Aviador Dro: 40 años de revolución tecno-punk-robotizada
Editorial la Felguera acaba de publicar el libro Anarquía Científica. La fascinante revolución tecno del Aviador DRO, que repasa la historia de un fenómeno cultural con apenas precedentes en la historia de la música española. En el proyecto, casualidad o no, están implicados tres Servandos. Un padre y un hijo, ambos artistas, y un activo editor. Actividad y radiactividad. Cuarenta años de música y revolución tecno-punk-robotizada. Quisieron demoler la civilización occidental a golpe de sintetizador.
“He considerado desde siempre que Aviador Dro eran una computadora tecno-punki, dotada de un disco duro anarquista con claves marxistas sintetizadas en temas robotizados” (Carlos Tena).
“Acuñaron el término ‘tecno pop’ para demoler la civilización occidental tal y como la conocíamos echando mano de nuestra herramienta favorita: ¡sintetizadores, cajas de ritmos y secuenciadores KORG!” (Julián Hernández).
“Imposible imaginar un mundo sin Aviador Dro” (Jesús Ordovás).
Esto dijeron de ellos algunos ilustres críticos musicales. Pero veamos sus perfiles por orden de aterrizaje en la Tierra, procedentes de algún planeta extinto.
Servando Carvallar Román (Cádiz 1936). Actor, dramaturgo y profesor de teatro, fundó junto a su mujer, Carmen Heymann, (Quito, 1944 / Madrid, 2012) la compañía Teatro popular de Muñecos y Máscaras, especializada en teatro medieval. Bajo su gestión nació la Sala Mirador en 1984. El primer centro estable en Madrid, barrio de Lavapiés, dedicado al teatro de marionetas, donde se representaron montajes como el Ubú rey de Alfred Jarry en versión teatral de Francisco Nieva o Las mil y una noches, ambas obras dirigidas por Servando Carballar y con música de Los Iniciados. A día de hoy, está preparado para unirse a la Revolución Dinámica o cualquier otra insurrección.
Servando Carballar Heymann (Madrid 1962). Fundador del grupo tecno pop Aviador DRO y sus Obreros Especializados, 1979, y de la compañía discográfica independiente DRO, Discos Radiactivos Organizados¸ dos años después. Su madre le enseñó a leer a los tres años, a los siete vio por primera vez 2001 Odisea Espacial, de Stanley Kubrick; que ha visionado más de un centenar de veces, y con ocho años debutó en los escenarios junto a sus papás. Descubrir casualmente el álbum The Mad Machine de Kraftwerk le dio la vuelta a la cabeza, igual que conocer y amar a Marta Cervera, aviadora Arcoiris, teclista del grupo, perfecta compañera de viaje interestelar, además de cómplice activa en las más varadas tropelías de agitación.
Servando Rocha (Santa Cruz de la Palma, 1978). Abogado, escritor, ensayista, fundador y director de Editorial La Felguera. Activista contracultural y agente secreto, ha publicado libros como La Internacional Situacionista, The Angry brigada o Mirad a vuestros verdugos. Historia del vandalismo ilustrado. Tenía cuatro años cuando se fundó Discos DRO y conserva vinilos de Gabinete Caligari, editados por la citada compañía. Se identifica plenamente con la siguiente frase de William Burroughs: “Escribir es admitir la posibilidad de que algo suceda”.
La curiosidad nos lleva a consultar el significado de un nombre poco manido. Servando, origen latino, de Servandus, “que se debe guardar; el que observa, cumple y guarda”. A Carballar hijo siempre le dijeron Vandi; Rocha es para todos Servan. Casi seis décadas separan al veterano del novato, unidos sin embargo por la militancia en el sinnúmero de avatares que ha conseguido recopilar ordenada y rigurosamente el libro Anarquía Cientifica. La Revolución Mutante del Aviador Dro, coordinado por la periodista Patricia Godes, con una veintena de firmas de escritores, periodistas y críticos de música.
Nos entusiasma la idea de trasladarnos para El Asombrario hasta el escondrijo de los aviadores, en la localidad madrileña de Rivas. Dos inmensas naves componen la trastienda de Generación X, la mayor franquicia de comics, juegos de mesa y rol de España. Otro de los éxitos empresariales de Carballar y compañía, perfectamente compatible con la presencia del grupo en los escenarios. De más está añadir que los tres Servandos andan felices con el libro.
Servando Viovac, su nombre de aviador, siempre ha sido un genio organizando equipos y lo sabe. Desde sus primeros pasos como agitador cultural en el Instituto Santamarca, del madrileño barrio de Prosperidad, hasta aventuras empresariales como Discos DRO o La Fábrica Magnética, siempre ha resurgido de alguna que otra quema con el apoyo activo de sus progenitores, ante los que jamás consiguió sobresaltar con la rebeldía propia de los adolescentes. “Mis padres eran muy bohemios. Dudo que con otra familia hubiese podido organizar todo aquello, desde los primeros fanzines en el instituto a las fiestas que montábamos en nuestra casa de la calle Zabaleta, cobrando por la entrada 50 pesetas. Cuando la discográfica empezó a crecer y nosotros no sabíamos ni lo que era una letra de cambio, mi padre nos echaba una mano. Cuando decidimos actuar vestidos con monos industriales y queríamos añadir algún detalle, era mi madre quien cosía”.
“Nosotros, Carmita y yo”, apunta Servando padre, hacíamos muchas giras teatrales y no teníamos con quien dejar a nuestro hijo, así que lo llevábamos a todas partes, lo mismo a un estreno o un viaje que a una tertulia literaria. Recuerdo que una tarde lo dejamos sentado junto al escenario, y de repente se le cayó el chupete. Debía de tener menos de dos años, y por no llamar la atención ni protestó. Conoció a Cela, Félix Grande, Emilio Sola o Gloria Fuertes. Viajó a Praga con nosotros en 1970. Si nos contrataban para dar clases de teatro en alguna universidad extranjera, como en los cursos de verano en Middelbury College, Vermont, Vandi venía con nosotros”, añade Carballar. “Y lo poco o mucho que me pagaban cuando actuaba con ellos me lo gastaba en discos todavía imposibles de encontrar en España. A Viovac le gustaban Los Beatles, La Velvet Underground, Residents, Blondie, B´52…”.
Y en esto que llegó el punk salvaje de Sex Pistols. “¿Cómo no identificarnos con la energía rompedora de Sid Vicious y Johnny Rotten? ¡Ese era el mensaje que queríamos transmitir! De golpe caímos en la cuenta de que nuestros fanzines acababan en la papelera, y pensamos que con la música llegaríamos a más gente por más tiempo. Pusimos un anuncio en el Segunda Mano, solo nos contestó Andrés Noarbe, experto en música electrónica”. Justo antes andaban con un grupo que se llamó Alex y los Drugos. El nombre rendía culto y honores a Alex Delarge, protagonista de La Naranja Mecánica, escrita por Anthony Burgess en 1962. Drugo significa amigo en la jerga nadsat inventada por el escritor para aquella pandilla. La adaptación al cine de Kubrick es otra de las obsesiones de Carballar hijo.
“Llegan Alex y sus drugos arrasando la ciudad porque está cargada de oro de moral y suciedad… La novena sinfonía se filtrará en los palacios carcomiendo sus cimientos en un himno de napalm”, cantaban.
Y, mientras tanto, ¿en qué andaba ocupado Servando Rocha? “Pues yo era un niño pequeño. Hasta que llegué a Madrid en el 91, apenas había salido de la isla de La Palma. Mi padre era abogado y yo estudié Derecho. Solía acompañarle a Tenerife y con la excusa de dar una vuelta por allí mientras él trabajaba, me escapaba en guagua a ver a los punks que invadieron La Laguna en los 80. ¡Casi pasaba miedo!”, comenta entre risas. “La llegada a Madrid fue una experiencia espectacular. La Felguera nació en 1996, pero los primeros libros se publicaron en 2004. Mientras tanto hicimos un montón de cosas”.
Desde montar una tienda, organizar conciertos, interrumpir lecturas de poemas, sabotear exposiciones… y todas las actividades propias de un gremio de guerrilla vinculado al arte. “Empezamos como Colectivo de Trabajadores Culturales La Felguera y en 2009, con un comunicado muy pomposo, nos disolvimos para convertirnos en sociedad secreta, La Felguera Editores, que, como la Masonería, no es tanto secreta como discreta”, sigue Rocha.
En febrero de este año salía a la calle un libro titulado España salvaje. Los otros Episodios Nacionales, con José Millán- Astray en la portada, que enfureció al colectivo ultra Plataforma Patriótica Millán-Astray. La librería La Integral de Madrid recibió amenazas por lucir el retrato del fundador de la Legión en su vitrina. De nuevo la muerte tratando de pisotear la inteligencia.
La anécdota refresca la memoria de Vandi aviador para relatarnos otra anécdota ocurrida en pleno tardofranquismo. Los Guerrilleros de Cristo Rey amenazaron con reventar alguno de los festivales organizados en el Ateneo Libertario de Prosperidad, convertido en locales de ensayo para los grupos de la llamada Nueva Ola. Andaba por allí Miguel Bosé que, ni corto ni perezoso, se apostó en la puerta con un bate de béisbol dispuesto a plantar cara al facherío. “Debió de ser allá por 1977, cuando Bosé cantaba Linda, y nos dijimos: “Joder, este tío mola más de lo que parece”, explica Vandi Carballar.
Parálisis Permanente, Siniestro Total, Decibelios, Alphaville, Fangoria, Glutamato Ye-Yé, Derribos Arias, Nacha Pop, Gabinete Caligari, Loquillo, Los Nikis… formaron parte de Discos DRO en diferentes etapas. “Es el sello con el que todos crecimos”, comenta Rocha. Hasta que en 1988 Servando y Marta abandonan el sueño cumplido por discrepancias empresariales con otra parte del equipo. ¿Murieron de éxito? Podría ser. El siguiente proyecto fue otra discográfica que se llamó La Fábrica Magnética, instalada en las dependencias de la Sala Mirador, un curioso teatro de Lavapiés, propiedad de los padres de Servando, que de nuevo apoyaron incondicionalmente los planes de su hijo.
“Cada época tiene su propio mito”, reflexiona Servan Rocha. “Hoy el esfuerzo parece estar pasado de moda. En programas de televisión como La Voz salen chavales de 16 años diciendo entre lágrimas ‘por fin recojo lo sembrado’, y te preguntas: ¿pero qué habrá podido sembrar con solo 16 años? Ahora parece que todo puede salir de la nada. El sentido de la espera ha desaparecido, porque lo queremos todo y lo queremos ya. Aquel espíritu de DRO se basó en el esfuerzo, los buenos equipos y seguir trabajando cuando las cosas se torcían. Yo nunca fui un fan incondicional del Aviador Dro, pero os aseguro que a partir de la edición de este libro me he convertido. Y pienso que a mucha gente le va a ocurrir igual”.
Insistimos en William S. Burroughs. Si escribir es admitir la posibilidad de que algo suceda, escribir sobre esta gente es admitir que la revolución mutante podría estallar hoy mismo.
No hay comentarios