‘Blackie Books’, esa irresistible fusión de alta cultura y cultura pop
El humor, la contracultura y el eclecticismo definen el catálogo de ‘Blackie Books’. Esta editorial barcelonesa, capitaneada por Jan Martí, ha conseguido hacerse un importante hueco en el mundo literario en castellano y en catalán, introduciendo autores nunca traducidos, recuperando clásicos españoles como Gómez de la Serna y Jardiel Poncela y reeditando clásicos infantiles –’Pippi Calzaslargas’, ‘Babar’ o los cuentos de Gianni Rodari-, demostrando que la frontera entre lo infantil y lo adulto es más bien sutil. Una de sus últimas publicaciones, ‘Instrumental’, del pianista James Rhodes, les ha dado una especial visibilidad.
Instrumental es una obra excepcional por la crudeza del testimonio de los abusos a los que un profesor de gimnasia sometió a James durante varios años de su infancia, por el estilo duro y a la vez coloquial, por la claridad de la confesión y por la reflexión que sobrepasa la experiencia personal a través de la música clásica, eje vertebrador del libro. De esta autobiografía y de mucho más hablamos con Jan Martí, editor de www.blackiebooks.org.
Háblame de James Rhodes, ¿os esperabais este éxito de crítica y de lectores?
Pasó algo muy fuerte cuando leímos Instrumental, algo que sólo había pasado en un par de ocasiones más. Su lectura nos produjo una emoción particular. Me llegó el libro, leí 10 páginas y, de inmediato, me sorprendió. Entonces lo di a cuatro personas más y ninguno de ellos durmió esa noche, entusiasmados y atrapados por el libro, todos estábamos convencidos de que se debía publicar. De ahí que a la mañana siguiente escribí un mail con una oferta que se llama “preempt”, que se trata de pagar bastante para que la agencia no envíe a nadie más el libro. Me pidieron bastante más y acepté; de hecho, es la vez que hemos pagado más dinero por un libro, pero no podía publicarlo cualquier otro; Instrumental era un libro que sabía que tenía que publicar yo. Y realmente al inicio el libro no tenía una llamada comercial importante puesto que Rhodes era más bien un desconocido, pero ha sido el libro por sí mismo el que ha conseguido todo el éxito. La herramienta comercial de explicar la historia de los abusos a Rhodes y su fama como pianista es limitada; es el propio libro lo que ha despertado el interés y, de hecho, todo el que lo ha entrevistado se ha leído el libro entero, cosa que no pasa casi nunca.
Es decir, que el éxito de Rhodes era impredecible…
Efectivamente, este éxito entre los lectores no se puede prever y es raro. A todo esto, lo bonito fue conocer personalmente a James Rhodes; por lo general, hemos tenido siempre mucha suerte en el momento de conocer a los autores, siempre ha sido gente muy amable y muy humilde, puede ser también porque no tenemos a determinados nombres. Pero con Rhodes fue todo genial, estaba muy agradecido, pues para él era muy importante publicar Instrumental, cuya publicación estuvo parada durante un año porque su ex mujer le prohibió publicarlo y fueron a juicio. Yo, de hecho, recibía mails confidenciales donde se me prohibía hablar del libro, donde incluso se me pedía eliminar el archivo. Cuando, al final, se permitió la publicación fue un auténtico subidón.
¿Cómo definirías Blackie Books?
Blackie Books es una editorial independiente y esta palabra es particularmente importante porque lo que quiero decir con ella es que Blackie Books es independiente en todos los sentidos: económico, de pensamiento, no hacemos nada que nadie más nos diga. Además, es una editorial joven, puesto que llevamos poco tiempo de trayectoria; sin embargo el hecho de ser joven no define la edad de su público; es también ecléctica por su colección de libros provenientes de ámbitos muy distintos y, por último, es una editorial que da mucha importancia al humor.
Sois independientes en cuanto no pertenecéis a ningún grupo, pero dependéis de unas cuentas que tienen que salir y, por tanto, de un determinado mercado de compradores.
Somos independientes en todos los mejores sentidos de la palabra, en el sentido de que no dependemos de ninguna imposición. Dependemos claramente de muchas otras cosas, como por ejemplo de que a la gente le gusten nuestros libros y de que, consecuentemente, quieran recomendar lo que hacemos. Obviamente dependemos de estos dos eslabones de la cadena y jamás los perdemos de vista; en menor medida, también dependemos de la promoción que se haga en la prensa y en los medios. Al tener poca experiencia en cuestión de edición, dependemos de nuestra ignorancia, de nuestra poca experiencia en la compra de derechos en muchos casos; en este sentido, dependemos de aquello que nos queda por aprender y esto es rejuvenecedor, es rejuvenecedor pensar que lo mejor está por llegar. En todo caso, hago énfasis en la cuestión de la independencia de Blackie Books en el sentido de que nunca hemos formado parte de un grupo de editoriales independientes y no porque me parezca mal, sino porque no me gusta que lo que hacemos pueda explicarse a través de otros, así como tampoco estamos en mano de un holding editorial, pues si así fuera no sé lo que pasaría.
¿Crees que, en ese caso, el catálogo no podría ser como es ahora?
No lo sé, imagino que todo dependería de quién fuera nuestro dueño, pero sí creo que el hecho de no tener la última palabra influiría muchísimo.
El catálogo de Blackie Books se define por su eclecticismo; ¿cómo se construye?, ¿qué tipo de lector tienes en mente?, ¿un lector que se asemeje a ti?
Es complicado. Lo único que sí sé es que cada vez que se nos ha ocurrido pensar en publicar algo que no nos gustaba sólo porque sabíamos que podía gustar a mucha gente y tener éxito, al final afortunadamente nunca lo hemos hecho. Primero de todo, porque no funcionaría, porque no sería natural en nosotros y porque perderíamos mucho si pensáramos en agradar a un público que no conocemos, es decir, a un público opuesto completamente a nosotros. Y no es que conozcamos cómo son nuestros lectores, son diversos, de edades diferentes y algunos de ellos están muy lejos de aquí; más que nada es que a la hora de decidir lo que vamos a publicar hay algo de personal que influye en la elección: si hay entusiasmo, si hay una intuición fuerte, si hay unas ansias por compartir aquello que se ha leído, si se dan todos estos elementos, entonces es que el libro merece ser publicado, pues hay motivos de sobra. Lo que sucede es que, a veces, a pesar de todos estos elementos, el libro es inviable, porque no hay mercado para una cosa tan concreta, porque los derechos los ha obtenido otra editorial porque ha pagado más o por otros motivos.
En vuestro catálogo hay gran presencia de literatura norteamericana ‘underground’ o no canónica. ¿Buscas tú a los autores y los textos o tenéis unos “rastreadores” literarios?
Hay diversa gente que me ayuda. Yo paso muchas horas en Internet rastreando, pero, afortunadamente, al ir creciendo como editorial la gente te conoce y entonces te pueden llegar con más facilidad manuscritos a través de una agencia, a través de un amigo editor de otro país, que es la manera en la que precisamente creció Anagrama. Herralde era amigo de los mejores editores del mundo y, en la época pre-Internet, estaba en continuo contacto con editores como Gallimard o Calasso. Otra vía que tengo para acceder a los manuscritos es gracias a los traductores o, incluso, a algunos lectores que descubren textos y te los recomiendan. Aparte, a mí me gusta proponer a gente que intuyo que lee bien que proponga ideas tanto de libros para escribir desde cero o de libros que ha descubierto y que considera que podrían traducirse y publicarse. Entonces yo pago una parte porcentual a quien ha recomendado un manuscrito, siempre y cuando se publique; me parece lo mínimo. A todo esto se añade el trabajo de un pequeño comité editorial secreto formado, por el momento, por tres personas que tienen una función fija y un pequeño sueldo fijo a cambio de estar leyendo y generando ideas.
En vuestro catálogo mezcláis autores de la contracultura norteamericana con clásicos contemporáneos castellanos como Gómez de la Serna o con jóvenes autores como Miqui Otero. ¿Veis que, como a veces se dice, es más fácil vender literatura extranjera que a autores castellanos, sobre todo si son jóvenes?
Realmente no noto una diferencia en cuanto a la recepción lectora, no noto ninguna diferencia en la recepción cuando explico y presento a un autor o a otro, cuando hablo de Queneau o de Miqui Otero. Evidentemente, uno tiene que inventar artificios promocionales para te hagan caso, para que la prensa abra el mail, pero en mi feed-back diario, que lo constituyen principalmente las redes sociales y los libreros, no noto diferencia de recepción. Obviamente suele haber más trabajo que hacer cuando presentas a un autor no conocido anteriormente como puede ser Noel Ceballos, que es un chico de 28 años que ha escrito Internet Safari, puesto que es necesario explicar por qué es importante este ensayo y por qué interesa, que cuando anuncias la reedición de Pippi Calzaslargas, que es muy conocida. Sin embargo, siempre puedes aportar elementos nuevos a los libros y, por tanto, también con un libro como el de Pippi, puesto que cabe explicar por qué has decidido reeditar el libro o por qué es importante que lo lean los adultos, si bien es un libro que necesita una presentación menor. Sin embargo, como te decía, independientemente de esto, no notamos un cambio de público dependiendo de los libros; además, lo que buscamos es precisamente el público lector menos obvio, que es el más difícil de encontrar: Jardiel Poncela para los lectores más jóvenes, Miqui Otero para los adultos…
Y parte de la búsqueda de este lector no obvio se sustenta en un catálogo único, sin colecciones y, por tanto, donde se entremezcla en un único bloque ensayo, ficción narrativa, novela gráfica o textos de la tradición literaria infantil.
Sólo separamos los álbumes infantiles, que se concentran en el sello Blackie Little Books, y recientemente hemos creado Academia, que reúne libros de divulgación, pero por lo demás el catálogo es una única colección. Era una premisa que teníamos desde el principio: en primer lugar, porque cuando empezamos no teníamos ni idea de hacia dónde habría ido la colección, puesto que de lo que estábamos seguros es de que la colección la irían haciendo los propios libros y, por tanto, nos parecía y nos parece claustrofóbico poner delimitaciones al catálogo. En segundo lugar, creíamos que a nivel gráfico para presentar un catálogo ecléctico y difícil de definir, era necesario establecer un diseño muy fuerte, fijo y reconocible para todos los libros. En tercer lugar, la falta de subdivisión en el catálogo se debe a que a nosotros nos parece natural que alguien a quien pueda interesarle Brautigan, luego le interese un ensayo sobre la identidad en Internet y, al día siguiente, lea un libro de Miguel Noguera o literatura francesa.
El primer libro que publicasteis, ‘Do it’; los dos últimos, ‘Un detective en Babylonia’ y ‘Pippi Calzaslargas’. ¿Reflejo de ese eclecticismo?
Lo más curioso es que no hay tanta distancia entre el Do it y los últimos libros publicados; los tres son tres gamberros inmortales, los tres son una especie de anarquistas.
Y resumen bien los géneros del catálogo: ensayo, narrativa e infantil.
Sí, es cierto. Lo interesante es la relación que hay entre los tres libros, a pesar de su aparente diferencia: la casa de Pippi podría ser perfectamente el lugar de inspiración de los hippies de Do it y, al mismo tiempo, el escenario del día a día de la vida de Brautigan, que era un tipo curioso que creaba mundos entre líricos y psicodélicos, con toques naif.
Y junto a esa ‘contracultura’, encontramos a Antoine Compagnon, que es la academia personificada, con dos ensayos: ’40 noches con Montaigne’ y ’40 noches con Baudelaire’.
Es verdad, pero tiene su explicación: a Blackie Books no sólo le interesa la contracultura, sino que le interesan aquellas obras que intentan explicar las cosas de otra manera. Yo vengo de estudiar Filosofía y en la Universidad me gustaban precisamente los profesores que conseguían explicarme la Filosofía de otra manera, no de la forma obvia; de ahí que unos de los primeros libros que publicamos fuera Los Simpson y la filosofía. Ahora hemos abierto esta colección, Academia, donde queremos reunir libros de divulgación que intentan llegar al aprendizaje de otra manera. Y, respecto a Compagnon, sin duda es un ensayista académico, pero estos dos libros eran un primer acercamiento muy libre, divertido y cercano a dos autores –Baudelaire y Montaigne- que normalmente crean más respeto de lo que deberían, son dos autores que deberían convivir con nosotros en el día a día. Se suele conocer el Baudelaire por lo más romántico, es un poeta que muchos descubren en la adolescencia y luego abandonan, pero es un autor con muchas más cosas que contar.
Y, además de poeta, un interesante crítico y ensayista.
Sí, Baudelaire inaugura la denominada modernidad: en sus textos aparece la figura del paseante y reflexiona sobre el spleen, dos cuestiones que hoy son plenamente contemporáneas. Reivindicar la figura de Baudelaire, así como la de Montaigne, a través de los libros de Compagnon sirve también para romper la duplicidad entre alta y baja cultura.
En cierta manera, vuestro catálogo refleja un intento de desjerarquización cultural y de ruptura con la oposición entre alta y baja cultura, cultura pop y culta canónica.
En relación a esta desjerarquización que comentas, en el Cuaderno de Blackie Books, que a priori podría parecer una chorrada para hacer en verano, hay una cantidad de conocimiento que no se encuentra en muchísimos ensayos y, de hecho, su autor, Daniel López Valle, es una especie de genio. Cuando hacemos el Cuaderno lo que buscamos es que la gente se lo pase bien, se divierta y a la vez aprenda muchas cosas. No es que crea que nosotros tengamos muchas cosas que enseñar, sino que nosotros mismos somos los primeros a los que nos gusta aprender, a los que nos gusta que nos recuerden las cosas que hemos olvidado, como por ejemplo cómo se calcula el área de un triángulo o temas de historia. Tras el Cuaderno hay mucho conocimiento, sólo que no nos gusta darle pomposidad. Puede ser fácil frivolizar sobre nuestra colección y definirnos como unos “modernitos que hacen libros cool”, pero nadie se ha atrevido a decir abiertamente que no somos una editorial sólida, con propuestas fuertes, con un discurso elaborado.
¿Has notado que se os ha tachado de “modernitos” sin prestar atención al catálogo y su propuesta?
Es algo que no me parece muy relevante, sobre todo porque ya pasó. Cuando nació la editorial, nuestros libros eran diferentes; ahora hay más editoriales que utilizan las tapas duras, pero al inicio éramos una novedad y, además, nuestros primeros libros eran Herzog, los Simpson, Noguera, Jardiel Poncela… desconcertaba esta mezcla y esta combinación de títulos. Yo por entonces tenía 27 años e hice muchas entrevistas, porque tenía que dar a conocer la editorial, pero casi todas las entrevistas iban un poco a lo mismo: «joven editor, joven emprendedor, joven gamberro»… Yo sabía que tenía que realizar entrevistas, tenía que dar a conocer la editorial y los libros, pero reconozco que me dio miedo que todo lo que se dijera de la editorial fuera a parar al discurso de que éramos unos “jóvenes gamberros que hacían libros distintos”. Han pasado seis años desde entonces y ya no tenemos que explicar que somos jóvenes, ya no tengo que explicar quién soy yo… Y, de hecho, esta es la primera entrevista que doy después de mucho tiempo, porque no quiero que se hable de mí.
Quieres que los libros sean los protagonistas.
Lo importante son los libros y los autores. Ellos son lo principal y yo, más que editor, me considero fan de los autores, soy un tipo que disfruta de lo que hace, alguien que todavía hoy no se puede creer que puede hablar y conocer a muchos de los autores que admira; todavía no me creo que haya podido pasar tres días con James Rhodes, verle tocar el piano, hablar con él, conocerle personalmente. No tengo ningún interés en que se hable de mí, además en muchas ocasiones yo soy un filtro de muchas ideas que me llegan. Los genios son los escritores. Y, volviendo a la cuestión de antes, pasados estos años, la posibilidad de que te llamen “modernito” ya no existe, es algo que me preocupaba, pero ahora ya no, ya se ha visto lo que es Blackie Books. No me interesa la manera en que la gente accede a los libros; si alguien accede a Jardiel Poncela porque le parece cool, pues estupendamente…
No hay que juzgar al lector.
Exacto. Si alguien se compra el libro de Jardiel Poncela porque le parece bonita la portada, pues me parece perfecto; ya en casa se leerá el libro. Me parece muy bien que la gente haga fotos a los libros y luego las comparta; yo no sé por qué lo hacen, pero no sólo me parece bien, sino que no creo que le reste nada ni al lector ni al proyecto editorial.
Además, este es un fenómeno generalizado: lectores de muy diferentes tipos comparten las fotografías de sus libros.
Efectivamente y, además, hay algunos lectores de Blackie Books que se hacen fotos con los libros y las cuelgan en Instagram, pero hay muchos que no, que simplemente leen los libros. El mundo real no está en las redes, está en las librerías.
Y ahora que hablas del mundo de las librerías, ¿cómo es la relación que estableces como editor independiente con las librerías?
Es necesario estar en contacto permanente con el librero, es lo mínimo que puedes hacer por alguien que no sólo da un espacio a tus libros, sino que les da tiempo, teniendo en cuenta sobre todo el breve tiempo del que se dispone en esta rueda editorial. Cuando trabajaba en una gran editorial, también es cierto que era la época del boom, en un mes se podía morir un libro, porque llegaba otro que lo reemplazaba. Era la manera de funcionar y de crecer. Sin duda era otro modelo económico que, además, se sustentaba en otro modelo de librerías, que no son las pequeñas librerías cuyo crecimiento ha ido en paralelo al auge en la última década de editoriales independientes. Y, en este nuevo contexto, la cuestión del tiempo es importante, sobre todo para nosotros, porque la paciencia del librero es nuestra baza. Nosotros no tenemos pre-publicaciones tres semanas antes, nosotros publicamos un libro y podemos tardar dos o tres semanas para hacer que la gente se entere y se publique algo al respecto. Evidentemente, cada vez lo hacemos mejor, pero se necesita paciencia y se nota mucho cuando el librero te cuida, le interesan tus libros.
¿El ritmo de los libros de las editoriales independientes es más lento, pero también más largo?
Sí, por necesidad y por intención, al menos en nuestro caso. Por necesidad, en cuanto que no tienes la manera de hacer girar esta rueda editorial de forma tan rápida como cualquier gran editorial y que todos los elementos de la promoción coincidan. Hay veces que sí es posible, pero para conseguirlo, al menos en nuestro caso, tenemos que dejar de lado las otras cosas y centrarnos en la promoción de un solo libro. La publicación de Instrumental de Rhodes, por ejemplo, fue parecida a la publicación de una gran editorial en tanto que la noticia salió en varios medios al mismo tiempo; Rhodes estaba aquí concediendo entrevistas… Pero, por lo general, no sabemos funcionar como las grandes que sacan un libro a dos semanas de Navidad y consiguen que toda la prensa se haga eco y que los libreros estén informados desde hace más de seis meses.
Funcionáis con tiempo distintos, pero ¿quizá así la vida del libro se alarga?
Efectivamente; además, en nuestro caso lo que no sólo nos parece muy injusto, sino que nos duele el alma, es que un libro se muera. A mí no me da la gana dejar morir un libro, primero porque sé que el libro, cualquier libro, puede encontrar todavía muchos lectores, que el libro y el autor pueden decir muchas cosas más. Por ello, a veces forzamos reimpresiones que cualquier otro aconsejaría no hacer porque el libro no se vende.
Por último, me gustaría preguntarte sobre literatura infantil… [Me interrumpe y hablamos de sus hijos. Jan Martí y yo hemos estudiado juntos, él iba cuatro cursos por arriba. Así que comentamos cosas del colegio]… ¿La paternidad ha influido en vuestro interés por la literatura infantil?
Sería mentira decir que no. Cuando eres padre te fijas mucho más en ciertas cosas, eres más sensible respecto a ciertos temas, pero también es cierto que la literatura infantil era algo que nos gustaba ya antes; de hecho, publicamos a Gianni Rodari mucho antes de ser padres.
¿Y cómo os acercáis a la literatura infantil, editorialmente hablando?
Hay dos ideas que definen la colección infantil. Por un lado, la idea de leer libros de cuando eres niño una vez que eres adulto, puesto que en la relectura te encuentras con temas y con discursos, inspiraciones que de niño se te pasan por alto. Rodari releído ahora es una maravilla, aprecias el discurso, la estructura, la generación de ideas…, y precisamente por esto editamos el libro de Rodari con dos cintas de lectura, una para los padres y otra para los hijos. Por otro lado, ya en los álbumes infantiles, que llevan sobre todo el sello de Alice [se refiere a Alice Incontrada], está la intención de romper con el carácter explícitamente pedagógico o moralizante de los libros infantiles tradicionales. La filósofa Ellen Duthie, que es quien realiza el prólogo de Pippi Calzaslargas, se pregunta retóricamente precisamente allí: “¿Desde cuándo los libros tienen que dar ejemplo?”.
En efecto, ‘Pippi Calzaslargas’ representa para muchos precisamente la ausencia de moraleja explícita.
Y la no moraleja abre muchas puertas y lo que queremos generar en los niños es la creatividad y las ganas de inventar historias. Alice, además, conecta directamente con el mundo de los niños y, por tanto, consigue entender su humor, que es algo que queremos que esté presente en todos los libros, como por ejemplo en Los secretos del cole, donde se explica de manera divertida, incluso algo cruel, qué es el colegio y quiénes son las personas que lo habitan. En estos libros, que se alejan de todo prototipo ejemplarizante, el niño se reconoce y el tipo de humor que define estos cuentos despierta en el niño un sentido de la ironía.
‘Los secretos del cole’, además, lleva como prólogo un texto de Hematocrítico.
Él es profesor de niños de 4 a 12 años, y cuenta con mucho material realizado por él mismo y que utilizaba en las horas vacías. Es un material muy gamberro a través del cual se motiva al niño para que escriba, para que invente y para que se divierta. Todo lo que rodea la literatura infantil y los libros para niños es un mundo muy interesante, un mundo en el que se puede experimentar para que el niño se divierta y a la vez aprenda, para que explore todas sus potencialidades creativas.
Comentarios
Por Alex Mene, el 27 diciembre 2015
Interesante propuesta.
Por Critico, el 28 diciembre 2015
Con papá detrás dando soporte, contactos, financiación y manuscritos yo también soy independiente
Por Amaya, el 29 diciembre 2015
¿Y qué? No sé muy bien a qué se refiere con lo de «papá dando soporte, etc.», no sé quién es el padre del Sr. Martí, pero ¿y qué si tiene dinero y contactos para ayudar a su hijo a montar una empresa como Blackie Books? ¡Ole por él! Otros hijos con padres bien situados no hacen tan buen uso de este privilegio. Porque lo que no dice la entrevista es que Blackie no sólo cuida a sus lectores, sino también a sus colaboradores. Sólo he trabajado una vez para esta editorial, como traductora, pero me encantaría volver a hacerlo porque ¡ojalá otras editoriales, más veteranas, más prestigiosas, más potentadas, más elitistas… trataran la mitad de bien a los traductores, con tarifas si no altas (eso no existe en traducción literaria), al menos dignas, contratos legales, respeto profesional…! No hay más que ver con qué cuidado Blackie elige a sus colaboradores para entender que saben lo que hacen. Me da igual que tengan una buena red de seguridad, es más, me alegro, porque se la merecen, por el buen uso que hacen de ella, porque se la ganan a pulso todos los días currando como el que más. Ojalá ese «soporte de papá», si es que realmene existe, permita a esta editorial seguir siendo independiente y fiel a sí misma.
Por protex, el 31 diciembre 2015
Mientras papá llega o no llega ellos publican libros y tú difamas desde el teclado. Hablar todo el mundo sabe.
Por Angela Davis, el 09 enero 2016
De Blackie Books he leído «Cuando yo tenía cinco años me maté», muy recomendable. Tienen títulos muy interesantes que he añadido a mi lista y me gustan mucho sus ediciones.