Ayuno digital para renovar la salud mental y la emocional
Puedes seguir al autor Rubén Caravaca Fernández en twitter, aquí @rubencaravaca
Estamos en momentos calentitos, no solo por el mercurio marcado por el cambio climático. En este tiempo me había propuesto iniciar un ayuno digital después de leer el libro del mismo nombre de Sergi Onorato Esteve. Imposible. Los acontecimientos nos marcan, no decidimos sobre nuestra vida, quien lo hace es el smartphone. Informática, internet y telefonía móvil determinan nuestra existencia, parcelando vida y relaciones. ‘El hombre a una nariz pegado’ de Quevedo ha dado paso a individuos adheridos al móvil. Este ayuno intermitente digital sí es muy aconsejable.
Tan conectados como aislados #comidasinmovil
Consecuencias bien conocidas: perennemente conectados y disponibles, con las correspondientes emanaciones y relaciones presenciales limitadas. Realidad sesgada y atrofiada. Vidas venturosas y exclusivas junto a malestar y depresión esperando que otras personas, con realidades semejantes, aconsejen y suplan a profesionales. Intimidad expuesta por lo compartido y lo comercializado –con nuestras informaciones e imágenes regaladas–, animándonos a continuar y aumentar seguidores, me gustas, RTs… Estímulo-respuesta-recompensa, generando adicciones y ansiedad social. Vivir sin premios y distinciones es duro. Cambiamos mirarnos a los ojos por pantallas. Multiconectividad y relaciones superficiales. Presencias e interacciones físicas mínimas, limitando emociones y sentimientos que suplimos con emoticonos, gifs… Nuevos compañeros en las comidas: “8 de cada 10 estamos pendientes del móvil mientras comemos, 6 de cada 10 lo tenemos en la mesa”.
Nadie duda de las cualidades de la Red, preciso recapitular hasta qué punto estamos atrapados en ella, sin poder de decisión por nosotros mismos. Disponibilidad 24 horas, correos electrónicos, videoconferencias, whatsapp, telegrams… “La comunicación online se asemeja a la comunicación presencial como la luz eléctrica a la luz del Sol. Ilumina, pero no calienta”. Precariedad laboral, fomento de la competencia y el individualismo, frente a lo común y la acción compartida. El piso-habitación centro-logístico de nuestra vida. Explotación de riders. Trabajos suplidos por máquinas –cajas automáticas en grandes superficies, mecanización de almacenes…–, externalizando otros que pasan a ser realizados por las mismas plataformas, eliminando infraestructuras y maquinarias –excluyendo a trabajadores–, incrementando el control y las competencias entre estos, junto a una IA que hará prescindibles a periodistas, chóferes, administrativos y creadores.
GAFAMS, el centro de nuestras vidas
Exceso de información –Un mundo feliz– y estar más desinformados que nunca. Asidos a un mundo de consumo dominado por las GAFAMS (Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft) devastando el comercio de proximidad, determinando a qué tenemos acceso; multiplican ingresos, las desigualdades se agigantan. Esparcimiento sempiterno en plataformas de streaming y juegos, digitalizando cuerpos y mentes introduciéndose en un mapa neuronal como parte del propio cuerpo, dejando poco tiempo a nuestro ecosistema personal, trasladado al virtual. Lecturas digitales más veloces que las de formato impreso, “afectando a la comprensión general del texto”. Escritura manual al mínimo, cuando “activa áreas cerebrales del aprendizaje que no activan las escrituras con teclado”. Memoria personal y colectiva alojada en la nube, disminuyendo la agilidad mental, pudiendo llegar a colapsar por el uso de las redes sociales: “Un aumento de su consumo durante un día está relacionado con la disminución de la memoria al día siguiente”. La Escuela de Negocios de Stanford alertó de las consecuencias del uso de las redes sociales, advirtiendo que por ellas “nuestros comportamientos están siendo programados”.
Nuestro móvil sabe más de nosotros que nosotros mismos
El autor pregunta: “¿Con quién si no compartimos más nuestra intimidad que con nuestro teléfono inteligente?”. Solo asumiendo la realidad es posible “romper con ese círculo diabólico”. Reflexionar sobre los límites. Poner coto al control al que estamos sometidos, a la comercialización de nuestros datos. Decisión personal. Bajar el ritmo. Pensar individual y colectivamente.
La importancia de no hacer nada
Proponer opciones. Empezar a desconectar sin criminalizarnos si no conseguimos desarrollar nuestro ayuno digital, que como el ramadán es más fácil de alcanzar acompañados. Desdigitalizar la vida; la hiperconexión aleja a personas y comunidades. “Desconectar de forma voluntaria determinará nuestro estilo de vida”, mejorando la salud física y emocional. Para comenzar con pequeñas acciones el ayuno digital incluye tres cartas de iniciación.
Con una excelente y cuidada edición, Ayuno Digital (Editorial Descontrol) proporciona información y materiales actractivos y sorprendentes, planteando una relación dispar con nuestros smartphones. Salir de las adicciones no es fácil, reconocerlas es el primer paso de enmienda. Usar el móvil de manera saludable como reto. Nos da pistas para intentarlo, consciente de lo complicado que es.
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