Anupama Kundoo, la arquitecta india que quiere liberarnos de las ciudades-prisión
«La clave está en tener una casa para vivir y no vivir para una casa». «El ser humano contemporáneo está atrapado en la vieja arquitectura; la labor de los buenos arquitectos es liberarle y pensar en el urbanismo del futuro». Con estas premisas y un serio compromiso con las técnicas de construcción de kilómetro cero y bajo impacto ambiental, que respetan el pasado y las raíces, y los materiales baratos y autóctonos, la arquitecta india residente en Madrid Anupama Kundoo se ha convertido en un referente de la arquitectura sostenible. Una mujer de peso cuyas conversaciones ayudan a abrir y esponjar la mente. La hemos entrevistado para celebrar el Día Mundial del Reciclaje, hoy, 17 de mayo.
Nació en Pune, India, y vivió en Bombay -en cuya escuela de Arquitectura se graduó en 1989-, una megaciudad de más de 18 millones de habitantes, rodeada de paupérrimos y gigantescos suburbios. Se instaló en España, en Madrid, en 2014. Pero ha vivido en muchas otras ciudades, lo que le ha dado una visión global de las urbes, que le ha llevado a concluir que las ciudades son el gran asunto a tratar en la actualidad, el gran eje de los problemas de hoy día. Vivió después en el sur de India, en Auroville, un experimento de cómo debería ser una nueva urbe, de ciudad del futuro, buscando una vida comunitaria en armonía. De la caótica Bombay a la utopía de Auroville, una gran experiencia de contraste; y también a Berlín, ciudad donde nacieron sus dos hijos, Nueva York y Brisbane, en Australia. Eso le ha dado una gran perspectiva sobre el mundo. Distintos continentes, ciudades muy distintas, contacto con gente muy diferente.
Los proyectos de Anupama Kundoo se han desarrollado sobre todo en la India; en Europa se ha volcado en el plano teórico y de investigación sobre una arquitectura sostenible y de futuro (actualmente da clases en la universidad Camilo José Cela, en Madrid). Pero ha podido presentar su visión de la arquitectura y el urbanismo en escaparates tan prestigiosos como la Bienal de Venecia o la instalación de los Libros Perdidos como sombrillas que realizó en 2014 en la plaza Salvador Seguí de Barcelona con una fuerte carga simbólica. «Quería crear un espacio no para presumir yo, sino para transmitir la idea de que el acceso al conocimiento es el que hace libres a las personas. Hay que recuperar el conocimiento del pasado para construir un futuro mejor». Ahí la clave de Anupama.
A Venecia llevó en 2016 el proyecto Construyendo Conocimiento: Inventario de Estrategias, una instalación escala 1:1 de una vivienda de bajo coste y un baño prefabricado que muestran el trabajo que su estudio ha estado desarrollando a lo largo de 25 años en torno a la «construcción de conocimiento para las comunidades». El Orfanato Volontariat de Pondicherry (India) es una de sus obras emblemáticas; en ella recupera una técnica encontrada en un manuscrito persa. Denominada Wall House (Casa Pared), se reprodujo a escala real en la Bienal de Venecia de Arquitectura en 2012; The New York Times calificó la instalación de Kundoo como “una gema entre los escombros”.
Por obras como el Orfanato Volontariat, la arquitecta india se ha convertido en “una especie de figura de culto” para quienes buscan una arquitectura de la austeridad y en armonía con el emplazamiento, según la ha calificado el Financial Times. «Una mezcla de arquitectura de kilómetro cero y arquitectura como campo de pruebas», como la definió Andrés Fernández Rubio en Babelia, suplemento cultural de El País. Y añadía que lo que define a Anupama es «la búsqueda de vínculos entre arquitectura y sociedad en entornos precarios, la responsabilidad social y la conciencia del espacio público; también destaca en sus obras la austeridad de los materiales y el pragmatismo a la hora de utilizarlos: ladrillos, ruedas de bicicleta reutilizadas, barro, bambú, vasijas, botellas, cerámica…».
Centrada en pensar cómo ha de ser la urbanización del futuro, en 2020 dispondrá de una exposición individual en el Museo Louisiana de Arte Moderno, en la isla de Zelanda, cerca de Copenhague, sobre su visión del urbanismo del futuro. «No estoy tan interesada en la arquitectura en el sentido tradicional, sino en cómo cambiarla, en cómo cambiar el empleo del agua y de la energía, y en cómo obtener materiales de construcción a partir de materiales reciclados, desde briks a botellas de plástico o textil; que no se conviertan en basura, sino en materiales de construcción».
Por todo esto la hemos traído a El Asombrario Recicla.
«Las ciudades son la clave para el futuro», nos cuenta Anupama a El Asombrario. «Siempre que pienso sobre la sostenibilidad en el planeta, veo que las migraciones son el gran tema, que muchísima gente se ve envuelta hoy en día en procesos migratorios, lo que les desposee de sus raíces y provoca además una gran polaridad en el mundo, hay una élite que tiene acceso a la más alta tecnología, pero luego hay mucha gente que ni siquiera tiene agua corriente en casa ni comida suficiente. Para mucha gente acceder ahora a las ciudades está prácticamente fuera de sus posibilidades, se ven obligados a dedicar una parte muy alta de su salario para acceder a un lugar donde vivir en las ciudades». Ahí es donde entra en juego su visión de la arquitectura y el urbanismo sostenible e igualitario. El acceso a la vivienda es su tema estrella.
«Las ciudades son la manifestación de todos los problemas contemporáneos, son el símbolo colectivo de lo que sucede». La pérdida de raíces es una de las consecuencias graves de todo este flujo desde la vida rural a la urbana, pero otra, de vital importancia para Anupama, es el impacto ambiental. «Las ciudades han ido estructurándose y creciendo pensando en la fuerza de trabajo, pero no en los niños, en la gente mayor, en el ser humano. Son lugares creados para los consumidores, donde puedes comprar muchas cosas, pero donde no se tiene en cuenta el balance ambiental. Y yo creo que no necesitamos tantas cosas materiales; todo se basa en tener y tener, tener muchas cosas y tener cosas caras. Hemos creado una sociedad de consumidores más que de ser humanos. Y eso es insostenible; no tenemos muchos planetas para vivir, solo este».
En esta línea de trabajo para transformar las ciudades hacia otro modelo futuro más humano, Anupama opina que hoy en día hay una obsesión por los materiales, por emplear en la construcción materiales de alta industrialización, materiales estándar, manufacturados, caros, producidos en factorías de grandes compañías que consumen muchos recursos, mucha energía, cuando no es necesario. «Hay que volver a las raíces, a la manera tradicional de construir de cada lugar, con las técnicas y los materiales locales, autóctonos, porque, si no, te estás encontrado la misma arquitectura en Singapur, en Kuwait, en Madrid. Las mismas torres en un trópico que en un desierto. Yo me rebelo contra esa manera de construir. Hay que volver la mirada a la arquitectura tradicional, que está adaptada a ese clima, como la comida. Consumamos lo adaptado a nuestro territorio, tanto en la comida -no hace falta consumir aceite de oliva en India, porque es insostenible, puedes tomar aceite de coco-, como a la hora de construir nuestras casas. Mucha gente está olvidando el conocimiento tradicional, y eso es peligroso. Además, cuando se defienden esas técnicas industrializadas porque son baratas, se está creando una falacia, porque no se está pagando el precio real, pues hay unos costes de impacto ambiental que no se están contabilizando».
Arquitectura de kilómetro cero. Mirar al pasado para afrontar mejor el futuro. Y en ese punto, y con esa visión global, ¿cómo ve a las grandes ciudades españolas? Anupama ve a España como un país con un background muy interesante en cultura arquitectónica, «pero lo que siento ahora es que no hay un nivel de conciencia ambiental como el que pueda haber por ejemplo en Berlín, una conciencia de pensar en global y de crear comunidad». Cree que no estaría de más que ciudades como Madrid se dejaran influir desde el exterior, por ejemplo con las aportaciones de Jan Gehl, un arquitecto danés que ha adquirido notoriedad mundial por sus trabajos para ayudar a grandes ciudades a convertirse en núcleos más amables para los peatones, para las personas, a hacer en fin las ciudades más vivibles. «Una ciudad te debe proporcionar anonimato, algo que te aporta libertad, y esa es la gran virtud de una ciudad frente a la vida de los pueblos, pero también debe crear algún sentido de comunidad. Las ciudades españolas parten de un buen modelo, pero ahora aquí no veo preocupación por crear ese sentimiento de comunidad, sino que están demasiado absorbidas por la cultura del coche. El modelo mediterráneo es fantástico, pero el problemas es que en las últimas décadas se ha puesto todo el acento en empoderar el coche para dar a los individuos una sensación de libertad, que es solo una falsa libertad. Sería muy fácil cambiarlo».
Es un problema de las sociedades de consumo lineal que se expande. La industrialización de la agricultura, de la ganadería y de la construcción. «No tiene sentido emplear la mayor parte de la vida y de los recursos para hacerse con una casa. La arquitectura debe facilitar otras vías. Ahora se trata de que estés pagando toda una vida por tu casa a un banco. La clave está en tener una casa para vivir y no vivir para una casa. Lo más importante es vivir y tener tiempo para vivir, no ser meros productores/consumidores. La arquitectura debe facilitar tener buenos espacios, y no por tener un gran presupuesto creas un buen espacio; es lo mismo que sucede con las películas. Hay muy malas películas con presupuestos enormes. Es la historia lo que importa. Debemos ayudar a la gente a tener una buena vida, crear buenos espacios, saludables, con materiales saludables. Eso es para mí un buen arquitecto. Ese y el que tiene en cuenta el impacto social y el impacto ambiental».
En este sentido, su sueño profesional es desarrollar un proyecto alternativo de urbanismo en el centro de Madrid, en un barrio con gran diversidad como Lavapiés, donde pudiera diseñar un prototipo de barrio no solo para los individuos, sino para la ciudad, «no las típicas casas con las típicas camas de matrimonio». «La sociedad está cambiando mucho, se están desarrollando nuevas relaciones sociales y los arquitectos debemos facilitarlo; tú puedes estar soltero, pero no vivir solo. La familia y la sociedad están cambiando, pero no la arquitectura. Pienso que el ser humano contemporáneo está atrapado en la vieja arquitectura, y hay que liberarle hacia un urbanismo real, verdadero, que se adapte a las nuevas sociedades y nuevas familias, un modelo integral de comunidad. Me encantaría tener la oportunidad de demostrar la integración de materiales y de necesidades reales de la sociedad contemporánea, liberar al ser humano, más allá de diseñar una habitación y otra habitación y otra habitación. Crear un prototipo de comunidad, con facilidades para compartir».
Comentarios