Ángeles Parra, directora de Biocultura, “una optimista con conciencia”
Hace 38 años, cuando las palabras ‘sostenible’, ‘ecológico’, ‘responsabilidad social y ambiental’ o ‘economía circular’ no formaban parte de nuestro diccionario cotidiano, una joven llamada Ángeles Parra, junto a unos amigos, creó la asociación Vida Sana, que sirvió de paraguas para promover una forma más sana de consumir, sobre todo de alimentarse, gracias a la feria de Biolcultura. Décadas después, este evento –que se celebra en IFEMA de Madrid desde ayer, día 3, hasta el domingo, 6 de noviembre, con más de 400 empresas participantes, y en otras ciudades españolas a lo largo del año– es una referencia fundamental para comprobar lo que se ha avanzado en este sector. “Soy una optimista con conciencia”, nos dice Parra en nuestra ‘entrevista circular’
¿Cómo fue posible crear de la nada ese movimiento en torno al consumo ecológico a finales de los años 80?
Vida Sana la iniciamos en 1981 un grupo de amigos que comenzamos a debatir sobre los riesgos de la agroindustria y la importancia de la alimentación ecológica. Queríamos dar a conocer lo que era esta agricultura ecológica que en Francia ya daba sus primeros pasos. En un encuentro en Madrid, su alcalde de entonces, Enrique Tierno Galván, nos ofreció su apoyo para la idea que tuviéramos y pensamos en organizar una feria. Fue una feria que nos la tuvimos que inventar, porque entonces casi no había sector, pero desde la primera edición de 1985 triunfó en número de visitantes. Ya había mucha gente que buscaba alternativas.
Desde esa mirada histórica, ¿cómo se ve el mundo de producción de alimentos de hoy?
Vivimos en el mundo una extraña situación. Por un lado aumenta, y muy rápido, la conciencia de consumir más producción ecológica porque es bueno para la salud y el medioambiente y se sabe que mitiga el cambio climático, pero a la vez la geo-política económica hace que tengamos un peor nivel adquisitivo y sea más difícil consumir lo más ecológico. Por otro lado, es una paradoja que el canal de distribución que estaba en pequeñas tiendas, ahora esté también en las grandes superficies, que tienen muchos productos ecológicos, por lo que se populariza más.
¿Cuál crees que es el principal reto ambiental al que nos enfrentamos?
Sin duda, el cambio climático. Es el gran problema, y es consecuencia de otro: su origen es un capitalismo neoliberal que está contaminando el futuro de todos, no sólo el planeta. Escuchaba recientemente a un filósofo hablar del tema y decía que si el mundo acabara con ese capitalismo, muchos problemas disminuirían. La codicia está en el centro del cambio climático. Pero hay soluciones. La producción ecológica, por ejemplo, puede reducir mucho la huella de carbono: un olivar ecológico reduce su huella al 100%, en cereales más de 40%, en cítricos el 60%…
En la transición ecológica en marcha, ¿la alimentación tiene el peso que le corresponde?
Todavía no está en el centro de las políticas, se le da poca importancia desde las administraciones públicas y desde las personas. En los años 60, el presupuesto familiar en alimentación era del 49% y ha bajado a menos del 17% en 2021. Pagamos mucho más por la energía o la tecnología. Alimentarse tiene menos importancia. Eso sí, cuanto más pobre eres, peor te alimentas.
¿Consumir productos ecológicos es cosa de ricos?
No, eso es un mito. No puede ser así. Consumir lo ecológico es más económico para toda la sociedad porque tendremos tierras y aguas más sanas. Es una inversión en positivo. Lo que pasa es que a la otra agricultura, la convencional, no se le están cargando los costes ambientales que tiene. Si se los cargaran, lo carísimo sería precisamente lo convencional.
¿Qué es para ti la economía circular?
El concepto nació con una explicación ecológica, pero la gran industria se lo ha apropiado. Leía hace poco un informe de Repsol sobre el tema y me quedé asustada. La economía circular la entiendo más como “de la cuna a la cuna”: un árbol genera una semilla, brota en el suelo y ésta vuelve a ser otro árbol. Eso es la economía circular que genera vida, y alimentos. En la naturaleza se entiende bien. Luego está el tema de las tres ‘erres’ [reducir, reciclar y reutilizar]. Para mí la importante es la primera: consumir solo lo necesario. Y también circular es lo contrario de la obsolescencia programada. Es algo que se da en la producción ecológica de forma natural: de alimentos sanos, personas sanas. El círculo perfecto. Por otro lado, en algunas prácticas debemos volver a cosas que se hacían en el pasado y generaban menos residuos.
¿Eres optimista de cara al futuro?
Me considero una optimista con conciencia porque estoy en acción para que cambien las cosas. Creo que cada vez hay más gente, sobre todo entre los jóvenes , que se está comprometiendo con el cambio climático. Ahí está la semilla del futuro. En Biocultura tenemos el festival infantil MamaTerra que lo dedicamos a que los niños aprendan jugando sobre temas ambientales. Crecer viendo que lo que haces influye en los demás y tu entorno es fundamental, porque ellos y ellas serán las personas que consuman, dirijan empresas y decidan las políticas del futuro.
¿Cuál es tu refugio en la naturaleza?
Como vivo cerca de la playa, en la Costa Brava, me gusta salir a caminar descalza por la arena. Y además esa playa está bastante limpia. Luego, cuando tengo más tiempo, me escapo a la alta montaña, a perderme por los bosques.
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