“Nos decían que la biología no permitía a la mujer desarrollarse como ser racional”

Mujeres trabajadoras en el siglo XIX.

Mujeres trabajadoras en un taller de costura en el siglo XIX.

Raquel Sánchez, historiadora y profesora de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid, analiza ‘En Señoras fuera de casa, Mujeres del XIX: la conquista del espacio público’ (Ed. Catarata) el papel que jugaron las mujeres españolas en el contexto político y social del convulso siglo XIX. Mujeres que, con excepciones notables, sufrieron la condena a la exclusiva función de esposas y madres y a las que ni el Estado liberal, ni los movimientos revolucionarios europeos –y mucho menos la Iglesia católica– reconocían como ciudadanas de pleno derecho. Recorremos con ella tres siglos de historia de mujeres encorsetadas.

¿Interesa hoy la Historia fuera del ámbito universitario?

Yo creo que sí, que hay mucho interés por la Historia, lo que pasa es que el profesorado tiene ciertas reticencias porque en el mundo académico la divulgación no está muy bien vista. La divulgación debería ser una faceta que también se valorase dentro del trabajo del historiador, porque al fin y al cabo es la proyección de tu trabajo y la aportación que haces a la sociedad. Esta facultad está sostenida con recursos públicos y tú también tienes que volcar lo que haces a la sociedad, y una forma de hacerlo es contribuir a través de conferencias, de charlas, de cursos, a través de libros, de artículos…

Empezando por el final del libro que nos trae aquí, ‘Señoras fuera de casa. Mujeres del XIX: la conquista del espacio público’, en la bibliografía he contado algo más de 126 referencias entre estudios, tesis y otros documentos. ¿Es un periodo relevante para la investigación histórica sobre la mujer?

Ahora el siglo XIX interesa menos que otros, como es el caso del siglo XX, sobre todo su primera mitad, hasta la Guerra Civil. Desde un punto de vista académico, sobre mujeres específicamente hay bastantes cosas y es uno de los temas punteros dentro del XIX. Lo que pasa es que se ha estudiado mucho más lo que se denomina la mentalidad del “ángel del hogar”; es decir, cómo a través de la literatura, a través de los manuales de conducta, se configura la iconografía, el estereotipo de la mujer madre, de la mujer esposa… De lo que yo he visto, faltan estudios sobre las mujeres pintoras, por ejemplo, y sorprende porque el mundo del arte es casi más cosmopolita que el de la literatura. Sobre escritoras se ha hecho bastante, pero sobre pintoras o empresarias -en sentido amplio-, mujeres que ponían una tienda, modistas… Aunque suene un poco frívolo, son cosas hechas por mujeres para mujeres, para un público femenino. Esas facetas faltan por estudiar todavía.

Aunque se considera que en el siglo XVIII -de monarquía absolutista- en España las mujeres ilustradas y mayoritariamente aristócratas dan un paso en la toma de conciencia y reivindicación de sí mismas. ¿Qué va a pasar en comparación durante el siglo XIX?

Bueno, hay que tener en cuenta que en el siglo XIX se construye el Estado liberal y en cierto modo es casi más restrictivo que la monarquía absoluta del siglo XVIII por lo que se refiere a la mujer. No es que las mujeres de épocas anteriores fueran muy libres ni nada parecido, pero en el modelo de familia nuclear (padre, madre e hijos) digamos que la mujer normativamente está muy volcada hacia la familia, se circunscriben más sus espacios al hogar, al menos en el modelo de familia burgués. Las aristócratas del siglo anterior, quieras que no, por ser ricas, por tener dinero, tenían ciertas libertades que las mujeres del siglo XIX no van tener. Sí son conscientes -sobre todo las de clase media, que son las que han podido estudiar o al menos leer- de las limitaciones que se les ofrece, porque a la vez están viendo que se mueven en un mundo que es el de la construcción del Estado liberal, que habla de la ampliación de los derechos, de la libertad de expresión… Y ven que eso no tiene nada que ver con ellas. Es decir, se está hablando del individuo, del ciudadano y nosotras no somos -se dicen- ni individuos ni ciudadanos… Hay un poema muy famoso de Carolina Cornado -escrito entre 1840 y 1850- que dice “¿las libertades para quién?”. Y termina denunciando que no hay nación para este sexo; es decir, todo este discurso liberador es para vosotros, a nosotras no nos llega nada.

Además del Estado liberal, tampoco se puede obviar a una buena parte de burguesía reaccionaria.

Ni a la Iglesia. La Iglesia católica española del siglo XIX no es reaccionaria sino… lo siguiente. Ayer les contaba a los alumnos que la Constitución de la restauración borbónica, del año 1876, y teniendo en cuenta que es muy conservadora, contiene un artículo en el que se habla de la confesionalidad católica, pero abre la puerta a la práctica privada de otros cultos religiosos. Pues la Iglesia española se puso como una hidra y eso hasta el punto de que el Papa tuvo que intervenir y decirle a la jerarquía española: callaos y aceptad que es el cambio de los tiempos y que la gente tiene derecho a practicar sus cultos; no podéis imponeros de esta manera. Ese es el grado de intransigencia de la Iglesia católica española.

Hablamos además de un siglo singularmente convulso. Solo en su comienzo se suceden la abdicación del Carlos IV, la invasión napoleónica, la Constitución de Cádiz, el regreso de Fernando VII y el nombramiento de su hija como sucesora, el consecuente levantamiento de los carlistas… Por cierto, no creo que haya ningún miembro de la realeza -desde don Pelayo hasta ahora- más denostado a lo largo de casi 200 años que Isabel II, tratada de furiosa uterina, gorda, enana, glotona, vulgar…

Sobre Isabel II se proyecta este estereotipo de la mujer burguesa, de la mujer honesta que se queda en el hogar: Ella lo rompe porque ha sido educada como una reina, por lo tanto se dice: tengo mayor libertad y además me habéis casado con un señor que no responde a los cánones que se supone que debe cumplir un marido, según la definición de lo masculino en esa época. Sobre ella se han volcado las descalificaciones con una virulencia y una zafiedad que, no sé si porque le tengo aprecio, pero a mí me resultan ofensivas. Isabel II marca toda una época. Y solo sabemos de ella que era una señora que estaba muy “salida”… Ahora lo veríamos muy moderno, claro. Si te pones a mirar, sin ir más lejos, su padre, su hijo Alfonso XII, su nieto Alfonso XIII…

En esas primeras décadas del siglo destacan mujeres como Carolina Coronado, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Concepción Arenal, Rosalía de Castro y Emilia Pardo Bazán, intelectualmente activas -también pertenecientes a la alta burguesía, incluso a la aristocracia- y conservadoras…

La historiadora Raquel Sánchez.

Yo creo que tendemos a identificar progresismo con defensa de los derechos de las mujeres, y no es así. Por ejemplo, Carolina Coronado es una mujer de ideas progresistas, pero Avellaneda acaba en una religiosidad total, o el ejemplo de Emilia Pardo Bazán (a la que por cierto Juan Valera -el autor granadino- llama “sandía con patas”), catoliquísima, conservadora y adalid de las libertades de las mujeres. Es verdad que la iglesia define un modelo de mujer -sobre todo desde que se decreta el Dogma de la Inmaculada Concepción a mediados de siglo- que es una santificación de la imagen de la madre, de la Virgen madre, potenciando todavía más ese papel conservador. Pero es que el propio liberalismo está impulsando el mismo papel de la mujer, claro que el discurso de la Iglesia católica es más reaccionario. Otro argumento -que luego va a apoyar la ciencia y que va a durar hasta el siglo XX- es que la mujer está condicionada por su naturaleza, por su biología; y esto porque, según ellos, las hormonas las dominan: cuando tiene la regla porque tiene la regla, cuando está embarazada porque está embarazada, cuando tiene la menopausia… Para unos y otros, razones biológicas no permitían a la mujer desarrollarse como ser racional. Y es frente a ello contra lo que reaccionan las mujeres de toda condición.

Cuesta entender que la proximidad física y temporal de la Revolución Francesa y la ‘Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana’ no influyeran en las mujeres españolas.

Sí… En la Revolución Francesa hay algunas mujeres significativas y una de las grandes feministas de finales del XVIII, Mary Wollstonecraft, escribe Vindicación de los derechos de la mujer, influida por la Revolución Francesa. Y le pasó lo mismo a Olimpe de Gouges, que consigue que se incluyan esos derechos de las mujeres y las ciudadanas… Y acabó guillotinada Quiero decir que la Revolución Francesa sigue los mismos parámetros en lo que respecta a las mujeres con los derechos del hombre; con Napoleón, adiós muy buenas, y la cosa acaba con una visión muy conservadora de lo que son las mujeres. Y claro que los ecos llegan a España. Siempre se tiene la idea de que el siglo XIX español vive aislado del mundo y eso es falso absolutamente porque aquí circulan las informaciones traducidas, incluso la élite lee en francés y algunos incluso en inglés. España no está tan aislada. La huella de la revolución femenina respecto a la Revolución Francesa llega tarde, pero también es que en Francia tiene su eco pero tampoco vayas a creer… Y en Gran Bretaña esa bandera luego la rescatan Stuart Mill y su mujer Harriet, que escriben sobre los derechos de las mujeres y hacen campañas por el sufragio femenino. En la prensa son objeto de burlas y a Mill, que se mueve en el ámbito del liberalismo, lo describen como un tipo manipulado por su esposa, como un pelele…

¿Y qué ocurre con las mujeres trabajadoras?

Para la mujer de la clase popular, entre que se pasaba la vida trabajando -en el campo o lo que fuera- y teniendo hijos, su sueño era convertirse en una burguesa y no tener que salir a trabajar. Sobre las mujeres trabajadoras, por ejemplo del campo, se ha estudiado poco porque no hay datos. La mujer de clase popular en gran medida es analfabeta; muchas de ellas se ven arrastradas por la situación. Visto desde fuera, se observan parecidos comportamientos modernos; muchas están trabajando, los maridos o se han ido o se gastan el dinero en la taberna; son ellas las que sacan a la familia adelante, pero no tienen un horizonte. Lo que sí va a empezar a generarse es ese cambio de mentalidad en algunas fábricas.

En el libro aparecen las cigarreras.

Hay una novela de Pardo Bazán –La tribuna– que precisamente habla de la fábrica de tabacos de La Coruña donde se empieza a plantear la cuestión de la mujer en la fábrica, donde comienzan a cambiar ideas y tomar cierta conciencia. Las cigarreras de Madrid, por ejemplo, no planteaban las cosas en términos de feminismo, pero sí hicieron varias huelgas y motines y protestaron para conseguir mejores condiciones de trabajo. Ellas trabajaban a destajo y ganaban salarios más altos; además si entraba la madre, detrás entraban las hijas y era un grupo con una identidad muy fuerte. Ellas sí van a apoyar algunas huelgas de hombres. Serían como la oligarquía de la clase trabajadora.

¿Y la posición de los hombres de clase obrera?

Dentro del movimiento obrero, los hombres eran igual de machistas que los de clase media o de clase alta. De hecho, el sueño de muchos de ellos es que la mujer pueda volver al hogar; persigue ganar lo suficiente para mantener a la familia y que la mujer no tenga que trabajar. La mentalidad es la misma. Y los que son más modernos -del entorno del republicanismo- hablan no tanto de la esposa como de la compañera. Pero, claro, la compañera que me sigue a mí en mis proyectos, no la compañera que tiene sus propios proyectos.

¿No surge una conciencia de la realidad de la mujer a pesar de los movimientos revolucionarios internacionales, la publicación del ‘Manifiesto comunista’, la Comuna de París, el movimiento sufragista?

Se va a ir cambiando hacia el final de siglo en algunos círculos anarquistas, donde suelen ser más modernos para estas cosas de las reivindicaciones de mujeres. Los debates dentro de los partidos socialistas tratan de si es más importante el asunto de género o el de clase. Para la mayor parte de ellos, lo primero es la clase. De hecho, hay muchos -no tanto en España pero sí el SPD, en Alemania- que decían que las reivindicaciones del feminismo son reivindicaciones burguesas. Miraban a las sufragistas -mujeres de clase media o clase alta- y para ellos sus reivindicaciones eran burguesas frente a lo importante, hacer la revolución, cambiar el Estado, y ya ahí todos serían iguales. Hasta tal punto que esas simplificaciones que a veces hacemos de progresistas feministas y conservadores no son tan así.

El libro refleja cierto apoyo de la masonería y el librepensamiento a la mujer.

La masonería siempre ha sido de ámbito masculino; lo que pasa es que va a permitirle a la mujer formar las primeras logias femeninas, subordinadas a las masculinas hasta que empiezan a funcionar por su cuenta. Esto les permite crear un espacio de relación entre ellas, que es lo mismo que ocurre en las logias masculinas. Allí se reúnen, debaten… En ese sentido, sirvió para aglutinar a mujeres, para servir de plataforma para otras reivindicaciones; tanto la creación de las logias femeninas, como luego muchas otras actividades que se derivan de ahí como edición de periódicos, revistas femeninas o reuniones de otro tipo. No es que fuera central, pero tuvo su importancia. Por ejemplo, cuando una masona de Barcelona llegaba a Madrid o a Málaga encontraba ya una plataforma, que eran las logias locales, que la acogían para dar conferencias, para darse a conocer en esos círculos… Te facilitaba el contacto con mujeres de otras zonas.

Las primeras escuelas normales para mujeres se crean también en los primeros años del XIX. ¿Que significará la incorporación femenina a la enseñanza?

Las maestras son muy interesantes por ser formadoras. Son el ejemplo más básico y primer ejemplo que tienen otras mujeres -sobre todo las de clase popular- de cómo se puede ser mujer y trabajar en algo que además está ligado a la tradicional vocación femenina, de cuidadora, si se quiere… Es una persona con formación que está cerca de las clases populares y que para muchas niñas han sido fundamentales; igual no han sido tan famosas como las periodistas, pero han sido más numerosas y un colectivo muy movilizado, muy concienciado y reivindicador del mismo salario que los maestros. La escuela de maestras tarda más en abrirse porque se consideraba de segunda categoría y es un sector que se va profesionalizando cada vez más. Yo creo que es el primer referente que tuvieron para dar el salto.

Avanzado el siglo, tras más de 30 años de reinado de Isabel II y su exilio, el sexenio democrático y la restauración borbónica…, ¿qué sucede en este periodo de cambios políticos rápidos y ciertas libertades que afecte a las mujeres?  

Ya desde la primera parte del siglo empiezan a plantear la cuestión. Sobre todo porque muchas de ellas se encuentran con el muro de las expectativas que ha planteado el cambio político y se dan cuenta de que no hay nación para ellas, ni libertad, ni nada. Y porque está el caso de algunas como Avellaneda, que intenta entrar en la Academia y se da cuenta de que no es posible. Pero también algunas comienzan a publicar en revistas; ya no es una cosa de una minoría de clase alta, sino que se va incorporando la clase media… De hecho, hay alguna especialista de literatura que habla de las mujeres del Romanticismo como una generación de mujeres frustradas, en el sentido de que creyeron en el proyecto del liberalismo y se dieron cuenta de que aquello era un muro infranqueable y donde no había nada que hacer.

Podría hablarse de una especie de segunda generación fin de siglo y puente con el siglo XX de mujeres independientes y combativas como Carmen de Burgos, María de Maeztu, María Lejárraga o María Goyri. Algunas acaban su vida en el exilio posterior a la Guerra Civil.

Quizá sí se nota a finales del siglo XIX y el comienzo del XX ese ‘yo no soy como un hombre porque soy un género y tengo derecho a ser como soy y en lo que soy de distinta’. Es curioso que Carmen de Burgos, además de periodista y feminista, se reivindique también femenina, arreglarse para gustarse a ella…

A la moda hemos llegado… Ya desde el siglo XVIII el cuerpo de la mujer va a ir liberándose al prescindir de partes de la vestimenta habitual. ¿La moda tan ligada al mundo femenino para bien y para mal va a tener un significado emancipador?

Es que el vestido del XIX es casi una metáfora de la situación de la mujer. La simplificación del vestido y la eliminación de esos elementos es una metáfora, pero la verdad es que tarda muchísimo tiempo, porque entre los años 1830 y1840 tienes ese modelo de vestido que deja al aire la parte alta del pecho, pero luego la cintura va muy ceñida, cosa que se va a mantener durante todo el siglo. Los miriñaques que hacen las faldas muy amplias dificultan la posibilidad de sentarse y los polisones que se colocan atrás, lo mismo. Es casi como la mujer objeto. No hay problema cuando está rígida o bailando, pero cuando está haciendo algo práctico no puede moverse bien, por lo que las posibilidades de acción son muy limitadas. Es verdad que la simplificación en el vestir al final del siglo facilita un poco -sin tanto vuelo- las cosas, pero siguen llevando corsés. Había mujeres que se asfixiaban, que se desmayaban, lo que también contribuye a la imagen de fragilidad, que viene directamente unida a la imposibilidad de respirar bien; no podían hacer nada, ni permanecer leyendo o escribiendo mucho tiempo, obligadas a mantener posturas forzadas. El gran cambio de principios del siglo XX ya es la moda que libera del corsé -que cambia por un sujetador y que también fue un escándalo-, que simplifica los vestidos y acorta las faldas. Pero el cambio durante el siglo XIX es lento. La excepción es la mujer trabajadora, que no lleva ese tipo de cosas para moverse con más facilidad.

Entendiendo que el tránsito de un siglo al siguiente no marca inevitablemente una frontera definida, ¿cuál fue la contribución de las mujeres del siglo XIX a la emancipación femenina?

Primero ellas han sido educadas de una forma determinada de pensar y han comenzado a replantearse esa forma de pensar; es decir, dudan mucho de si lo que quieren está bien o no está bien, de pedir o no las mismas cosas que los hombres; por ejemplo, ser reconocidas como escritoras. Muchas piensan que tienen que seguir siendo madres y esposas. Es una época en que estas reivindicaciones se empiezan a replantear en sus propias cabezas hasta que poco a poco esto se hace mainstream, como dicen ahora, pero de manera muy lenta, muy lenta… Creo que las mujeres de principios del siglo XX ya no dudan tanto de la legitimidad de sus reivindicaciones, cosa que otras dudaban. Estoy pensando en cartas de Carolina Coronado en las que se pregunta: “¿Yo puedo realmente ser una escritora, yo que soy una ignorante, que no tengo cultura? Eso no se lo hubiera planteado un hombre. El caso un tanto excepcional fue Emilia Pardo Bazán, que actuó sin complejos a este respecto, mientras que otras que lo intentaron, dudaron… Pardo Bazán fue a las claras, nunca dudó de su valía, ni de su derecho a ganar lo mismo que un hombre, a escribir y a publicar. Y esta me parece la prueba de que España podría haber avanzado mucho más si no se hubiera roto todo eso después de la Guerra Civil. Para las mujeres fue terrible el salto atrás que supuso el franquismo

Y dos siglos después, ¿hacia dónde nos dirigimos?

Tengo la sensación -y lo he comentado con compañeros- de que el problema no está hoy tanto en la mujer, sino en que los hombres no han cambiado la idea que se tiene de ser un hombre. Todas esas cosas que vemos de las manadas violentas son una masculinidad en crisis; es decir, unos tipos que no están asimilando el cambio social que se ha producido respecto a las mujeres. Y eso que ya tienen jefas, presidentas de gobierno o mujeres que simplemente te tratan y conviven contigo de igual a igual, que te dicen que sí o que te dicen que no… Esa especie de latigazo final que estamos viviendo en posturas de partidos políticos como Vox, que “sin complejos” defienden el rol femenino de madre y esposa. Es para decirles que esa vuelta a la maternidad es más antigua que la tos… Creo que hay un problema de definición de la masculinidad y que los hombres no han evolucionado al mismo nivel que las mujeres y que no han sido capaces de darse cuenta de cómo han cambiado las relaciones hombres-mujeres. Han pensado que el hecho de que las mujeres sean más libres en el control de su sexualidad, de su cuerpo, supone un qué bien que podemos acostarnos con la que nos dé la gana, sin contar con que eso tiene una implicación, y es que puedo no querer contigo o puedo querer contigo nada más que esto o puedo irme con otro mañana. Y creo que no lo han asimilado, porque se lo oyes a chicos jóvenes, a hombres mayores, de clase alta y baja, con estudios, sin estudios, a los que a veces les sale el ramalazo…

Deja tu comentario

¿Qué hacemos con tus datos?

En elasombrario.com le pedimos su nombre y correo electrónico (no publicamos el correo electrónico) para identificarlo entre el resto de las personas que comentan en el blog.

Comentarios

  • Nicolás Uris

    Por Nicolás Uris, el 30 enero 2020

    La misma infalible ciencia entonces, es la misma infalible ciencia hoy día que se permite mirar por encina del hombro todo aquello que ignora o no entiende. La lista de las arrogantemente llamadas «pseudociencias» lo explicita en detalle.

Te pedimos tu nombre y email para poder enviarte nuestro newsletter o boletín de noticias y novedades de manera personalizada.

Solo usamos tu email para enviarte el newsletter y lo hacemos mediante MailChimp.