Carguemos energía positiva: un paseo por el jardín zen
Vivimos tiempos de vértigo, de precipitación de acontecimientos. Relajémonos por un momento y entremos en la exposición sobre el jardín zen que acaba de abrir La Casa Encendida, en Madrid. Una reinterpretación del tiempo y el espacio con espíritu budista para encontrar lo mejor de nosotros mismos en la tranquilidad y el silencio. Respiremos hondo y aparquemos noticias y problemas occidentales por unos instantes.
«Un monje bonzo me ha obsequiado con una bella flor de camelia de los jardines del templo Daitoku-ji. Tal ha sido mi alegría que he querido adornar con ella el tokonoma». Con esta Carta sobre la flor de la camelia, firmada por el paisajista y teórico japonés Mirei Shigemori (1896-1975), se abre la exposición. Toda una declaración de principios. «Junto a la flor, he colocado a su vez la obra de la camelia realizada por Shoukado, para disfrutar así de ambas bellezas a la par. La finalización del jardín interior se acerca, haciendo que me sienta tan ansioso como si esperase la llegada de una persona amada».
Silencio.
Meditación.
Entramos y nos recibe la sala con fotografías de los pequeños paisajes diseñados por Shigemori, que estudió, recopiló, analizó y renovó el concepto e imagen del jardín japonés.
La comisaria de la muestra, Alicia Chillida, explica: «Es una exposición muy reflexiva, que sugiere, que te invita a contemplar y contemplarte». Para ella, «lo interesante del jardín japonés es que, al entrar en él, se transforma la percepción del tiempo y del espacio; adquieres unas coordenadas distintas de la temporalidad, como si hubiera otra medida del tiempo».
Fue esa honda sensación llegada desde Oriente lo que marcó a muchos artistas en los años sesenta y setenta, y lo que ahora quiere mostrar La Casa Encendida. Por eso, nos encontramos con autores como Lucio Fontana, Yves Klein, Richard Serra, Antoni Tàpies -que siempre resaltó el influjo de Japón en su obra, y que en el último tramo de su vida confesó: «yo voy a la caza de almas, no de masas»-, Juan Hidalgo… Y los dibujos del polifacético artista -músico, pintor, poeta, filósofo- John Cage, que intenta atrapar la belleza y esencialidad de las piedras Ryoan-ji, el templo zen de Kioto que acoge uno de los jardines secos más famoso y bello del mundo, construido en el siglo XV con arena rastrillada, musgo y piedras.
Para seguir leyendo, podéis ponerle banda sonora a este artículo con esta pieza-sueño-meditación de Cage:
«Hemos establecido un diálogo entre autores procedentes de diferentes épocas, continentes y disciplinas», dice Alicia Chillida, «a partir de la noción de ‘micro-macro cosmos’ de Shigemori, que refleja la coexistencia del jardín y del observador como obra de arte única e indisoluble, y señala la función artística del jardín-espejo, como lugar de contemplación y autoconocimiento».
La ubicación en uno de los sótanos del centro cultural aporta recogimiento, sencillez y humildad, cualidades imprescindibles a lo zen, a la meditación. Nada de alharacas y espectacularidad. Que nadie acuda pensando en las masivas exposiciones-estrella, al estilo Greco o Dalí. No. Esto es otra cosa, otra dimensión, otro tempo. En la contemplación de una desnuda barra de acero inoxidable, obra del norteamericano Walter de Maria -genio del land art y conceptual art, sobre todo con su Lightning Field de Nuevo México-, o de una diminuta pieza de madera depositada en el suelo bajo un foco, trabajo del brasileño Cildo Meireles, el visitante encontrará la medida de lo que es él en el Cosmos y en el transcurrir de los milenios.
Somos esa pequeña flor de camelia. Perfecta en sí misma, pero una mota en el Universo, que para encontrar su razón de ser ha de hallar la armonía en su estar.
Obras de Lucio Fontana, Yves Klein y Richard Serra que investigan nuevos conceptos de espacio y sugieren espacios de espera de acuerdo con el budismo zen.
Nuevas percepciones, sin necesidad de sobredosis de excitación ni de mensajes.
Para José Guirao, director de La Casa Encendida, Variaciones sobre el jardín japonés es «una invitación a la contemplación, al paseo y al disfrute de la experiencia estética y espiritual que las exposiciones de arte, tanto como los jardines, pueden y deben ofrecer a quienes se adentran en ellos».
Vacío como la nada, pero también vacío como limpieza que aporta serenidad.
Según voy escribiendo esta Ventana Verde, aprovecho para ir despojándome de pensamientos que no conducen a nada sino al desasosiego.
Vaciar. Gran verbo. Y es más fácil de lo que parece. Se trata de no sentir demasiado apego a todo. O a nada.
«En España, Tàpies reflexionó mucho sobre cómo le marcó Oriente. Escribió mucho sobre ello, sobre Japón y la idea del vacío, y a mí me ha ayudado mucho leerle para montar esta exposición», subraya Alicia Chillida, que explica que esta muestra se ha larvado con la misma parsimonia y reflexión que exhibe, que es zen en su propia concepción, pues parte de otra que ella misma organizó hace diez años en La Casa Encendida, bajo el título Paisaje y Memoria. «Ya allí mismo me quedé prendada de la filosofía del jardín japonés». Y hasta hoy. Y hasta el futuro.
Dicotomías entre micro y macro, intimidad-naturaleza, lenguaje o contemplación, música y silencio, belleza-violencia, primitivismo-refinamiento, el susurro del pequeño arroyo o la cascada, lo efímero, lo inabarcable surgen del diálogo entre los autores.
Aconsejamos dejar para el final la sala donde se proyectan dos vídeos, uno frente al otro, de dos mujeres, Àngels Ribé y Yoko Ono. La catalana Ribé nos remite a un koan, enigma que en la tradición zen el maestro plantea al alumno para comprobar sus progresos y para cuya resolución debemos alejarnos de los automatismos y rigideces del pensamiento racional; aquí, Ribé desarrolla una acción repetitiva que aparentemente no tiene significado, pero que se carga de significado al ser observada por el espectador, una danza reiterativa entre lo horizontal y lo vertical, la tierra y el cielo. La performance de Yoko Ono da forma a una ceremonia de reconstrucción; se muestra en una actitud contemplativa, pasiva, impasible, mientras el público se acerca y le va rompiendo el vestido a tijeretazos.
Hagamos como Yukio Nakagawa, también presente en la exposición y recientemente fallecido: no demos nada por inmutable. Él fue un revolucionario en su propuesta de renovación del ikebana. Trabajaba con flores muertas, con tulipanes macerados y prensados. A todo se le puede dar una vuelta en el camino de la sabiduría. Vivimos malos tiempos; parafraseando a T. S. Eliot, hemos abandonado la búsqueda de la sabiduría por el conocimiento, y ahora hemos dejado atrás el conocimiento apostando sin filtros ni criterios por la información. Demos la vuelta a nuestras inercias para resolver el koan.
‘Variaciones sobre el jardín japonés’ estará en La Casa Encendida de Madrid hasta el 7 de septiembre. A continuación, viajará a Granada, donde se adaptará al entorno de La Alhambra entre el 19 de septiembre y el 15 de enero de 2015.
Más información: www.lacasaencendida.com. Ronda de Valencia, 2, Madrid. Abierto todos los días de 10 a 21.45 h. Entrada gratuita.
Además, el domingo 8 de junio y lunes 9 de junio se proyectarán películas (entrada: 3 euros) de los cineastas japoneses Takashi Makino (1978), que encarna presente y futuro de la vanguardia cinematográfica japonesa, cuyas películas, de abstracción orgánica cambiante y envolvente, constituyen un asombroso viaje al interior de uno mismo. Los cortos de Rei Hayama (1987) proponen adentrarse en el terreno misterioso de los primeros recuerdos de la infancia; con la mirada puesta en la naturaleza, su cine condensa un estado de la visión más puro y primitivo.
Comentarios
Por Nely García, el 05 junio 2014
La mayoría de los creadores sienten la inquietud por saber más sobre la existencia; las búsquedas incluida la meditación, pueden proporcionar sosiego, pero en el fondo continuamos sin saber nada.
http://nelygarcia.wordpress.com