Cómo escribir literatura infantil y juvenil sin moralina ni moralejas
Chiki Fabregat escribe, lee y enseña a escribir; es además una de las personalidades destacadas de la ‘aldea’ de Literatura Infantil y Juvenil de este país. Sabe como nadie cómo contar historias, qué principios básicos deben tener y que herramientas creativas son necesarias para componer un buen libro. Desde hace años imparte talleres para autores, ya sean veteranos o noveles, en la Escuela de Escritores. Ahora toda esa sabiduría la ha reunido en un manual de escritura de literatura infantil y juvenil que lleva por título ‘Escribir infantil y juvenil’, publicado por Páginas de Espuma. Un libro donde va repasando todos los ingredientes necesarios para adentrarse en la aventura de escribir. Algo que no parece fácil, pero que ella explica con sencillez didáctica a lo largo de 450 páginas que componen su manual, que está lleno de lecturas recomendadas donde menciona y homenajea a su grandes referentes.
¿Cómo nace este ‘Manual de Escritura de Literatura Infantil y Juvenil’?
El libro, tal como ha llegado a las manos de los lectores, nace de la propuesta conjunta de la Escuela de Escritores y la editorial Páginas de Espuma, para incluirlo en la colección de manuales de escritura. Pero el origen está mucho más atrás, en el primer taller que preparé de Literatura Infantil y Juvenil. Han sido 20 años impartiendo talleres y revisando una y otra vez los materiales teóricos para los alumnos, así que cuando me llegó la propuesta editorial se trataba solo de organizar todo ese contenido.
En el libro hablas que los lectores no quieren ni tópicos ni moralejas. ¿Qué buscan los lectores en una buena historia?
Yo creo que los lectores buscan literatura, con todo lo que eso significa: evasión, identificación, reflexión, conocimiento, entretenimiento… Pero no abren un libro para aprender una lección moral ni para cambiar su conducta o sus hábitos. Ni, desde luego, para que una voz adulta les diga lo que está bien y lo que está mal.
También dices que la buena literatura es la que busca satisfacer al lector. ¿Qué ingredientes ha de tener un buen libro?
Yo trabajo en narrativa de ficción y es el campo que más conozco. En esos libros hace falta un protagonista interesante, creíble, una historia que despierte la curiosidad, que plantee preguntas, pero no dé todas las respuestas, un final que no decepcione ni engañe. Y esto es igual en historias realistas o fantásticas, en novela histórica, romántica, de aventuras, de misterio… Pero, por encima de todo, un libro para la infancia y la adolescencia debe respetar a quien va a leerlo, su inteligencia y su visión del mundo. En los libros para adultos también, pero eso nadie se lo cuestiona.
¿En un libro, quién tiene que ser el protagonista, el autor, el lector, la historia?
Indudablemente, el lector y la historia. El autor nunca. Entre libro y lector se establece una relación en la que el autor no está presente o no debería estarlo. La historia es una y, cuando el lector se interna en ella, la interpreta, la interioriza, rellena los huecos que el libro no abarca. Nadie abre un libro para ver qué cuenta Chiki, pero espero que sí lo hagan para saber qué le pasa a Naim, qué quiere Zoila, qué decisión toma Robin, cómo es el mundo del otro lado o por qué algunos días llueve.
También hablas de la ilustración no como un complemento sino como una parte más de la narración. ¿Que tipo de relación tienen que establecerse entre ellas?
La ilustración es un elemento narrativo importantísimo. Hay libros que tienen dibujos o ilustraciones que acompañan, pero sin los que la historia funciona exactamente igual. Es arte, es un complemento maravilloso y forma parte del libro, pero no de la historia. En otros, el dibujo añade detalles que no están en el texto, actitudes de los personajes, elementos imprescindibles para entender del todo lo que estamos leyendo. Estos son los libros en los que la ilustración forma parte de la narración. Es evidente en cómic y en muchos álbumes, pero también en libros ilustrados. Tenemos que aprender, como lectores, a decodificar los dos lenguajes de manera simultánea. Es algo que los niños y los adolescentes hacen de manera natural y que los adultos perdemos con el paso del tiempo.
¿Cómo busca Chiki despertar el interés en sus libros?
Yo escribo sobre lo que me interesa. Escribo para comprender a esas personas mucho más jóvenes que yo, para saber cómo funciona su mundo. A veces incluso para dibujar el mundo como me gustaría que fuese. Y creo que los lectores viven ese proceso conmigo y tal vez por eso les interesen mis historias. También, estoy segura, hay lectores a los que no les interesan porque no comparten mi curiosidad o mi punto de vista. Pero en lo que a forma se refiere, intento contar las historias sin adornos, muy breves, muy directas. Intento que el lector se haga las mismas preguntas que me he hecho yo y que encuentre su respuesta, no en las páginas, sino en su interior.
¿Qué quieres contar como escritora?
Como escritora quiero contar que el mundo es un lugar amable. Escribo mucho sobre personajes diversos, situaciones incómodas, dolorosas incluso, pero siempre buscando la esperanza, la parte positiva o dulce o bonita de cuanto nos rodea porque cuando soy Chiki, escritora, tengo siempre en mente a Chiki, lectora. A esa lectora le gustan las historias amables.
Todo buen escritor debe revisar, limpiar, cambiar, tachar hasta que todo encaje, ¿cómo lo haces cuando escribes tus historias?
Yo corrijo, limpio y reviso mientras escribo. Me produce mucha incomodidad dejar atrás una escena mal contada o un diálogo insustancial. Soy lenta al escribir, pero, a cambio, el proceso de corrección es muy rápido. No tengo un plan completo en la cabeza cuando me siento a escribir, suelo tener una idea, una frase o un personaje y escribo para encontrar su historia. Por eso a veces borro lo que he escrito en los últimos meses y empiezo de nuevo o reescribo una y otra vez hasta que doy con lo que estoy buscando. Es un método muy poco eficaz, pero es el que me funciona.
Mucha gente busca que la Literatura infantil y juvenil tenga que enseñar algo, que tenga un mensaje que aprender. ¿Cómo les podemos hacer ver que lo importante es disfrutar de un buen libro?
Preguntándoles qué buscan ellos al leer. O por qué les ha gustado tanto un libro determinado, su libro favorito. Creo que habrá pocos adultos que señalen como favorito un libro en el que aprendieron algo y muchos en cambio lo habrán elegido por la historia, por el personaje, por las maravillosas descripciones o por el miedo que pasaron al leerlo.
Los chavales de hoy están acostumbrados a otro forma de manejar el lenguaje, ¿cómo podemos hacerles llegar a los clásicos?
Eligiendo muy bien qué clásicos mostrarles, en primer lugar. Preparando la lectura, no es lo mismo lanzarles al Lazarillo sin más que dedicar un tiempo a hablar de la picaresca, buscar ejemplos actuales que estén relacionados… En ocasiones, leyendo fragmentos y no libros enteros, en otras mostrándoles versiones cinematográficas, proponiendo debates… No es algo que tenga una solución fácil ni rápida, pero en demasiadas ocasiones les ponemos ante el Quijote y les decimos que lo lean porque es la obra cumbre de la literatura y casi los tachamos de analfabetos o incultos si no aprecian su valía.
Dime un par de libros de juvenil que nadie debería perderse.
Uf, qué difícil escoger dos. Migraciones, de Patricia García-Rojo, y Un gorrión en mis manos, de Mónica Rodríguez (y otros 50 más que me dejo en el tintero).
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