Cómo enseñar a reciclar a los niños
Pistas para aprovechar estas vacaciones navideñas y aumentar la conciencia ecológica de los más ‘peques’ de la casa, para que sepan el valor de lo que se desecha en unas fiestas especialmente inclinadas al consumo. Desde libros a webs. Sin olvidar la clave de todo: que niños y niñas no piensen que reciclar es una carga pesada. Es fácil evitarlo: con juegos y ejemplos que nos ayuden a entender cómo contribuimos a la salud del planeta de todos.
Como a muchos de vosotros, me gustaría que mi hijo heredase un planeta en las mejores condiciones posibles. Recuerdo que cuando empezó a crecer, una de mis principales preocupaciones educativas era cómo iba a transmitirle el respeto por la naturaleza, por el lugar que habitamos. Ya tenemos aquí el cambio climático y será difícil que no nos pase factura, pero al menos podemos mitigar sus efectos. Para ello, además de alcanzar grandes acuerdos internacionales, como el firmado a principios de diciembre en París, algo que no está en nuestra mano, es importante el trabajo diario que hacemos con los más peques, tanto en la escuela como en casa. Al fin y al cabo, ellos son el futuro.
Por suerte, aunque aún muy tímidamente, la conciencia ecológica ha entrado en las aulas. Pero una buena parte de su educación, y en eso coinciden todos los expertos, reside en nuestros hogares y es ahí donde nosotros debemos hacer un esfuerzo. Debemos enseñar a niños y niñas a ser consumidores responsables y a reciclar los residuos que generamos, a pensar que la basura como tal no existe y que todo tiene una utilidad o una segunda oportunidad.
¿Pero cómo conseguir que les interese el reciclado? Estas fechas festivas, cuando a menudo consumimos más de lo necesario, pueden ser un buen momento para empezar.
Con los niños, la mejor forma de actuar es a través del juego y la diversión. Gran parte de la infelicidad de los adultos es que dejamos de jugar cuando nos hacemos mayores y, por lo tanto, no disfrutamos de muchas de las cosas que nos gustan. Para los niños, al contrario, todo es motivo de diversión.
Internet ofrece decenas de ejemplos que servirán para explicarles qué debe ir en cada contenedor y por qué. La web de Ecovidrio también atiende a los más pequeños a través de un simpático personaje al que le encanta devorar vidrio, Mr. Iglú. La revista Ser padres, una publicación clásica del mundo de la divulgación pedagógica, propone por ejemplo dibujar con los niños los cuatro tipos de contenedores que hay según el material reciclado. “Los contenedores se pueden recortar y pegar en varios azulejos de la cocina. Alrededor de cada uno de ellos, los niños pueden pegar los objetos que previamente han dibujado y recortado y que pertenecen a cada contenedor: un periódico viejo en el azul, una botella de vidrio en el verde, un cartón de leche en el amarillo o la raspa de un pescado en el naranja”. La ONG del oso panda en su logo, WWF, también dispone de mucho y buen material didáctico, con una completa guía de reciclaje para descargar desde su web.
Aunque quizá, antes de nada, deberíamos pensar si nosotros, los adultos, somos un buen ejemplo a seguir. Los chavales aprenden por mimetismo. De la misma forma que un niño educado en un ambiente familiar en el que abunden los libros –y no sólo como elementos decorativos– tiene muchas posibilidades de convertirse en un gran lector, un peque que crezca en un hogar en el que sus padres se tomen en serio el reciclado y el medioambiente tiene todas las papeletas de convertirse en un adulto concienciado.
Si tú estás entre el 20% de españoles que reciclan, según Eurostat, perfecto: tus hijos tienen un buen modelo a seguir. Si no, conviene empezar por uno mismo. No te harán mucho caso si eres el primero en tirar una botella de vidrio al cubo de basura orgánica, por ejemplo.
En el mundo del reciclado todo tiene una utilidad, todo sirve, de ahí que sea imprescindible separar lo que tiramos. Y por si no lo sabes aún, te recordamos lo básico sobre dónde depositar cada cosa y por qué.
Basuras orgánicas: Los restos de comidas deben ir al contenedor naranja o marrón (cuando los haya en tu población, que no siempre abundan). Deberás echar ahí lo que no sea papel o cartón, envases (de plástico o metal), vidrio, aceite y otros productos reciclables o que puedan contaminar. Su destino es el vertedero, donde lo transformarán en compostaje.
Contenedor verde. Estoy seguro de que a tu hijo le encantará lanzar las botellas (con cuidado, claro) dentro del contenedor verde. No olvides el secreto, de hacer divertidos estos pequeños comportamientos, que no le resulten pesados, que no los vea como una obligación costosa. Ecovidrio, la entidad sin ánimo de lucro encargada de la gestión del reciclado de los residuos de envases de vidrio, garantiza que el 100% del vidrio que se recupera en los contenedores es reciclado para fabricar nuevos envases de vidrio y lograr múltiples beneficios para el medioambiente y la sociedad. Con un gesto tan sencillo como el de separar botellas, botellines, tarros y frascos usados para depositarlos después en los contenedores, se reduce el consumo de energía, se ahorran materias primas y se disminuyen los vertederos y la contaminación del aire. Los contenedores de vidrio situados en las calles sirven para recoger únicamente los envases de vidrio: botellas, botellines, tarros y frascos que se consumen en los hogares y en el sector de la hostelería, la restauración y el catering. Hay otros materiales como la cerámica u otros tipos de vidrio (platos, vasos, cristales de ventanas, etc.), que, al tener una composición distinta a la del vidrio de los envases, deben ser depositados en los puntos limpios de pueblos y ciudades. Es importante no olvidar esto, que mucha gente aún se lía.
Contenedor amarillo. El plástico, las latas y los briks deben ir directamente al contenedor amarillo. Explícales a tus hijos, por ejemplo, que con 670 latas recicladas se puede producir la estructura de una bicicleta; con ejemplos como éste verán la importancia que tiene separar cada cosa en su contenedor correspondiente. El plástico de las botellas se puede convertir en un forro polar, un anorak, relleno para sacos de dormir, suelos sintéticos, carcasas o bandejas para la comercialización de frutas y verduras. Del polietileno de los productos de droguería se obtienen tuberías de riego, mobiliario urbano o bolsas de basura. Los briks sirven para obtener bolsas de kraft (sacos de cemento, por ejemplo), hueveras de cartón o bolsas de papel.
Contenedor azul. Depositaremos ahí el papel y el cartón. No debemos tirar papeles demasiado sucios, ni papel de aluminio o plastificado ni envases tipo brik (deben ir al contenedor amarillo). Si tu hijo tiene la edad suficiente, ya puede entender algunas retos medioambientales, como el cambio climático. Explícale al niño que el reciclaje de papel permite obtener nuevos productos de papel con un 74% menos de emisiones de gases de efecto invernadero y un importante ahorro de agua.
Puntos limpios. A tu hijo puede resultarle divertido ir al punto limpio más cercano; plantéaselo como una pequeña excursión para salvar el planeta. Allí debemos llevar todo lo que no se puede o debe tirar a la basura en nuestro domicilio: aceites de cocina, ropas y calzado, pinturas, escombros, baterías, productos químicos y peligrosos (como pesticidas, desinfectantes), medicamentos, colchones, electrodomésticos y chatarras varias. Los residuos no peligrosos (escombros, chatarra y madera, colchones) suelen ir a vertedero, a plantas de reciclaje o plantas de compostaje. Explícale que, por ejemplo, del aceite de cocina se obtienen velas, pinturas y biocombustibles. No te olvides de ponerle siempre ejemplos fáciles y plásticos para que entienda lo que estamos haciendo. No se trata de forzar nada, sino de explicar.
Recuerda también que, además de reciclar, se puede reutilizar, intentar darle otro uso a nuestra basura. De nuevo la red ofrece alternativas de educación ambiental divertidas para los niños, que además de desarrollar su imaginación les servirán para ir creando una conciencia ecológica y valorar el desecho como algo valioso.
Ahora que estamos en Navidad, el portal inspiraction.org, por ejemplo, propone gastar menos en decoraciones y más en tiempo con los pequeños de la casa. “Podemos hacer los adornos del árbol de Navidad con latas de conserva o con botellas de plástico. Además, las botellas nos pueden servir para meter dentro dibujos o los deseos de Año Nuevo. Otra idea fantástica para las fiestas puede ser realizar el árbol de Navidad a partir de botellas de plástico”.
Con cajas de embalaje o de cartón, Ser padres nos sugiere que construyamos circuitos laberínticos o pequeñas casitas. Las botellas de plástico también pueden servirnos como un juego de bolos. Necesitaremos varias del mismo tamaño. La bola se puede construir fácilmente con el papel de plata de envolver los bocadillos.
Las posibilidades son casi infinitas. Algunas de ellas puede llegar a convertirse en arte. Podemos encontrar ideas mágicas en el libro Basurarte: crear, divertirse y reciclar, de Gusti, autor y editor del libro.
Enseñar a tus hijos a amar la naturaleza es la mejor forma de concienciarles para que el planeta no enferme de manera peligrosa para los seres humanos. Salid al campo cuando podáis, ved juntos documentales sobre animales (les encantan) y leed libros “chulos para solucionar el déficit de naturaleza de los niños”, como proponía recientemente Javier Pizarro en El Asombrario.
Se trata de conseguir que los niños se sientan parte de la naturaleza; lo que son, lo que somos. Entre los títulos que propone Pizarro, destacamos: Animalium, de Katie Scott y Jenny Broom (Impedimenta); Tan grande como siete osos. Tan pequeño como un colibrí, de Julie Colombet (Libros del Zorro Rojo); Rara avis, pequeña guía de aves para colorear, de Miriam Sugranyes (MTM Editores); y Toletis. Cuatro estaciones, de Rafa Ruiz y Elena Hormiga (NubeOcho / Mad is Mad). Cualquiera de ellos puede ser una estupenda lectura para estas vacaciones.
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