La belleza de los versos de Alejandro Magno cautiva a Mérida
El Festival de Teatro Clásico de Mérida estrena una ambiciosa versión del ‘Alejandro Magno’ de Jean Racine -encarnado por el actor Félix Gómez- y con vestuario del dos veces nominado al Oscar Paco Delgado.
En la noche del miércoles, el escenario inmortal del Teatro Romano de Mérida volvió a renacer en lo clásico de la mano del más inmortal de los hombres, más antiguo aún que el vetusto, marmóreo y hermoso entorno, más famoso que cualquier lugar conocido de la Tierra, más grande que cualquiera de los grandes, Alejandro, el Magno.
Bajo la dirección de Luis Luque, Alejandro pisa las piedras de Mérida encarnado en el actor Félix Gómez, que interpreta con coraje al héroe macedonio, militar inigualable, estratega por antonomasia, conquistador del mundo, señor de todos, dios para muchos, pero también hombre. El hombre que busca su destino y su «porqué» durante una de sus últimas batallas.
Esta tragedia, orquestada por Jean Racine, fue escrita en 1665 y estrenada el mismo año por la troupe de Molière, en el Palais Royal parisino. En ella se narra la marcha de Alejandro hacia la India, donde tendrá lugar la batalla del Hidaspes contra el rey Poros, los amores de Alejandro y Cleófila y la rivalidad entre Poros y Taxila, reyes ambos, por el amor de la orgullosa y ambiciosa princesa Axiana. Anoche se presentó en versión de Eduardo Galán y del propio Luis Luque, director de la obra.
Racine basó el argumento de tal tragedia en lo descrito por el gran historiador clásico romano Quinto Curcio Rufo sobre las hazañas del gran macedonio, y sus versos combinan con elegancia la particular lucha del ser entre sus principios y sus causas, entre la virtud y la pasión, entre la justicia y la ambición. En definitiva, sobre el individuo, el terrenal, en este caso, simplemente sobre Alejandro. «¿Quién soy yo…, escribirán loas de mis batallas y mis logros… ¿Pero llegarán a conocer al hombre?».
Mérida abrió de par en par toda su belleza, en una calurosa noche de julio, para acoger uno de los dramas más hermosos recogido en versos, una tragedia sobre la destrucción que conlleva la obsesión desmedida de la naturaleza humana ante la gloria y el amor.
Este texto magistral de Racine es defendido, más allá de la corrección, por un plantel de actores jóvenes y solventes. La mayoría de ellos, aunque forjados en series de televisión, ceden sin embargo la prestancia y la voz suficiente a personajes teatralmente complicados, e interactúan enfrentándose sin miedos a tamaños personajes, saliendo más que airosos de su cometido interpretativo. Armando del Río, Aitor Luna, Unax Ugalde, Diana Palazón y Marina San José secundan con dignidad a Félix Gómez en un papel difícil, quizás el gran papel de su vida, tan grande y complicado como lo es el Alejandro de Jean Racine.
Junto a ellos, como salida de un bosque de sueño, aunque de entre las aguas, la figura y la voz de una espléndida Amparo Pamplona, por la cual, como bien me comenta el presidente extremeño Fernández Vara, no parece haber pasado ni el tiempo ni la calidad. Un placer ver y escuchar a aquella enorme intérprete de algunos de los mejores y añorados Estudios 1 de televisión, y cuya séptima aventura en el teatro romano nos recuerda la importancia de este gran festival.
La exquisita escenografía de madera y agua (el río está presente casi como un personaje más) la firma la italiana Mónica Boromello. Su trabajo, sobrio y elegante, triunfa con el reflejo acuático entre los mármoles y piedras milenarias del teatro. Nada sobra, nada falta, ni siquiera Bucéfalo.
El vestuario del nominado dos veces al Oscar de Hollywood Paco Delgado no ensombrece ni un ápice la elegancia de los versos ni del entorno y se adecua a ellos sin estridencias.
Tan sólo la puesta en escena resulta en ocasiones algo plana. Tal vez al jugar con pocos elementos el director quiera atornillarnos a la historia que se nos cuenta, y por ello recurra lo mínimo posible a los artificios, pese a que el escenario de Mérida invite a tantas posibilidades. Acertados los cambios de luz y los pasos de sus cambios de acto. Acertada y contundente la elección de las composiciones musicales añadidas a la obra, así como el uso estilístico de los tambores que refuerzan la ambientación sonora de la tragedia enfatizándola y ensalzándola visualmente, además, con la aportación de los soldados.
Disfrutar de una obra de Racine siempre es interesante; ya únicamente sus versos merecen la pena, pero hacerlo bajo el espectacular marco de este teatro y representado con eficacia y pasión es más que un regalo, una de esas cosas que, simplemente, merecen la pena.
Anoche fue una noche para gozar del teatro en toda su expresión, con la calidad suficiente como para enorgullecer al festival y a quienes lo llevan a cabo. Para contemplar, una vez más, la suerte que no debemos dejar escapar, la suerte de poder vivir la cultura y aprender las lecciones que ésta pueda darnos al escuchar cosas tales como la que Olimpia madre recuerda a su amado hijo Alejandro: «Sólo el corazón transforma la venganza en justicia». Siempre está bien recordarlo, y si es en Mérida, mejor aún.
‘Alejandro Magno’ de Racine podrá verse en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida hasta el día 17 de julio.
Puedes consultar aquí toda la programación del festival.
Comentarios
Por Alex Mene, el 14 julio 2016
Estupenda obra.
Por Roberto, el 14 julio 2016
Envidia sana de todos quienes habéis podido disfrutar de ese gran espectáculo en tierras extremeñas. El artículo invita sin duda a acercarse al Festival.El teatro,ese gran arte en un marco incomparable.