Augusto Assía, el ‘único testigo’ de la segunda guerra
Durante la Segunda Guerra Mundial, Augusto Assía, corresponsal de La Vanguardia, era el único periodista español que informaba a sus compatriotas desde Londres. Este es un perfil de la figura de este periodista de empuje y talento.
Por LUIS SOLANO
En la primera mitad del siglo xx trabajó en la prensa española una brillantísima generación de periodistas cuyos textos están entre lo mejor que se ha escrito en nuestro país durante el pasado siglo. Formaban parte de ella Augusto Assía, Corpus Barga, Agustí Calvet “Gaziel”, Julio Camba, Josep Pla, Manuel Chaves Nogales y Eugenio Xammar. Algunos, como Pla, consiguieron ocupar desde relativamente pronto un lugar destacado en la historia de la literatura española; a otros como Chaves o Gaziel ha tardado en llegarles el reconocimiento que merecían. Pero los hay también, como Assía, que son todavía unos desconocidos para el gran público; quizá porque la mayoría de ellos no se vieron nunca como verdaderos escritores, sino como simples periodistas para los que publicar libros no era parte natural de su oficio: “si la reagrupación de artículos periodísticos en forma de libro exige una explicación, pídasela usted a los editores de este. Solo respondiendo a sus reiterados requerimientos, he accedido a que fuera publicado” explicaba Assía en el prólogo de uno de los –pocos– libros que publicó.
Felipe Fernández Armesto, nombre con el que había nacido Augusto Assía, al que en estas líneas reivindicamos, era el más joven de esa generación y fue uno de los que tuvo una vida profesional más larga. Natural de La Mezquita, un pequeño pueblo de la provincia de Orense, estudió Filosofía y Letras en Santiago y comenzó a colaborar en la prensa de Madrid mientras ampliaba estudios en Berlín. Tras leer alguno de esos escritos, Gaziel, ya entonces director de LA VANGUARDIA, le propuso ser el corresponsal de su periódico en Berlín. Fernández Armesto aceptó, pero como temía perder esas colaboraciones empezó a enviar sus despachos a La Vanguardia con el seudónimo de Augusto Assía. Seguramente no sabía que esa decisión estaba marcando el resto de su vida profesional: no volvería a firmar con su verdadero nombre ni cambiaría de periódico, sus textos se publicarían prácticamente de manera ininterrumpida en LA VANGUARDIA hasta su jubilación en 1986.
Poco tiempo después, en 1933, una incómoda pregunta suya al entonces ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, le valió la expulsión de Alemania. LA VANGUARDIA lo envió de corresponsal a Londres, el segundo paso en una exitosa carrera: la segunda guerra mundial, los juicios de Núremberg, la firma del Tratado de Roma o la fundación de la República Federal Alemana, son algunos de los eventos que le tocaría cubrir a lo largo de su vida profesional. Semejante posición hizo de él una de las personas mejor relacionadas de la España de su tiempo, convirtiéndolo en una figura legendaria. Sirva para ilustrar el tamaño de la leyenda el hecho de que durante algún tiempo se pensara que Garbo, el famoso agente doble que engañó a los alemanes sobre el lugar en el que se produciría el desembarco aliado, era el propio Assía. Durante la segunda guerra mundial, Assía era el único corresponsal español que informaba desde Londres, sus crónicas, por tanto, condicionaron la visión que del conflicto tuvieron los españoles y le crearon no pocos problemas con el gobierno franquista, que en algún momento amenazó con privarle de la nacionalidad española: “mi optimismo innato, al lado de mi fe en la fuerza de la libertad, así como mi conocimiento del carácter inglés, contribuyeron a que ni por un solo momento dudara del triunfo de Inglaterra. Esto, a su vez, imprimió a mi labor un tono a contrapelo que, si me produjo inquietudes, llevo la tranquilidad a no pocos ánimos.”
El éxito de las crónicas de Assía fue tal que una vez acabada la guerra una antología de las mismas apareció en dos volúmenes que son, sin duda, dos de los libros periodísticos más importantes del siglo XX español. El primero, titulado Cuando yunque, yunque, recogía crónicas de la primera etapa de la guerra, la que llega hasta julio del 43, la llamada “guerra defensiva” y se publicó en 1947. Un año después aparecía el segundo volumen, Cuando martillo, martillo, que abarcaba la parte final de la guerra, la ofensiva aliada. Las crónicas que Assía escribía no eran únicamente artículos de corte bélico, ya que sus escritos “alternaban los temas de la guerra con los civiles, la resistencia con la lucha, la vida y la muerte”. Así, las crónicas lo mismo nos dan noticia de cómo funciona la corona británica que de la retirada de los soldados ingleses de Dunquerque o del sistema escolar vigente en el Reino Unido, y se convierten no solo en la crónica de la guerra vista por un español, sino también en un auténtico retrato moral del único país de Europa occidental que no se dejó doblegar por Hitler. Una verdadera lección de periodismo que leída casi setenta años más tarde es también una lección de auténtica literatura.
Luis Solano (Vigo, 1972) es editor de Libros del Asteroide.
Comentarios
Por Julián, el 13 abril 2015
¿Augusto Assía no escribió también en el «Ya», el órgano de la derecha católica, unos artículos ultras?
Por Alfonso, el 13 abril 2015
En la Voz de Galicia escribía sin rubor alguno, loando al franquismo. Su mujer llegó a ser diputada de Alianza Popular.
Por Francisco Acebes del Río, el 13 abril 2015
Augusto Assia fue un grandísimo informador. Sus crónicas desde Londres del diario Ya eran de lo mejor que se podía leer en España. Tengo entendido que nunca fue periodista como tal, entre otras cosas porque para tener el carnet de periodista se exigia la pertenencia a Falange. De ahí que Assía utilizase el subterfugio de enviar sus crónicas como «Cartas al Director» y así se lo aceptaban. No hay que caer en el error de que durante el franquismo todos eran franquistas, por favor.
Por Alfonso, el 13 abril 2015
Pues viva la libertad de expresión !!
Por juan palomo, el 13 abril 2015
Un auténtico facha, colaboracionista y bien premiado por el Régimen franquista. En agosto de 1936 viajó desde Londres, al bando franquista, quedando adscrito a la sección de Prensa del Gobierno de Burgos. Estuvo en el bando franquista en el frente de Asturias y, más tarde, fue director del diario orensano Arco, así como jefe de la sección de Internacional de La Voz de España. Un buen pájaro.