‘Cambiar de idea’, de Aixa de la Cruz, una mujer a la intemperie
‘Cambiar de idea’, el nuevo libro de Aixa de la Cruz, es una desequilibrante y deslumbrante crónica de confesiones que pone patas arriba su biografía y las circunstancias de su biografía. Hay que ser muy valiente para escribir este catecismo de lengua dura. Aixa de la Cruz es la dueña de la intemperie. «Lo que no aprendí en aquel accidente lo he aprendido autolesionándome».
La intimidad de los genios es un purgatorio inacabable en el que la falta de perfección no deja de hacerles burla. O lo es hasta que el genio, ‘genia’ en este caso, cambia de idea, y descubre que la imperfección es la única que puede proporcionar la verdadera vida a un ser humano. Y de manera insospechada parece que se agarra a este párrafo que enunció Gómez de la Serna: “El humor es ver por dónde cojea todo… Es echarlo todo en el mortero del mundo, devolvérselo todo al cosmos un poco disociado, macerado por la paradoja, confuso, patas arriba”. Y quiere así poner su mundo, y el mundo de los demás, boca abajo, mientras un tornado de verdades la zarandea y derrama sobre un libro IMPRESCINDIBLE la sentencia de muerte del rey Salomón sin que Sísifo pierda su oficio. Cambiar de idea es un libro deslumbrante, vigoroso, cáustico y de una eficacia contumaz y prolífica. Tan desequilibrante como un enjambre de abismos y tan equilibrado como resulta siempre respirar después de un largo rato conteniendo la respiración.
Cada uno de sus párrafos vale su peso en oro, es una inesperada sesión de electroshock para alguien que se pensaba cuerdo antes de sentarse a leerlo. Aixa de la Cruz (Bilbao,1988) tiene un infierno en la boca y no se cansa de exhibirlo:
«Lo que no aprendí en aquel accidente lo he aprendido autolesionándome».
«Vivian Gornick no tiene ni idea de lo que es una madre difícil».
«A mi mejor amiga de la infancia la violó su padre porque yo no hice nada».
«Descubrir de golpe, a los veintitrés años, que la gente te desea es como intoxicarse de una droga que tu organismo no depura».
«Lo absurdo de haber intentado ser cadáver y forense al mismo tiempo».
«Pensaba que en los hospitales entendían el humor negro».
Confieso que me ha robado el aliento en muchas ocasiones. Cambiar de idea es una yincana emocional que te destroza el alma. Es bucear en un océano con muy malas intenciones y un objetivo: destrozar el paisaje que tantas y tantas veces ha lamido de manera mecánica, y no sacar la cabeza. Es tragar y tragar su agua salada y confiar en que nuestro organismo no sufra graves daños. Es digerir que la mentiras se pegan al cuerpo como se pega una mosca a la siesta de alguien muy cansado hasta conducirle a un insomnio artificial que acabará por destrozarle los nervios.
Pocos libros me han mantenido tan alerta, pocos libros han venido a hacer un jaque mate sobre mi memoria y lo han conseguido. Cambiar de idea es uno de esos libros:
«No tenemos estómago para lo que el poder hace en nuestro nombre».
«No es particularmente linda, pero es muy joven y la chicas jóvenes son como el placer de pisotear castillos de arena».
«Los límites de la experiencia son los límites de la empatía».
Parece que nace del caos y sin embargo nace del orden más estricto al que puede acceder un escritor, la honestidad.
Hay que ser muy valiente para escribir este catecismo de lengua dura. No es sencillo hacer malabarismos con los recuerdos sin que estos dejen heridas graves al caer sobre el cuerpo de quien los cita para ser removidos.
Por fortuna, Aixa de la Cruz no ha pensado en esta circunstancia y se ha sentado a escribir y ha congelado el infierno y nos ha buscado un sitio sobre su superficie para que podamos observar y reconocer lo que nosotros también hemos perdido en él. El dolor es el mejor confesor del mundo, da igual lo que diga un hombre mayor vestido de blanco, y este libro está lleno de dolor, pero no del dramatismo histérico de algunos panfletos generacionales que no son más que mal camuflados libros de autoayuda. Aixa de la Cruz es un árbol al que no le da miedo el invierno. Es la dueña de la intemperie:
«La enumeración deja al desnudo la lógica con la que he intentado narrarme. Soy la víctima perversa del sistema, la que carga con los muertos de los demás para satisfacer sus fantasías masoquistas y se confiesa más culpable que los culpables».
Y no teme exponer el esqueleto de su vida, ni sus tumefacciones, ni las zonas oscuras, ni las aniquiladas. De la Cruz convoca en este libro un vía crucis de cuerpo transparente en el que nada podrá esconderse.
No dejen de leer Cambiar de idea porque es como empezar de cero sin olvidar que un día cualquiera está lleno de números que alguna vez supieron nuestro nombre.
‘Cambiar de idea’. Aixa de la Cruz. Caballo de Troya. 137 páginas.
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