Cómics sobre la cruzada de la ultraderecha contra los más frágiles

Doble página de la novela gráfica ‘Volver’, de Nacha Vollenweider.
La artista plástica argentina Nacha Vollenweider ha sabido reflejar las escenas de su aventura migratoria en Alemania a través de novelas gráficas que le permiten reflexionar sobre el presente europeo, donde la segregación es moneda corriente, mientras indaga en la propia biografía y su vínculo con las historias de exploradores y colonos de sus ancestros. En España, la editorial Los Libros del Zorro Rojo ha lanzado recientemente una edición de Plata quemada, el imprescindible de Ricardo Piglia, en una versión que ella ha ilustrado. Sus libros son una perfecta muestra de reflexión por los estragos que la ultraderecha está provocando en los dos países que ella ha habitado: Alemania y Argentina.
Los primeros trazos de un dibujante de historieta suelen ser los imitados, tras mirar con asombro las capas estridentes, los rayos y las centellas de los superhéroes norteamericanos. No obstante, desde hace varias décadas, los aprendices del cómic pronto admiran otras líneas de las que su arte puede nutrirse. Para Nacha Vollenweider (Río Cuarto, Argentina, 1983), esa escuela que llegó después de los superhéroes de América del Norte fue la de la generación rioplatense de El Eternauta (Héctor Oesterheld y Alberto Breccia), la primera novela gráfica en español que se consolidó en los años 60.Entonces, la “cautivó el blanco y negro”, esa escala cromática que marcaría también las suyas, las iniciáticas: Notas al pie ((2016, y aparecida en alemán, francés, y, en español, en Maten al mensajero) y Volver (2018-22, también publicada en alemán y, en español, en Argentina).
Notas… surge al final de una beca para artistas de DAAD que había comenzado en Hamburgo, en 2013, y Volver, como catarsis de su experiencia migratoria, cuando decide regresar a Córdoba, Argentina, la ciudad en cuya universidad había estudiado. “Acabé la facultad con una historieta (con guion de Roberto Von Sprecher) que fue la primera que se hacía como trabajo de fin de grado en Artes Plásticas”, rememora ahora, en una librería de Buenos Aires, donde la encontramos para este diálogo que, ante todo, gira en torno a la reflexión artística de un migrante.
Del norte al sur y viceversa: nietos de emigrantes que emigran
Hay quien dice que de algunos libros podría prescindirse de todo menos de sus notas al pie. Quizá por ello, Nacha eligió ese título para resumir sus cinco años en Hamburgo en ese libro que transcurre en un viaje de 40 minutos de tren, durante los cuales el lector puede tener noticias de cómo se dirime la vida cotidiana en el norte alemán de grises profundos, lleno de cuervos en el cielo y en los parques, con guardias de estaciones que se emplean de diferente manera para averiguar las infracciones de los pasajeros, según la gradación de su color de piel.
Constatar que los rasgos físicos de un emigrante definen su destino en Europa, tanto como los papeles, lleva a Nacha a dibujar su regreso ligado a otros desarraigos, como los de sus bisabuelos, y a sus propias raíces como descendiente de inmigrantes suizos en Sudamérica. En Volver, “completo la vuelta, con un cambio de perspectiva del movimiento migratorio de sur a norte y de norte a sur, explorando la historia familiar y cómo esa historia me constituye”.

La ilustradora de la nueva edición de ‘Plata quemada’, Nacha Vollenweider. Foto: Philipp Meuser.
Entonces es cuando el vínculo con el pasado colonial la lleva a un reencuentro con unos parientes de Suiza y a conocer la historia de su tatarabuelo Enrique Vollenweider, quien llegó a Argentina a mediados del siglo XIX, como “uno de los colonos fundadores de la colonia San Carlos, entre las primeras colonias agrícolas, fundantes de pueblitos como Las Tunas o Helvecia, en la provincia de Santa Fe”.
Llegaban “desde Basilea, con empresas de emigración (o de colonizadores), que establecían tratados con el Estado argentino para (re)poblar las pampas”, a través de los cuales “conseguían parcelas de tierra para que los inmigrantes suizos se instalaran”. Aquel “sistema se establecía bajo la idea imperante del ‘gobernar es poblar’ (un lema decimonónico de los gobiernos en el Río de la Plata), y en el que se sucedían relaciones de poder bastante interesantes hacia adentro, de los mismos suizos hacia los suizos”.
Estos dispositivos de prebendas o promesas incumplidas derivaron muchas veces en revueltas y rebeliones contra los organismos públicos, pero también hubo tiros, y muchos, contra las poblaciones autóctonas, según los relatos orales que se transmitían de generación en generación. Ante estas historias, Nacha se pregunta, pues, cómo la propia biografía puede atravesar temáticas sociales e históricas colectivas, incluso llegar en forma de eco, hasta el presente extractivo de nuevos materiales (en la actual Argentina hay grandes dilemas y debates en torno a la explotación del litio, por ejemplo).
La crueldad aceptada como ejercicio contra las minorías
“Otro tema que trato en los dos libros es el avance de la ultraderecha. En Notas al pie soy testigo de la crisis de migrantes de Alemania, en 2015, y también puedo documentar cómo fueron avanzando en los sentimientos antimigrantes en Alemania, al punto de tener hoy gran representación parlamentaria”, comenta. Y agrega: “Se trata de un discurso anti derechos humanos, del que Argentina es hoy un exponente destacado”, ya que este gobierno (de Javier Milei) “no solo es negacionista, sino que además hay una crueldad avalada hacia todos los grupos sociales que comparten una posición de desigualdad, marginalidad o debilidad frente a lo hegemónico (los discapacitados, las mujeres, los movimientos ambientalistas y la comunidad LGBTI).
Los registros gráficos de Nacha (cada viñeta es el cuadro de una exposición) enlazan espirales negros de miedos como picos de un cuervo con detalles de tendidos de cables, fachadas y vías del tren… paisajes de fuera que la llevan a seguir indagando en la propia identidad e imágenes de su pequeña ciudad de origen.
“Entre las cosas que más me gustan de Alemania están los trenes, que puedo conectar con la historia de los trenes en Argentina: en Río Cuarto, el último tren –se llamaba El andino– pasó por la ciudad en 1977, que fue el año que desaparecieron (secuestraron) a mi tío materno Ignacio”, explica.
Ese tío materno por el que Nacha se llama Ignacia fue uno de los 30.000 desaparecidos de la dictadura argentina (1976-83), cuyas consecuencias se evocan en “la Casa de la Memoria, que funciona en una parte de la antigua estación de trenes”.
De ahí que la artista interprete estas obras como una manera de “reconstruir la identidad en un lugar ajeno”. En su caso, aprendió alemán (porque en Argentina ya las primeras generaciones de inmigrantes hablaron solamente castellano) y pudo comprender algunas trazas de valores y “educación prusiana” en su propia familia, que son propios de “pueblos guerreros”.
Tomar distancia permite “revisar el lado B de la historia”, sostiene. En efecto, “el odio se ha traducido en siglos y siglos de segregación, conquista, sentimiento de superioridad, bienestar en los últimos 70 años, que se han nutrido de saqueo y explotación y así siguen las cosas”.
En su opinión, muchos de esos patrones civilizatorios europeos quedaron en tela de juicio tras la II Guerra Mundial, “y es lo que se retoma ahora con este loop de crueldad histórica, que esconde una parte muy oscura, que es eso… la oscuridad del niño o de una niña mimada”.
Esa niña mimada estaría llena de paradojas que quiere esconder, según Nacha, que relata la anécdota del capitán prusiano Friedrich Wilhem von Steubehn (1730-1794), relevado de las filas militares por su homosexualidad, y que se incorporó al ejército norteamericano para dictar un manual pionero con estrictas normas de disciplina, como instructor de tropas, gracias a la recomendación de Benjamin Franklin.

Páginas de ‘Volver’ de Nacha Vollenweider.
Dejarse moldear y frustrarse, o irse
Resabios de aquella disciplina y la rigurosa supervisión de las vidas individuales por parte de los superiorespodrían haber quedado impregnando algunos rincones de Europa del norte. O al menos así lo sintió Vollenweider cuando decidió regresar a Argentina y dibujar Volver, quizá para conjurar la frustración de un amor truncado (se casó con su novia alemana en 2014 y se divorció en 2016) y para decir en alto: “A mí el Estado alemán no me va a decir cómo o dónde tengo que vivir, con quién tengo que hacer pareja, ni cuándo, o por cuánto tiempo puedo viajar”.
Nacha admite que “estaba cansada de esa vida”, porque allí el Estado “moldea la privacidad de las personas con pasados migrantes, a través de reglas muy concretas”.
Tiempo después de haber asumido la sobrepoblación de cuervos en las ciudades, su pánico llegó cuando advirtió que, al separarse, no se podía mover ni decidir ir a vivir a otra ciudad, ya que había que estar demostrando convivencia para poder renovar cada visado… O que sus estadías en el extranjero no podían durar más de seis meses.
En una sociedad de vigilancia permanente, además, “los lazos solidarios son cada vez más difíciles, porque hay más competencia y miedo que solidaridad”, indica Nacha Vollenweider.
Poco a poco, pues, se incorporan esos recortes a la propia intimidad, “asumiendo ese papel de extranjera obediente que te asignan”, por lo que, al tomar la decisión de regresar, lo hizo “con una sensación de libertad que casi había olvidado”, asegura.
Y, entonces, ahora, mientras dibuja, ella puede darle alas a otros pensamientos donde “lo cooperativo” deja de tener “un valor negativo”.
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