Buscando los restos de Cervantes en una caja mezclado con otros 16
Estamos celebrando los 400 años de la muerte de Cervantes, pero los homenajes se repiten cansinos y anodinos. Pocos trabajos con real grandeza para recordar a nuestro genio. Entre ellos, destacamos hoy el documental ‘Cervantes, la búsqueda’, recién presentado y llevado a cabo por un equipo de locos quijotes, con el director Javier Balaguer al frente.
Reducción es el término, tan literal como sombrío, que se emplea para nombrar al más o menos pequeño habitáculo de madera en el que se recogen el resto de los restos. Las migajas de aquellos seres humanos cuyos retazos de existencia son o bien trasladados a algún lugar distinto del que se encuentran, o bien concentrados, a veces hasta agrupados, para dejar hueco a ese nuevo familiar o, según sea la propiedad del espacio, a algún residente desconocido, que necesite ámbito espacial en la última morada terrestre, la sepultura.
Porque es así, queridos lectores, incluidos si los hubiera, los próceres, los gallardos, los genios, los héroes, los poderosos y los grandes, como acabamos todos -al menos físicamente-, reducidos, siempre a punto para dejar espacio o para ocuparlo muchas veces sin sentido.
Hace algunos meses un grupo de científicos, cuasi locos hidalgos, encontraron la llamada Reducción 32, la caja de madera que contiene los restos del gran genio de las letras españolas, Miguel de Cervantes y Saavedra. Y es aquí donde empieza la aventura de Javier Balaguer y su película documental Cervantes, la búsqueda, estrenada hace pocos días en Madrid y en distintas televisiones autonómicas.
Algo les sonará, seguro, sobre tal descubrimiento, ya que copó portadas de periódicos y cabeceras de informativos televisivos y radiofónicos durante algunos días. Entre los muchos nichos habidos y sepulturas aparecidas en el interior de la cripta del convento de las Trinitarias de Madrid, los restos del genial escritor se encontraron, casi a contrarreloj -debido al poco y absurdo tiempo que se dio al equipo por parte de las distintas autoridades para tal trabajo-, fragmentados y mezclados junto a los de otras 16 personas más, pues el cenit de nuestra historia literaria, el inventor, ¡pardiez!, de la novela moderna, fue un hombre pobre que nunca disfrutó de la gloria.
Pobre y tardío es también, en opinión de muchos, el homenaje que aquí, en su casa, está recibiendo Don Miguel. Escritores e intelectuales renombrados aúllan hoy desde sus púlpitos sobre tal desdichada costumbre patria o costumbres patrias. Pero tampoco recuerdo que hicieran nada al respecto, tanto tiempo como tuvieron antes del desenlace. Durante el año largo que ha pasado, la única referencia que tengo de alguien con una idea sólida y estructurada procede de uno de nuestros grandes cineastas; podría habernos deleitado con una historia cinematográfica inspirada en la figura del genio alcalino, pero no parece haber obtenido aún apoyos necesarios y tempranos para llevarlo a cabo en el tiempo óptimo (esperemos aún que lo gocemos pronto). No nos rasguemos tanto las vestiduras entonces; posibilidades había, o si no, veamos el ejemplo, quizás algo grotesco, del sainete travestido de reprimenda de actores más o menos cervantinos, en el Congreso de Diputados, ese espacio adusto donde trabajan incansablemente los hombres y mujeres que van a salvarnos de todos los males que nos acechen en el siglo XXI, incluidos los educativos y culturales.
En fin, pues ya que estamos, démosle las gracias también a una especie de cortés Alonso, un Quijano llamado Javier Balaguer (Sólo mía, Escuela de Seducción), cuya osadía o locura -vaya usted a saber- comprendió que algo de tal envergadura, tuviese éxito o no, implicaba, impepinablemente, el ser recogido para que la posteridad comprendiera los anhelos y esfuerzos por poner la materia al alcance de todos, y poder así, quien lo quiera, faltaría más, acercarse de esa forma al espíritu cervantino. No quiero caer en lo redundante de los obstáculos y el poco apoyo que tal aventura tuvo por parte de instituciones públicas, si bien se apuntaron una vez que el trabajo estaba hecho, eso sí, no sin reticencias.
Trailer largometraje documental «Buscando a Cervantes» from Cervantes La Búsqueda on Vimeo.
El caso, y alegrémonos de ello, es que Balaguer sí creía, y ni corto ni perezoso contagió de su creencia a un grupo de nuestras primeras espadas cinematográficas para tal empeño, como la diseñadora de vestuario Eva Arretxe, la decoradora Cristina Mampaso, el maquillador José Quetglas, el gran sonidista Antonio R. Mármol, el estupendo compositor Carles Cases, y los grandes actores Ramón Barea y Ginés García Millán, todos ellos adornando un guión literario de altura e ironía escrito por Juanjo Díaz Polo, que apoya el trabajo minucioso y entusiasta de científicos como Francisco Etxeberría Alonso y Almudena García-Rubio, o historiadores de talla como Francisco Marín Perelló y Jorge López Teulón.
Yo tuve la suerte de disfrutarlo la pasada semana en la enorme pantalla del cine Palafox de Madrid, pero seguro que no perderá ni un ápice si son afortunados viéndolo en sus pantallas en cualquiera de las televisiones, autonómicas por ahora, que lo pasarán en su parrilla estos días. Gracias, Javier Balaguer y equipo, por la valentía que tuvisteis para que hoy podamos sentirnos parte de un hecho histórico.
Comentarios
Por Juanjo Díaz Polo, el 28 abril 2016
Querido Antonio, gracias por tus palabras y tu atención sobre este proyecto. Sentí mucho no verte en el estreno. Coincidimos en Cristal-Bocaboca hace algunos lustros ya -por desgracia- y eres uno de esos amigos que no se olvidan. Si tienes oportunidad envíame un correo, para que sigamos en contacto.
Un abrazote de Juanjo Díaz.