Comercio justo local, alternativa para empoderar nuestro campo
En los últimos movimientos de protesta del campo ha habido muchas zonas oscuras, por manipulación política, por no apuntar bien a los responsables de la precariedad del mundo rural, por ignorancia… A las buenas prácticas sostenibles publicadas por ‘El Asombrario’ que demuestran que la apuesta por la sostenibilidad y la salud de la tierra/Tierra no es el problema, sino el futuro para los verdaderos agricultores y ganaderos (y no para los grandes propietarios, fondos de inversión y oligopolios de la distribución alimentaria), hoy queremos apuntar una iniciativa más: promover el ‘comercio justo local’ que se sume al ‘comercio justo’ tradicional, que desde hace décadas persigue tratos más igualitarios con los campesinos del Sur.
Las reglas del comercio internacional nunca han sido iguales para todos. El campo de juego siempre ha mostrado un claro desnivel a favor de los países ricos del Norte. Esa es la visión, al menos, desde los países empobrecidos del Sur. Sentir que expresaron muy claramente con el histórico y reivindicativo lema ‘Traid, Not Aid’ (Comercio, No Ayudas), con el que estas naciones pidieron en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), celebrada en 1964, el establecimiento de un nuevo marco de relaciones económicas más equilibradas en el que no fuera posible la explotación de sus recursos y de sus propios ciudadanos.
El comercio justo es uno de los movimientos internacionales en los que mejor se plasman estas demandas. La definición de comercio justo de la Organización Mundial de Comercio Justo (WFTO) dice que se trata de un “sistema comercial basado en el diálogo, la transparencia y el respeto, que busca una mayor equidad en el comercio internacional prestando especial atención a criterios sociales y medioambientales. Contribuye al desarrollo sostenible ofreciendo mejores condiciones comerciales y asegurando los derechos de productores y trabajadores desfavorecidos, especialmente en el Sur”.
Eso es lo que estamos apoyando cuando compramos, por ejemplo, un café o un chocolate de comercio justo. Porque nuestro papel desde el Norte en relación con el comercio justo a lo largo de esta décadas ha sido el de actuar, básicamente, como consumidores. Se trata de que apostemos desde los países ricos por el consumo consciente y responsable de productos que garantizan unas condiciones dignas para los productores del Sur; es decir, de África, Asia y América Latina.
Pero este esquema tradicional del comercio justo se encuentra viviendo, en estos momentos, una pequeña revolución con la más que probable incorporación de nuevos productores que demandan unas mejores condiciones aquí mismo, en nuestro mundo en teoría desarrollado. “En 2018, la WFTO aprobó la posibilidad de reconocer a organizaciones productoras del llamado ‘Norte’ global como organizaciones de comercio justo. A partir de ese momento empezó el proceso de adaptar y aplicar los 10 principios que definen el comercio justo al contexto europeo, concretar su regulación, etc… Las organizaciones de comercio justo a nivel europeo y global estamos trabajando en ello”, explica Alberto Abad, presidente de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo, donde se agrupan la gran mayoría de organizaciones españolas del sector.
Un paso indispensable será la creación de un sello de certificación específico para el comercio justo local, es decir, para el producto de comercio justo hecho aquí mismo. Dicho certificado será el que garantice a los consumidores que no les están dando gato por liebre. Para ello es necesario que detrás del sello haya entidades de máxima solvencia, como la propia WFTO y también Fairtrade. Ambas son las responsables de las dos certificaciones más reconocidas a nivel mundial.
“En España, desde la Coordinadora Estatal de Comercio Justo –integrada en la WFTO– llevamos trabajando dos años para definir unos principios o criterios básicos, basándonos en el desarrollo que ya han hecho en otros países como Francia. Queda trabajo por hacer y buscar apoyo para desarrollar experiencias piloto que puedan validar todo lo trabajado hasta ahora”, apunta Abad.
Precios por debajo de coste
Más allá de cómo se desarrolle la puesta en marcha del sello, no debemos olvidar que el comercio justo es, ante todo, una decidida apuesta por una serie de principios y valores desde los que construir las relaciones económicas. Cuestión que tienen muy clara en la Fundación Copade, ONG especializada principalmente (pero no sólo) en productos derivados de la madera. Con 25 años recién cumplidos a sus espaldas, Copade es la responsable de Madera Justa, el primer sello de comercio justo para el sector forestal y la industria de la madera.
La ONG promueve además multitud de proyectos tanto en el Sur global como en nuestro propio país, con la vista siempre puesta en el desarrollo local, a través del apoyo a los pequeños productores. “Tenemos proyectos de cooperación en Latinoamérica y también aquí, en zonas rurales en las que queremos generar empleo y emprendimiento”, señala Jaime Manteca, Coordinador de Proyectos en Copade.
Manteca reconoce que el comercio justo local está todavía en una fase muy embrionaria y considera que es el momento de acelerar con la vista puesta en las dificultades que está padeciendo el campo español. “Hay productores en España que sufren muchos problemas. Por supuesto que no son los mismos problemas que en los países del Sur, pero existen problemas muy graves”.
“Es una realidad”, añade el coordinador, “que hay productores que reciben un precio por debajo de coste y deciden no vender porque tienen pérdidas. Esta triste realidad se ha acentuado además en los últimos años con la alta inflación que hemos vivido. Algunas materias primas han duplicado su precio”.
Una cerveza ecológica, rural y justa
Entre las iniciativas a las que Copade ha prestado un importante apoyo en los últimos años figura Gabarrera. Hablamos de la única cerveza artesana, ecológica y elaborada bajo criterios de comercio justo de la Comunidad de Madrid. Comenzó su actividad hace justo una década en la localidad de Mataelpino, aunque hace tiempo trasladó su sede a Becerril de la Sierra.
Gabarrera es una marca muy ligada a su entorno, la Sierra de Guadarrama, comenzando por su propio nombre. La palabra gabarrero se considera autóctona y casi exclusiva de esta zona. Los gabarreros eran los que limpiaban el monte de ramas secas, árboles caídos o troncos muertos. También transportaban la madera con la inestimable ayuda de burros, mulas, caballos o, en el mejor de los casos, de carros tirados por bueyes.
Los nombres de los diferentes tipos de cerveza que ofrece Gabarrera también son un evidente homenaje, en este caso al paisaje. Por ejemplo, su american IPA se llama La Maliciosa, como el célebre pico, mientras que el río Samburiel pone nombre a su american brown ale.
“Somos una cooperativa de iniciativa social sin ánimo de lucro”, destaca Mónica Somacarrera, que fundó Gabarrera junto a su marido, Javier Terrón. Esto significa que todos los beneficios obtenidos se destinan a proyectos de desarrollo comunitario, iniciativa e inclusión social. El objetivo de toda esta acción es contribuir a la reducción de las brechas, incluyendo la brecha urbana-rural, quizá la que primero salta a la vista por la ubicación. Pero no es la única, sino que a menudo aparecen, al mismo tiempo, otras dificultades añadidas. El propio caso de Gabarrera sirve de ejemplo. La cooperativa está constituida en estos momentos por cinco personas socias. Tres de ellas son migrantes jóvenes. Las otras dos son mayores de 50 años. También hay entre ellas una persona con discapacidad.
Todas estas son situaciones que no ayudan precisamente a encontrar empleo en un contexto, como es el rural, ya de por sí complicado. Pese a todos estos obstáculos, Gabarrera está consiguiendo, poco a poco, su hueco en el mundo de la cerveza artesana. “Tenemos una venta directa muy fuerte: más del 60% de nuestra cerveza la vendemos directamente al público final en las ferias y en nuestro tap room de Becerril de la Sierra. Y nosotros no vamos de primeras con el mensaje de que somos una cooperativa de iniciativa social. Lo que hacemos es recibir a la gente con una sonrisa”, comenta Somacarrera.
También ayudan, sin duda, los bellos parajes de Becerril de la Sierra, así como la apuesta por la organización de eventos culturales, principalmente conciertos de música en vivo, que suelen celebrarse en las instalaciones de Gabarrera los fines de semana.
El papel de los consumidores
Llegados a este punto, cabe plantearse la siguiente pregunta: ¿Pueden coexistir el comercio justo de siempre y el comercio justo local sin problemas, o existe el riesgo de una competencia entre ambos?
Para Alberto Abad, presidente de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo, la respuesta está clara: “No hay riesgo de competencia entre ambos; no tendría ningún sentido que así fuera. De hecho, deberían reforzarse y complementarse mutuamente”. Ciertamente, los contextos del Norte y del Sur son bien diferentes, pero sus problemáticas, según Abad, derivan de un mismo origen: “Precios bajos, violación de derechos laborales, malas prácticas ambientales que degradan la tierra, prácticas abusivas comerciales, dependencia y poder de los intermediarios, etc…”.
Jaime Manteca, coordinador de Proyectos en Fundación Copade, va un paso más allá al considerar que el comercio justo local puede servir de revulsivo para todo el movimiento. Y pone un ejemplo muy claro: “La mayoría de las organizaciones de comercio justo no solemos importar productos que se producen aquí. No vamos a traer de fuera fresas o naranjas, pongamos por caso. Importamos productos como café, cacao, quinoa, panela, etc…, que no se suelen producir en nuestro país”.
Así suele ser en general en los establecimientos especializados en comercio justo. Lo cual provoca que la oferta sea, casi siempre, muy poco variada. “En las tiendas de comercio justo no hay desgraciadamente una gama muy amplia, lo cual se podría solucionar complementando la oferta del comercio justo más tradicional con otros productos de origen local”, concluye Manteca.
Dicha estrategia podría servir para atraer hacia el comercio justo a nuevos consumidores. Nuestras decisiones de compra siguen siendo determinantes para el crecimiento del comercio justo, con y sin apellidos. Si sólo nos guiamos como consumidores por el criterio del precio más bajo, de nada servirán los esfuerzos de Copade o de la Coordinadora Estatal del Comercio Justo y de sus entidades miembros.
Cada persona, siempre en la medida de sus posibilidades, debe entender que consumir es otra manera de votar, en el sentido de que, cuando compramos algo, estamos abogando por unos determinados valores y prácticas económicas. Con la diferencia de que consumimos todos los días. Quizá no sea posible votar con nuestro consumo todo lo que nos gustaría. Pero seguro que muchos de nosotros podemos hacerlo más de una vez cada cuatro años.
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