Ayuso, dispuesta a la censura de los ODS y la educación ecosocial
Ya lo dijo Ray Bradbury: “No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no aprende y que no sabe”. Algo así hemos de temer cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha manifestado su intención de eliminar del currículo educativo –ahora, cuando se ha percatado de que no tiene competencias para la censura, llevándolo al Supremo– los conceptos y contenidos referidos a lo ecosocial, la ciudadanía resiliente, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS de Naciones Unidas) y emergencia climática, así como su disposición a prohibir conceptos como diversidad, igualdad o Memoria Histórica. La ignorancia –jaleada por muchos–, unida al fanatismo, no encuentra fronteras.
El derecho al voto no es garantía de democracia; la República Democrática China lleva la palabra democracia en su nombre y es bien sabido cómo se ejerce el poder y el dominio sobre la sociedad. Si por algo se caracteriza un país democrático, además del evidente derecho al voto, es por tener derecho a la información que posibilite el conocimiento y nos lleve, o nos permita al menos, tomar decisiones de forma libre. Sabemos que hoy en día los algoritmos informáticos empleados en redes sociales, desde empresas hasta partidos políticos, nos limitan la información y, en la gran era de la tecnología y acceso a la información, se produce el mayor número de noticias falsas (las famosas fake news) que desinforman y condicionan nuestras decisiones sin que seamos conscientes de ello.
Pero, como adultos, podemos decidir dónde y cómo contrastamos fuentes para protegernos de la desinformación. También podemos decidir qué redes sociales tenemos y cómo las utilizamos, como adultos tenemos esa alternativa y poder de decisión. No así los niños y niñas, que quedan condicionados por la información que consumen y en la que no siempre hay poder de elección, sobre todo si les llega por canales formalizados y oficiales, como puede ser la educación, el currículo formativo.
Pedro Baños, buen conocedor de estos procesos de dominio mental, afirma rotundamente: “Por la maleabilidad de su cerebro y la falta de ideas preconcebidas, todo dictador intenta inculcar ciertos valores y premisas a los niños”. La educación es la forma de adoctrinamiento que se viene usando a lo largo de la historia. Pero cuesta creer que en el siglo XXI se intente hacer de una forma tan descarada que atente contra los Derechos del Niño, los postulados de la propia Unesco y la Unión Europea. Hablo de la censura directa que el gobierno de la Comunidad de Madrid, con Díaz Ayuso al frente, pretende hacer de los contenidos de la LOMLOE por meras cuestiones políticas; o quizá también por querer fabricar en masa a muchos pacos al servicio del señorito Iván, y que, como santos inocentes, portemos en la mano el voto que el señorito nos ha encomendado llevar a la urna.
La Unesco, agencia de Naciones Unidas especializada en educación, publica con asiduidad investigaciones e informes de expertos en este ámbito; tras estudios sociológicos y de diversas disciplinas, buscan dar respuestas a diversos problemas mediante la educación; no sólo eso, sino que reorientan la educación a prevenir posibles problemas futuros. Lidera así los esfuerzos para responder a los desafíos mundiales actuales mediante un aprendizaje transformador. Para dicha institución, la educación es la máxima prioridad, puesto que es un derecho humano esencial.
En el informe publicado en 2021 titulado Reimaginar juntos nuestros futuros: un nuevo contrato social para la educación se cita textualmente en relación a la Humanidad: “En nuestra búsqueda de crecimiento y desarrollo, los seres humanos hemos ejercido demasiada presión sobre nuestro medio natural, poniendo en peligro nuestra propia existencia. Hoy en día, los altos niveles de vida coexisten con profundas desigualdades”. De este modo, se expone de forma explícita y concreta la relación sobre la explotación del planeta y el peligro de la Humanidad y las desigualdades; es decir, hablamos de sostenibilidad. Asimismo, se explica que los planes de estudios deberían hacer hincapié en un aprendizaje ecológico, intercultural e interdisciplinario que ayude a los alumnos a acceder a conocimientos y producirlos.
Pese a esto, el gobierno conservador de Díaz Ayuso ha manifestado su intención de eliminar del currículo educativo los conceptos y contenidos referidos a lo ecosocial, la ciudadanía resiliente, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS de naciones Unidas) y emergencia climática, entre otros; pero no sólo en esta línea se presenta la censura, también en relación a conceptos como la diversidad, la igualdad o la memoria histórica.
La comunidad educativa internacional, a través del Comité Directivo de Alto Nivel (HLSC) ODS 4-Educación 2030 , volvía a poner el foco en la educación como derecho humano y facilitador de otros derechos humanos y del desarrollo sostenible, y destacaba la importancia de comprometerse y transformar conjuntamente la educación a través de las cuatro áreas de enfoque de HLSC: escuelas inclusivas, equitativas, seguras y saludables; habilidades para la vida, el trabajo y el desarrollo sostenible. Recalca además la importancia de acelerar el proceso para alcanzar el mencionado ODS 4: Educación de calidad.
Por lo tanto, ninguna justificación ha tenido nunca la censura, pero menos tiene privar de conocimientos fundamentales para la formación de la persona, el poder llevar a cabo una vida plena, segura, que prepare a los niños y niñas para asumir una vida responsable en una sociedad libre, con espíritu de comprensión, paz, tolerancia e igualdad de los sexos, tal y como reza el artículo 29 de los Derechos del Niño.
El desastre del cambio climático y sus consecuencias son harto difundidos por la ciencia, una ciencia que se pretende negar al eliminar estos contenidos. El propio CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) recoge además en los LIBROS BLANCOS PARA LOS DESAFÍOS 2030 , retos entre los que figuran contenidos como los que se quieren hacer desaparecer en la Comunidad de Madrid.
La UNESCO también indica que los planes de estudios deben adoptar una comprensión ecológica de la Humanidad que reequilibre la forma en que nos relacionamos con la Tierra, teniendo en cuenta que es un planeta vivo y nuestro único hogar. Señala la importancia de “frenar la difusión de información errónea mediante una alfabetización científica, digital y humanística que refuerce la capacidad de distinguir la mentira de la verdad”. En los contenidos, métodos y políticas de educación indica que se debe “promover la ciudadanía activa y la participación democrática”. Pero esto último, la ciudadanía activa y la participación democrática, no interesa a los que conciben el poder de una forma dictatorial; les interesa una masa social que no sepa que está siendo oprimida bajo la bandera de la falsa idea de libertad. Pero, como en la canción de Los Planetas, “me duele escuchar a los que se creen todo lo que les dicen sin pararse a pensar si defienden a quienes nos oprimen”.
Manipular la opinión pública es una herramienta que se usa a diario, intervenir en las mentes de los niños y niñas atenta contra sus derechos.
Negar las indicaciones de las principales instituciones, de la propia ciencia o faltar a los Derechos Humanos solo puede responder a un intento, ya no de adoctrinamiento, sino de maquiavélica manipulación de las mentalidades, más propio de países como Corea del Norte que de un país europeo. Y no estoy hablando de siglas políticas, sino de Derechos Humanos. Como dijo Ray Bradbury, “no hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no aprende y que no sabe”.
La demagogia más rancia como modus operandi de ciertos partidos políticos y sus mensajes repetitivos ha conseguido que perdamos la capacidad de escandalizarnos. Pero la infancia y los derechos no se tocan. Pongamos el grito en el cielo, sí, escandalicémonos y reivindiquemos derechos… O preparémonos para episodios similares a la distopía del asalto al Capitolio.
La ignorancia, unida al fanatismo, no encuentra fronteras.
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