Carmen Posadas: “No soporto esta peste de lo políticamente correcto”
Las cosas del corazón. Del de verdad y de las revistas del corazón. Tras el éxito de ‘La hija de Cayetana’, Carmen Posadas nos habla en su nuevo libro, ‘La maestra de títeres’ (Editorial Espasa), de la historia de España desde la posguerra a través de tres mujeres fuertes y complejas, que guardan secretos y manejan hilos para salirse con la suya. Como ella…
El nombre de Rafael Ruiz te traerá recuerdos, ¿no?
Sí, claro, mi marido se llamaba así. Nos casamos en el 72; nos separamos a los 10,11 años de casados. Hace un siglo… Pero lo veo de vez en cuando, cuando nacieron mis nietos, por ejemplo. Nos llevamos bien.
Tuviste dos hijas con él.
Sí.
¿Qué tal va ‘La maestra de títeres’ y la promoción?
Bien. Sacaron 30.000 ejemplares de primera tirada, que en estos tiempos que corren está muy bien, y luego han hecho ya dos reediciones. Así que va por la tercera… Yo tenía miedo, porque es una apuesta arriesgada. En el sentido de que aquí en España, cuando uno habla de ambientes frívolos, automáticamente piensan que el libro es frívolo. Y no tiene nada que ver, porque, según eso, ¿dónde queda Proust, dónde queda Truman Capote? Pero hay un poco esa mentalidad. Yo estaba preocupada por si la gente lo iba a entender.
¿Y lo están entendiendo?
No va tan bien como la anterior, porque de la anterior se vendieron 100.000 ejemplares.
Es que estás acostumbrada a vender mucho… ¿Tú crees que esta va más despacio por ese tema de la frivolidad?
Es más literaria que la anterior, La hija de Cayetana, sobre la duquesa de Alba, que tuvo una niña negra. La otra es una novela histórica, muy digna…, yo sabía que iba a funcionar muy bien… Están haciendo una película, en fin… esas cosas que son muy resultonas. Y esta es más literaria, más compleja como trama, tres mujeres en tres épocas distintas que se van entrelazando, tres historias diferentes; es más literaria, lo cual siempre resta lectores, pero ¿qué le vamos a hacer? Yo quería hacer una buena novela…
Tiene puntos en común con ‘La hija de Cayetana’ o ‘La Bella Otero’ o ‘La cinta roja’, personajes femeninos, ambientados en el pasado y de caracteres complejos, poliédricos.
En ese sentido, sí. Pero las otras eran mujeres reales, y estas son inventadas; hay cameos de gente de carne y hueso, pero las protagonistas son completamente inventadas.
Sí, pero te quiero decir que son mujeres –unas reales, otras no– con fuerte carácter, y que todas guardan secretos, aspectos importantes de su vida en la oscuridad.
En ese sentido, sí… Es que a mí me encantan los secretos, me gustan muchísimo. Además, pienso que las familias están llenas de secretos. En mi familia ha habido secretos de los que no me he enterado hasta que tenía 60 años. Pasa algo curioso con los secretos, con los secretos escandalosos, que si tienes por ejemplo una madre con una vida disipada, eso es un baldón, pero si tienes una bisabuela con una vida disipada, quedas fenomenal. Yo tengo una tatarabuela con una vida loca porque era riquísima, y dejó a su marido y se fue a París con otro hombre y vivió la Belle époque y se gastó todo el dinero y luego volvió a Uruguay. Bueno, queda muy bien porque era mi tatarabuela; si llega a ser mi madre, a lo mejor no hace tanta gracia.
¿Te has inspirado en alguien real para dar forma a Beatriz Calanda, la mujer sobre la que gira buena parte del libro?
Me he inspirado en muchas personas, porque yo lo que quería era hacer un homenaje a William Thackeray, el autor de La Feria de las Vanidades, en la que hay dos protagonistas, una es una mujer enamoradiza, romántica, idealista, que es un poco la Ina de mi novela, y la otra es una mujer que no tiene prácticamente formación ni siquiera es muy guapa, pero que sabe moverse y se convierte en un personaje en la Corte del rey de Inglaterra de principios del siglo XIX. Al pensar en quién sería el equivalente en España de Becky Sharp, me dije: bueno, tiene que ser alguien de las revistas del corazón porque, sin formación y algunas ni siquiera belleza, consiguen convertirse en personajes, y la gente sigue su vida como si fuera una novela por entregas. Entonces, de una tomé sus muchos maridos, de otra su aspecto físico, de otra su forma de hablar, hice un mix y salió Beatriz Calanda.
¿Y de ti?
Sí, se parece a mí en el sentido de que ella también viene de fuera, es la mirada sobre una sociedad de alguien que viene de fuera y lo observa todo con una mirada que siempre funciona muy bien. Quien mejor puede describir un país es un viajero; como ha sucedido al hablar de España con Hemingway y Mérimée y Gerald Brenan.
En la reseña de ‘La maestra de títeres’ que publicó Sonia Fides en ‘El Asombrario’ habla precisamente de eso, de cómo tú te sirves de la frivolidad para escarbar en la historia de España, y para contar algo mucho más serio. También lo que yo veo es que se habla de cosas del corazón, pero del corazón en dos sentidos: vale que por un lado está Beatriz Calanda, muy de las revistas del corazón, pero Ina, su madre, es del otro corazón, de lo que le dicta el corazón de verdad. Veo el corazón en muchas facetas; no solo en el lado frívolo.
Ay, me alegra que se note, porque parece que Beatriz Calanda monopoliza la novela, cuando no es así. En realidad, es una novela bastante coral. Y Beatriz tiene como antagonista a su madre, que es exactamente lo contrario.
Preocupada por el corazón y no por las revistas del corazón…
Exacto. Son dos punto de vista antagonistas.
Entonces, ¿por qué crees que la gente pueda verla tanto como una novela de la frivolidad?
¿Sabes lo que pasa? Que ese tema está en la primera página, entonces…
De todos esos personajes reales que salen en tu novela como secundarios, como Lola Flores, Paquita Rico, Paco Umbral, Javier Marías…, ¿alguno que hayas conocido y te resultara especialmente fascinante y al que querías tratar con especial cariño?
El que más, Luis Miguel Dominguín. Lo conocí y fuimos bastante amigos, cuando él estaba ya de retirada. Era un personaje muy fascinante, porque me di cuenta de cuál es el irresistible atractivo de un don juan. Su truco era que él se enamoraba de todas, de algunas 10 años, de otras una semana, de otras 10 minutos, pero siempre se enamoraba… Y eso le hacía muy atractivo.
¿Lola Flores era tal como sale en la novela?
Sí, era ese personaje completamente excesivo, muy divertido. Cuando debutó en Nueva York, en un periódico le hicieron una crítica que decía: “No sabe bailar, nos sabe cantar, pero no se la pierdan”. Creo que eso la definía perfectamente.
Llegaste a España en los años sesenta, ya escribiste sobre Madrid en los noventa, en ‘Cinco moscas azules’, y ahora vuelves a reflejar la sociedad madrileña a lo largo de varias décadas. ¿Cómo ves los cambios de esta ciudad, de este país?
Cuando llegué a España, Madrid era una ciudad en blanco y negro; a mí me llamaba mucho la atención que la gente estaba siempre de luto; vivíamos cerca del estadio Santiago Bernabéu, y eso era cañada real, y por allí pasaban las ovejas, y al lado, en la Colonia del Viso, había luz de gas, venía un farolero y encendía los faroles… Todo eso me tenía absolutamente fascinada, porque Uruguay en esa época era mucho más avanzado. Después, España empieza a cambiar con el Plan de Estabilización de los 60, y el gran cambio, el Big Bang de España para abandonar ese blanco y negro y convertirse en una España en tecnicolor, llega cuando muere Franco; ahí se cumplió lo que dijo Alfonso Guerra: a este país no lo va a conocer ni la madre que lo parió. Y es verdad. Un cambio inmenso.
Pero en la novela también se repite varias veces esa máxima de Lampedusa: es preciso que todo cambie para que todo siga igual. ¿Ves que hay algo de cierto?
Sí, es verdad, las cosas cambian, pero lo básico sigue siendo igual. Por ejemplo, los noviazgos; es verdad que en los 50 había que ir con carabina, que las mujeres no podían entrar solas en los bares, que existían los matrimonios de penalti, pero, si miras, ahora las chicas que quieren casarse con los futbolistas se quedan embarazadas igual, los penaltis siguen existiendo, marcan un gol. Lo que pasa es que antes las perdedoras de los penaltis eran las mujeres, y ahora los perdedores de los penaltis son los hombres. Todo cambia para que todo siga más o menos igual. Otra cosa: antes tenía un peso enorme la religión y ahora tiene un peso igual de grande, igual de fiscalizador e inmisericorde, la corrección política, que es exactamente igual que la religión, todo cambia y todo sigue igual.
La novela es compleja. Tres mujeres protagonistas en una sucesión de hechos con continuos saltos en el tiempo, adelante y atrás, adelante y atrás, y siempre ocultando cosas para no desvelar la trama hasta el final. Es un puzle complicado… Una pregunta que a los periodistas nos gusta mucho hacer a los escritores. ¿Cuál ha sido el proceso, cómo la has trabajado?
Bueno, yo es que soy una escritora muy caótica. Hay dos tipos de escritores. Javier Marías los llama los escritores con brújula y los escritores con mapa. Yo los llamo los escritores ciegos y los escritores cojos. Los escritores cojos son los que necesitan andamios, así que hacen estructuras, listas de personajes y de cómo son, cada uno tiene una ficha: mide 1,74, el café con leche lo toma con dos terrones de azúcar y los calcetines siempre los tiene a mitad de la pantorrilla, cosas así… Saben perfectamente cuál es la primera frase y cuál es la última; esos son los escritores cojos, que necesitan todas esas muletas. Y después están los escritores ciegos, que, como yo, no tienen la más repajolera idea de lo que va a pasar en la novela, y que la novela se va tejiendo a medida que la escribes, es muy desasosegante, porque…
¿Pero en serio que tú, cuando la empezaste, no sabías hacia dónde iba la trama, no tenías una estructura para no perderte?
No, no, nada.
Pues yo te imaginaba con fichas extendidas en el escritorio.
No, no, para nada. Para nada. Se ha ido tejiendo ella solita. Hay una frase de Miguel Ángel con la que yo me siento muy identificada; él habla del arte de la escultura, y decía que esculpir no es nada más que encontrar la obra de arte que ya está dormida en el bloque de mármol, y que lo único que hacía era quitar lo que sobraba. Eso es lo que decía Miguel Ángel. Y escribir es un poco así. Como que la novela ya está escrita en alguna parte, no me preguntes dónde, y entonces tú tienes que entrar en ella y la propia dinámica te va llevando. Creas un personaje, le dotas de dos o tres características, y cuando ya tienes eso, ya tiene cierta corporeidad, entonces existe y se comporta y hace cosas…
Me parece complicado, y más mezclando tres historias.
Pues así ha sido.
¿Cuánto tiempo has estado con ella?
Un año.
A la hora de sentarte a escribir, ¿eres también caótica o tienes una rutina?
Ah, no, para eso soy muy, muy disciplinada. Soy diurna. Yo a partir de las 12 de la noche me convierto en calabaza directamente; no existo. Y por la tarde no me funciona la cabeza… Así que me levanto temprano y escribo hasta la hora de comer. Y si algún día consigo escribir un folio o dos, ya me quedo contentísima, porque nunca escribo más de eso. Lo que pasa es que reescribo muchísimo. Escribo de primer impulso, y luego voy para atrás y corrijo y corrijo y corrijo y corrijo, y vuelta para atrás y vuelta para atrás.
¿Y todos los días, estés donde estés?, ¿o necesitas, no sé, la tranquilidad de tu casa?
Todos los días. Con el portátil, esté donde esté.
Los personajes masculinos, aunque algunos son un poco gambas, suelen ser muy enteros, sólidos. Como Antonio y como el maqui. Muy bien tratados.
Es que no me gusta nada esa literatura de mujeres para mujeres sobre mujeres. La novela me salió así, pero no quería que los hombres fueran mera comparsa. De hecho, casi los personajes que más me gustan de esta novela, aparte de Ina, son masculinos. Me gusta mucho Encho, porque, a pesar de ser un tiburón, un tramposo, tiene código. Y luego literariamente creo que el mejor personaje de la novela es Yáñez de Hinojosa.
Es un superviviente, alguien que sabe adaptarse. En la reseña de Sonia Fides en nuestra revista escribió que parece un personaje de Galdós.
Sí, sí, es un homenaje a Galdós. Estuve leyendo bastante a don Benito para la novela anterior, y todos sus personajes son extraordinarios y tienen muchísima fuerza. Yo creo que Yáñez de Hinojosa podría ser un personaje que puede existir en todas las épocas, en la de Galdós y en la de ahora. Que cuando hay que ser franquista tiene bigote de franquista y canta el cara al Sol, pero luego se adapta y se deja barba…
Lo bueno de él es que ve venir los cambios un poco antes; así que sabe prepararse. Ahí está la gracia.
Claro. (Risas).
En todo el trabajo para la ambientación, de lecturas para documentarte para escribir del pasado, ¿te han entrado ganas de vivir en otra época, te hubiera gustado vivir por ejemplo en los años 50 en Madrid?
No, yo creo que esta es la mejor época para ser mujer, la verdad. Hasta ahora tenía unos peajes muy considerables. Los sigue teniendo, pero ahora yo tengo nietas y nietos, y temo más por mis nietos que por mis nietas.
¿Pero por qué?
Pues.. porque…, no sé, los hombres no lo tenéis tan fácil hoy en día, supongo que no te estoy descubriendo nada que tú no sepas.
Le quitan el trono al rey de la casa y se queda descolocado.
Además, después de haberlo sido durante siglos y siglos y siglos y siglos.
Volvamos a la ‘socialité’, esa ‘socialité’ de tu personaje Beatriz Calanda. ¿Está cambiando con las redes y los ‘realities’ de televisión? ¿Crees que está perdiendo brillo? Son ‘vips’ que duran poco, tan poco que uno hasta le reconoce más valor a esas grandes ‘divas’ de la ‘socialité’, tipo Isabel Preysler.
Se cumple inexorablemente en muchos órdenes de la vida. Todo dura muy poco. Pero estamos llegando al paroxismo de eso que decía Andy Warhol de los cinco minutos de gloria, de fama, con las influencers. Una niña que se ha hecho un tattoo y un piercing en el ombligo y se ha comprado una camiseta en Zara y eso tiene no sé cuántos millones de seguidores y se convierte en un personaje de la noche a la mañana. Es muy asombroso. Eso que decíamos de Beatriz Calanda, que consigue vivir de su propio personaje, es lo que buscan ahora todas esas influencers. Eso, elevado al cubo.
Tú usas las redes, te veo bastante activa en Instagram… ¿Es un uso exclusivamente profesional, de promoción de tu novela?
Me siento torpísima en ese mundo, es totalmente contrario a mi forma de ser, no quiero estar interactuando con el resto de la humanidad, no soy lo suficientemente exhibicionista para decir: aquí estoy tomándome un café con leche o un té con limón, no sirvo para eso.
¿Pero tu cuenta de Instagram la llevas tú?
Bueno, porque me han dicho que tengo que tener Instagram, pero lo encuentro incomodísimo.
Hace poco leía la queja de un escritor que decía que ahora ya no basta con escribir un buen libro, sino que tienes luego que dedicarte a su promoción en cuerpo y alma en las redes durante meses, interactuando con los lectores; y ¡ay pobre de ti si hay un lector al que no le contestas y se siente ofendido o menospreciado…!
Y no solo eso, sino que por ejemplo la promoción de esta novela eran tres ciudades por semana, después viajar fuera, a México, Francia; la semana que viene tengo que ir a Uruguay, Argentina, luego a Colombia, a Perú… Haces el esfuerzo enorme de escribir un libro, y ahora se añade el esfuerzo monstruoso de la promoción.
¿Pero eso ha cambiado mucho?, ¿antes no era así?
Cada vez es más. Antes escribías un libro, hacías un poquito de promoción y ya está, pero ahora te diría que es casi un año para escribir una novela y un año de promoción.
Como los actores/actrices de Hollywood, que en su contrato firman no solo las condiciones del rodaje, sino luego de la promoción, con todo lujo de detalles, de tiempo, de cuántas entrevistas, en qué países…
Nosotros es lo mismo, pero sin contrato…, y sin ganar tanto dinero, obviamente.
¿Te produce hartura?
Yo algo de lo que estaré siempre agradecida es de los cursos de lectura, de los clubes de lectura en bibliotecas; resulta muy enriquecedor hablar con gente que sí ha leído la novela, es muy divertido y aprendes mucho, te descubren una cantidad de cosas de tus libros que jamás se te habrían ocurrido. Un libro no es lo que un escritor escribe, sino lo que un lector lee.
También se repite en la novela eso de “la verdad no interesa a nadie; la verdad no existe, se fabrica”. Cada vez es más así, ¿no?
Cada vez más. Vivimos en un mundo hiper-informado, y te da la sensación de que todo está a un clic de distancia, y, sin embargo, precisamente por esa sobredosis de información, las mentiras florecen mucho más, porque como hay tanta información ya no sabes qué es verdad y qué no.
He leído en un artículo tuyo en la revista ‘XL Semanal’ tu reflexión sobre los escándalos, que ahora se suceden con tanta frecuencia que se solapan unos con otros y se olvidan fácilmente. Da igual lo que hagas, pones cara de póker y esperas a que escampe. Momento Trump, lo llamas.
Exacto. Es así. Pedro Sánchez lo aprendió rápido; a sus primeros ministros les hizo dimitir ante el más mínimo trapo sucio, luego descubrió que, si aguantas un poquito…, a los tres días ya se olvida todo.
Y esto no es bueno, claro…
Al final se crea una sociedad sin ley…
Sin ley y sin referentes.
Exacto. Vivimos en esa especie de perplejidad continua. ¿Qué queda en pie? Todo nos lo han tirado abajo, y no es nada casual que a raíz de eso surjan extremistas de uno y otro signo. Cuando nada vale, todo da igual, el relativismo es absoluto, la gente busca referentes muy primarios.
Una bandera o una religión… Como articulista, ¿qué temas son los que más te rondan la cabeza?
Sobre todo, esta peste de lo políticamente correcto. ¡No lo puedo soportar! Porque da la casualidad de que ahora que hay más facilidad y medios para expresarse, justo ahora, ya nadie puede decir lo que piensa y todo el mundo se autocensura.
¿Incluida tú?
Incluida yo… Lo que pasa que yo, al ser mujer, tengo una ventaja sobre ti. La mayoría de las cosas que yo escribo, un hombre no las podría escribir. Lo lapidan en la plaza pública.
Mira Javier Marías.
Es verdad que Javier Marías se atreve a mucho. Pero no se atreve a todo. Hay ciertos callos que no se atreve a pisar. Pero yo, como mujer, sí me permito ese lujo. No me importa.
Pensábamos que las redes nos iban a traer libertad, y se han convertido en territorio de insultos por un lado y de postureo por otro. Es muy fácil saber lo que tienes que colgar para conseguir ‘likes’ y seguidores, te lo creas o no.
Todo es como tracas, fuegos artificiales, consignas, eslóganes, nada de análisis… Otra cosa muy desesperante es que, cuanto más banal o estúpido sea lo que dices, más éxito tiene. No puedes tener un pensamiento un poquito elaborado. Los matices no existen. Todo es bueno o malo, de derechas o de izquierdas, estás conmigo o contra mí.
Escribes en prensa un artículo semanal…
Hasta hace poco escribía cada 15 días; desde hace un año o dos, todas las semanas. Llevo 20 años.
¿Y qué ha cambiado en estos 20 años en Carmen Posadas?
Si leo artículos que escribí hace 20 años, estoy de acuerdo conmigo misma, así que creo que no he cambiado mucho en este tiempo. Sí creo que ahora me atrevo a decir cosas que antes no me atrevía.
¿Por ejemplo?
Por ejemplo todo el tema ese de las mujeres.
¿Y como escritora?
No te puedo decir… Porque nunca he releído un libro mío.
¿No?
No; me da un alipori horrendo.
Tras las correcciones, una vez que ya va a imprenta un libro tuyo, ¿ya no lo vuelves a leer?
No, alguna vez he tenido que volver a leer un libro porque lo reeditan. Y puedo decir que quizá lo que vas ganando en oficio de alguna manera lo pierdes en…, en frescura.
¿En qué estás ahora?
Tengo dos o tres ideas, que las estoy regando todas las mañanas para ver cuál germina.
¿Cómo se riegan?
Documentándose, leyendo mucho.
¿También en torno a una mujer?
No, yo creo que no. Hay ya demasiadas mujeres escribiendo sobre mujeres.
Comentarios
Por carlos gonzalez, el 31 enero 2019
Nos vamos a poner todos a llorar porque al trabajo de escribir el libro se le añade el «vergonzoso » curro de irlo promocionando………
Ver para leer……….
Intentare ver si la biblioteca insular trae ese libro.
Por avadis, el 31 enero 2019
Esta escritora siempre me has fascinado.Por otro lado leo sus artículos en el Semanal,y me encantan.Sabe hablar con propiedad y es coherente, no le importa criticar ese «feminismo» ultra y no ético, mi felicitación.
Por piron casanova, el 01 febrero 2019
como se noto la mejor educación de américa del sur URUGUAY
Por Susana, el 01 febrero 2019
Si opinas claramente en España te conviertes en un radical. Un saludo