Cómo bailar un ‘Tango’ y emocionar sin mover un pie
Una actriz (Leticia Pascual) y un actor (Luis Sampedro) bailan un tango que conmueve al público sin un solo movimiento de pie. Es la obra de la dramaturga argentina Patricia Zangaro que, con dirección de un peso pesado del teatro, José Sanchis Sinisterra, no deja a nadie impasible. Desde la sala OffLatina, en Madrid. “El tango que bailan pone en juego los resortes más descarnados de la relación entre géneros”, ha dicho la autora.
POR LULA GÓMEZ
Imagina a una actriz pegada a una silla bajo la orden de no moverse. Debe hacer sentir el tango al público, al que se dirige sin mirar a su compañero, un actor también pegado a una silla. La orden del director es que no muevan un músculo. Él va marcando las pautas, como corresponde en este baile. “Los pies juntos”. “No, así no”. “Adelantá una pierna”. “Sos un trapito. Aquí el que manda soy yo”, va espetándole a ella, que aterrada se deja llevar. Tampoco tiene más opciones. No mueven un párpado, sólo la palabra. No obstante, el público va sintiendo cada paso, cada vuelta, cada requiebro. La tensión –desde el minuto uno- se puede cortar. El texto, escrito al milímetro, frases cortas que van replicándose, es un combate entre actor y actriz que desde la inmovilidad consiguen que el público les vea bailar.
Lo consiguen mediante un texto, Tango, que línea a línea va apoderándose de quien lo escucha para sentir, mediante la respiración de los actores (Leticia Pascual y Luis Sampedro) y 122 pausas la fuerza de un baile marcado por machos que mandan. Para Patricia Zangaro, su autora, el desafío era “bailar con la palabra”, crear una coreografía a partir de lo más básico del teatro, el texto, al que luego ha de seguir el cuerpo y la acción. Pero además de ese reto técnico, la dramaturga argentina quería también investigar y adentrarse en uno de los temas que marcan su trabajo: el patriarcado, que no es más que la dominación del más fuerte, ya sea el hombre sobre la mujer, el blanco sobre el negro, el hetero sobre el gay.
Así, desde la inmovilidad extrema aparece y se siente el sudor, la angustia, el miedo, la sexualidad y la bárbara violencia de un sistema en el que manda el hombre, que lleva la batuta y dirige el baile. Y sin pestañear con esas 122 pausas que ha contado el director de la obra, José Sanchis Sinisterra, actor y actriz juegan con las palabras y el ritmo que imponen los silencios. Cuarenta minutos de minimalismo elevado a la enésima potencia: cero movimientos y un diálogo y unos silencios que cortan el aire. Esa es la fuerza de tango y la apuesta de Sinisterra, para que el teatro ocurra en la cabeza del espectador, que construye todo lo que no cuenta esa pareja y se convierte así en director y autor del relato, explica el dramaturgo.
Es el salvaje combate entre un hombre y una mujer atados por el teatro que exhibe sin pudor quién es el macho y qué hace la hembra. La batalla, la liza, la pugna, la justa es feroz: ella es abusada y violada (y eso ocurre sin que ninguno de los actores mueva un dedo; solo la palabra). Pero el baile y la música siguen, como la vida, y actriz y actor, abrazados, siguen bailando. Y hablan y cuentan y de repente la autora hace un “ocho”, “un firulete” y da la voz a la mujer para, desde el desdén, desde la música, elevarse y pelear. No hay descanso, no gana nadie, como en las guerras.
La obra se cierra con un texto que repiten hasta tres veces para que siga siendo el espectador el que elija cómo quiere bailar y dónde poner al macho y a la hembra.
‘Tango’, de la compañía Nuevo Teatro Fronterizo, cuenta con el premio La scrittura della differenza (Italia). Está programada los jueves de septiembre y octubre en el teatro OFFLATINA.
Comentarios
Por caramel, el 27 septiembre 2018
De pequeños, cantabamos el
tango de los pies sucios :
«Tango
tangorrino como eres
que te lava slos pinreles
con el agua de fregaaaaaa»
…y asi…ejem…
Por Jorge, el 27 septiembre 2018
Por lo que se infiere de la reseña de esta obra, también se podría haber titulado «Pasodoble». O «Chotis».
Si la autora de la obra lo tituló «Tango», tal vez fuera porque la dramaturga Zangaro no tiene la menor idea acerca de pasodoble o de chotis. Pero tampoco ella, ni el director Sinistierra, tienen la menor idea del tango y de lo que implica.
Si el tango fuera machista, el hombre se limitaría a arrastrar de cualquier manera a su desdichada compañera por la pista. Y ese nunca ha sido el caso, ni siquiera según los más antiguos estereotipos tangueros. Mucho menos en la actualidad.
Que la dramtaturga sea argentina, no le otorga autoridad para opinar, u opinar creando, según sus prejuicios sobre lo que no sabe ni conoce de primera mano. Porque si hubiera siquiera intentado bailarlo, o concurrido a cualquier «milonga» aunque sea para mirar, probablemente su opinión acerca de esa danza sería diametralmente distinta.
Nadie tiene por qué considerar válida mi crñitica, que parte de un punto de vsta masculino. Por eso invito a l@s periodistas de El Asombrario a concurrir a cualquier lugar donde se baila tango en Madrid, Barcelona, Sevilla, Bilbao, Valencia, etc. O si pueden, a alguno de Estocolmo, Praga, Atenas, Edimburgo, Londres,Paris, Roma, Nápoles, Venecia, Viena, Helsinki, Moscú, Seúl, Hong Kong, Tokyo, Los Ángeles… y por supuesto, en Buenos Aires y Montevideo. Y de paso, podrán preguntarle a la numerosa concurrencia femenina qué las impulsa a someterse voluntariamente al maltrato masculino en público, a «la angustia», a «la bárbara violencia», «a ser abusadas y violadas».
La ignorancia se combate investigando y preguntando. En cualquier actividad o profesión.
También en el periodismo.
Saludos cordiales.