todo un tiempo, cuando las purgas de Stalin, esa época tan oscura de Rusia, y de cómo eso afecta a una sociedad como Moscú a través de muchos personajes. Pero que va más allá; es un resumen de lo que es la historia del siglo XX, la brutalidad del siglo XX. Se suponía que era una época donde los avances te hacían pensar que la Humanidad se encaminaba hacia otro lado, que por fin la Humanidad se iba a salvar a sí misma, y no solo no pasó eso, sino que sucedió todo lo contrario. Yo soy muy pesimista en relación a la idea del ser humano y del mundo. Creo que somos una especie brutal y que nos acabaremos destruyendo a nosotros mismos. Por la crueldad de las personas contra las personas, por la idiotez de los dirigentes y el daño que ocasionan con sus decisiones y sus ansias de poder. Cosas que parecen inauditas, pero que están en nuestra naturaleza.

Algunos dicen que vivimos una Nueva Edad Media, con señores de las clases privilegiadas esquilmando a las clases trabajadoras.

Y encima nos venden que todo eso es guay, que es el Estado del Bienestar.

10) «La lluvia parecía arrojar guijarros sobre la chapa del coche. Me fijé en unas hojas pequeñas que se adherían con obstinación al cristal mojado, brotes nuevos que el viento habría arrancado a los árboles, aún tiernos; me fijé en cómo los regueros de agua los arrastraban sin piedad cristal abajo, hasta que desaparecían. Después mi madre volvió en sí y levantó la cabeza. Entonces me miró, ya no lloraba, abrió mucho los ojos y me miró como si al fin se diera cuenta de algo. Como si estuviera procesando alguna conclusión inevitable que enfocara de pronto una zona oscura de su mente, iluminando algo que su frustración no le habría dejado ver hasta ahora».

La lluvia está muy presente en tu obra literaria, con toda esa carga de intimidad, amargura, melancolía… ¿Es así Ana Esteban?

Soy una persona normal… Bueno, quiero decir que soy una persona de trato fácil, no soy un Salinger. Pero la escritura me sirve para expresar lo que me provoca el mundo en que vivo y quizá, aunque me guste mucho el sol, la lluvia sea una metáfora que representa lo que soy. Curioso lo que me dices, porque en la presentación del libro, Julio Llamazares comparó mi escritura con la lluvia, dijo que mi forma de escribir es como una lluvia que cae despacito, que parece que no moja, pero sí…

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