Ana Justel: matemáticas para luchar contra las crisis ambientales
Catedrática de Estadística, investigadora polar y hasta diseñadora de instrumentos para la ciencia. Todo ello, y más, es la española Ana Justel, Premio Margarita Salas en 2019 por su trayectoria científica. Apenas unos días antes de iniciar una nueva aventura antártica, adonde lleva yendo ya 20 años, saca un hueco entre papeleos y la preparación del equipaje para esta ‘entrevista circular’. Va a la búsqueda de microorganismos que viajan por vía aérea y, debido al cambio climático, están colonizando esos prístinos y frágiles lugares. A su vuelta, con miles de datos, Ana desarrolla herramientas que son de gran utilidad para saber qué está pasando, que pasará y, sobre todo, que ayudan a tomar decisiones que ayuden a evitar un deterioro indeseable del planeta Tierra.
¿Qué hace una matemática por la mejora de la preservación de la naturaleza?
Las matemáticas trabajan con datos y éstos son cruciales para mejorar la compresión de los fenómenos que ocurren en el medio ambiente. Son muchas las investigaciones que tienen que recurrir a la estadística para sacar conclusiones.
Es de suponer que la inteligencia artificial (IA) ha dado un gran impulso a su disciplina.
Efectivamente, nos ha puesto en el centro de la ciencia y de la sociedad. Hoy vivimos en un mundo de datos y las personas que trabajamos con ellos estamos viviendo un momento álgido. Antes pasábamos mucho tiempo obteniendo estos datos al monitorizar la naturaleza y procesándolos, y eso ahora desaparece con la IA. De hecho, antes nadie quería estudiar Estadística o Matemáticas, y ahora hay una gran demanda de estas carreras. Continuamente me llaman amigos con hijos para que les aconseje qué estudiar.
Una de las cuestiones que investiga con estadísticas son los llamados “indicadores de sostenibilidad”. ¿En qué consisten exactamente?
Se trata de reunir información del mundo social, económico y ecológico y sintetizarla en números que seamos capaces de ordenar en relación con la sostenibilidad de cada lugar estudiado. Esto nos ayuda a saber cuáles son nuestros puntos débiles, considerando una gran variedad de variables: empleo, biodiversidad, etcétera. La ciencia de datos consiste en eso: resumir en números algo muy complejo. Es evidente que en ese resumen se pierden los matices, pero sí nos permiten identificar qué factores nos están alejando de la sostenibilidad o en cuáles estamos más fuertes. Acabamos de publicar un trabajo científico sobre la Comunidad de Madrid con esta metodología según las características de cada municipio.
En general, ¿cómo estamos según estos indicadores?
Nadie gana ni pierde del todo, pero todos deben tratar de ir más lejos y mejorar. Detectamos que algunos municipios son más fuertes en temas ecológicos y otros que compensan las carencias ambientales con factores sociales. Pero lo importante es que la herramienta puede ser útil para los gestores públicos, de forma que unos copien a otros las prácticas exitosas. Nuestra intención es que les llegue a muchos, y no solo de Madrid, porque es extrapolable a cualquier municipio.
¿Cuál cree que es ahora el principal reto ambiental al que se enfrenta la Humanidad?
Muchos, pero veo uno muy grande: frenar el crecimiento de la población mundial. Si no se logra, vamos a consumir todo el planeta. Ahora vemos que, cuando se empieza a solucionar un problema, ya surge otro. Lograr que no seamos tantos requiere mucha educación, muchas mejoras para acabar con la pobreza y un mayor empoderamiento de las mujeres a nivel global. Si sigue aumentando la humanidad, el aire será irrespirable, habrá más basura y un gran problema con la energía.
¿Detecta un aumento de la conciencia frente a las crisis ambientales?
Damos pasos adelante. Tiendo a ser optimista, porque en el pasado no entendíamos qué pasaba en el planeta y ahora sí que tenemos esa información. Es verdad que hay pasos para atrás, pero creo que son coyunturales. Somos conscientes de lo que está pasando con el medio ambiente y de que deteriorarlo es malo para todos, y a corto plazo.
Un sitio donde es evidente el impacto del cambio climático es la Antártida, un lugar que conoce bien.
He participado ya en 10 campañas polares a lo largo de 20 años. Observamos los cambios a través de las informaciones que recogemos. Lo que nos dicen esos datos es que en la Península Antártica el cambio climático impacta, que hay retroceso en los glaciares y movimientos en las poblaciones de fauna asociados a esos cambios. Quienes niegan este calentamiento global no se creen lo que dicen.
¿Qué es para usted la economía circular y qué papel tiene en todo esto?
Es algo que está en la idea de que hay que preservar el medio ambiente poniendo en marcha lo que se conoce como las 3 R (reciclar, reducir y reutilizar). Se trata de rebajar la presión sobre los entornos físicos, los materiales y la energía. Pero es difícil conseguirlo si cada vez somos más demandantes de recursos, sobre todo de una parte de esa población mundial.
¿Qué prácticas ambientales pone en marcha en su día a día?
Una de la que más orgullosa me siento es el compostaje de los residuos orgánicos que tengo donde vivo. Me gusta ver cómo los residuos se transforman en tierra. Es economía circular pura. Luego ese compost lo utilizo para árboles que tengo alrededor. Otras prácticas las tengo tan interiorizadas que me cuesta recordarlas, como tratar de consumir poca energía en casa, el reciclaje, la recarga de botes de plástico… La última novedad es que he adquirido un coche eléctrico híbrido para contaminar lo menos posible. Además, participo en un proyecto llamado Ola Solar para poner placas en las azoteas de edificios.
¿Quién o qué cambió para siempre su conciencia ambiental?
Me transformó viajar a la Antártida y ver un sitio tan maravilloso y a la vez tan frágil. Hay que trabajar para preservarlo, no puede ser que se destruya, y no solo por su belleza, sino porque lo que pasa allí nos afecta a todos, aquí también.
Parece fácil adivinar cuál es su lugar al que regresar….
Desde luego a la Península Antártica, pero especialmente me gusta ir a la Península Byers, al oeste de la isla Livingston, donde España tiene una de sus bases científicas. En Byers no hay absolutamente nada que recuerde a la humanidad y eso tiene su encanto.
No hay comentarios