12 obras imprescindibles de ‘Arte y naturaleza’, la gran expo verde del año
CaixaForum Madrid ha decidido convertirse este 2024 en un museo decididamente verde. Tras su exposición ‘Horizonte y Límite. Visiones del paisaje’, que llegó hasta el 31 de marzo, ahora nos sorprende con ‘Arte y Naturaleza’ (hasta junio), “una mirada retrospectiva a 100 años de diálogo entre las artes y la naturaleza”, un compendio de obras de grandes artistas –desde Klee y Kandinsky hasta Dalí, Tanguy y Calder– llegadas del Pompidou de París, que está captando gran interés del público. Podemos decir que es una de las grandes exposiciones de la primavera en la capital. Recorremos la muestra poniendo un poco de orden y con parada en las 12 obras que más nos han hecho reflexionar.
Es verdad que algunas obras están traídas por los pelos al concepto de la muestra (siempre viste mucho sacar picassos o dalís, pero…); es verdad que el concepto popurrí o amalgama –hay pintura, escultura, fotografía, cine, diseño, arquitectura, instalaciones….– gusta mucho al público en general, pero a veces se peca de populista. Pero también es verdad que la exposición Arte y Naturaleza brinda la oportunidad de contemplar obras muy interesantes de grandes nombres de la creatividad, independientemente del contexto en que están metidas, y que el conjunto incluso puede llevarnos a una reflexión sobre nuestros vínculos, tratos y contratos con la naturaleza por una vía emocional, que está comprobado que a menudo funciona mejor que la senda de los datos o los informes científicos. Recorremos y desmenuzamos Arte y Naturaleza a partir de 12 obras con mucho significado.
La naturaleza abstracta de Georgia O’Keeffe
Así comienza la expo. Con Estría roja, amarilla y negra (1924), de Georgia O`Keeffe, que representa una puesta de sol que ilumina el cielo, el lago George, situado al este del Estado de Nueva York, y sus orillas. “La luz se despliega en formas orgánicas, pintadas con pinceladas fluidas y precisas que traducen la sensación de unicidad de la naturaleza”, dice la cartela. Es la apertura a un grupo de obras en las que las formas orgánicas de la naturaleza sirven de inspiración a los artistas de la primera mitad del siglo XX.
El biomorfismo de Julio González, Giacometti, Calder, Arp, Aalto“Durante la década de 1930, el biomorfismo impregna el conjunto de la creación artística. Esta tendencia surge como una tercera vía entre el surrealismo y la abstracción. Las obras presentan formas curvadas y sencillas, y aluden a estructuras orgánicas o a procesos naturales como la metamorfosis. El universos de los seres vivos constituye para estos artistas un repertorio de formas que plasman en representaciones híbridas y poéticas”. Aquí hemos de destacar las piezas Hombre Cactus II (1939), de Julio González; Mujer degollada (1932-1940) de Alberto Giacometti, que no es otra cosa que una mantis religiosa; las esculturas de Jean Arp (como Concha formada por una mano humana, 1935); Cuatro hojas y tres pétalos (1939), preciosa obra de quien nunca pasa de moda, Alexander Calder, y la Silla Paimio n.41 (1930-1931), de Alvar Aalto, un enamorado de su naturaleza nórdica, sus bosques y lagos.
Los avances científicos de los años 40 no dejan indiferentes a los artistas; les ayudan a descubrir otros mundos, a dejar volar la imaginación. Ya no son solo los sueños, las composiciones oníricas, de los surrealistas; sino que su creatividad encuentra además bases en la realidad. Les hace afirmarse y crecer. Dentro de este apartado de la muestra, quien esto escribe siente especial debilidad por los animalillos mágicos que Vasili Kandinski plasma en Azul cielo (1940), muy influido por su amigo Miró. Así reza la cartela: “Varias formas orgánicas multicolores, parecidas a animalillos mágicos, aparecen suspendidas en un espacio atmosférico. La alegría de esta composición viva y luminosa la convierte en una escapatoria poética al contexto político de la época, lleno de violencias y privaciones”. Sí, encontraron en la ciencia una vía para tener fe en el ser humano, en los avances de la sociedad, frente a un mundo agitado por dos guerras mundiales en la primera mitad del siglo XX.
Madera y plumas
Hay otro espacio en la exposición de CaixaForum en que la conexión con la naturaleza es de lo más directa, pues se emplean materiales proporcionados por la naturaleza misma. Es el caso de dos de las obras más llamativas, que más atención del público captan: Árbol caído (2011), del francés Benjamin Graindorge, que muestra un banco del que sale un árbol, o un árbol que se convierte en un banco (tanto monta, monta tanto). Y Las plumas de Esopo (1968), del italiano Pino Pascali; poco hay que explicar sobre las inquietantes asociaciones que a mucha gente le despiertan las plumas.
Distopías, polución, pandemias
Y entramos en el último tramo de la exposición, el contemporáneo, el de denuncia de los estragos que el ser humano está causando en el planeta. “Los artistas presentados en este ámbito muestran en sus obras una naturaleza en peligro, contaminada y convertida, a su vez, en una amenaza para el ser humano, expuesto a la polución o las mutaciones virales”. Y aquí tres obras nos despiertan los sentidos especialmente:
El japonés Tetsumi Kudo y su Polución-cultivo-nueva ecología (1971); profundamente marcado por la catástrofe de Hiroshima, Kudo “nutre su trabajo con una visión pesimista del mundo, caracterizada por el advenimiento de lo que denomina ‘una nueva ecología’, que mezcla al ser humano con la tecnología y la contaminación. Plantas de plástico, objetos electrónicos, órganos y penes humanos de cartón piedra se combinan aquí en un trozo de tierra”. Plantea un futuro distópico.
El Estanque de piel (relucir) (2019), de la suiza Pamela Rosenkranz, contiene un extraño líquido de color entre rosa y beis, que recuerda a una piel idealizada por la publicidad; la artista escenifica así la contaminación del cuerpo humano por los productos químicos que nos venden con insistencia y mucho marketing.
Y, como despedida de la muestra, el inglés Jeremy Deller nos trae en Éxodo (2012), un vídeo de 6 minutos con escalofriantes revoloteos de espesas colonias de murciélagos, animal que se nos ha quedado asociado en el consciente y el subconsciente con los traumáticos tiempos de la pandemia covid-19. Sin embargo, el artista inglés nos revuelve cabeza, estómago y argumentos: “Muy lejos del imaginario negativo al que suele asociarse, el murciélago aparece como un modelo de solidaridad colectiva, fuente potencial de inspiración para el ser humano en época de tribulaciones”.
Sin duda una exposición para disfrutar y pensar. Apta para todos los públicos. ¡Ah! Y no olvidéis una visita a la librería-tienda de CaixaForum, bien surtida ahora de libros seleccionados con gusto y criterio en torno al paisaje, las plantas, la naturaleza, la ecología. Merece un chapeau.
‘Arte y naturaleza’ en el CaixaForum Madrid, hasta el 9 de junio.
No hay comentarios