Pasar tiempo cerca de árboles mejora la salud física y mental
Un mes después de los terribles incendios que asolaron Galicia, ‘El Asombrario Recicla’ mira a los bosques, los reivindica. Hablamos con dos expertos que nos explican su valor como fuente de vida, equilibrio y salud. Un estudio de la FAO ha subrayado: “Pasar tiempo cerca de árboles mejora la salud física y mental al aumentar el nivel de energía y la velocidad de recuperación, al tiempo que disminuye la presión arterial y el estrés”.
En uno de los pasajes más conocidos de Walden, escribe Thoreau: “Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentándome solo a los hechos esenciales de la vida, y ver lo que la vida tenía que enseñar, no fuera que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido”. Thoreau, uno de los filósofos más heterodoxos y fundamentales del mundo contemporáneo, dejó su casa de Concord en 1845 y se instaló en una cabaña cerca del lago Walden. No se fue a jugar a la vida sino a buscarla intensamente, en toda su plenitud. Estuvo allí poco más de dos años y, a su vuelta, escribió un ensayo sobre su experiencia en los bosques cuya influencia no ha dejado de crecer con el tiempo. El autor norteamericano, en el siglo XIX, en plena Revolución Industrial, pone el dedo en la llaga sobre muchos temas que hoy son el centro de nuestra civilización. Thoreau, uno de los padres del ecologismo, nos demuestra que es posible vivir de otra manera y que esa otra manera necesariamente ha de contar con la naturaleza, con los bosques.
He recordado este libro, huésped permanente de mi mesita de noche, después de los incendios que asolaron Galicia en octubre. Sí, han pasado unas semanas y aunque los políticos y los medios de comunicación insistían en que no podíamos olvidar lo que había pasado, lo hemos olvidado ya. Sirvan estas líneas para recordárnoslo.
Como nos enseñó Thoreau, los bosques no solo son nuestro hogar sino que forman parte de nosotros mismos. Cuando se queman, por tanto, es como si también nos quemáramos un poco con ellos. Creo que los costes de un incendio son en realidad incuantificables, ¿se puede cuantificar la vida?, pero para que los lectores sepan de qué hablamos cuando hablamos de un incendio, he conversado con Diana Colomina, coordinadora de Restauraciones Forestales de WWF España, una de las organizaciones ambientalistas que más trabajan para la conservación de la naturaleza en nuestro país.
“Tras el paso del fuego se destruye la cobertura vegetal, árboles y matorrales quedan arrasados. La vida también se ve mermada, los animales o han muerto o han huido porque no quedan zonas de refugio, cría o nidificación para ellos. Y esto provoca cambios incluso en el clima local o regional. Pero uno de los impactos ecológicos en los que pocos caemos y que es la base para la recuperación del ecosistema es la pérdida de suelo. Un centímetro de suelo tarda mil años en formarse y apenas unos días en perderse tras un incendio. El suelo pierde nutrientes y en cuanto empiezan las lluvias se ve arrastrado hasta los cauces de los ríos. Así que los ríos reciben los sedimentos , que caen de las laderas y se colmatan o contaminan”, me cuenta Colomina.
Si queremos ganarle la batalla a los incendios forestales, me explica esta experta, “necesitamos que los bosques sean menos vulnerables al paso de las llamas”. “Y una de las soluciones pasa por invertir más y mejor en prevención. Hasta el momento, el modelo vigente de lucha contra incendios ha estado basado en grandes inversiones en extinción, quedando las actuaciones de prevención en un segundo plano. La inversión en extinción es de alrededor del 80% del presupuesto de lucha contra incendios, frente al 20% destinado a prevención. Esta última no puede verse como un gasto, sino como una inversión a futuro, porque hay montes que pueden apagarse 20 años antes de que se produzcan”.
Una inversión a futuro, dice Colomina. No creo que quienes toman las decisiones piensen más allá de las próximas elecciones. Y, sin embargo, perdemos mucho si no lo hacemos. Si los costes de un incendio en realidad son incalculables, los beneficios también.
“Sin bosques no hay vida”, me dice esta experta. “Mantener en buen estado de conservación nuestros bosques (lo que incluye plantar árboles) es garantizar la calidad de vida, no sólo de las generaciones presentes, sino también de las generaciones futuras. Porque los bosques son almacenes de biodiversidad, son esenciales para regular el ciclo del agua y producir agua de calidad, producen oxígeno, son herramientas fundamentales en la lucha contra el cambio climático (son sumideros de CO2 y por lo tanto mitigan el cambio climático), nos proveen de madera, papel, alimentos y medicinas (hojas, frutos, bayas)”, explica Colomina.
“Pasar tiempo cerca de árboles mejora la salud física y mental al aumentar el nivel de energía y la velocidad de recuperación, al tiempo que disminuye la presión arterial y el estrés, según la FAO”, me recuerda Colomina. Aunque basta con dar un paseo por un bosque cercano para comprobarlo.
Ha llegado el otoño en el calendario, si es que acaba de llegar en la naturaleza, y es un placer poder pasear entre los árboles, disfrutar con el cromatismo que nos trae esta estación, con el silencio y la sensación de cobijo que nos dan los bosques.
Si estar en contacto con los árboles es bueno para nuestra salud, plantarlos también. En WWF España tienen un programa para voluntarios y he conversado con uno de ellos, Juan López Quiroga. Hijo de agricultores, tendría 10 o 12 años cuando participó en la primera plantación de árboles. Ahora lleva en el programa de WWF más de diez años y, durante este tiempo, ha puesto en tierra al menos 2.000 plantones de árboles y arbustos. ¿Qué beneficios crees que te ha aportado?, le pregunto. “Muchos e impagables. Más allá de sentirte involucrado en la protección del medioambiente y de sentir el orgullo de haber contribuido a la restauración de zonas quemadas, deterioradas o en recuperación, tienes muchos privilegios al participar en estas actividades. Puedes sentir un águila imperial pasándote a pocos metros sobre la cabeza, escuchar la berrea en medio de un parque nacional, ver amaneceres, puestas de sol y cielos estrellados increíbles en mitad de parajes donde no se ve ni se siente la civilización. Hay miles de momentos que se te quedan en la memoria y que no tienen precio”.
Vuelvo a los libros de Thoreau y pienso que esta sociedad en la que vivimos estaría menos enferma, necesitaríamos menos pastillas para dormir y seguir adelante, inmersos en un ritmo frenético, si estuviéramos más en contacto con los bosques, si los defendiéramos como defenderíamos nuestro hogar de un intruso. Y recuerdo una de las reflexiones finales del escritor norteamericano en Walden (reeditado hace poco por Errata Naturae): “¿Por qué hemos de apresurarnos desesperadamente por triunfar en empresas desesperadas? Si un hombre no marcha al mismo paso que sus camaradas, probablemente esté escuchando otro tambor. Que camine al mismo ritmo que esa música, aunque sea más comedida y lejana”.
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