Beach House, por las playas de Marte
El dúo de Baltimore ofreció el sábado 21 en la sala Apolo de Barcelona una de sus dos actuaciones en la ciudad. Esta es la crónica de un concierto que se convirtió en un estado mental. Beach House se pasearon por las playas de Marte.
POR GERARD EUGENI MUR SOLÉ
El escenario intensamente rojo parecía el más propicio para una sesión completa de Turn on the Bright Lights de Interpol. Cumbre dolorida aunque poco invocada del post-punk americano. Probablemente porque han tropezado varias veces después de ese magnífico álbum. Sufriendo las consecuencias de la incapacidad para mantener una calidad altísima. Volviendo a la primera casilla. Al contrario que Beach House, que han sabido superar o empatar cada trabajo anterior. Conservando, acrecentado la fe lograda. Los fieles, esta vez, les veneraron en Barcelona, en la sala 1 de Apolo. Pintada de luz renegrida y rubí, como la conocemos. Pero esta vez con el tono saturado. El tono mental, sobre todo. En la cabeza de los espectadores, repleta seguramente de pensamientos negros y miedos sangrantes, retumbaba la masacre parisina del viernes anterior. Una semana justa y la pista rebosante; las entradas de los dos días, agotadas. El ahínco por abstraerse durante un par de horas era tan insoportable —o más— como la carga de culpabilidad por olvidar. ¿Alguien conoce la postura apropiada para acertar?
Los asistentes querían huir de la Tierra. De alguna manera. Alejarse de las preocupaciones. Lo mismo daba si era a escala micro o a dimensión macro. Para esto, para llevarnos a tierras lejanísimas, a lugares imposibles —hablamos del espacio, sin duda— Victoria Legrand y Alex Scally son unos expertos. Graduados en Astrología Pop, con sus composiciones lánguidas y luminosas —a pesar de la oscuridad de la escena— te acercan y te explican con detenimiento cada constelación: qué personaje aparece, qué tema representa, qué mensaje nos envía. Sus canciones son un puñado de estrellas. Comenzaron el viaje con decisión. Con el inicio, Levitation, ya levantaron al público a unos centímetros del suelo y el ascenso fue rapidísimo. En el tercer tema, Space Song, el retorno ya era absurdo. Todo el mundo se movía a gravedad cero. Las dos piezas pertenecen a su penúltimo álbum, Depression Cherry. Aunque hablar de penúltimo es impropio por muy cierto que sea porque no han pasado ni tres meses desde su publicación. Cuando todavía no lo habíamos digerido, en octubre lanzaron Thank Your Lucky Stars. Dos trabajos en menos de dos meses. Más constelaciones por descubrir.
Ambos discos comparten un nuevo sonido. Más rugoso, menos dulce. No rompen con esa cascada de melodías evocadoras, pero desaparece la suavidad para dejar paso a distorsiones con la cuerda que convierten los temas en algo más arrugado, imperfecto aunque nunca agresivo. Esta variación sonora es más evidente en el último disco, del que solo tocaron dos canciones (One Thing y Somewhere Tonight). En esta ocasión el hijo preferido fue Depression Cherry, que a los temas ya comentados sumaron PPP, Beyond Love y el único single, Sparks, al repertorio. La sutil y renovada sonoridad fue bien recibida por el público, que pudo disfrutar de las nuevas creaciones casi de manera idéntica a como suenan en casa. Los de Baltimore no son del tipo de músicos a los que les guste experimentar en exceso sobre el escenario. Nada de autoversiones, cambios inesperados o dilataciones sin sentido. Tampoco son partidarios de una sobreprotección de los últimos vástagos. Teen Dream y Bloom —2010 y 2012— fueron mostrados orgullosamente. Aunque qué menos. Son los causantes de su éxito y consolidación. No faltaron astros emblemáticos como Walk in the Park o Wishes. La variedad se debe, en parte, a que los seguidores tenían voz y voto, desde la web del grupo, sobre cuál sería la lista de temas.
Otro asunto es la actitud de Victoria Legrand. Hipnótica, erguida y entregada, tras una puesta en escena borrosa y estratégicamente iluminada, donde se proyectaban saltos de agua y se encendían pequeñas luces —las estrellas, las canciones—, a Legrand se la intuía como una figura fantasmal detrás de los teclados. Pocos elementos claros para definir la estampa. Una larga melena casi apoyada encima de las teclas, un cuerpo vencido hacia delante y una voz. La voz de paz mágica del dream pop. Las letras sonaban confusas, acorde con el estado de ánimo que contagia esa voz, a veces abatida, otras más rabiosa, pero siempre aérea y espiritual. Donde más demostró su fuerza fue en la interpretación de 10 Mile Stereo. Aparentemente no era el tema que se esperaba para el apogeo pero no hay duda de que llegó aquí. Si Scally a menudo ya elige la discreción, en este caso Beach House se podía resumir prácticamente en una sola persona. Una cantante dando cabezadas a pocos centímetros del teclado. Aun así no está de más recordar que a las grandes melodías del directo también contribuyen dos músicos más: Graham Hill en la batería y Skyler Skjelset, del proyecto interrumpido Fleet Foxes, con el bajo eléctrico.
El caso es que el verdadero clímax debía llegar con la que es su composición mejor valorada, Myth, que tocaron en penúltimo lugar. Después del apogeo repentino, se quería un cierre apoteósico que no se logró del todo. Primero porque Myth comenzó coja y atropellada. Siguió un poco mejor, pero nunca con el lucimiento que regala un tema tan grande. Fue una lástima que su mejor plato se adivinara poco entrenado. Quizá tuvieron demasiada confianza. Y segundo, por la extraña elección final. Escogieron Irene para terminar. Una pieza que no es menor, pero obliga a pasar por el recorte ya que en su versión LP dura casi un cuarto de hora y por este motivo no cuajó demasiado. Con la última canción de Bloom, la energía de Beach House se mitigaba. Después de 15 temas, el viaje cósmico requería un descanso. Las fuerzas fallaban y Victoria hasta tuvo que lanzar un escupitajo al vacío para mantener el tipo hasta la última nota. Esta necesaria pausa, que pillaba al público vagando por el espacio, podría haber sido en algún apartamento de alguna playa. Por las playas de Marte, claro; ahora que la NASA ha hallado pruebas de agua líquida y salada en el sur marciano.
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