Cambalache por Serrat
Por una vez —y sin que sirva de precedente— voy a dejar a un lado el sarcasmo, aun a riesgo de que a mi texto lo empañe la melancolía, porque, desde hace unas semanas, las letras de las canciones de Serrat se han enredado en mi cuello. Llevo cincuenta años envuelta en su arrullo y me identifico con ellas hasta tal punto que he llegado a dudar si es Joan Manuel quien ha escrito mi vida —eso que te dan pero no te regalan— o yo la que ha vivido sus canciones.
No nací en el Mediterráneo, pero sí lo hice acompañada de la voz de ese hombre casado, mayor de edad, vecino de Camprodón (Girona). Aún no era más que una de esas locas bajitas —que jugaba con su barquito de papel— cuando escuchaba sus cantares mientras las olas sembraban caracolas, arena y algas entre mis pies. Creo recordar que, ya en aquella época, las pequeñas cosas me sonreían tristes cada vez que añoraba unas primeras palabras de amor sencillas y tiernas que no acababan de llegar.
Serrat, verso a verso, me enseñó que decir amigo es decir ternura, me animó a defender la alegría como una trinchera, a preferir los caminos a las fronteras, a tutearme con las nubes y, sobre todo, me descubrió la magia de pasar de todo —menos de una sonrisa, por la que, por cierto, daría todo lo que soy— cuando entendí que nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.
Ahora que llueve detrás de los cristales —y que parece que un jilguero no puede cantar— él sangra, lucha y pervive para la libertad. No me digáis que no sería fantástico ir por la vida sin cumplidos, llamando a las cosas por su nombre. Y no sentirse extranjero en ningún lugar, porque es más interesante lo que nos diferencia que lo que tenemos en común, siempre y cuando se propicie un diálogo de franca distensión en el que cada loco exponga su tema y… ¡Allez hop!
Después de tanto y tanto ruido, hoy puede ser un gran día —eso espero— y, en vista de que lo nuestro es pasar, tiro p’alante a ver si la vida se pone tan bonita que dé gusto verla, como mínimo, hasta que venga a buscarme la parca. Entonces me iré, silbando aquella canción, hacia el tablao que montó Frascuelo para pasar la eternidad bailando. Allí os espero si queréis venir, pero… nada de dosificar los placeres, porque, antes que nada, soy partidaria de vivir.
Comentarios
Por Laura, el 06 octubre 2017
La autora se supera cada vez!! Genial! ????????????????????????
Por Marta, el 06 octubre 2017
¡Muchas gracias, Laura!
Por Marta, el 06 octubre 2017
Como no compartir todo lo que dices, y màs tratàndose de Serrat!!! Por cierto me gusta tambièn mucho tu presentaciòn en «sobre el autor» y mis felicitaciones a la ilustradora????????
Que buena edad los 50 en la que ya nos hemos cansamos de preguntarle al mundo por que y por que…???? Lo dicho, a vagabundear!
Por Marta Rañada, el 09 octubre 2017
Bien dicho, Marta. ¡A vagabundear!
Un beso.
Por Maatauri, el 08 octubre 2017
Precioso Rañada.
Me declaro fan absoluta.
Quiero más!!!!
Por Marta Rañada, el 09 octubre 2017
Maatauri!!! Muchas gracias y, de fan a fan… por supuesto que tendrás más…
Por Juan, el 31 octubre 2017
Gracias Marta. Me parece que hubiera estado esperando tu artículo desde hace días. Nadie me va a quitar el «alter ego» en que Serrat se convirtió para mi, hace ua tanto tiempo ya…
Por Marta Rañada, el 31 octubre 2017
Gracias a ti, Juan. Me parece que somos muchos los que hemos hecho nuestras sus canciones. Será por eso todavía queda buena gente…